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El Humanismo Mexicano de Sheinbaum: La visión de un país en un decálogo

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Foto Cuartoscuro

Ciudad de México.— La toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo como primera presidenta de México marca un acontecimiento histórico para el país y, en su primer mensaje a la nación, presentó un decálogo que actualiza el modelo del ‘Humanismo Mexicano’ presentado por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador.

A través de un conjunto de principios, que mezclan ideales revolucionarios, ética administrativa y acción política, merece un análisis detallado por sus implicaciones para el futuro del país:

El primer principio Sheinbaum destacó: “Para que haya prosperidad ésta debe ser compartida; o lo que es lo mismo: por el bien de todos, primero los pobres”. Bajo esta idea se encuentra la retórica de justicia social que ha caracterizado a la izquierda mexicana y el centro del discurso lopezobradorista. Sin embargo, siempre ha sido cuestionada la implementación de políticas que favorezcan a los más vulnerables sin desincentivar la productividad y la superación personal, familiar y comunitaria a través del trabajo arduo, honesto y responsable. Según analistas económicos, la continuación de una política de asistencialismo social implica un desafío mayúsculo para el crecimiento económico del país.

La austeridad republicana, plasmada en el segundo principio de Sheinbaum, ha sido una búsqueda transversal de todas las teorías de gobernanza, pero su aplicación práctica siempre ha encontrado resistencias en un sistema político acostumbrado a los privilegios. Los avances en esta materia durante el sexenio de López Obrador han sido evidentes –reducción burocrática y reducción de salarios– sin embargo, la pregunta compleja es si esta austeridad se traduce siempre en eficiencia o en un debilitamiento de las instituciones públicas.

En tercer lugar: énfasis en la honestidad y la autoridad moral de los funcionarios. Este siempre será un llamado necesario en un país donde la corrupción ha sido un lastre histórico. El gobierno de Sheinbaum deberá poner en marcha mecanismos muy claros de vigilancia y sanción para lograr este propósito; más allá de la declaración o la retórica política, este principio exige cambios estructurales y culturales profundos.

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El concepto de democracia directa expresado por la nueva presidenta bajo el ideal juarista “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada” puede caer en mera retórica; sin embargo, para no entrar en conflicto con los mecanismos de la democracia representativa establecidos constitucionalmente se requiere equilibrar la participación popular con la gobernabilidad y la autonomía de las instituciones electorales.

Sheinbaum enumeró como valor democrático el “Prohibido prohibir”, un principio ambiguo y potencialmente adverso para mandar señales de gobernabilidad y control. Desde la teoría del Estado, ciertas prohibiciones y controles son necesarios para garantizar el orden y la convivencia social. La interpretación y aplicación de este principio exige de una delicada formación cívica entre todos los estratos sociales para no enviar señales de que desde los privilegios de la fuerza o el poder se pueda obrar en detrimento del bienestar común.

En sexto lugar, la presidenta mencionó la inclusión de la igualdad sustantiva y el rechazo a toda forma de discriminación como avances significativos en el discurso político mexicano. Aludió a la reciente reforma a la Constitución Política que otorga derechos plenos a los pueblos indígenas y afromexicanos como un avance en esta materia.

Soberanía y libertad: “Nos coordinamos, no nos subordinamos”, expresó la presidenta para explicar el octavo principio del Humanismo Mexicano. Es decir, mantener el énfasis en la soberanía nacional sin subordinación a intereses extranjeros o de organizaciones supranacionales. Esto refleja una postura diplomática firme en un mundo globalizado. Los especialistas aseguran que es indispensable que México navegue cuidadosamente en sus relaciones internacionales para no aislarse del concierto global sin ceder autonomía.

El noveno principio fue el llamado a una política basada en el amor (al prójimo, a la naturaleza y a la patria) para desterrar el odio exige nobleza; un principio que en estos momentos suena urgente ante la realidad de un país con altos índices de violencia, con sectores políticos polarizados y agresivos mientras usufructúan los profundos conflictos sociales y económicos nacionales.

Finalmente, la presidenta Sheinbaum pidió rechazar el machismo, el clasismo, el racismo y cualquier otro tipo de discriminación: “Fraternidad significa vernos a los ojos como iguales”, expresó como un deseo de la gestión política que emprenderá en el denominado ‘Segundo Piso de la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México’.

En conclusión, el ‘Humanismo Mexicano’ de Sheinbaum sintetiza, simplifica y amplia una visión ambiciosa y cargada de ideales de la ‘Cuarta Transformación’ comenzada por su predecesor Andrés Manuel López Obrador.

Su éxito dependerá no solo de la voluntad política, sino de la capacidad para traducir estos principios en políticas públicas efectivas y sostenibles. El verdadero desafío estará en conciliar estos ideales con las complejas realidades económicas, sociales y políticas de México, manteniendo un equilibrio entre el cambio progresista y la estabilidad institucional. El tiempo dirá si este decálogo se convierte en la base de una transformación profunda o queda como otra promesa más en la historia política del país.

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ebv

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