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¿Cuáles son los retos que enfrentarán los maestros en el regreso a clases?

Este rechazo no es por la falta de interés en la educación de los alumnos, ni tampoco en la falta de compromiso de los maestros

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Ciudad de México.- Aunque el ciclo escolar 2021-2022, está por comenzar el próximo 30 de agosto y de acuerdo con las declaraciones del Gobierno federal el pasado 12 de agosto el regreso a las aulas es inminente, sin importar el semáforo epidemiológico. “Llueva, truene o relampaguee las clases serán presenciales”, sentenció el presidente López Obrador.

Ante este panorama muchos educadores y padres de familia y/o tutores se enfrentan a la pregunta: ¿Y ahora? ¿Qué sigue? ¿Qué pasará cuando regresemos a clases?

De acuerdo con las estadísticas efectuadas en medios de comunicación, en México 62 por ciento de los padres de familia no quieren que sus hijos asistan presencialmente a la escuela.

Este rechazo no es por la falta de interés en la educación de los alumnos, ni tampoco en la falta de compromiso de los maestros con sus estudiantes.

Más bien, perciben que el gobierno federal y las administraciones estatales no hayan preparado adecuadamente un regreso seguro. La resistencia a las clases presenciales refleja el fracaso de las autoridades en generar la confianza necesaria de que puede garantizar condiciones mínimas de seguridad en las escuelas ante la pandemia de Covid-19.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) ha tenido más de 17 meses para planear un regreso a las aulas, pero la confianza ciudadana en las clases presenciales seguras está en su peor momento.

Cabe recordar que, en diciembre de 2020, la mayoría de las personas (56 por ciento) estaban dispuestas a regresar presencialmente a las escuelas. Seis meses después, la opinión se ha invertido: en julio de 2021, solo 35 por ciento estaba de acuerdo.

La renuencia a regresar no es resultado de que la escuela en casa vaya mejor. El miedo, la ansiedad y la depresión continúan en aumento entre los estudiantes, además de que no se encuentran vacunados. Y dos de cada tres empleos perdidos durante la pandemia los realizaban mujeres, entre las cuales están quienes deben quedarse en casa para cuidar de sus hijos mientras no asisten a clases presenciales.

La percepción sobre las clases a distancia tampoco ha mejorado. De hecho, 75 por ciento de los padres sigue considerando que en las clases a distancia los estudiantes no aprenden lo mismo que en las aulas. La evidencia inicial de las mediciones del aprendizaje logrado con la estrategia gubernamental “Aprende en Casa” muestra que los padres están en lo correcto.

A esta enorme incertidumbre se suma que, a menos de 15 días de comenzar las lecciones, las comunidades educativas tienen muy poca información oficial.

La comunicación con las autoridades es de una sola vía. Directores y maestros reciben indicaciones desde la SEP, pero no tienen manera de resolver dudas al respecto. Cuando padres y familia se acercan a la escuela con las mismas inquietudes, los directores no tienen la información que necesitan para darles confianza.

Las dudas de estos docentes empiezan desde los detalles básicos del esquema híbrido, que divide las clases en distintos grupos de alumnos por días de la semana: ¿Cómo evitar contagios si los adultos que los cuidarán serán los mismos todos los días y, en muchos casos, un mismo docente asiste a múltiples planteles?

Las exigencias de las autoridades hacia los directores y maestros han sido muy grandes durante la pandemia. Desde aprender a dar clases desde casa hasta pagar sus propios dispositivos electrónicos e internet, los maestros han enfrentado ciclos escolares complicados sin recibir mayor apoyo.

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Como ejemplo, la SEP convoca a las comunidades educativas (directoras, maestras, padres de familia y alumnos) a participar en las jornadas de limpieza que arrancaron el pasado 11 de agosto.

La autoridad educativa no dio información sobre quiénes les ayudarían o proveerían los insumos de limpieza para alistar los planteles abandonados durante más de un año.

Las comunidades educativas financian parte importante de la educación pública en este país.

En este último año han costeado herramientas tecnológicas, planes de datos de internet e insumos para preparar los planteles. Esto, en un contexto en el que en más de 61 por ciento de las viviendas del país hubo una disminución en los ingresos, significa que, para las familias más pobres, el derecho a una educación de calidad es solo una promesa que depende del dinero que puedan gastar.

Grupos de padres realizan tareas de limpieza en una escuela hoy, en Ciudad de México (México). EFE/ Sáshenka Gutiérrez.

Además, las escuelas necesitan mucho más que cloro y gel sanitizante para enfrentar la pandemia.

En nuestro país hay muchas promesas y discursos, pero faltan dos cosas: presupuestos y confianza. Y para hacer frente a las necesidades para reabrir los planteles, el presupuesto educativo para 2021 tuvo un nulo crecimiento en términos reales respecto al año anterior.

ARH

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