Agustín Guerrero

Morena y la democracia

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Si Morena quisiera realizar su Congreso Nacional Ordinario el próximo 20 de noviembre y renovar a los integrantes de sus órganos de dirección en todos los niveles, la convocatoria a este proceso tendría que salir el 20 de agosto.

Tres meses antes del Congreso de acuerdo al artículo 34 del Estatuto, podrán participar todos aquellos que se encuentren en el registro de afiliados del Padrón Nacional de Protagonistas del Cambio Verdadero, al menos con treinta días previos a la realización de los Congresos Distritales. Hasta aquí el marco legal interno.

Está además la resolución del Tribunal Electoral, como máxima autoridad en la materia, que, al resolver la designación de los actuales Presidente y Secretaria General del CEN, ordena al partido que una vez concluido el proceso electoral constitucional de junio pasado, Morena está en la obligación de renovar a sus dirigentes, previa actualización de su padrón de afiliados. O sea, ya.

Y ahí es donde la puerca torció el rabo. Para efectos prácticos, el padrón de Morena se quedó congelado en el 2014. Los cientos de miles de ciudadanos que manifestaron su decisión de pertenecer al movimiento y que realizaron el trámite de afiliación no fueron reportados al INE, como obliga a todos los Institutos políticos la Ley General de Partidos.

El responsable de esta grave omisión fue el entonces secretario de Organización, Gabriel García, quien dejó el cargo en agosto de 2018.

Sumidos en una crisis

Desde entonces Morena se sumió en una crisis institucional que no ha podido superar, conflictos internos entre los grupos existentes imposibilitaron la constitución de un acuerdo que permitiera transitar a la elección democrática de sus dirigentes en 2019.

El TEPJF anuló las asambleas realizadas en octubre de ese año y la crisis se profundizó. El nombramiento de una dirección interina por el Consejo Nacional a principios del 2020, tampoco resolvió el asunto. Seguramente porque esos dirigentes no entendieron que su labor era generar las condiciones para la renovación estatutaria de los órganos y sucumbieron a la tentación de quedarse más tiempo, para definir las candidaturas del proceso electoral del 2021.

La decisión de varios integrantes de Morena de judicializar la vida interna del partido, le abrió la puerta al TEPJF para meterse hasta la cocina, y de manera ilegal y prepotente, poner en manos del INE la organización del proceso para definir la presidencia y la secretaria general.

Este es un momento aberrante sobre el que habrá que recapitular más adelante. El hecho es que fue el Tribunal y nos los miembros del partido, quien decidió que ciudadanos ajenos a Morena pudieran determinar a los dirigentes actuales.

Después de la victoria del 2018, Morena ha carecido de directrices políticas, de rumbo. Sus órganos de dirección entraron en un proceso de anquilosamiento y parálisis. Sus actuales integrantes, los que quedan, fueron electos en octubre de 2015, hace ya seis años.

Y estarán uno más, al menos. Es muy difícil explicar que a un partido se le pueda considerar democrático, cuando sus dirigentes electos para estar tres años, se quedan siete.

¿Un partido a espaldas de su militancia?

Es muy difícil explicar que un partido es democrático, cuando la elección de sus candidatos a cargos de elección popular se realiza a espaldas de la militancia y con la exclusión de la misma.

Cómo se puede ser democrático, cuando no se informa a las bases del partido, del uso y destino de cada peso que constituyen sus finanzas. Dinero, por cierto, producto del trabajo de todos los protagonistas del cambio verdadero dedicados a convencer y a sumar a más mexicanos al proyecto de la Cuarta Transformación. Gracias a esa militancia es que se tienen votos y como consecuencia los triunfos y las prerrogativas.

Cómo se puede ser democrático, cuando los espacios para llevar adelante la reflexión y debate sobre la coyuntura, las iniciativas, las políticas, las alianzas, las tomas de postura ante la agenda política, no se reúnen nunca.

El partido movimiento que ganó la presidencia de la República y se constituyó como la principal fuerza política del país, requiere por ese hecho, por sus responsabilidades de gobierno, de una reforma profunda. Para hacerla, debe recuperar también su vida institucional. Y ese pasa por que quienes hoy “dirigen” al partido se comprometan a llevar adelante el proceso de renovación en el menor tiempo posible.

Y la democracia…

Pretextos para posponer este acto fundamental, sobran. En el pasado reciente fue la pandemia, las elecciones de junio, la Consulta Popular, hacia adelante pueden justificar para no convocar, la Revocación de mandato de marzo del 2022, las elecciones de gobernadores de junio, o cualquier hecho que se atraviese. Y así llevársela hasta el infinito. Hasta que se reviente la liga.

Para que que un partido sea democrático, necesita ejercer la democracia. Vivirla, sudarla, defenderla con todo. Para que un partido sea democrático, necesita estar en la calle, en la plaza pública, al lado de la gente que urge apretar el paso para lograr las transformaciones que estaban atrás del voto del 18 y que es la razón de ser del movimiento.

AGUSTIN GUERRERO CASTILLO
@agustingc2012

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