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El problema no es hablar bien o mal de México, sino algo anterior al cómo: ¿Qué decir, que nos generaría una buena imagen?

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Otra vez la insistencia del gobernante y no pocos funcionarios para que hablemos bien de México y también, como complemento natural, que no hablemos mal de México.

¿Quién califica lo que se dice? ¿Quién dice qué está bien y qué mal? ¿Cuáles serían los criterios para calificar éste o aquel dicho, de bueno o malo para la imagen de México?

¿Quién, ante el dicho de un ciudadano, aplicaría ésos o aquellos criterios para concluir que aquél, al decirlo, sería bueno o malo para el país?

Para no caer en tantos problemas los cuales, al final, en nada ayudarían a definir qué es lo bueno y lo malo para México, y quién y bajo qué criterios lo definiría, propongo un camino diferente. Veamos.

¿Por qué el gobernante y sus funcionarios, en vez de andar queriendo dar lecciones a los mexicanos acerca de qué y cómo decir esto o lo otro, no se deciden, por ejemplo, a aplicar la ley a los que bien saben la violan a cada rato?

¿Acaso serían capaces de decir que no saben quién ha violado la ley a su paso por el sector público? ¿En verdad no saben cómo éste o aquel se ha enriquecido a niveles de locura?

Es más, para ponerla más fácil, ¿acaso ellos no saben cómo se enriquecieron? ¿Acaso fue al amparo de un puesto público, o con la complicidad y protección de un gobernante o funcionario, o de un legislador?

¿Acaso la amnesia es lo que priva en quienes hoy se han convertido en los caballeros andantes en la lucha en contra de la corrupción?

¿Cómo le harán cuando, ante la evidencia que significa su nivel de vida de origen, ante el nivel actual que, por decirlo de alguna manera, es incomprensible y fuera de toda justificación?

En consecuencia, para dejar de andar tratándonos como bebés que no sabemos distinguir entre lo bueno y lo malo, ¿por qué mejor no gobiernan con eficacia, y aplican la ley sin distingo alguno? ¿Por qué no se conducen con la debida y total transparencia, rinden cuentas clara y oportunamente y, para que no hubiere duda alguna de su honradez, ¿por qué no dan a conocer públicamente y completa, su Declaración Anual de Impuestos?

Si hicieren todo eso, sobrarían las cosas buenas de las cuales los mexicanos, orgullosos de contar con gobernantes, funcionarios, legisladores y dirigentes partidarios así, no se cansarían de propalar, tanto en México como en el extranjero.

En consecuencia, y respetuosamente les pido, que nos dejen vivir y criticar lo que consideramos está mal de la gobernación.

Si en verdad quieren enseñarle a alguien lo que está bien y lo que está mal, háganlo con los suyos en su ambiente familiar porque, los espacios públicos son para otra cosa, no para andar dando clases de moral.

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