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Con esos diez puntos, ¡que se agarren Trump y los suyos!  

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 (Pero no ahí)…

La verdad, cuán difícil les es dejar el pasado. La ceremonia donde el Presidente se pronunció en materia de política exterior, parecía una recreación de algún acto realizado durante el gobierno de Luis Echeverría o López Portillo (Con el debido respeto a ambos, por supuesto).

¡Qué manera de recrear el pasado! El mismo tono zalamero y obsecuente, y los mismos papeles de tanta ópera bufa que vimos en esos doce años los cuales, son representados ahora -en algunos casos, no en todos-, por nuevos actores. Las formas, sin el menor resquicio para la duda, hay que decirlo, son del esplendoroso pasado y ni por asomo, un pincelazo, deje usted de futuro, siquiera de presente.

La obsecuencia, fue acompañada de lugares comunes y la vieja demagogia, hoy olorosa a naftalina; todos en un coro debidamente afinado y excelentemente coordinado, lanzaron elogios mil incluido, ¡lamentablemente!, quien habló en representación de una muy buena parte del sector privado. En este último caso, lo que dijo el orador, ¿es la expresión objetiva de cómo ven la situación actual y su futuro, los empresarios mexicanos?

Un nuevo decálogo nos ha regalado el Presidente. Diez sueños guajiros o ilusiones juveniles o si lo prefiere, instrumentos para capturar, si aún hubiere por ahí, algún incauto que piense que son factibles de lograr.

Ante el despropósito (Dicho o hecho fuera de razón, de sentido o de conveniencia) más que evidente de algunos de los diez puntos (¿Cómo lograríamos que Estados Unidos contribuya a frenar el tráfico de armas y dinero ilícito? ¿Y qué tiene que ver Estados Unidos en eso de mejores salarios para los trabajadores en México?), ¿qué hacer? ¿Reír, llorar o ponernos a rezar?

Y así por el estilo están los ocho restantes. Aquí sí, como diría Eugenio Derbez: ¡Qué alguien me explique!

Algo que inexplicablemente todo el mundo ha callado, es lo que tiene que ver con dos preguntas obligadas acerca de ese decálogo. Entiendo y acepto, que los diez ¿mandamientos o posicionamientos?, constituyen el desgastado ¿qué queremos?  Sin embargo, ese día, el Presidente nada dijo acerca del ¿cómo los concretaremos?, y, menos aún, del ¿con qué los lograremos?

Es de dar risa, como analistas serios han tomado los diez pronunciamientos al concederles la viabilidad de ser concretados. ¿Qué realidad y qué país, ven y analizan? Tal parece que el rigor analítico, es mercancía escasa en México.

Por último, un agregado que vale la pena comentar.

Durante los casi cuatro años que fue Secretario de Hacienda, el Dr. Luis Videgaray decía de manera mecánica, al principio de toda intervención pública en la Residencia de Los Pinos, bienvenidos a Los Pinos.

Se arrogaba el papel de anfitrión que hasta donde sé, nadie le confirió. Decía, en aquellas ocasiones -y esta vez también lo dijo-: Les doy la bienvenida etcétera y más etcétera. ¿Nadie le ha dicho, que la bienvenida en un recinto la da el anfitrión, sea éste el que ahí vive, el que las manda tocar en dicho acto, o el que paga la fiesta?

No cabe duda; a pesar de los golpes políticos recibidos y la defenestración de la cual fue objeto, a la menor oportunidad que le brindan, brota lo que de él no se ha ido: la soberbia, y el afán casi enfermizo de sentirse el niño del cumpleaños.

¿Lo imagina usted de Presidente? A nadie dejaría hablar. (Ya ni Echeverría).

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