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Cuentas Claras… en los impuestos

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En este mundo sólo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos.

Esta frase con dosis de humor negro se le atribuye a Benjamin Franklin, político, científico e inventor gringo de hace 250 años. Mi interpretación personal de esta ironía es: cierto, los seres humanos moriremos algún día, pero antes de que eso ocurra, por el hecho de estar vivos, realizaremos actividades o caeremos en situaciones diversas que en algún momento nos causarán obligaciones fiscales, y antes de pasar a otra vida, en ésta, deberemos pagar impuestos. Prácticamente nadie se escapa.

En México, la obligación de pagar impuestos nace de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que es nuestra ley suprema y que acaba de cumplir 100 años. En su artículo 31 establece como una de las obligaciones de los mexicanos: Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como de los Estados, de la Ciudad de México y del Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes.

La propia Constitución le otorga a este deber la misma relevancia que tiene el de hacer que los hijos vayan a la escuela, cumplir con el servicio militar y alistarnos cuando sea necesario defender a la Patria.

Todos los impuestos son, pues, contribuciones al Estado. Se llaman impuestos porque no son opcionales, son una imposición legal y hay sanciones establecidas –económicas, administrativas y, en casos extremos, penales– cuando no se pagan en tiempo y en forma.

En mi colaboración anterior comenté que el ciudadano espera –y tiene derecho a pedir– cuentas claras de sus gobernantes en el uso y administración de los recursos públicos. Opino, sin pretender filosofar demasiado, que este derecho únicamente se gana cuando contribuimos para los gastos públicos. Sólo entonces podemos pensar y decir: gobierno, yo ya cooperé, ahora tú explícame en qué gastas, por qué y cuánto.

En sentido contrario, he escuchado a personas con las siguientes tres posiciones para justificar –sobre todo ante sí mismas– el no pago de impuestos: 1) De acuerdo, gobierno, yo no te pido cuentas, entonces tú no me pidas que pague. 2) En otros países los servicios públicos son de primera, aquí son pésimos, ¿por qué entonces he de pagar? 3) El que chambea soy yo, no es justo que le tenga que dar al gobierno parte de mis ganancias.

Cuando se me pide opinar sobre el tema, siempre con un respeto de mi parte para todas las opiniones, recomiendo a las personas ser cuidadosas cuando tienen puntos de vista parecidos a los tres mencionados. Se lo ruego, también nosotros tengamos cuidado, porque es más fácil que, siendo contribuyentes incumplidos, nos llegue una multa, nos auditen, nos boletinen, nos clausuren, nos congelen cuentas, etc., que nosotros poder de alguna manera sancionar directamente a un funcionario de gobierno que llegue a hacer mal uso de los recursos públicos. Aunque esto suena demasiado obvio, siempre hay quien se rehúsa a verlo.

De ninguna manera propongo una aceptación ciega y resignada de la frase de Franklin; lo que propongo es ser proactivos e inteligentes para que los impuestos nunca sean un dolor de cabeza. De manera muy simple le recomiendo:

Entender que en esta cuestión también el gobierno espera cuentas claras de los ciudadanos, porque hay leyes que le dan ese derecho.

Esforzarse por tener finanzas sanas, no acumular deudas y empezar a considerar los impuestos dentro de su presupuesto personal o empresarial.

Si usted cobra honorarios, realiza actividades comerciales o es arrendador, considere apartar entre un 20 y un 30 por ciento de sus ingresos netos o utilidades, para pagar impuestos federales (otro día hablaremos de ellos). No soy insensible a lo difícil de este punto, pero hay muchos que lo logran y llevan la fiesta en paz.

Pida y conserve facturas de sus gastos, compras y adquisiciones, y consulte cuáles puede hacer deducibles. Complete y ordene otros documentos contables, tales como estados de cuenta bancarios, contratos, recibos de nómina, constancias emitidas por sus patrones, etc.

Por último, permita que le asesore un experto en impuestos. Como a su médico de cabecera, por favor, también hágale caso.

Le anticipo que en mi siguiente colaboración estaré comentado con usted algo sobre innovación en las PYMES.

Aquí lo espero. Hasta la próxima.

cuentasclarasahora@gmail.com

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ebv

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