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¿Acaso piensa que el resto del mundo nos esperará?

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 ¿No se dan cuenta del peso real que tenemos como país?

Pocos gobiernos como el actual, han dado pruebas de temerle a la toma de decisiones; no únicamente a las trascendentes y, por lo tanto, impopulares y dolorosas -dada la gravedad y complejidad de nuestros problemas estructurales, sino también posponen tomar las más nimias e intrascendentes.

Este gobierno calla cuando debe hablar, y fuerte, y habla cuando la prudencia y los hechos exigen callar.

Sus funcionarios, en la misma tónica del jefe, hacen lo mismos pero, como la incapacidad es lo que a casi todos ellos caracteriza, sus metidas de pata son todavía más espectaculares.

Uno y los otros, ven la realidad y en vez de tratar de entender las causas delo visto, imaginan un mundo donde lo que vemos y padecemos no es real; juzgan esto, como si fuere parte de un video juego, como algo virtual sin el menor efecto concreto.

Si recordáremos lo que enfrentamos allá por el fin del año 194 y los primeros meses de 1995, cuando el Gobierno de Estados Unidos, a instancias del Presidente Clinton nos rescató con el pago de la debida factura presentada poco después, deberíamos concluir que la conducta de nuestro gobernante y sus funcionarios, es una consecuencia de lo sucedido hace casi 22 años: Estados Unidos nos salvará, ¡otra vez!

¿Ingenuos, o algo más sonoro pero irrespetuoso?

Al margen de esto último, un hecho ha quedado evidenciado desde la noche de este 8 de noviembre: Fue tal la sorpresa, que nuestro gobierno como un todo, se halla paralizado y lo que es más grave, asustado frente lo que jamás imaginaron sucedería.

Para complicar el panorama, problemas desdeñados desde hace años si no es que hace decenios, empiezan a manifestarse en toda su crudeza. Los sistemas públicos de pensiones serían, sin duda, el mejor de los ejemplos.

En la parte política, no interpretamos mal las vernáculas o, dicho de otra manera, no cantamos mal las rancheras. Hoy, sin el menor ánimo de exagerar, puedo afirmar que levantamos una piedra y del espacio descubierto, brota incontenible un geiser de problemas, todos ellos complicados.

No soy parte del ejército que ve la victoria de Trump como lo peor que nos pudo haber pasado; por el contrario, pienso que es la oportunidad esperada para vernos tal como somos.

Hoy, ya no hay excusas para posponer la obligación de la clase política en su conjunto, de empezar a enfrentar problemas que datan desde hace, en algunos casos, desde hace 80 o cien años, como sería el caso del campo mexicano.

¿Persistirán en la conducta exhibida desde hace poco más de dos semanas, de nada hacer a la espera que Estados Unidos se haga cargo de la solución a nuestros problemas? ¿Tan irresponsables son sus integrantes?

Después de tantos años de ver y padecer nuestro escaso peso en la escena mundial, ¿esperan hoy un milagro? ¿Acaso están a la búsqueda de esos polvos mágicos que consumen los físico-culturistas, que con su ingesta les aumenta -grotesca y desproporcionadamente- la masa muscular, a la vez que se les achica el cerebro?

¿Habrá que esperar al 1 de diciembre del año 2018, fecha mágica que desde ya, no pocos esperan con ansias, para empezar a hablar con la verdad de lo que somos, y cómo estamos?

¡Pobre país!

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