México
Lecturas pamboleras
“El futbol es sencillo, pero es muy difícil jugar sencillamente”. Johan Cruyff
No voy a engañarlos, el futbol es el pretexto en las lecturas siguientes. Lo que realmente hay que saborear detrás de los trabajos de estos escritores en su aproximación a este fenómeno deportivo, no son los goles, las reglas ni las estadísticas del popular balompié, es reconocer ese poder irresistible de la pasión humana que se expresa en los márgenes del deporte más humilde y más tiránico que ha inventado hasta ahora la humanidad.
Escribir entorno al futbol es una de las actividades más ingratas y limitadas; no importa la belleza ni el equilibrio ni lo salvaje ni lo intrépido que pueda ser un texto sobre el futbol, el peor drible del más torpe de los jugadores en el más inapropiado de los momentos durante el más lánguido de los partidos puede ser más elocuente que todo un estilo narrativo o todo el esfuerzo del literato pambolero por provocar un ápice de emoción en sus lectores.
En Las llaves del reino, el escritor argentino y periodista deportivo, Eduardo Sacheri expresa: “Esté bien o mal, el fútbol para mí es, también, eso. Una llave que conduce a lugares más profundos. Más importantes. Probablemente yo sería un hombre más profundo, más digno, más cabal, si pudiese entrarle a los temas importantes de la vida y de la muerte sin mediaciones, sin rodeos y sin antecámaras. Aunque, si quiero ser benévolo conmigo mismo, puedo conformarme y agradecerle al fútbol actuar como una puerta, un territorio conocido, una zona feliz de mi vida en la que puedo sentirme en casa. Y una vez allí, en esa casa segura y conocida sí, abrir esas puertas necesarias donde habitan, a veces, el dolor y la tragedia”.
Es decir, el futbol como un vehículo que conduce a infinidad de experiencias o quizá a una sola, la necesaria. Eduardo Galeano, en su extensa disección del balompié El futbol a sol y sombra, por ejemplo, reprocha a los críticos del futbol utilizar su esnobismo como vacuna de humanidad: “Como si hubiera gente señalada por el dedo de Dios, para decir cuáles son las alegrías permitidas y cuáles no”. El uruguayo es capaz de comparar al futbol con la divinidad y se coloca en el equipo de los piadosos: “Se parecen en la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”.
En Cerrado por futbol, el mismo Galeano utiliza ese vehículo para explorar los marcos oscuros de la humanidad y su historia gracias al girar de este terrible esférico. De las historias más estremecedoras, aquella de los famélicos obreros ucranianos contra la poderosa Alemania de la segunda guerra mundial. Los jugadores de Kiev se crecieron después de que fueran amenazados con ser fusilados si ganaban a los nazis. Un contundente 4-1 a favor de Ucrania y una veintena de cadáveres ante un barranco reflejan el temple y orgullo que sólo el futbol es capaz de dar.
No podemos pasar de largo las obras pamboleras de Juan Villoro (Dios es redondo, Balón Dividido y Los once de la tribu). En Balón dividido Villoro intenta explicar las razones y pasiones de su propia historia personal al experimentar el fenómeno futbolero: desde la intimidad de la relación de los padres e hijos en el estadio hasta las dinámicas económicas de las estrellas del juego. Es filosofía pura su interpretación lúdica, política y humanista del futbol: “Disputar por una pelota es una peculiar forma de estar unidos”. En Los once de la tribu, sin embargo, Villoro vuelve a la erudición sobre el futbol: una mezcla de lo que han dicho los protagonistas de la historia respecto al humildísimo deporte de anécdotas tanto anodinas como definitorias de la cultura futbolera.
Finalmente, en Dios es redondo Villoro explora la extravagancia de las escenas más costumbristas emanadas de la fiebre futbolera: la filosofía del triunfo, el sacrificado canje del dolor por el trofeo, los héroes debilitados, el delirio de la fama, la diferencia entre un triunfo amargo y una derrota dulce, psicología pura del futbol nutrida con datos exactos del fenómeno: “El juego sucede dos veces, en la cancha y en la mente del público”.
Galeano y Villoro intentan darle sentido al futbol, a sus personajes, exploran el juego desde ideas académicas y brillantes. Pero hay otros dos tipos de aproximaciones literarias al deporte: la periodística y la exclusivamente lúdica.
En los grandes ensayos periodísticos se encuentra La guerra del futbol del genial Ryszard Kapuscinski; más contemporáneo El futbol y la guerra: entre balas y balones de Luis Felipe Silva Schurmann que logra recrear pasajes históricos que no habrían sido como los conocemos sin el aderezo del balompié.
Pero donde la literatura se hace igual de grave y patética que el futbol es en los relatos breves, la ficción lúdica que explora con más naturalidad por qué fascina el futbol. Están los cuentos futboleros de Roberto Fontanarrosa como en Memorias de un wing derecho donde el escritor habla de la pasión desde la pasión misma: “Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad. ¡Por favor!”
Fontanarrosa es conocido por su humor sencillo, lleno de ingenuidad y de sentimiento, en ¡Qué lástima Cattamarancio! el autor juega con la posibilidad de la destrucción global a la mitad de un partido de futbol que ni siquiera es tan emocionante. Fontanarrosa usa el lenguaje simplón, de lugares comunes, apasionadamente lerdo, el hombre de barro haciéndose de oro puro mientras relata su hazaña, la exageración, la tierna devoción eterna a la camiseta, a los colores y al himno incoherente del equipo.
Sachieri, por el contrario, usa sus cuentos como una vitrina de vidas ordinarias: “escribo de futbol… tal vez porque me seduce y me emociona lo que hay de excepcional y de sublime en nuestras existencias ordinarias y anónimas. […] En esas vidas habita con frecuencia el futbol” dice en su nota introductoria a La vida que pensamos.
Sachieri, en sus cuentos, recompone al juego desde la confrontación personal, de los enemigos que no están en la cancha, de la imposibilidad ontológica de cambiar el bando, del tremendo peso que dejan las decisiones absolutas que sí importan en la vida como elegir un equipo o participar involuntaria pero dócilmente de ese fenómeno que es el futbol porque en el fondo se trata “de esos nudos de la historia que, para cuando uno nace, ya están anudados”.
@monroyfelipe