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Cine: Max, catequesis moderna y animada

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Ciudad de México.— De la productora Dos Corazones Films (Cristiada, El Gran Milagro, Karol) llega este 12 de octubre a más de 700 salas en la República Mexicana la película Max, una historia animada que rinde homenaje a la vida del sacerdote polaco san Maximiliano Kolbe, fraile franciscano, misionero y editor de una de las revistas impresas de mayor alcance y distribución de la primera mitad del siglo XX; recordado esencialmente como uno de los mártires del campo de concentración nazi en Auschwitz-Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial y un ejemplo de total entrega cristiana por la vida del prójimo.

La figura e historia del padre Kolbe ha inspirado a no pocas producciones televisivas y cinematográficas (Maximilian: el santo de Auschwitz, de 1995; Vida por vida, de 2006; Dos coronas, de 2017), las cuales se han centrado en la portentosa, sobrehumana y conmovedora decisión del religioso de entregar su propia vida por la salvación de otro prisionero en el campo de concentración, decisión con la que coronó una fecunda vida de entrega y compromiso cristiano.

No obstante, quizá para acercar la hagiografía del santo franciscano a las familias y jóvenes del siglo XXI, el filme Max hace converger la vida del padre Kolbe con una historia contemporánea entre un misterioso anciano viudo y un problemático huérfano adolescente. Entre ambos personajes, mandatados por las autoridades a compurgar una sanción que los obliga a convivir, refulge la vida del santo Kolbe como un relato que inspira y actualiza las convicciones de la identidad cristiana en medio de las oportunidades y de las adversidades.

Y en realidad ese es el corazón de la producción de Max: una catequesis moderna y actualizada de la riqueza de la catolicidad. A lo largo del filme no sólo se destaca la radical importancia de la acción sacramental y la íntima compañía maternal mariana en medio de los avatares de cada vida humana sino el papel del testimonio cristiano como fuente de inspiración para la resolución de conflictos, para la promoción de la amistad social y de la interrelación personal.

Max es un filme que no sólo revalora la vocación sacerdotal católica sino que provoca sutilmente a los creyentes y a los ministros respecto a las oportunidades de ser agentes de paz, reconciliación y servicio al prójimo. Es, por ejemplo, la creatividad conciliadora de un párroco el detonante que transforma el conflicto en conciliación, la distancia en encuentro y la diferencia en amistad.

Sin duda, el filme aborda intencionada e inevitablemente algunas condiciones humanas dolorosas como la enfermedad, la guerra, la viudez, la orfandad, la vejez, el aislamiento y, por supuesto, la muerte; pero no deja drama sin respuesta bajo la certeza de las virtudes teologales (fe, esperanza y amor) que iluminan la compleja realidad, ya sea en el marco de la guerra o en la cotidianidad contemporánea de la construcción de una amistad aparentemente imposible.

Max es un filme animado que celebra ante todo la vida social a través de claros ejemplos de gratuidad, generosidad, tolerancia y respeto; que enaltece la sana inquietud por explorar lo desconocido con audacia, aventura y permanente aprendizaje; que celebra también el espíritu humano en su tesón, su creatividad y entrega mientras honra al pasado e incorpora la conciencia de la memoria histórica a su vida y a la de sus semejantes.

Pero además, gracias a las posibilidades creativas e imaginativas que proporciona las técnicas de animación, el filme propone audaces alegorías visuales de los misterios divinos en la vida de los hombres y en la vida eterna; la producción ofrece vistosas representaciones de verdades de la fe católica insertas en espacios y ambientes diseñados con gran calidad artística, como en los templos y otros momentos de sacralidad mostrados en la película.

Finalmente, es importante señalar que la historia se soporta en un ágil y accesible guión de Bruce Morris (guionista de Hércules y Pocahontas) que salta entre las historias de Kolbe y del dúo del viejo Gunther y el joven DJ; y que cuenta con una emotiva banda sonora compuesta por Mark MacKenzie donde destacan los solos del prestigioso violinista norteamericano, Joshua Bell.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

ebv

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