Análisis y Opinión

El tradicional informe de las cifras

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Nadie se salva de su tiempo; el segundo informe de gobierno de la administración de Andrés Manuel López Obrador ha estado dolorosamente atravesado por el venablo de la pandemia y la urgencia de resultados. La terca realidad es una larga saeta que hiere esa frontera imaginaria que la Cuarta Transformación quiso imponer entre el pasado y el futuro de México.

Los ‘cimientos’ de esa nueva nación planteada por el presidente no pueden sino hincarse en el terreno de la anterior y bajo las condiciones del azar: “todavía falta desterrar por completo el bandidaje oficial […] la pandemia de COVID-19 nos obligan a hacer ajustes”. En el discurso de López Obrador hay orgullo, pero no triunfalismo; satisfacción sin vanagloria y apenas una promesa: El 1 de diciembre, a dos años de gobierno, “estarán sentadas las bases del México del porvenir”.

El presidente de la transformación moral, el líder de la ‘revolución de las conciencias’ tuvo que dar el más tecnócrata de sus informes y ceder a aquella fascinación neoliberal por el imperio de las cifras: Millones de pesos invertidos por aquí, millones de ciudadanos beneficiados por acá, cantidad de promesas cumplidas, porcentajes de avances, miles de empleos, miles de atenciones, las camas de hospital, los servicios, los árboles, las hectáreas, las ediciones y un profuso etcétera de datos. Sólo los primeros y los últimos cinco minutos del mensaje revelan los principios y el itinerario político del ideario transformador.

Por un lado, resulta comprensible que López Obrador haya recurrido como nunca a las cifras en su discurso. Su liderazgo atraviesa la más inestable de las valoraciones de su ejercicio presidencial; las encuestas muestran cada semana fluctuaciones mayúsculas entre el apoyo y el rechazo popular a la administración federal o la idea de la Cuarta Transformación. La incertidumbre sobre el real capital político de su persona, su gobierno y sus aliados ya afecta la regulación de la política interior en las fuerzas legislativas y judiciales. Las cifras -quizá supongan los asesores del presidente- ayudarán a definir para bien o para mal a esa enorme porción ciudadana que transita entre la confianza y la decepción.

Sin embargo, las cifras no suelen construir buenas narrativas. Y gran parte de la ciudadanía mexicana gusta de una historia comprensible, lógica y satisfactoria. Sí, nos gustaría creer que la austeridad y el combate a la corrupción en las altas esferas del Estado mexicano han logrado ahorrar 560 millones de pesos en dos años, pero no habría mejor epílogo en esa historia que saber con certeza el destino de esos ahorros. Así con todo: los millones de recursos para ayudar a los pobres, los fondos invertidos en becas, los cientos de obras, los miles de poblados beneficiados.

Si los discursos de los administradores se confirman en las auditorías; los de los políticos, en las adhesiones. Hay que conceder que ha sido el más ecuánime de los informes de López Obrador; el más cercano a los manuales de gobernanza y administración clásica. En contra de los pronósticos, ha sido también el menos polarizante y el menos dogmático. No dejó de reclamar a sus adversarios ni sentenciar con vehemencia sus principios, idearios y valores; pero, enfocado en la estampa de las cifras, habrá que preguntarse si será suficiente para alcanzar esa “voluntad colectiva” de la que también habló en su mensaje.

Un discurso es siempre una oportunidad y en un mundo de infinita competencia por la atención es imprescindible preguntarse qué efectos se buscan con las palabras. El mensaje del presidente ¿habrá ayudado en la definición de algunos ciudadanos a adherirse a esa revolución de las conciencias, a ese cambio de mentalidad dispuesto a defender el beneficio del interés público y de la nación? ¿La danza de las cifras en el Segundo Informe podrá sanar las profundas llagas de los sexenios precedentes? ¿Basta la enumeración de resultados para combatir la purulencia sobreviviente de la corrupción que sigue atravesando el ideal transformador en forma de bandidaje oficial? Es evidente que no. Ha sido una oportunidad mal aprovechada ceñirse al tradicional y prescindible informe presidencial de cifras y logros.

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*Director VCNoticias.com

@monroyfelipe

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