Ciudad de México.— Para 2030, la Generación Z o centennials representará un tercio de la fuerza laboral mundial. Sin embargo, el panorama que enfrentan está marcado por la incertidumbre y la preocupación financiera, según el informe “El futuro de la Generación Z está en manos de los empleadores”, elaborado por ManpowerGroup.
Sólo el 37% de los centennials confía en encontrar un nuevo empleo que satisfaga sus necesidades, reflejando una percepción generalizada de inestabilidad laboral. A esto se suma una preocupación económica significativa, ya que consideran necesario un ingreso anual de $170,000 dólares para sentirse financieramente estables. No obstante, el 56% vive de sueldo en sueldo, en un constante cambio de trabajos.
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El sentido de propósito también juega un papel fundamental. Nueve de cada 10 jóvenes buscan un empleo con significado, mientras que el 59% prefiere opciones menos vulnerables a la automatización impulsada por la inteligencia artificial. Según el informe, esta generación es altamente adaptable, pero también enfrenta el riesgo de “cicatrización laboral”, con periodos prolongados de inestabilidad que afectan su desarrollo profesional y financiero.
“Su mentalidad digital y su enfoque en la movilidad laboral podría posicionarles como una generación altamente adaptable, pero también susceptible a la ‘cicatrización laboral’, es decir a enfrentarse a largos periodos de inestabilidad afectan su desarrollo profesional y financiero a largo plazo”, detalló Tania Arita, Directora de Reclutamiento de Talent Solutions de ManpowerGroup.
Ante este escenario, el 45% de los centennials está dispuesto a aceptar proyectos paralelos o trabajos temporales para mejorar sus oportunidades. A diferencia de generaciones anteriores, ven el crecimiento profesional como una responsabilidad compartida con los empleadores. El 42% considera que la formación en el puesto de trabajo es la mejor estrategia para su desarrollo.
“A diferencia de generaciones anteriores, los centennials entienden que el desarrollo profesional es una responsabilidad compartida entre empleadores y empleados, y el 42% señaló que la formación en el puesto de trabajo es la mejor estrategia para su desarrollo profesional”, agregó la Directora de Reclutamiento de Talent Solutions de ManpowerGroup.
El estrés también es una constante en sus entornos laborales. Más de la mitad, el 52%, afirma experimentarlo diariamente, mientras que siete de cada 10 consideran la estabilidad laboral y los horarios garantizados como factores determinantes al evaluar oportunidades.
ebv
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“El amor de una madre”: Tabatha Rosas, la Virgen de Iztapalapa
Ciudad de México.— En el corazón palpitante de Iztapalapa, entre calles que ya conocen el paso firme de generaciones, la figura de María toma vida en el cuerpo y la voz de Tabatha Michel Rosas. Con apenas 18 años, esta joven oriunda de uno de los ocho barrios tradicionales será la encargada de representar a la madre de Jesús en la 182 edición de la Pasión de Cristo, una de las celebraciones más arraigadas del país.
Pero más allá de la representación, lo que brota de su mirada es algo más profundo, una comprensión íntima del amor de madre, ese que trasciende el tiempo, las palabras y hasta la ficción del teatro.
“María simboliza el amor incondicional, el dolor silencioso, pero también una fuerza interior que no se dobla”, dice Tabatha. La voz se le serena al recordar que todos venimos de una mujer. Que en María se condensa la ternura de la vida y el temple de lo sagrado.
Caminar con fe, actuar con el alma
Tabatha entrena en el Cerro de la Estrella, corre, respira, se fortalece. No sólo es cuestión de aguante físico para recorrer los kilómetros por los barrios tradicionales, también hay que sostener el peso simbólico de unos mantos que cargan siglos de fe popular.
“Prepararme ha sido un viaje hacia adentro”, confiesa. Porque además del cuerpo, ha sido el alma la que ha tenido que templarse. Interpretar a María no es sólo actuar, es sentir su historia dentro de mí y transmitirla sin decir una palabra”.
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La maternidad, ese eco eterno
Si algo le conmueve profundamente, es el vínculo entre madre e hijo. La conexión que busca establecer con el joven que este año encarnará a Jesús ha sido uno de los pilares de su preparación. “Para que el público sienta esa unión, primero tenemos que vivirla. Esa confianza que existe entre madre e hijo debe verse, casi respirarse en cada escena”.
La comunidad lo sabe. Lo percibe. Y no ha dudado en rodearla con cariño. El Domingo de Ramos, una mujer se le acercó, se arrodilló y le besó las manos. Tabatha quedó muda. “Fue impactante. Me recordé a mí misma que soy solo una persona, pero en esos días, para los demás, ya no soy Tabatha. Me ven como María”.
Tradición que forja identidad
Tabatha no improvisa. Su papel es fruto de disciplina, raíces y valores. Para llegar ahí, debió cumplir con requisitos exigentes: ser originaria de Iztapalapa, tener buena conducta, recibir la primera comunión, evitar tatuajes, perforaciones o compromisos personales. Es un papel que se gana con el cuerpo, pero también con el corazón.
Los jóvenes
Su imagen recorrerá pantallas de todo el país. La mirarán millones. Pero ella sigue firme en su sencillez. Está por concluir su carrera técnica en optometría y ya piensa en medicina o psicología. Sabe que este papel no define su futuro, pero sí ha dejado una huella profunda.
A los jóvenes les deja un mensaje claro: “Cuidemos nuestras raíces. No es solo una representación, es una oportunidad de reflexionar, de reencontrarnos con la fe y con quienes somos”.
ebv
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La Cruz de Iztapalapa 2025: forjada en fe, cargada de promesas
Ciudad de México.— En la Capilla de la Asunción, al cruce de la calles 16 de Septiembre en Iztapalapa, se guarda una presencia que no habla, pero conmueve. Es un objeto que respira historia, sudor y plegarias. La Cruz de Iztapalapa ya está en su sitio, recargada contra el altar de un templo modesto, donde comienza el relato más profundo de la Semana Santa para una comunidad que no escenifica la fe, la vive.
Mide seis metros con diez centímetros de altura. Su travesaño, donde descansarán los brazos extendidos de José Julio Olivares, el joven que representará a Jesús, alcanza los tres metros con cuarenta. Pesa entre 95 y 100 kilos, pero carga mucho más: el fervor de un pueblo, la devoción de ocho barrios, las promesas de generaciones que no permiten que esta tradición se marchite.
Esa cruz no es anónima. Viene de Michoacán, pero en Iztapalapa tiene nombre y apellido: Ángel Juárez, carpintero de manos fuertes y alma de artesano. Él, como su padre desde 1977, construye cada año el símbolo más visible del sacrificio, en su taller se cincela el instrumento donde los clavos son de fe, y la madera, de esperanza.
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Junto al madero aguarda el patíbulo, esa pequeña base donde descansarán los pies de José Julio Olivares Martínez, el joven elegido para encarnar a Jesús este año. A un lado, la inscripción que encabezará la crucifixión: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”, escrita en griego, arameo y latín, tal como se narra en los Evangelios.
La capilla se convierte en santuario y escenario. Las puertas abiertas no sólo reciben fieles; reciben historias. Madres que rezan por sus hijos, ancianos que lloran sin palabras, niños que preguntan quién fue ese Jesús que murió por amor.
El madero será cargado el Viernes Santo hasta el Cerro de la Estrella. Pero antes, cientos, quizás miles, de personas tocarán su superficie rugosa. Algunos apenas la rozan, otros la abrazan como si encontraran en ella un consuelo perdido. No es solo una cruz; es un espejo espiritual para una comunidad que resiste, que cree, que recuerda.
ebv
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José Julio, el joven que carga con la fe de Iztapalapa
Ciudad de México.— En el corazón de Iztapalapa, donde la fe no se representa, se vive, José Julio Olivares se prepara para un momento que no sólo marcará su vida, sino la de toda una comunidad. Con 24 años de edad y una cruz de 100 kilos esperándolo en el Cerro de la Estrella, este joven se convierte en el nuevo rostro de Jesús de Nazaret para la 182 edición de la Pasión de Cristo.
No es sólo un papel. Es una responsabilidad que arrastra siglos de tradición, miles de espectadores y una entrega absoluta que va más allá del escenario. “Es algo que no se puede describir con una sola palabra”, dice José Julio. “Es emoción, es nostalgia, es compromiso. Es todo eso y más”.
Su camino comenzó en noviembre del año pasado, cuando respondió a la convocatoria. Entre requisitos que filtran está la condición física, la moral, ser originario de los ocho barrios, no tener tatuajes ni perforaciones, estar soltero y sin hijos, José Julio fue superando cada etapa. La más simbólica: una caminata con una cruz de entrenamiento fabricada con árboles caídos, que le ayudó a preparar cuerpo y espíritu para lo que está por venir.
No es un desconocido en la representación. En 2014, interpretó al apóstol Jaime, en ese entonces, salió por primera vez un Domingo de Ramos 13 de abril. Once años después, vuelve a salir el mismo día, pero ahora como Jesús. “Es algo que podré contar toda mi vida. No cualquiera vive esto”, dice con una mezcla de asombro y gratitud.
El día grande lo espera con una cruz hecha a mano por don Ángel Juárez, quien desde hace años dona este símbolo de madera a cada joven que interpreta a Cristo. José Julio ya tuvo su primer encuentro con ella. Se la entregaron en una misa. La tocó. La sintió. “Fue una emoción inmensa, un sueño que viene desde niño, cuando veía al Cristo pasar por las calles y me imaginaba ahí”, comparte.
Más que un sueño cumplido, es una misión. Desde hace semanas, sube al Cerro de la Estrella a las 3 de la tarde. Corre tres kilómetros. Luego cuatro. Después carga un tronco. Después, una cruz. Se entrena bajo el sol. Se acostumbra al calor. Se adapta al peso. Porque el cuerpo también debe estar listo para simbolizar el dolor.
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Estudia economía. Está por titularse. En junio o julio, si todo sale bien, tendrá su título. Pero antes, este abril, será el rostro de la fe de su pueblo. Una fe que lo transformó. “Me he acercado más a Dios”, confiesa. “Es algo que me voy a llevar como experiencia y que podré compartir con otros”.
Sus padres, que tienen un puesto en el mercado de La Merced, lo apoyan con orgullo. Sus amigos también. “Me han hecho sentir más amado”, dice, y sonríe. Tras bambalinas, cuenta que tuvo que dejar la escuela unos días. También el trabajo con su familia. “Ahora, cuando todo termine, quiero volver a ayudarles, retomar la escuela, seguir mi camino”.
Habla de Tabata Rosas, quien interpreta a María. La conexión entre ambos es fundamental. “Debemos sentirnos madre e hijo. Si no, no funciona”. En escena, esa emoción se vuelve verdad.
Cuando termine la representación, la cruz irá a su casa. Aunque su callejón es estrecho y no entra con facilidad, buscará la manera de colocarla. El tres de mayo la llevará al Cerro para bendecirla junto a otras cruces. Entonces cerrará el ciclo.
A los jóvenes de Iztapalapa, les lanza un mensaje directo: “No se rindan. Participen. Si no quedan una vez, inténtenlo de nuevo. Esto se vive con fe, amor y respeto”.
José Julio no se ve como un actor, se ve como un servidor. Un hijo de los ocho barrios que cargará, por unas horas, con la esperanza de miles y lo hará con la fuerza de su historia, con la devoción de su gente… y con el alma en alto.
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Tabatha Rosas: la joven que lleva a María en el corazón de Iztapalapa
Ciudad de México.— Por unas semanas, Tabatha Michel Rosas dejará de ser estudiante de optometría para convertirse en la madre de Jesús. No es metáfora. La joven de 18 años fue elegida para interpretar a María en la representación más grande de la Pasión de Cristo en América Latina: la de Iztapalapa.
Su nombre resonó el 5 de enero durante la elección del cuadro de mujeres. Las lágrimas brotaron, el pecho se le apretó, y la felicidad le estalló por dentro. Tabatha recibió entonces el papel que soñó desde niña, ese que pesa más en el alma que en los hombros.
—“Sentí que todo se detuvo. Fue un momento de mucha emoción, algo que nunca voy a olvidar”, dice con los ojos húmedos y la voz suave, como quien sabe que está viviendo algo que marcará su vida para siempre.
El personaje de María exige más que presencia escénica. Requiere resistencia física, fortaleza espiritual y una entereza que sobrepasa los días de ensayo. Desde hace semanas, Tabatha entrena a las siete de la mañana en el Cerro de la Estrella. Corre, respira hondo, se fortalece. A esa rutina le suma una alimentación cuidadosa y largas lecturas sobre la figura de María. Ve películas, repasa textos bíblicos, dialoga consigo misma. “Para interpretarla necesito conocerla, comprender su dolor y su fe”, asegura.
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Tabatha sabe que María no solo acompañó a su hijo hasta la cruz, también representa la esperanza. Por eso, para ella, cada paso durante el viacrucis por los ocho barrios de Iztapalapa es un acto de amor profundo.
El año pasado no logró quedarse con el papel. Entonces encarnó a María Magdalena. Lejos de desanimarse, esa experiencia le permitió crecer espiritualmente. Volvió con más fuerza, más segura de lo que quería, más convencida del significado que guarda esta tradición. Y esta vez, el sueño se hizo realidad.
Su familia la ha acompañado con devoción. Sus padres y hermanos han sido testigos de sus ensayos, su entrega, sus dudas y sus certezas. “Lo ven como una bendición”, cuenta con orgullo. La comunidad también le ha mostrado cariño. Gente que no conoce se le acerca, le habla con respeto, incluso le besa las manos. “Eso me impactó. Yo soy una persona común, pero en esos momentos ya no me ven como Tabatha, me ven como María”, explica, aún conmovida.
Cumplir con los requisitos no fue tarea sencilla. Ser originaria de los ocho barrios de Iztapalapa, tener buenas costumbres, no contar con tatuajes ni perforaciones visibles, haber hecho la primera comunión. Todo forma parte del filtro que asegura que quienes suban al escenario más simbólico de la Semana Santa lo hagan con responsabilidad.
Tabatha lo sabe bien. Siente el peso de la mirada de millones, dentro y fuera del país. Pero no le teme. “Es un privilegio y una responsabilidad muy grande, pero lo hago con amor y respeto”, afirma.
Mientras termina el último año del bachillerato, su corazón ya se enfoca en el futuro. Planea estudiar medicina o psicología. Sueña con servir, con sanar, con acompañar. Pero por ahora, su propósito es otro: encarnar a María con la verdad de quien comprende el dolor, la esperanza y la fe de una madre.
—“Quiero que la gente sienta eso, que vea más allá del personaje. Que se lleven un mensaje de amor, de unidad, de reflexión”, dice sin alzar la voz, como si cada palabra saliera desde un lugar profundo.
Antes de despedirse, lanza un mensaje a los jóvenes de su comunidad y del país:
—“Cuiden sus raíces. Esta tradición es nuestra identidad. No es solo cultura, también es fe, es historia, es un motivo para unirnos”.
En el corazón de Iztapalapa, una joven que ama a su comunidad ha hecho de la fe su bandera y del arte su camino. No solo representa a María. Por estos días, la lleva dentro.
ebv
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