Celebridades
Recuerdan a un Rulfo bromista
Tonaya.- El escritor Juan Rulfo daba la impresión de ser un hombre serio y reservado, pero detrás de esa imagen había un tipo juguetón y cariñoso, aficionado al tabaco, al senderismo y a la música clásica, cuentan a Efe familiares y amigos.
Severiano Pérez Rulfo describe a su tío como un hombre con mucho humor, que gustaba de hacerle bromas cuando convivían en su casa de Tonaya, un municipio al sur de Jalisco donde se asentó parte de su familia, o lo visitaba en la casa que el autor tenía en la Ciudad de México.
Pérez Rulfo, hijo del hermano mayor del escritor (1917-1986), vive aún en Tonaya, un lugar que el autor de “Pedro Páramo” solía visitar y que aparece varias veces en su obra.
Severiano recuerda una anécdota en la que su tío le dijo que lo llevaría a Amecameca, en el central Estado de México, para que conociera su rancho y su ganado.
Cuando llegaron preguntó a su tío: “¿dónde está su rancho?”, a lo que Rulfo respondió “es este, la hacienda aquí está”, dijo señalando una barda vieja. “¿Y su ganado?, le cuestionó el muchacho, “acá está”, contestó y caminó hasta donde estaba un burro amarrado en un árbol.
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Tiempo después, Rulfo construyó ahí una casa donde tenía una huerta y donde le gustaba pasar tiempo.
“Sí (era bromista), con uno sí porque yo he oído que con mucha gente no platicaba, conmigo platicaba muchísimo, porque todas las noches era platicar y platicar y me preguntaba de la gente de acá”, relata.
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El escritor y fotógrafo nunca se despegó por completo de sus raíces en el sur de Jalisco, pese a que fue llevado muy joven a Guadalajara (capital de Jalisco) a un internado, tras la muerte de su padre.
A esta región le guardó mucho cariño y volvió muchas veces a ver a la familia y a los amigos, pero también a explorar a pie sus parajes y colinas.
En Tonaya pasaba horas de charla y juego con Clementina Soto y su primo el doctor Mónico Soto, quien incluso lo consultó en varias ocasiones mientras Rulfo disfrutaba de unas vacaciones en el lugar.
El médico, de 89 años, recuerda “el vicio” de “Juanillo” por los cigarros “Delicados” y la música clásica. En especial, el escritor disfrutaba la “Sinfonía #2” de Beethoven, “seguro por tranquila”, comenta Soto desde su antiguo consultorio frente a la plaza principal.
“Clementina le decía “quita tu cochinada Juan, pon algo alegre”, y ya ponía Juan Charrasqueado”, relata el médico al referirse a una canción popular de música mariachi.
De vez en vez le gustaba “echarse su teporocha (trago)”, comenta sobre el escritor, con el que compartía la afición por el senderismo.
Ambos se iban a caminar “por horas y horas” por los cerros de alrededor o al rancho que administraba su hermano Severiano en Apulco, una propiedad donde Rulfo aseguraba que nació.
La muerte de su madre en San Gabriel, cuando era un niño, le dejó recuerdos tristes del lugar. Rulfo visitaba poco el pueblo y cuando lo hacía evitaba entrar a la casa donde vivió sus primeros años, cuenta su sobrina nieta María Soledad Ramírez Vizcaíno.
“Dicen que la última vez que vino no quiso bajarse (del auto) y que no quiso entrar, yo creo para no remover tanta tristeza”, afirma desde una de las casas viejas propiedad de la familia, cerca de la plaza del pueblo.
Su mamá, Elvira Vizcaíno, fue una de las familiares más cercanas a Rulfo, al que describía como un hombre “muy cariñoso” y atento, pese a haber tenido una infancia “difícil” por la muerte en pocos años de sus padres.
La prima solía visitarlo en la Ciudad de México cuando Rulfo dedicaba su mayor tiempo a la fotografía y vivió una etapa económica complicada.
“Decía mi mamá que para poder revelar sus fotos empeñaba la cámara” y cuando mejoraba la situación la recuperaba, recuerda la sobrina nieta de este narrador que se convirtió en un referente de las letras hispanoamericanas.
Rulfo
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