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La historia de Samara, un recordatorio viviente de la ciencia médica y la esperanza

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Foto IMSS

Ciudad de México.— Los médicos encarnan una de las más grandes misiones humanas: preservar la vida y defender la dignidad de cada persona, sin importar las circunstancias. Ya sea en salas de emergencia, en consultorios o en comunidades vulnerables, el compromiso de los médicos es un recordatorio constante del valor de la vida humana y de los principios éticos que sustentan su labor.

Estos profesionales, impulsados por un sentido de responsabilidad y ética, enfrentan desafíos como la falta de recursos, largas jornadas y, a menudo, entornos de alto riesgo. No obstante, su compromiso con la vida se mantiene firme

En 2018, una historia de esperanza y valentía se escribió en el Hospital General Regional (HGR) No. 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Acapulco, Guerrero. Allí, un equipo de más de 30 especialistas unió sus conocimientos y esfuerzo para enfrentar un caso crítico que no prometía un final feliz: el de Lidia, una joven madre de 21 años, con lupus, hipertensión y falla renal, quien llegó a la institución con un embarazo de alto riesgo y pocas probabilidades de sobrevivir junto a su bebé.

Lidia, originaria del pequeño poblado de La Victoria, en Igualapa, Guerrero, ingresó al HGR No. 1 tras presentar inestabilidad en su presión arterial. Su situación era grave.

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Además de los daños característicos del lupus, como la inflamación de órganos vitales, Lidia también sufría preeclampsia, un trastorno hipertensivo peligroso para cualquier embarazo y que en su caso empeoraba con el diagnóstico de lupus eritematoso sistémico.

Los médicos, conscientes del alto riesgo de mortalidad materna, tomaron la decisión de proceder con extrema cautela.

Para salvar a Lidia y a su bebé, el hospital activó el protocolo del Equipo de Respuesta Inmediata, encabezado por el reumatólogo Ernesto Neri Navarrete y el gineco-obstetra Jaime Quiroz Cisneros, quienes, junto a especialistas en distintas áreas, trabajaron en una serie de procedimientos coordinados y adaptados para reducir los riesgos que amenazaban la vida de ambas.

“Las posibilidades de que Lidia y su hija sobrevivieran eran bajas”, señaló el doctor Neri Navarrete. En casos como el suyo, los pacientes no solo deben lidiar con la afectación sistémica del lupus, sino también con posibles complicaciones renales, pulmonares, neurológicas e incluso psiquiátricas. Para Lidia, esta era una situación de vida o muerte.

Tras evaluar cada paso, el equipo médico optó por realizar una cesárea a las 30 semanas de gestación. La intervención fue una apuesta por la vida, y así fue como Samara, nombre que significa “protegida por Dios”, llegó al mundo pesando apenas un kilo y medio. Por su prematurez, Samara fue ingresada de inmediato a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, donde su frágil cuerpecito recibió la atención especializada que necesitaba.

Los días siguientes resultaron vitales. La niña respondió bien al tratamiento y con el tiempo logró estabilizarse. Lidia también comenzó a mostrar signos de recuperación. Hoy, Samara es un recordatorio viviente de la fuerza que reside en la unión de la ciencia médica y la esperanza.

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ebv

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