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Laicidad abierta, más allá de las fórmulas jurídicas: Dra. Aspe Armella

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Ciudad de México.— La sociedad mexicana aún tiene retos para socializar la libertad religiosa como derecho humano en México, consideró la doctora María Luisa Aspe Armella, historiadora e investigadora del Centro de Estudios Interdisciplinarios durante el encuentro académico ‘Laicidad abierta y libertad religiosa, una visión contemporánea’ realizado en Palacio de la Escuela de Medicina de la UNAM.

“Considero que, como sociedad, deberíamos apostar por una concepción de laicidad como la del filósofo canadiense, Charles Taylor. Él asocia el fin de esta condición del Estado con la maximización de tres bienes: la libertad de creer o no creer; la igualdad entre personas con distintas creencias e ideologías, y la fraternidad expresada en un trato armonioso y civil entre ciudadanos seculares y religiosos”.

Al respecto, Aspe reflexionó que, si bien la promulgación de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público y el restablecimiento de las relaciones entre la Santa Sede y México representó un paso importante para empezar a construir una cultura ciudadana donde existiera el Derecho a Libertad Religiosa, todavía faltaba un largo camino para una laicidad abierta y la plena libertad religiosa.

Aspe Armella afirmó que los pocos avances que se han dado en la resolución de conflictos, de discriminación y de persecución entre iglesias que compiten entre sí “nos habla de que el concepto de Libertad Religiosa sigue dinámicas de monopolización de lo público, en lugar de insertarse en la lógica de los derechos humanos”.

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La académica lamentó “la situación muy poco deseable en la que se encuentra la libertad religiosa en México” y consideró que “es indicio de que se mantiene una visión tradicional de un Estado que relega lo religioso a esa esfera indeterminada que se llama ‘lo privado’”.

Esa esfera, sin embargo, se pretende reducir al espacio en donde estrictamente el Estado no debe tener injerencia. Pero esta visión tradicional ha sido ya superada por pensadores contemporáneos y programas que ya se implementan en otros países, donde se habla de “Laicidad Abierta”, “Laicidad Inteligente”, “Post-secularismo”, entre otros conceptos afines que pretenden reformular el problema.

La doctora María Luisa Aspe aclaró que el concepto de laicidad comprende un repertorio de significados, entre los cuales es plausible identificar dos grandes acepciones. Una primera, contrapuesta a cualquier visión religiosa, y una segunda, en la que la laicidad no implica oponerse a lo religioso, sino al confesionalismo.

“En el caso del Estado mexicano, el sentido que se le ha otorgado al laicismo se encuadra con la primera acepción, por lo que se han configurado una serie de prácticas hostiles respecto a las creencias e instituciones religiosas. Esta visión nos parece incorrecta, dado que la laicidad debe operar como un método que posibilite la coexistencia y tolerancia entre los creyentes y los no creyentes en cualquier Estado, a través del diálogo”.

De acuerdo con Aspe Armella la confusión no sólo es semántica al usar indistintamente “laicidad” y “laicismo”, sino que ello conlleva la discriminación de lo religioso de la esfera y el debate público.

“Se restringen las libertades de expresión y asociación de los creyentes, así como el potencial aporte que estos individuos pueden hacer, desde sus convicciones, a los procesos de formación de opinión pública”.

ebv

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