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¡Gradúese como secretario de Relaciones Exteriores!

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Y usted, ¿ya se considera secretario de Relaciones Exteriores? ¿Aún no? ¿Qué espera? ¡Gradúese de manera instantánea!

Efectivamente, estamos como la iglesia de mi pueblo, no tenemos cura. ¿Cuántos Secretarios de Relaciones tenemos, todos ellos listos para reemplazar al doctor Videgaray en la Cancillería? El último conteo, arrojó una cantidad cercana a los 3 millones.

Ante esa cifra, dejé de sumar a los nuevos aspirantes porque, pensé, entre tantos podría haber dos o tres que, cuando menos, harían un papel digno en al Alto Volta o en Burundi.

¿Por qué tanta frivolidad e irresponsabilidad entre nuestros opinantes, o como suele llamar a ese grupo Jorge Castañeda, la Comentocracia?

¿Qué explica esa propensión a opinar con esa seguridad que sólo puede dar la ignorancia, acerca de temas que ignoran o al menos, carecen de todos los elementos para poder elaborar una opinión documentada?

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En el extremo tenemos a ese hombre que desde hace un buen tiempo lo perdimos, Miguel Barbosa y, acompañándolo en esa cruzada por verse el uno más ridículo que la otra o a la inversa, la Senadora Cuevas echa de su no tan ronco pecho, sus sesudas recomendaciones.

La lectura de decenas de columnas de quienes no tienen ciencia aborrecida, asusta; en verdad, da miedo leer tantas opiniones carentes, todas, del menor sustento, frente a la compleja y delicada situación que enfrenta el Estado mexicano -no únicamente el gobierno- en sus relaciones con Estados Unidos.

Por allá, no faltó quien, en el colmo de la soberbia, lanzara la pregunta totalizadora y amenazante: ¿Va en serio el canciller Videgaray? ¿Qué esperaría obtener, el conocedor preguntador? ¿Una declaración jurada del Canciller ante él, para convencerse de que va en serio?

¿Por qué no moderamos nuestras ansias de parecer, y aparecer, como conocedores de todo e desconocedores de nada? ¿Por qué no dejar que los designados para ésta o aquella función, traten de llevarla a cabo con la discreción que exige una labor efectiva en la gobernación?

¿A qué viene ese afán de verse como alguien que no tiene ciencia aborrecida? ¿No sería posible, por mínima honradez intelectual, que nos dedicaremos a criticar u opinar o si lo prefiere, a exigir un mejor desempeño de éste o aquel funcionario, en las áreas del conocimiento que dominamos o, pongámoslo de otra manera, en aquéllas que hemos estudiado de manera sistemática y permanentemente?

Hoy, más que en otras épocas, encontrar hombres renacentistas que como los verdaderos, dominaban todas las áreas del conocimiento, es imposible.

¿Por qué no buscar especializarnos en ésta o aquella área del conocimiento, y en ella concentrarnos?

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De proceder así, estoy convencido que nuestro trabajo, además de elevar su calidad, sería más útil a quien nos lee y ve y escucha.

Es claro, no puedo negarlo, que habrá algunos que dominen más temas y áreas del conocimiento que otros; si uno domina una sola, reconozcamos eso y de ahí partamos para efectuar nuestro trabajo.

Por lo pronto, sigue aumentando el número de cancilleres en México. NI en los países donde la diplomacia como actividad y dicen algunos, arte en la gobernación y la política, tienen tantos expertos como México.

Por último, alguien me dirá, ¿por qué únicamente se refiere a los opinantes y deja de lado a los políticos? Simple y sencillamente porque, pienso que los opinantes todavía podemos corregirnos, los políticos ya no.

Angel Verdugo
@AngelVerdugoB

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