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¿Entenderá Videgaray, algún día, que las causas de su salida fueron, en ese orden, su soberbia y el servilismo de su equipo?

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La salida del doctor Videgaray de la Secretaría de Hacienda ha servido, a no pocos, como la gran oportunidad para exhibir su corrección política y quedar, así, muy bien con las galerías.

Sin embargo, al tiempo que aquéllos contemporizan (Contemporizar: Acomodarse al gusto o dictamen ajeno por algún respeto o fin particular) con los que se mueven siempre ahí, en esos espacios donde reinan la cobardía y el lanzamiento de insultos -desde la protección que da la masa amorfa, cuyos integrantes jamás se atreven a dar sus nombres y descubrirse, y dar la cara, como todo ciudadano digno de esa calificación-, exhiben sus análisis superficiales y frívolos: Videgaray salió de Hacienda, por haber sido el artífice de la visita de Trump.

 La verdad es muy diferente; aquél salió por el desastre que causó en la economía por sus visiones limitadas y erróneas y también, elemento no menor, por la soberbia que descubre al déspota el cual, no obstante venir de abajo, su ascenso al pegársele al poderoso y recibir de él favores y poder, lo lleva a exhibir sus frustraciones y se convierte así, en un déspota en un tiranuelo de pueblo.

A esa cualidad que le granjeó enemistades mil, y adversarios políticos por doquier, habría que agregar los serviles que, en el peor de los oportunismos, quieren ser el clon de su jefe y copian, en una ridícula caracterización, los modos autoritarios del que los contrató.

Así pues, soberbia y servilismo cavaron la tumba en la cual, al estar muerto -políticamente hablando- el otrora poderoso, hoy rumia su suerte.

Jamás una muestra de autocrítica; nunca una muestra de humildad, dados sus numerosos errores y destrozos causados a la economía del país. Todo era para adelante, siempre doblando la apuesta como el peor de los ludópatas, que se arruina a la espera de la carta milagrosa.

Ése fue Videgaray en Hacienda, y ésa su conducta. Lo demás, intentos infructuosos de querer quedar bien con la masa cobarde que vocifera desde el anonimato que la protege.

¿Entenderá pues, algún día, las causas reales que lo llevaron a salir defenestrado y ridiculizado? ¿Hará una autocrítica, objetiva y honrada intelectualmente hablando, de sus errores?

Bien le haría porque, vivir rumiando su derrota y echando culpas a diestra y siniestra, en nada le ayudará. Además, pretender vivir de glorias pasadas, únicamente lo amargarías más, y retrasaría su regreso a la vida pública.

Muy a pesar suyo, debería entender algo tan elemental como esto: El poder que tenía y presumía ante todos, era prestado; el que con facilidad se lo entregó, de la misma manera lo despojó de él.

Hoy, no pocos le cantan: Ya se cayó el arbolito/donde dormía el pavorreal/ para que duerma en el suelo/como cualquier animal.

Lo siento por los cercanos que le quedan, porque ellos deberán aguantar sus iras y frustraciones.

Como diría el clásico: No somos nada, pero el que sabe español dice: Nada somos porque, como usted bien sabe, la doble negación es una afirmación.

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