¿Cómo ve usted hoy, el futuro de México?  

¿Y el de usted y los suyos?   

Dicen los que le entienden a esto de la economía y la política, que por más vueltas que le demos a los temas, siempre llegaremos a la misma conclusión: Todo lo que digamos y lo poco que hagamos, se reducen a sentar las bases para construir un mejor futuro.

He comentado en no pocas ocasiones en este mismo espacio, del temor que el futuro genera en nosotros los mexicanos; prácticamente sin distinción alguna, los mexicanos le tememos al futuro.

Varias son las razones de esta fobia: la educación recibida del Estado mexicano, la historia misma y la cultura que la conquista nos trajo y también, elementos no menores, el hecho de que el futuro tenemos que construirlo y para ello, mucho es lo que habría que trabajar, además de estudiar aún más.

Por el contrario, el pasado nada nos exige, sólo adorarlo. De ahí lo fácil que resulte aferrarnos al pasado, y desechar la búsqueda de un mejor futuro para nosotros y los nuestros.

Ahora bien, habría que reconocerlo, esa conducta y la visión de la vida misma que entraña, eso funciona un tiempo, no siempre. Perdura cuando el país en cuestión mantiene un modelo de economía cerrada; sin embargo, cuando, por una razón u otra debe abrirse -como sucedió con México allá por el año 1987-, aquella visión empieza a ser cuestionada por la nueva realidad, la cual surge de la integración a la globalidad, y por los cambios que este proceso integrador genera.

A medida que los años pasan con un modelo de economía abierta, se gesta primero y luego se consolida, un profundo cambio cultural. Se empieza a dejar de lado el pasado, y el futuro y la necesidad de construir uno mejor al pasado y al presente, empiezan a dominar la visión de los habitantes de ese país.

Hoy, a querer y no, podemos afirmar que México y los mexicanos, estamos en ese punto de nuestras vidas y del desarrollo del país. Si bien no he os desechado el pasado ni lo desecharemos, el futuro empieza a parecernos interesante y benéfico.

De ahí viene, sin duda alguna, la pregunta del título: ¿Cómo ve usted hoy, el futuro de México? ¿Y el de usted y los suyos? 

Ante dichas preguntas, agregaría otra: ¿Le interesa el futuro?

Si su respuesta a esta última fuere la negativa, le pediría un favor: No induzca a los suyos a no interesarse por su futuro -el de ellos-, porque, si usted -quizás sin darse cuenta, o sin que ésa fuere su intención-, inculcare en ellos la idea de que no vale la pena pensar en su futuro -otra vez, el de ellos-, no le alcanzarían los años que le quedan de vida para lamentar haberles hecho ese gran daño: No pensar en la irrenunciable obligación que ellos tienen para con sí mismos, de pensar y construir su propio futuro.

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