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La Iglesia ante los desafíos del nuevo sexenio, ‘debemos mantener las puertas abiertas’: Rogelio Cabrera

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Ciudad de México.— Mediación, diálogo, servicio y prudencia. Son los principios con los que el arzobispo de Monterrey y presidente saliente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Rogelio Cabrera López, pone un acento recurrente en la entrevista exclusiva para Siete24 en la que reflexionó sobre los retos que ha enfrentado la Iglesia católica en México durante su mandato y los que se avecinan en el próximo sexenio presidencial de Claudia Sheinbaum.

Cabrera López habló con franqueza sobre la relación entre la Iglesia y el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador; sobre las duras decisiones que debieron asumir los obispos en medio de la pandemia así como su respuesta ante las polémicas intraeclesiales respecto a la comunión con el Santo Padre; abordó los pendientes respecto a la prevención y justicia de casos de abuso sexual y encubrimiento; y finalmente, poniendo la mirada en la próxima elección del presidente del episcopado mexicano, enlistó las cualidades del obispo que deberá ‘mantener las puertas abiertas’ de la Iglesia pues “mientras nos mantengamos en la posibilidad de dialogar, habrá esperanzas para todos”.

Prioridades y coyunturas

Luego de dos trienios consecutivos al frente de los obispos del país, Cabrera reconoce que una brújula importante para su servicio ha sido la actitud y las prioridades del Papa Francisco: “Yo escucho al Papa, a lo mejor no repito lo que dice; pero sí trato siempre de hacer lo que él considera importante en este momento para la Iglesia universal… y lo más importante es que seamos misericordiosos: que miremos con respeto y cariño a las personas en cualquier situación en que se encuentren. El Papa nos ha propuesto dos desafíos importantes desde el principio: atender la migración y atender las situaciones de conflicto y de guerra; y eso debemos trabajar todos los obispos, no sólo los que están en frontera”.

En efecto, la mayoría de las declaraciones episcopales institucionales en los últimos seis años se enfocó en humanizar el fenómeno migratorio en México y en apuntalar la escucha de víctimas de violencia y construcción de diálogos de paz. Sin embargo, en estos seis años la Iglesia católica se enfrentó a dos desafíos no previstos: la pandemia de COVID-19 y los movimientos de crítica y desobediencia al obispo de Roma. Sobre el primero, en una decisión no exenta de polémica, Cabrera solicitó la suspensión del culto en el país; la última ocasión sucedió en 1926 debido a la persecución religiosa. Y en el segundo caso, Cabrera lideró el cierre de filas en torno al Papa Francisco, incluso en los momentos en que algunos colegios episcopales rechazaron formalmente las orientaciones pontificias.

“Compartimos siempre la incertidumbre propia del COVID-19. También sufrimos con la gente, y la gente sufrió con nosotros porque era incertidumbre, miedo e inseguridad. Pero por otro lado creo que nosotros desde la Conferencia hicimos una doble invitación: primero a cuidarse cada uno, y segundo, a cuidar al prójimo. Esa fue la doble indicación, cuidarse y cuidar. Hubo decisiones delicadas que tomar. Un servidor tuvo que tomar la decisión, consultando al Consejo de Presidencia, de que se cerrara el culto público, cosa que no había ocurrido desde la persecución religiosa [de 1926]. Intentamos dar a entender a la gente que esta decisión no era porque estábamos disminuyendo el valor de la Eucaristía, que cerramos por simple cobardía o que no creyéramos en los milagros, sino porque creemos que Dios nos pide primero cuidarnos. También insistimos en que en ese cuidado eclesial, no diera lugar a una actitud egoísta, sabiendo que muchos estarían en los hospitales y muchos también estarían en la lucha para sobrevivir”.

En medio de esa incertidumbre, la sociedad también padeció los efectos de la desinformación, el alarmismo, los bulos informativos y la desconfianza radical; al respecto, Cabrera considera que su deber como presidente de la CEM “fue siempre el de hacer un llamado a la prudencia, al sentido común y a la inteligencia. Desde luego confiando siempre en que Dios nos ayuda… Claro, hubo muchas limitantes que salen en la crítica sobre las políticas públicas de COVID, pero en medio de todo eso, creo que la Iglesia católica pudo responder, gracias a Dios”.

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Cerrar filas en torno a Francisco

Respecto a los temas controversiales del pontificado como los documentos eclesiásticos sobre la bendición a parejas del mismo sexo, la moral familiar y otras perspectivas audaces a desafíos contemporáneos, Cabrera enfatizó la necesidad de sostener una mirada misericordiosa hacia todas las personas, independientemente de su condición.

“Algunos de los documentos de la Iglesia causaron una cierta polémica, por ejemplo lo de Fiducia Supplicans, lo de Amoris Laetitia o lo de Querida Amazonía. Son temas muy delicados: el tema ecológico, el tema de la moral familiar, de la moral sexual, el tema de la vida. Pero creo que hay un principio evangélico que estableció el Papa Francisco, que es el de la misericordia. La mirada misericordiosa, el corazón misericordioso hacia todas las personas, para respetarlas en cualquiera que sea su condición. Fiducia Supplicans, por ejemplo, no es ir en contra de la moral clásica de la Iglesia, es indicarnos que también las personas que tienen atracción al mismo sexo deben ser respetadas, queridas, deben ser sentidas siempre como parte de la sociedad y parte de la Iglesia”.

La postura de Cabrera al frente de la CEM también quiso reflejar un cambio significativo en la actitud de la Iglesia hacia temas que tradicionalmente han sido tabú, señalando un camino hacia una mayor apertura y comprensión. Con Fiducia Supplicans, mientras otros episcopados manifestaron su rechazo, la CEM reiteró su comunión con el Papa Francisco: “Para indicar que todo lo que está ahí [en el documento] tiene de fondo la misericordia; que un cristiano, un seguidor de Jesús, no puede ver a nadie malo, que debe darle su espacio, su comprensión; y que primero está el amor y luego la ley. Aunque algunos pueden considerar que aquello es un exceso o que tiene una visión contraria a la doctrina tradicional”.

En estos esfuerzos de la Iglesia por adaptarse a los tiempos actuales; Cabrera considera que el pontífice también marcó un ejemplo para la organización eclesial a partir de la reforma de la Curia Romana: “Creo que hay dos virtudes que están detrás de Predicate Evangelium [la nueva constitución apostólica que gobierna a la Curia pontificia] y son la austeridad y la generosidad. Es decir, un llamado a que las estructuras sean austeras, que no sean motivo de lujo y de gasto superfluo, que se ajusten a lo necesario, a lo que llamamos ‘comunión eclesial de bienes’, es decir: que los que tienen más, que compartan con los que tienen menos. Es así como una estructura de servicio puede estar bien”.

No obstante, la Iglesia mexicana también debió responder a sus propios desafíos internos, particularmente en lo que respecta a los casos de abuso sexual. Cabrera López recuerda cuando el Papa Francisco citó en Roma a todos los presidentes de las conferencias episcopales en 2019 para instruirlos en dos obligaciones: Que en cada diócesis se instalara una comisión para atender los casos de abuso sexual cometidos por clérigos y que a nivel nacional se creara un organismo que ayudara a las diócesis en aplicar las mejores prácticas de prevención, respuesta a las víctimas, acompañamiento y búsqueda de justicia.

En México, Cabrera urgió a las diócesis a hacer sus comisiones, también animó a la conformación de un Consejo Nacional de Protección de Menores y en la redacción de un protocolo de respuesta: “Ahora, en este momento, ningún obispo puede tener excusa para no actuar convenientemente […] No tenemos que pedir permiso a nadie para informar a la autoridad [de los abusos] y desde luego para proceder ante la Santa Sede. A la víctima hay que atenderla, hay que escucharla, hay que discernir bien hasta dónde llegó la gravedad del hecho. Y al que no lo hace, incurre en una negligencia que el Papa Francisco dijo debe ser tomada en cuenta”.

Esto último, para Cabrera, es especialmente importante para los obispos pues la misma Santa Sede a través del Dicasterio de la Doctrina de la Fe pide que se haga la investigación y se determine hasta dónde fue encubrimiento o fue negligencia por parte del superior ordinario: “Un obispo es encubridor cuando no informa a la autoridad y cuando no informa a la Santa Sede, es decir, cuando no procede a realizar lo que le obliga a realizar”, declara tajante.

‘Mantener las puertas abiertas de Palacio’

Rogelio Cabrera llega al final de dos trienios como presidente de la CEM siendo congruente con su primer mensaje emitido como representante del colegio de obispos en 2018: “Este trienio comienza con el inicio del nuevo gobierno federal. Su servidor ve con simpatía al presidente electo (Andrés Manuel López Obrador), me cae bien. Lo segundo, los obispos de México no tienen ningún prejuicio sobre los resultados de su trabajo a favor de México; no somos ni oposición ni muro de contención. Estamos para caminar junto al pueblo, porque somos pueblo, y también nos vemos caminando con nuestras autoridades”, dijo en aquel entonces.

A lo largo del sexenio, Cabrera fue presionado por sectores políticos o grupos eclesiásticos politizados desde la oposición a la administración lopezobradorista para sumarse a las críticas contra el gobierno. Sin embargo, el presidente de los obispos defiende una perspectiva menos coyuntural: “Nosotros no estamos en una lucha de si somos o no importantes en este equilibrio social; sino en que la Iglesia católica está para servir y para tener abogacía en favor de los que necesitan el bien”.

Por eso “hay un punto en que la Iglesia Católica en general y nosotros aquí en México coincidimos con el gobierno federal y es la primacía de los pobres. La pobreza es el desafío más grande que tiene México y en eso no podemos nunca salirnos de esa realidad. Ahora bien, la manera de resolver la pobreza se puede discutir; pero nunca el acento que es el correcto: Primero los pobres. Eso es parte de nuestra convicción espiritual. Ya vienen después los modos de gobernar o las estrategias de gobernar; y en ello sí podemos discrepar, ya sea por la lentitud de las decisiones, ya sea porque consideramos que no fueron las mejor acertadas”.

“En mi papel como presidente de la conferencia fue el de mantener abiertas las puertas del Palacio. Es decir, que por ningún motivo pudiéramos privarnos de dialogar y de manifestar nuestros puntos de vista. Yo opté porque no fuera a través de la vía mediática este intercambio de opiniones, sino que fuera un asunto totalmente dicho y expresado de modo personal. Puedo decirte que fui recibido por el presidente las veces que yo pedí entrevistarme con él”.

Cabrera López también aclara que, en las situaciones complejas, como en el tema de la violencia en el país y especialmente después del asesinato de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, el 20 de junio de 2022, él prefirió abordar la crisis de manera propositiva: “Mi pensamiento es no buscar culpables sino descubrir responsabilidades. Nosotros también como ciudadanos y como Iglesia católica somos responsables de lo que está pasando en México. Nunca podemos señalar a una persona como responsable de un problema porque sería injusto y no sería correctamente bien analizado. Pero yo creo que el diálogo abre la posibilidad de descubrir la verdad. Y mientras nos mantengamos en la posibilidad de dialogar, pues habrá esperanzas para todos. Ese es mi punto de vista”.

Finalmente y mirando hacia el futuro, el arzobispo Rogelio Cabrera compartió su personal perspectiva sobre el perfil del próximo líder de la CEM, enfatizando la importancia de la comunión con el Papa, la capacidad de escucha y diálogo, la habilidad para coordinar los diversos equipos y establecer relaciones con los distintos actores sociales del país.

“El reglamento pone que yo puedo hacer una propuesta [de candidatos a la presidencia de la CEM] pero prefiero que venga la propuesta de todas las Provincias y creo que así va a ser cuando se establezca la terna. Yo, ¿qué espero? Desde luego, no pienso en uno que sea igual que yo. Cada obispo es él y cada uno tiene su historia personal de servir a la comunidad. Yo lo único que considero importante es que sea un obispo en plena comunión con el Papa, es decir, que no vaya a disentir de las indicaciones y de lo que el Papa propone. Que tenga una comunión teológica, comunión afectiva y comunión misionera con el Santo Padre. Luego, se requiere un obispo que escuche a los obispos de México.

No es fácil saber lo que piensan, pero hay que hacer el esfuerzo. Tercero, que sepa coordinar los equipos de servicio de la CEM; y cuarto, que pueda establecer el diálogo social, tanto con las autoridades en sus niveles diversos, pero también con los demás actores sociales que están en nuestro país: con los empresarios, con los trabajadores, con los sindicatos, con los organismos de la sociedad civil. Creo yo que ahí está el arte de conducir la Conferencia Episcopal sin protagonismos, con el único afán de servir. Así lo imagino. Desde luego creo que el que venga va a complementar y va a agregar lo que yo no hice bien”.

ebv

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