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La fe, el sentido y la estética del Niño Dios en Zóquite

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Zóquite, Zacatecas.- El pasado 6 de enero fue finalmente consagrado el templo nuevo de la Epifanía del Señor en Zóquite, Zacatecas; una fiesta largamente esperada por la comunidad católica de este poblado que saltó a la fama en redes sociales por la entronización de un Niño Dios de proporciones colosales y peculiares rasgos.

Los fieles del poblado sólo querían levantar un templo más amplio para la creciente comunidad católica; en Zóquite existía sólo un recinto antiguo que no tenía la suficiente capacidad para las celebraciones de las fiestas religiosas. Por ello, el párroco y los feligreses erigieron un nuevo templo en el cual se buscaría entronizar la imagen de un Niño Dios pues la parroquia está dedicada a la Epifanía del Señor; fiesta en la que los católicos celebran la manifestación de Jesús ante los magos de oriente y los pastores quienes se postran ante el nacido en el pesebre de Belén.

Decidieron mandar a realizar la efigie del Niño Dios de 6.86 metros de alto y casi 800 kilogramos de peso. En noviembre pasado llegaron las piezas para el montaje de la escultura desde Chimalhuacán, Estado de México, y tras las primeras fotografías de la imagen en el altar, las redes sociales y los medios de comunicación dieron paso a un fenómeno mediático viral pocas veces visto y quizá sólo comparable al episodio de la malograda restauración del Ecce Homo en Borja, España, en 2012.

En entrevista, el obispo local, Sigifredo Noriega Barceló explica que la comunidad de Zóquite tiene una fuerte composición de familias migrantes en Estados Unidos y que buena parte de sus inquietudes pasan por el dolor de la violencia y la inseguridad; pero que, en el fondo, vibran con un alma religiosa asida a su pueblo natal y una apremiante necesidad de expresar su sentir, su fe y su esperanza aun en medio de las dificultades.

“Es difícil de explicar y comprender, por supuesto fue un hecho mediático, pero en el fondo expresa un profundo sentir de la comunidad cristiana. Es el alma de lo religioso, la necesidad de un pueblo de expresarse y la expresión de un sentir”.

En esta región del país se hace notoria la devoción de los pueblos por la figura del Niño Dios como el Santo Niño de Atocha en Plateros o el Niño de las Palomitas en Tecoaleche; pero también por las efigies de Jesús sufriente como el monumental Cristo Roto, en Aguascalientes. Por una parte, los fieles católicos migrantes que viven entre México y Estados Unidos parecen querer resguardar su pertenencia, origen, costumbres y cultura a sus pueblos natales; y la imagen del Niño Dios es justo ese lazo simbólico; por otra parte, las tragedias y dificultades acrecentadas por el crimen y la violencia parecen hacerles más sensibles a los dolores y sufrimientos de Jesús en su Pasión.

“En el arte se suele recurrir a otra sensibilidad para explicar lo que estamos presenciando; en las expresiones de estas comunidades comprendemos la veneración al niño Jesús y al Cristo sufriente; podríamos decir que el pueblo se identifica con el ‘hacerse pequeño’ pero también en la comprensión del dolor y el sufrimiento”, explica Noriega.

Esto es lo que no logró comprender el fenómeno mediático que viralizó las imágenes del Niño Dios monumental de Zóquite a finales del 2019. Para el obispo de Zacatecas, aún queda mucho por reflexionar pues se trata, en el fondo, del alma de la gente, del corazón de un pueblo.

“Aún debemos preguntarnos qué es lo que convierte estas expresiones en fenómenos mediáticos y por sí mismo nos pide reflexionar sobre el papel de la pluralidad y el secularismo en nuestras sociedades. Pero también nos enseña que el sentido religioso existe, sigue existiendo y no se puede sacar del alma del pueblo; existe en nosotros la sensación de que necesitamos algo más, algo que aparentemente no es notorio, pero está; y, en segundo lugar, que vemos la desaparición de esa línea entre lo sagrado y lo profano. Lo sagrado está allí, pero parece ya no expresar su sentido trascendente a la gente. Creo que debemos preguntarnos por qué esas expresiones ya no hablan de lo sagrado a todas esas personas”.

A pesar de todo el revuelo, la consagración del templo se realizó con tranquilidad. Acudió el gobernador de Zacatecas, Alejandro Tello, quien invitó a los turistas a contemplar al “Niño Dios más grande del mundo”; el obispo Sigifredo Noriega presidió los oficios y realizó la solemne consagración; acudieron muchas más de las 400 personas para las que está pensado el templo nuevo y celebraron la Solemnidad de la Epifanía del Señor, un pasaje del Evangelio en el que los magos de oriente buscaron y encontraron al rey del pueblo de Dios: No era el niño que ellos habían imaginado, lleno de riquezas o en un palacio. Se encontraron con un niño indefenso, pobre, con unos papás también pobres en un humilde pesebre; pero se inclinaron y se postraron. Y para eso, se necesita mucha fe.

No hay que ser ningún experto para afirmar que, estéticamente, la efigie del Niño Dios en Zóquite estremece, es una desproporción en sí misma. No sólo es lo masivo o colosal de sus dimensiones sino los inexplicables rasgos en el inquietante rostro del niño Jesús (por cierto, retocados y suavizados para la ceremonia). Y, sin embargo, lejos de teologías, dogmas o reglas, los pobladores de Zóquite celebraron por su nuevo templo, agradecieron a Dios y se postraron ante la inesperadamente inmensa imagen con alegría y, sobre todo, con mucha fe.

Siete24.mx

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