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Qué mal nos vemos hoy, al presumir lo que debería avergonzarnos

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El mundo se ríe de nosotros

¿Por qué nuestros políticos pretenden que su amnesia nos contagie? ¿A qué se debe que vivan para el momento, dejando de lado los antecedentes de su actuación respecto a ésta o aquella decisión política en la cual participan, así fuere en calidad de aplaudidores?

¿En verdad están convencidos de que el resto de los mexicanos, o jamás se enteró de lo que dijeron o hicieron respecto de éste o aquel tema o, de habernos enterado, pronto lo olvidamos?

¿Y por qué actúan como si el resto del mundo también hubiera olvidado lo que hicieron y dijeron durante decenios, de éste o aquel tema? ¿Acaso los de afuera, son igual de ingenuos que nosotros que creen en la sinceridad de su reciente conversión, casi religiosa, frente al petróleo?

Por otra parte, ¿cómo puede ser posible que nuestros políticos festinen en total descaro lo que pretenden vender como una decisión de avanzada y ejemplo para los demás gobiernos y países, cuando la casi totalidad de ellos hizo lo mismo desde hace decenios, en algunos casos?

¿En verdad piensan que los inversionistas extranjeros, y los que siguen de manera sistemática nuestra economía y su desempeño, junto con los que estudian, desde hace no pocos decenios, la visión de nuestros gobernantes y sus decisiones, ya están satisfechos con lo que les ven hoy?

¿Quién en su sano juicio, después de haber estudiado a profundidad a nuestros políticos y el sistema que los mantiene vivos y activos, aceptaría que su conversión es auténtica?

No nos engañemos ni pretendan engañarnos; tanto aquí como allá afuera, los ven con desconfianza, y toman sus decisiones actuales con precaución porque, los han visto actuar desde hace muchos años; los conocen bien, y saben de sus bandazos, los cuales se acomodan a la dirección del viento que ha traído el nuevo poderoso.

Bien harían en bajarle al festejo; en reducir su euforia desmedida y el triunfalismo pueblerino y ramplón que los exhibe. Es mucho lo que nos falta por enfrentar y resolver; además, no deben olvidar que al parejo de lo que hoy festejan y celebran, deberían ofrecer disculpas a los mexicanos -sin distingo alguno-, por haberse tardado cuarenta años o más en haber tomado las decisiones -aún incompletas-, que hoy quieren vender como el faro que ilumina el camino que debe recorrer el mundo.

Una pizquita de autocrítica no les vendría mal; el daño que le han hecho a México y a los mexicanos, no se diga ya a la economía y a su crecimiento, es de dimensiones gigantescas.

Lo es también el precio que hemos debido pagar, como resultado de su renuencia a actualizar -en su debida oportunidad-, el marco jurídico que, más que impulso y estímulo, es un freno y obstáculo en la urgente modernización del país.

Su festejo y euforia, lejos de serles reconocidos, es el mejor argumento para criticarlos y señalar su valemadrismo frente a los mexicanos, y su desprecio por las que han eludido durante decenios.

Así es que ya lo saben, nada de amnesia; por el contrario, por parte de los mexicanos, hay y habrá el recuerdo permanente de su responsabilidad en el desastre que hoy es México.

agch

 

 

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