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¿Cómo está México?, preguntan en el Vaticano

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Diplomacia vaticana echa hombro a la incertidumbre en México por la amenaza Trump.

Muy pronto ha sido llamado a Roma el nuncio apostólico en México, Franco Coppola. Con sólo cinco meses y algunos cientos de kilómetros recorridos en el país ha sido convocado a la Santa Sede para dar un informe general de su breve periodo de exploración.

Esto ha comunicado el nuncio “…estaré en Roma, desde el lunes 27 de febrero hasta el jueves 9 de marzo: la primera oportunidad para hacer el punto sobre mi misión en México con los superiores a cinco meses desde mi llegada a ese grande y complejo, país donde la iglesia tiene que hacer frente a los desafíos de la modernidad para seguir acompañando a este pueblo como lo ha hecho por siglos”. Pero, ¿qué esperamos de aquellos encuentros que sostenga Coppola en Roma?

La última vez que tuve oportunidad de reunirme con el número dos del Vaticano, el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, éste me preguntó: “¿Cómo está México?” Lo expresó como si preguntara por un familiar, por su estado de salud. Sin embargo, las inquietudes que los dicasterios vaticanos le harán a Coppola serán mucho más prácticos: ¿Cuántos obispos están en edad de jubilación? ¿Cuáles son las diócesis apremiantes para hacer cambios? ¿Cómo valora el perfil de restitución episcopal con la cantera de sacerdotes? ¿Cómo ha sido el trabajo con las autoridades mexicanas, particularmente con la Secretaría de Gobernación y la de Relaciones Exteriores? ¿Cuál podría ser la mejor vía para apoyar, desde la diplomacia, la relación entre México y Estados Unidos, ya que sus propias autoridades civiles han confirmado que “lo único cierto es la incertidumbre”?

Las primeras inquietudes de la Santa Sede corresponden a la Congregación para los Obispos, presidida por el cardenal canadiense Marc Oullet (dicasterio donde, por cierto, el representante para México es el cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano). En este terreno se preparan las sucesiones, los traslados y las promociones episcopales a lo largo del territorio. Para los no iniciados es difícil ver que en cada cambio de titulares en diócesis clave del país se juega un cambio de paradigma en el estilo y la actitud de servicio de los pastores que se descentran del poder: “Que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales”, como dijo un categórico Francisco hace un año a los obispos mexicanos.

Es claro que, la inestabilidad en la política nacional favorece la corrupción y propicia una serie de persecuciones políticas –unas más virulentas que otras- entre gobernadores, alcaldes y demás funcionarios (basta mencionar el caso paradigmático como el de Javier Duarte). Hoy por hoy, la praxis normalizada entre los obispos responde al ‘respetuoso encuentro con las autoridades’, pero es evidente que se requieren nuevas dinámicas de ‘menos encuentros amistosos’ y ‘más rigor institucional’ para no arriesgar la aún alta credibilidad de los miembros de la iglesia católica entre la sociedad mexicana.

Lo anterior porque el escenario anticipado de campañas políticas, en medio de una incertidumbre diplomática internacional y la volatilidad de la economía interna, exige un principio de orden para que el enviado diplomático de la Santa Sede se enfoque en uno de los intereses capitales del papa Francisco: El fenómeno migratorio.

En el 2016 no fue azaroso el traslado del experimentado nuncio apostólico en México, Christophe Pierre, a la representación diplomática del Papa en Washington. Su cercanía con episcopado mexicano y su servicio diplomático de la Santa Sede en la ‘era Trump’ lo hizo un participante obligado en la Bienal de obispos fronterizos de Texas y México celebrada en Brownsville a mediados de febrero y lo coloca como un operador de avanzada en la delicada misión de intervenir a favor de la dignidad humana en uno de los polos migratorios más complejos del orbe.

Hay que recordar que el papa Francisco logró derribar el muro histórico que paralizó las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Es evidente que no intervino por intereses ideológicos o políticos sino humanitarios, en correspondencia a las dinámicas familiares y sociales que se establecieron con naturalidad pero al margen de las fronteras. Lo mismo sucede con las políticas migratorias sentenciadas por Donald Trump, más allá del muro, la radicalización de los criterios de legalidad afecta directamente la hermandad, familiaridad y articulación de los habitantes de EU con México y el resto del continente.

Coppola volverá de su encuentro con el Papa en Roma con esta misión bajo el brazo. ¿Encontrará interlocutores en SEGOB o SRE que no estén obsesionados con el precio de los energéticos y la estabilidad macroeconómica? ¿Con qué obispos contará para apoyarle en esta encomienda? Por lo pronto, el cardenal Carlos Aguiar Retes ya ha establecido un acercamiento estratégico con grupos de otras iglesias cristianas en Estados Unidos, en un hecho inédito se ha reunido con Elder Russell Nelson, presidente del quórum de los doce apóstoles de la iglesia de los santos de los últimos días. Por su parte, el cardenal Norberto Rivera Carrera refuerza las relaciones con organizaciones católicas en EU; en agosto acudió a la conferencia anual de la Asociación Católica de Líderes Latinos celebrada en Chicago y el 10 de febrero fue a Dallas, al Centro Nacional Católico de Bioética. El primero es un acercamiento interreligioso con claras vistas diplomáticas; y, los segundos, gestos de unidad católica en el servicio transfronterizo. Ambos útiles, a menos que usted quiera construirle muros al Papa.

@monroyfelipe

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