México
¿Estamos ante un golpe de Estado en México?
Ciudad de México.— En recientes días se ha compartido la idea –desde distintas trincheras políticas– de la posibilidad inminente de un “Golpe de Estado” en México, lo cual lleva a preguntarnos qué es un golpe de Estado y si la nación mexicana se encuentra en riesgo de vivirlo.
Las respuestas no son tan simples como parecen, porque por un lado se argumenta que, con la reforma judicial aprobada por el Congreso y publicada en los últimos días del sexenio del anterior gobierno del Ejecutivo Federal, se ha concretado una vulneración al equilibrio federalista de los tres poderes de la unión (legislativo, ejecutivo y judicial) y eso en sí, constituye un ‘nuevo Estado’. Y, por otro lado, se acusa a la cúpula del Poder Judicial de contravenir las facultades constitucionales del Legislativo y el Ejecutivo para modificar la constitución basados en cierto derecho legítimo de la democracia representativa; y llaman a eso “golpe de Estado técnico”.
Carlos Bartolomé Ruiz, doctor en Filosofía y coordinador de la Cátedra de Derechos Humanos, Violencia y Gobernanza Unesco-Unisinos, considera que un auténtico “Golpe de Estado” emana de tres factores: “La necesidad (la urgencia y emergencia) para legitimar el golpe de Estado; la violencia como táctica más conveniente; y la teatralización como estrategia para alcanzar la aceptación popular y social”.
Bajo estos criterios, los diferendos políticos en México están muy lejanos a un “Golpe de Estado”; en el fondo sólo representan la tensión natural que debe existir entre los poderes de la unión, entre los partidos e ideologías políticas así como entre la diversidad apreciativa de la ciudadanía ante lo que considere urgente y lo que valora apenas como contingente.
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Para Ruiz un golpe de Estado es “la toma repentina y violenta del poder político, generalmente es realizada por un grupo militar o una facción dentro del propio gobierno”. El académico explica que, la acción golpista “implica una ruptura en el orden constitucional establecido”. ¿En México se ha visto una ruptura en el orden constitucional establecido? En nuestros días, dos sectores políticos –aunque opuestos– consideran que sí: para unos el orden constitucional fue pervertido con la aprobación de la reforma judicial; y para otros el orden constitucional está en riesgo si el poder judicial cancela las facultades del poder legislativo (hacer y modificar leyes).
¿Qué pasa con la libertad ante un golpe de Estado?
Un golpe de Estado no sólo es un acto político sino esencialmente ideológico que justifica la ruptura del status previo porque se priorizan ciertos intereses (orden, legalidad, pacificación, control, preservación, etc.) sobre el orden democrático cuya naturaleza es conflictiva, argumentativa y negociante.
Un golpe de Estado, para Ruiz, siempre debe manifestar violencia u opresión; pero dicha agresividad (muchas veces motivada por los golpistas a través de fuerzas armadas o policiales) siempre es “justificada” como un medio para restaurar o proteger al Estado. Es decir, que “en nombre del Estado” se pueden incluso realizar acciones violentas e inhumanas con tal de preservar un status que es operativo para sus principios ideológicos.
Los golpes de Estado nunca vienen aislados; siempre forman parte de contextos históricos que influyen en su concreción:
Los golpistas consideran que el entorno político es inestable. Aseguran que el gobierno en funciones carece de legitimidad, abusa de la corrupción y es incapaz de resolver las necesidades sociales más apremiantes.
Los golpistas motivan o incentivan a las fuerzas militares o a grupos armados complejos para “tomar el poder” bajo el único propósito de “retornar a un orden correcto de las cosas”.
Los golpistas suelen apelar a sentimientos nacionalistas y militaristas; se distinguen del separatista porque su visión es ‘nacional’ y no ‘regional’ porque esto último casi siempre deriva en pensamientos o acciones orientadas a la escisión del país o del territorio nacional.
En todo caso, un golpe de Estado siempre afecta los márgenes de libertad y autodeterminación de los pueblos a los que gobierna la nación.
El académico también considera importante la estabilidad precedente del Estado en cuestión. Es decir, si no tiene registros recientes de golpes de Estado, los nuevos golpistas quizá no consideren que ese recurso sea exitoso; también, si los golpistas enfrentaron consecuencias severas por su intento de control, esto puede alentar o desalentar a otros a intentar un golpe.
¿Hay otros tipos de vulneración al Estado?
Sí. Ruiz asegura que en las últimas décadas relucen otros factores más relevantes que impulsan los golpes de Estado: las crisis económicas, la inflación, el desempleo y la influencia de actores externos como agencias internacionales, organismos supranacionales o potencias extranjeras que apoyan a la oposición para articular un golpe de Estado contra el gobierno en turno.
Casi siempre se intenta someter a toda una nación y a su aparato político (no importa si son monarquías, repúblicas, tiranías o democracias) mediante estrategias de control, sumisión, préstamos o calificaciones internacionales. Esas imposiciones se realizan a través de aparatos diplomáticos o controles de mercado donde se imponen regulaciones a la salud, las dinámicas poblacionales y el bienestar social.
Ruiz recuerda esas incursiones en la soberanía y autonomía de los pueblos se realiza esencialmente para controlar a la población a través de medidas drásticas (confinamientos, vacunaciones, políticas de aborto, esterilización, etcétera); también se imponen nuevos modelos de orden social a través de nuevas estrategias de vigilancia y control (monitoreo de movilidad, restricción de libertades por condiciones sociales; e incluso se llega a controles a través de políticas económicas (privatización de la seguridad social, recortes a sanidad, etcétera); finalmente, los intereses supranacionales también pueden buscar controlar la legitimación de la exclusión, especialmente con los pobres, los migrantes o los grupos religiosos.