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Análisis y Opinión

Aborto y SCJN: Cuando los elefantes vuelan

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“Ahora sí he visto a los elefantes volar”. Esa frase de Don Sergio S. Aguirre Anguiano resonaba cada vez que, a su juicio, alguna sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se desviaba de los estándares de la lógica y la razón.

Esta semana la Suprema Corte dejó ver el proyecto de resolución del Amparo en Revisión 636/2019, elaborado por el Ministro González Alcántara Carrancá, por medio del cual se decidirá si el Congreso del Estado de Veracruz ha sido omiso o no en legislar en materia de los derechos de la mujer en relación con la despenalización del aborto.

El tema de fondo genera controversias. La posibilidad de matar o no a un ser humano en su estado más vulnerable, provoca suspicacias en una minoría ruidosa a la que no es políticamente conveniente contradecir; aunque tampoco es electoralmente rentable apoyar, sobre todo en una sociedad mayoritariamente a favor de la vida, como lo es la sociedad mexicana.

 Al final, se trata de un tema de convicción en el que el debate es inútil, pues las posturas contradictorias son inamovibles e incompatibles: o se le mata o no; o se obliga a unos padres a hacerse cargo de sus hijos o se les permite asesinarlos antes de que puedan defenderse. No se puede medio matar a un ser humano en estado embrionario, no se puede medio dejarlo vivo. No hay margen para consensos ni negociación. A eso nos ha orillado la visión reduccionista con la que se aborda un tema tan complejo.

Hay grupos que están convencidos en que matar a un ser humano en el vientre de su madre abona a su libertad sexual (como si estar embarazados fuera un impedimento a la cópula); que fortalece su derecho a decidir sobre su propio cuerpo (como si la vida de un ser humano en gestación fuera solo un accesorio de la libertad de la madre, olvidándose que es un ser con sus propios derechos, tan valiosos como los de los demás humanos).

Hay grupos señalados como PROVIDA (en un sentido peyorativo, como si proteger la vida fuera una carencia de sentido común, de lógica o de principios) que se empeñan en que el bebé nazca (aunque tampoco hacen mucho por apoyar a la pobre madre y a su bebé).

Ambos grupos son minoritarios y no son representativos de la mayoría de la sociedad. La mayoría es activamente indiferente, en el fondo defensora de la vida, en la superficie permisiva con las visiones “progresistas” minoritarias, más que nada por miedo al escarnio público; por miedo a ser calificado de conservador.

Entonces, no podemos hablar seriamente de un debate netamente jurídico sobre el aborto. Es estéril y ocioso. A menos claro, que los interlocutores partan de premisas reales y no falacias argumentativas; empezando por reconocer que la práctica de un aborto es la extinción de la vida de un ser humano.

Lo que sí podemos hacer es anaizar si el aborto es un derecho reconocido. Lo que sí podemos hacer es revisar el proyecto de la Suprema Corte dentro de los propios parámetros que éste ha dictado.

Así, el proyecto señala que no existe legalmente el derecho a terminar con la vida de un ser humano en su etapa de gestación intrauterina ni en la Constitución ni en los tratados internacionales de los que México forma parte. Sí hay una obligación de eliminar toda forma de discriminación y violencia contra la mujer. Hasta ahí todos de acuerdo.

Luego indica que el Código Penal de Veracruz penaliza el aborto, estableciendo causales de excepción entre las que destacan violación, riesgo de muerte para la madre y malformaciones en el embrión. Esto es, la legislación de Veracruz solo sanciona el aborto cuando 1) es inducido contra la voluntad de la madre o 2) cuando se extingue la vida de un ser humano con el único argumento de que no hay voluntad para tenerlo.

Y entonces viene el salto cuántico: el Ministro señala que ese Código discrimina a la mujer, promueve la violencia de género e impide una igualdad transformadora y que por lo tanto, las normas estudiadas deben ser derogadas. Lo anterior, sin lógica argumentativa o construcción de premisas ligadas entre sí. Simplemente se trata de una enunciación de objetivos predefinidos.

La sentencia propone eliminar un tipo penal sin siquiera analizar cuál es el bien jurídico tutelado por el legislador local. Este bien claramente consiste en la vida del ser humano en gestación por un lado, y en la protección de la mujer y su derecho a la maternidad por otro.

Ambos derechos son completamente ignorados por el proyecto que se propone a la Primera Sala de la SCJN. En ningún momento se hace una ponderación entre bien jurídico tutelado y el que se pretende proteger con el fallo propuesto.

Claro que se puede fallar de uno u otro lado, pero con el estudio mínimo apropiado. Desafortunadamente el proyecto carece de éste.

¿Será que la vida no tiene valor para el Ministro ponente cuando el ser humano no se puede defender por sí mismo?, ¿será que es más importante cumplirle a las promotoras del aborto y sus intereses económicos que resolver conforme a Derecho? Está bien que haya urgencia, pero no prisa.

En esa prisa, encuentran alivio aquellos que sistemáticamente violan, embarazan y hacer abortar a una mujer, pues podrán hacerlo impunemente. Encuentran respiro quienes propician la muerte del embrión derivado de una mala praxis; pues no podrán ser sancionados adecuadamente por extinguir esa vida.

En la falta de pericia, el proyecto se ha olvidado de al menos ponderar para desechar, el valor de la vida del ser humano en su estado más vulnerable que necesita de la protección de otros.

En la falta de técnica, queriendo citar criterios internacionales (algunos que ni siquiera existen como los incisos f) y g) del artículo 2 de la Convención de Belem do Para); el proyectista se olvidó de leer la sentencia A, B y C vs Irlanda, de la Corte Europea de Derechos Humanos, donde no se reconoce un derecho a abortar.

Se le olvido acudir a la jurisprudencia de la Corte Interamericana que expresamente establece que la vida es el presupuesto esencial para el ejercicio de los demás derechos.

Se le olvido que al resolver el Caso Masacres de el Mozote y lugares aledaños vs. El Salvador, la Corte Interamericana de Derechos Humanos consideró como una agravante de la violación del derecho a la vida el asesinato de bebés en el vientre materno (parágrafo 156 de esa sentencia).

Espero que los Ministros sean precisos en identificar la litis planteada en el caso. No se trata de reconocer un supuesto derecho a matar a un embrión humano, pues ninguna carta de derechos o precepto constitucional reconoce un derecho así.

El asunto es decidir si existe una omisión legislativa o no en el Código Penal del Estado de Veracruz. El Ministro dice que sí porque ese Código es discriminatorio hacia la mujer y es fuente de violencia hacia la misma.

Para decidir conforme a Derecho, los señores Ministros tienen que precisar si 1) realmente existe un trato discriminatorio, 2) en qué consiste ese trato y 3) si prevenir ese trato es más relevante que proteger la vida de un ser humano (la jurisprudencia que no le da estatus de persona a ese ser humano lo está discriminando por razón de edad y no tiene cabida en un sistema de defensa progresiva de los derechos de los más vulnerables). Y aun así, ¿Dónde quedaría la constitución veracruzana que protege la vida desde el momento de la concepción? ¿no es una norma más favorable para el ser humano en estado embrionario? ¿no debiera aplicarse preferentemente?

Si alguno de estos supuestos no se demuestra, NO PUEDE HABER OMISIÓN LEGISLATIVA. Si alguno de éstos falta, el proyecto está incompleto.

La balanza podrá caer de uno u otro lado, despenalizar por completo el aborto o no. Pero por su trascendencia, debe ser consecuencia de un análisis profundo, detallado, minucioso, de todas las aristas jurídicas involucradas. No puede ni debe ser consecuencia de un análisis incompleto y deficiente.

Si la propuesta del Ministro ponente se aprueba como viene, sin una construcción argumentativa, dogmáticamente señalando que un conjunto de normas provoca discriminación y violencia, invocando textos inexistentes; entonces estoy seguro de que en los pasillos de la Corte se oirá un susurro decir: ahora sí he visto a los elefantes volar.

EN EL ÁGORA: El Presidente de la República siempre ha evitado involucrarse en la discusión sobre el aborto. En su fuero interno y en su círculo cercano manifiesta estar en contra de ese movimiento, ¿lo sabrá el Ministro González Alcantara Carrancá?



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Análisis y Opinión

La afición y el deportista

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Por Ignacio Anaya

La relación del fútbol mexicano con su afición es lo que muchos podrían describir como un amor apache. En su sentido más simple, representa una mezcla de amor y odio entre ambas partes. Un día, la gente puede estar entonando con orgullo el himno nacional en un estadio lleno cuando la selección juega y, al siguiente, exigiendo la renuncia del director técnico y la salida de los jugadores. Es una ironía, pero es la realidad, que un país con tanta pasión por este deporte dé, en el mejor de los casos, una presentación mediocre.

El fútbol es una de las principales instituciones de entretenimiento e identidad de la sociedad mexicana; el estadio Azteca se considera un templo sagrado para muchos aficionados.

La dinámica del fútbol en México puede entenderse a través de la idea propuesta por el sociólogo Eric Dunning de la “figuración social”, un concepto que describe cómo diferentes grupos e individuos interactúan en una red de relaciones interdependientes. En este esquema, encontramos a los jugadores, entrenadores, administradores del club, árbitros y, por supuesto, aficionados. Todos estos actores tienen roles distintos, pero están inextricablemente vinculados en la trama de este deporte.

Por un lado, están los jugadores y entrenadores, cuyo objetivo es ganar partidos y campeonatos. Pero esta meta no es solo una cuestión de habilidad técnica o estrategia táctica; también está profundamente influenciada por las presiones y expectativas de los demás actores en la figuración. Los administradores del club, por ejemplo, pueden priorizar la rentabilidad económica sobre la calidad deportiva, una de las principales quejas de la afición mexicana, imponiendo restricciones en los recursos disponibles para mejorar el rendimiento futbolístico. Igualmente, no hay que negar la existencia de nepotismo e influencia dentro de este entorno.

Por otro lado, los aficionados, con un amor innegable por el fútbol y con expectativas altas y a veces inalcanzables, se ven influenciados por los medios y su tendencia a ensalzar a la Selección Nacional. Hay que ser honestos, el equipo no estaba en ninguna condición de vencer a Argentina en Catar 2022; la afición mexicana creamos ilusoriamente una rivalidad futbolística inexistente que reflejaba cierta competitividad de identidades entre los dos países. En el núcleo de esta dinámica se encuentra la creencia de que el fútbol puede ser un vehículo de la identidad nacional, para la afirmación de los valores y las aspiraciones de la sociedad mexicana. Asimismo, los altibajos del fútbol no son simplemente una cuestión de victorias y derrotas en el campo, sino un reflejo de las carencias del país.

Resulta interesante observar a quienes se dirigen las frustraciones durante los últimos malos desempeños. Además de los jugadores, las críticas van hacia los dueños, empresarios y directivos nacionales, lo cual refleja juicios más profundos sobre lo que se deja ver en la cancha.

En este sentido, la correlación del aficionado con el fútbol es paradójicamente tanto de amor como de frustración. La gente espera ver a su equipo ganar siempre y se siente profundamente desilusionada cuando esto no sucede.

Estas tensiones y contradicciones se hacen aún más agudas en el contexto de la creciente profesionalización y comercialización del fútbol. La presión por el rendimiento y el éxito, la demanda constante de resultados y la explotación comercial del deporte como un producto de entretenimiento han exacerbado la intensidad y la seriedad de la competición.

La relación entre el fútbol y su afición en México es, sin duda, compleja y llena de contradicciones. Pero también refleja una dinámica social más amplia, en un mundo donde convergen, negocian y luchan distintas corrientes, desde la pasión por el deporte hasta los intereses económicos.

Resulta preciso señalar que la pasión indiscutible por el deporte a menudo se ve ensombrecida por una gran variedad de factores, alimentados por la creencia de que el fútbol da más de lo que realmente es. Sin embargo, esta interacción está influenciada por tensiones inherentes al sistema, la profesionalización y la comercialización del balompié, así como las presiones por el rendimiento y el éxito. Además, la afición también refleja críticas profundas dirigidas a los aspectos socioeconómicos del país, con sus descontentos apuntando hacia las altas jerarquías. ¿Se podrá romper algún día esta relación? Hay mucho camino por recorrer para lograrlo.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Análisis y Opinión

Nuevos métodos y lenguajes en la Iglesia

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FELIPE MONROY

En las últimas semanas algunos sucesos en la Iglesia católica pasaron ligeramente desapercibidos debido a la preocupación por la salud del pontífice Francisco, de 86 años y ya con dos años continuos de recurrente atención hospitalaria. Sin embargo, los sucesos comienzan a reflejar los efectos de la reforma de las actitudes emprendida por el Papa argentino y comenzada incluso años atrás en un proceso de adecuación de las instituciones eclesiásticas al siglo veintiuno. Al empezar el tercer milenio, una de las ‘actualizaciones’ de la Iglesia exige que ésta sea “nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus expresiones”. Y por lo menos dos hechos advierten que el camino marcha; lento, pero marcha”.

El primero de ellos se originó en Francia donde los obispos locales aprobaron en su Asamblea Plenaria de marzo pasado un nuevo documento de identificación y un sistema de información actualizable digitalizado para todos los ministros ordenados de la Iglesia francesa.

El documento en cuestión se llama ‘celebret’ y es una especie de tarjeta, credencial o documento de identidad para obispos, sacerdotes, religiosos y diáconos residentes, incardinados o afiliados a alguna institución religiosa de origen francés. Es cierto que en muchas diócesis del mundo ha habido una credencialización de sus ministros para evitar casos de falsos sacerdotes, nulidades sacramentales y otro tipo de estafas a los fieles.

Pero la novedad es que este documento es nacional (no sólo diocesano o regional), abarca a curas diocesanos y religiosos, es obligatorio y en permanente actualización de los casi de 17 mil ministros de culto con un código QR que puede –y debe– ser escaneado por párrocos, rectores, obispos, sacristanes y sí, fieles en general, para conocer el estatus canónico del ministro de culto. Es decir, a través de un semáforo (verde, amarillo, rojo) se puede alertar a la comunidad si el ministro cuenta con plenas licencias para administrar los sacramentos o para ejercer algún tipo de acompañamiento pastoral o espiritual.

El color verde indica que el ministro cuenta con plenas facultades; el amarillo, advierte de alguna irregularidad y pide prudencia para hacerlo partícipe de alguna actividad litúrgica, y el rojo, claramente evidencia que el ministro no debe ser admitido ni para actividades celebrativas ni para atención pastoral. Por su parte, los diáconos (facultados para bendecir, bautizar, casar, dar la comunión, llevar el viático a los moribundos, predicar el Evangelio, presidir funerales y ceremonias de sepultura) tienen el color azul para poder realizar estas actividades pero, como regula su oficio, no están facultados para celebrar sacramentos como la Reconciliación (confesar), la Eucaristía (misa) ni la Unción de Enfermos.

Este nuevo mecanismo es producto de los compromisos que la Iglesia católica en Francia hizo tras los escándalos de abuso sexual y los recurrentes errores de encubrimiento que se permitieron en las instituciones religiosas. Ahora, este ‘celebret’ quiere ser un método que haga más partícipe a la grey y a las instituciones para prevenir excesos, abusos o ilícitos dentro de la Iglesia.

El segundo evento es el nombramiento del nuevo arzobispo de Madrid, José Cobo Cano, y el lenguaje que ha venido utilizando en sus primeros días de pastor electo. Ante una cadena radiofónica, Cobo compartió varias reflexiones teológicas con un lenguaje cotidiano, incluso popular-matritense: “Dios no es Harry Potter… Cuando estamos chungos, él se queda ahí cuando se va todo el mundo se va”; pero también hizo una comparación de su responsabilidad ante el arzobispado de Madrid con el famoso programa de televisión: “Más que Juego de Tronos esto es una familia… cada uno tenemos nuestra pedrá”.

Llama la atención ver que, en el Reino de España, quizá una de las últimas naciones del mundo emparentada con el Vaticano a través de rigurosas formas y lenguajes centenarias, uno de los máximos referentes de la Iglesia católica deja los rigorismos y formalismos para acercarse a otras realidades, a nuevos destinatarios, mediante nuevas expresiones.

Cobo será el primer arzobispo de Madrid en 60 años que no ha sido trasladado desde otro arzobispado mayor. Es decir, los últimos cinco arzobispos madrileños ya habían sido arzobispos en otras sedes metropolitanas mayúsculas: como Santiago de Compostela, Zaragoza, Valencia o del primado de Toledo. Todavía más, Cobo hasta ahora no ha sido obispo titular residencial, sino un obispo auxiliar colaborador.

Ya antes, Francisco hizo cardenal a un obispo auxiliar (al salvadoreño Gregorio Rosa Chávez) y con estos gestos reivindica la función del lenguaje, la actitud y el ejemplo más que de los formalismos (o formulismos) con los que algunos planean seguir conduciendo la Iglesia. El pontificado de Francisco, hay que reconocer, se encuentra ya ante el escenario de transición; y, sin embargo, estas dos audacias, la del carnet digital y el lenguaje sencillo, reflejan que quizá algo de la actitud bergogliana habrá de permanecer un poco más.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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