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Mi marcha con las mujeres en Los Ángeles
Los Ángeles, California.- Para alguien que sólo tiene en su experiencia de vida haber asistido a las marchas en Monterrey y la Ciudad de México, ser parte de su primera manifestación masiva en la Ciudad de Los Ángeles, California, la Marcha de las Mujeres, significó más que sólo cambiar el idioma del grito o la demanda.
La cita fue el sábado 21 de enero del 2017, a las 9:00 de la mañana en la plaza Pershing Square y después del Día de la Inauguración del presidente Trump, sabiéndose que todo provenía de una convocatoria espontánea en Facebook. Teresa Shook puso a rodar la bola de nieve y luego en el resto de Estados Unidos le dieron volumen mujeres como Evvie Harmon y Fountaine Pearson. En menos de 24 horas, el Internet bullía con la intención de darle la cara a Trump en las calles, sin permitirle sentarse cómodo en su silla de la Casa Blanca.
Y es que ya sea por no gustar la idea de tener un presidente misógino, con videos y audios sobre comentarios que tratan a la mujer como objeto sexual, o ya sea por la lista sin fin de libertades y conquistas que el género femenino se tardó décadas en conseguir, la realidad es que todas esas preocupaciones se pintaron en pancartas éste sábado.
Con café Starbucks en la mano de algunos, otros jalando la correa del perro y muchos otros con niños pequeños, la llamada Marcha de la Mujer fue una reunión sobre todo de la clase media de Estados Unidos, en lo que me tocó ver en Los Ángeles.
Salvo un puesto ambulante de hot dogs, llevado por un mexicano, no había puestos de comida en la calle. La policía con educación te daba señas de cómo avanzar mejor y era imposible encontrarse basura tirada. Esto fue un evento de expresión popular que debía de fluir… y fluyó sin contratiempos.
Lo que sí es que la manera de encarar la naturaleza y la espiritualidad en California, se materializó cuando más de 100 personas se sentaron en pleno pavimento en posición de flor de loto, cerrando sus ojos, entonando un mismo monótono de meditación brillando bajo el sol.
Aquellas clases más desfavorecidas a nivel económico, o la presencia de las bautizadas minorías: afroamericanos, latinos y asiáticos, no se dejaron mucho ver. O por lo menos es lo que percibí.
Por lo visto en la marcha de Los Ángeles, la consternación está entre la mujer profesionista –sus parejas y familiares y amigos- que no quiere perder su posibilidad de decisión, sujetos a las directrices de Trump en Washington. Aunque también percibí carteles que hablan de la diversidad y de la necesidad de seguir siendo un país que recibe a los migrantes (donde caben sobre todo los mexicanos y latinos estos años).
Una manifestación que se tardó una hora más en caminar hacia el City Hall de L.A. y que reveló no estar entrenada para este acto cívico, simplemente nadie sabía avanzar, o liderar. En varios momentos la multitud se topaba con otra multitud caminando en sentido contrario.
En la también ciudad apodada “La La Land”, la gente tiene que hacer memoria sobre cómo marchar. La buena noticia, es que entre sus filas no sólo había mujeres que habían protestado en los años 60 y 70, sino que hasta cargaban con letreros que decían: “Nunca pensé a regresar por protestar por ésta chin… otra vez”.
Un desorden dentro del orden se sucedía. Los organizadores dijeron un: “nos vemos en el City Hall”; pero nunca dijeron qué calles deberían tomarse para avanzar. Después de 40 minutos nadie se movía. El domingo saldría un meme en Twitter diciendo que los angelinos sin experiencia de caminar, estaban esperando el UBER.
Pero después todo fluyó y nunca dejó de haber diversión. Momentos a la Primer Mundo seguían sucediendo, cuando a mi compañera de marcha se le perdió su guante y al compartirme en voz moderada que no aparecía, una señora desconocida escuchó y dijo que al inicio de la cuadra había visto un guante tirado. ¡Expresiones que no pensaría sucederían en plena manifestación de una urbe de 20 millones!
Y mientras que un pequeño escenario las celebridades Jane Fonda (símbolo del feminismo de los 60) y la cantante Miley Cyrus alentaban a un sector de la marcha a no quitar el dedo del renglón de la defensa de los derechos femeninos, así como al no normalizar la situación con Trump, los hombres supieron hacer equipo con las mujeres.
Un grupo de adultos islámicos, por ejemplo, regalaba agua embotellada a los marchistas, mientras que la foto de la Princesa Leia se usaba en más de una pancarta anunciando una rebeldía contra cualquier tipo de patriarcado.
Quedó muy claro… Trump lo haya asimilado o no… que ésta será la primera de varias veces que las calles serán tomadas. Y eso es una buena noticia para una ciudad que se dice ser lumbrera del mundo, nido de sueños y gestor de lo imposible.
@MarioCinema