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El BMW de Reforma y el derecho a ser cretinos
Entre los inmutables despojos del hoy ya icónico y terrible choque de un BMW sobre Paseo de la Reforma –debíamos haberlo advertido- se encontraba un ejemplo más de lo que el filósofo Paul Virilio llama “el accidente de los conocimientos”. Desde hace décadas, el pensador francés ha centrado su reflexión sobre cuáles son los destinos que el incremento de la velocidad aguardan al horizonte humano; y su planteamiento es muy sencillo: mientras más rápido se mueven las decisiones científicas y políticas del hombre, más violento y desastroso será el accidente al final de la curva.
En una de sus más angustiantes inquietudes, Virilio preguntó a los científicos del famoso acelerador de partículas del CERN (cuyas investigaciones básicamente implican la colisión de partículas aceleradas a velocidades muy próximas a la velocidad de la luz) qué les daba derecho a experimentar con la posibilidad de crear un agujero negro, quién les daba autorización de experimentar con algo tan desconocido y cuyo riesgo es absoluto, quién de ellos tenía autoridad suficiente para hacer desaparecer una parte de un espacio o de una materia, de un fragmento de realidad.
La pregunta planteada por Virilio no se reduce a la ética o a la responsabilidad cívica, sino a la filosofía natural, al derecho natural (¿Qué nos da derecho a acelerar arriesgando a todos a la inminente colisión?); y, por tanto, la respuesta pertenece a la naturaleza misma de la conciencia humana.
Quizá desde esa reflexión hay que mirar el accidente del BMW en Reforma, no sólo en la simplicidad de los juicios sobre quién ha sido el culpable o en la descripción del salvaje y feroz desastre; sino desde la validez y los riesgos de nuestro derecho a ser cretinos. ¿Quién, en ese momento, le dio autorización a ese sujeto de acelerar con semejante riesgo de colisión? ¿Quién le da derecho a los deudos y afectados a esparcir la culpa de la ruta del desastre sobre el resto de los testigos? ¿Quién nos da la autoridad para juzgar los vestigios morales de la destrucción? ¿Qué tan natural es el derecho a ser cretino desde nuestra conciencia humana?
El principal riesgo es que contemplemos los residuos de aquel impacto (o de cualquier otro impacto terrible, como la guerra) desde una conciencia tecnopolítica o tecnocientífica; desde una razón sujeta al aparente señorío de la rapidez y al aparente imperio del absoluto conocimiento en la virtualidad.
El derecho a ser cretinos, por tanto, nos puede provenir de la ilusión que tenemos sobre nuestra autosuficiencia para controlar la velocidad y para dominar todo lo conocible. El problema es que con toda la rapidez y todo el conocimiento al alcance de nuestras burdas manos borramos las fronteras de la sensibilidad y la lógica; y, desde nuestro indemne pedestal moral, exclamamos cosas como: “La mujer que iba en ese automóvil a terrible velocidad murió por su inmoralidad”, “El irresponsable conductor alcoholizado y drogado, arrogante y despectivo, no tiene la culpa del impacto pero sí el humilde trabajador a la vera de su desprecio”, “Un sensor de velocidad es la mejor respuesta a esta tragedia”, “Los familiares de deudos tienen más tiempo para litigar en tribunales que para llorar la muerte de sus seres queridos”, “Es imposible que un empleado paletero maneje un BMW” o “Los muertos en el accidente son tan corresponsables de su muerte que podría calificarse casi de suicidio involuntario”.
Miremos al conductor sobreviviente de la colisión y notemos cómo continúa, junto a sus cercanos, queriéndose pasar de listo, torciendo la lógica, queriendo ir más rápido que ella, venciéndola mediante el conocimiento hallado en la infinita enciclopedia del agandalle que ofrece la Internet y la globalidad; miremos, además, a los familiares de las víctimas tratando de armar hagiografías a partir de fragmentos inconexos.
Valoremos ahora cómo reaccionamos frente a ello, porque si no notamos compasión o empatía, no nos hemos dado cuenta que también somos pasajeros de un enorme bólido de ego que se enfila hacia la sólida e imperturbable realidad.
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@monroyfelipe
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