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Análisis y Opinión

Los retos del capital humano

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El capital humano es un importante activo de México.

Sin embargo, estamos desperdiciando un importante potencial que hoy emigra a Estados Unidos a malvender su talento y esfuerzo por falta de oportunidades laborales en México.

Aún así su impacto en la economía de nuestro país es fundamental como generador de divisas, pues entre enero y octubre de 2021, las remesas enviadas a México sumaron más de 42 mil millones de dólares, cifra superior a todo lo que se recibió el año pasado, según lo dio a conocer el Banco de México.

Es un contrasentido que podamos exportar fuerza de trabajo barata y sin embargo, tengamos grandes carencias de falta de personal calificado.

El problema del capital humano es complejo.

A las ya tradicionales problemáticas laborales hoy se suma el impacto de una política de asistencia social improvisada y con objetivo demagógico electorero, que está matando el espíritu emprendedor y el interés por participar laboralmente en los procesos productivos de nuestro país, precisamente entre los segmentos socioeconómico más vulnerables, pues hay comunidades donde la gente prefiere no esforzarse por tener un empleo formal, pues les es más rentable permanecer en el ocio y esperar la llegada de los cheques de ayuda social.

Por otra parte, la violencia en las comunidades rurales, provocada por la delincuencia organizada y las campañas de reclutamiento forzado de gente joven por parte de los cárteles, así como el rapto de mujeres, impulsa a mucha gente en edad productiva a huir a Estados Unidos, donde se integran en el sector productivo realizando actividades básicas.

Por otra parte, nuestra idiosincrasia impacta la falta de interés en el aprendizaje y por tanto, en la capacitación formal, debido a la natural aversión que siente el mexicano por la disciplina.

Sin embargo, el mexicano tiene gran capacidad de autoaprendizaje, así como talento excepcional para la improvisación y una férrea voluntad para superar obstáculos. La intuición hace del mexicano un autodidacta excepcional.

Lo anterior es una limitante, pero a su vez una gran oportunidad. La falta de disciplina en la capacitación formal limita, pero su gran capacidad de aprender de modo informal le ha otorgado gran reconocimiento internacional. El trabajador mexicano tiene gran capacidad de respuesta cuando se siente motivado, llegando incluso a resolver problemas imprevistos guiándose por su rica y privilegiada intuición. Quizá por ello México se ha convertido en un importante ensamblador de tecnología digital para las grandes empresas multinacionales, así como un referente internacional como maquilador de autopartes y piezas para la industria aeroespacial.

Quizá por lo anterior uno de los retos para formar mano de obra calificada es diseñar sistemas de aprendizaje interactivos, donde el educando no se convierta en un alumno tradicional, receptivo, sino en un participante activo.

Otro reto consiste en cambiar la cultura empresarial local, la cual define a la mediana, pequeña y micro empresa, que por característica tiene en común ser empresa familiar, la cual no se ha institucionalizado. Este perfil de empresario generalmente no logra separar las finanzas familiares de las de su negocio y por tanto, su vinculación con sus trabajadores tiende a estar sustentada en los roles tradicionales, caracterizados por el trato laboral inequitativo, en el cual parte de la utilidad del negocio se deriva del ahorro en las prestaciones y en el pago de bajos salarios, lo cual genera resentimiento e insatisfacción que generalmente el trabajador oculta por temor a la pérdida del empleo, pero que aflora en tiempos de conflicto, -azuzados desde la ideología de la lucha de clases-, como lo es el contexto político actual.

Podríamos decir que el T-MEC, que es nuestro tratado comercial con Estados Unidos y Canadá debe abrir grandes oportunidades de crecimiento económico para México, pues de los tres países México es el que puede aportar el capital humano para hacer competitiva la región, con grandes ventajas consistentes en talento natural orientado a la productividad y además, a precios competitivos. Esto significaría que nuestro país podría convertirse en el receptor de grandes inversiones orientadas al ensamble y maquila, lo cual generaría importante volumen de empleos.

De este modo la región de Norteamérica, a la cual pertenecemos, podrá competir contra la fuerza emergente de China y toda la infraestructura productiva de los países aliados en el bloque oriental.

Sin embargo, para aprovechar estas oportunidades se requiere cubrir ciertos requisitos como lo es la garantía de certeza jurídica para el capital invertido, lo cual es una responsabilidad del gobierno federal.

También el combate al crimen organizado se vuelve un imperativo para brindar seguridad a las empresas.

Adicional a esto, es necesario planificar los programas sociales para que no se conviertan en un obstáculo que desincentive la tradicional vocación del mexicano hacia la “cultura del esfuerzo”. No debe ser más rentable esperar las ayudas sociales, que la participación en actividades productivas.
También se vuelve fundamental que desde el gobierno federal se diseñen e instrumenten nuevos sistemas de capacitación profesional que estimulen la formación de mano de obra calificada. De hecho, existe una gran infraestructura altamente experimentada y vinculada a la Secretaría del Trabajo, que desde hace décadas se ha dedicado al desarrollo de habilidades y aptitudes del trabajador mexicano y sólo se necesita diseñar un modelo desarrollado a la medida de la idiosincrasia nacional.

Por último, que desde las cámaras y organismos empresariales se empiecen a desarrollar campañas de sensibilización para lograr que el mediano, pequeño y microempresario asimile la necesidad de replantear un nuevo modelo de relación laboral, sustentado en una nueva actitud más solidaria y equitativa con sus trabajadores, para asegurar su compromiso y lealtad con la empresa.

Podemos concluir que las oportunidades están a la vista, pero el contexto competitivo ha cambiado a partir de la globalización y en México debemos replantear nuestras estrategias.
Si seguimos haciendo lo mismo que antes, perderemos capacidad competitiva que será difícil recuperar, pues esos espacios los tomarán países emergentes.

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Análisis y Opinión

De la gasolina al auto eléctrico

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Los cambios radicales son lentos pero definitivos.

Del libro impreso en papel, al libro electrónico, la evolución es continua. Es asunto de hábitos.

Sin embargo las energías limpias, -comparadas con los hidrocarburos-, representan la oportunidad de frenar los adversos y peligrosos efectos del cambio climático sobre nuestro planeta, pero también sobre nuestra salud.

Quizá las dos razones que más pesan en la decisión de adquirir un auto eléctrico en lugar de uno con motor de combustión interna, -o sea de gasolina-, es el precio del vehículo por una parte y la disponibilidad de carga eléctrica en recorridos largos. Por ello, en la mayoría de los países líderes el impulso a las energías limpias en el ámbito automotriz, se ha enfocado como política de estado, lo cual lleva como objetivo facilitar al ciudadano la decisión de compra, y por otra parte, garantizar el suministro de energía eléctrica a estos automotores.

En el ámbito corporativo las circunstancias no son diferentes. Por tanto, es el Estado quien ha asumido en todo el mundo el compromiso de estimular la utilización de “energías limpias”, ofreciendo estímulos fiscales a las empresas ensambladoras de autos para que ofrezcan los autos con precios accesibles al comprador y además, crear una red de puestos de carga de energía eléctrica.

Sin embargo, en México el actual gobierno ha manifestado políticas contradictorias respecto a las energías limpias y al cambio climático.

Mientras el mercado automotriz mundial evoluciona hacia el auto eléctrico, el gobierno de la 4T se esfuerza por desarrollar la producción de hidrocarburos, como lo es la construcción de la planta de Dos Bocas, en Tabasco y la compra de la refinería Deer Park, en Texas, además de solapar la ineficiencia y poca productividad de PEMEX, que hoy tiene una operación deficitaria.

En contraste, frente a las continuas reconvenciones de la comunidad internacional respecto a la actitud negligente de nuestro gobierno frente a los compromisos firmados por los gobiernos anteriores, -para cumplir con las políticas ambientalistas de la agenda verde-, este gobierno da respuestas ambiguas y poco comprometidas.

Aunque la Secretaría de Energía, SENER, estima que para el año 2036 en México habrá 4.9 millones de autos eléctricos circulando, lo cual representará el 14% del total del parque vehicular, vemos que en la realidad cotidiana la AMDA, que es la Asociación Mexicana de Distribuidores de Autos, ha dado a conocer que en el año 2022, -del total de un millón noventa mil autos nuevos vendidos-, sólo se comercializaron 5,631 unidades totalmente eléctricas, lo cual representa el 0.5% del total.

La realidad es que no se perciben políticas gubernamentales que estimulen la producción de autos eléctricos y menos aún, la demanda de este tipo de unidades.

Los autos y camiones híbridos representan una oportunidad de transición entre el modelo tecnológico de motores de combustión interna y los motores eléctricos, en un contexto donde el suministro de energía eléctrica para el sector automotriz es totalmente ineficiente.

Por tanto, es el sector empresarial quien debe asumir iniciativas de desarrollo de automotores eléctricos. Por lo ponto, la empresa lechera Grupo Lala y la cervecera Grupo Modelo, han empezado a renovar su parque vehicular con camiones eléctricos.

Grupo Modelo inició este proyecto en diciembre del 2021 y para el 2025 espera tener en circulación 400 vehículos eléctricos.

Del mismo modo la iniciativa privada, -con responsabilidad social-, debe tomar iniciativas para impulsar la compra de automotores eléctricos.

Conforme avance el consumo de unidades movidas por electricidad, entonces veremos que los precios unitarios al último consumidor disminuirán, por efecto de la oferta y demanda.

A la vez, la instauración de centros de recarga eléctrica en las plazas comerciales y además la promoción de unidades de negocio dedicadas al suministro de energía eléctrica para consumo automotriz, así como lugares de recarga en carreteras, seguramente impulsarán la compra de este tipo de autos.

La transición del sistema de combustión interna automotriz, al transporte a través de unidades movidas por electricidad, en los países del G20, -al cual pertenece México-, es una prioridad. Hay prisa por dejar de utilizar hidrocarburos en unidades de transportación, pues la tendencia destructiva que lleva el cambio climático genera grandes preocupaciones en las más importantes economías del mundo.

Ante la visión simplista y caprichosa de este gobierno, la iniciativa privada debe tomar iniciativas y asumir el liderazgo de este cambio de modelo de transporte, -con visión comercial, económica y tecnológica-, pero también con responsabilidad social.

Sólo así se logrará proteger la ecología y el medio ambiente de este país, pues este será nuestro legado para las nuevas generaciones.

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La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Análisis y Opinión

Con el pueblo, siempre

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Ha comenzado el viaje escalonado de los obispos de México al Vaticano para visitar al papa Francisco. En estos diez años de pontificado y, desde la última visita ad limina del 2014, ha pasado mucha agua bajo el puente en la relación del episcopado mexicano con el sucesor de Pedro, y aunque sin duda quedará para la historia la interpelación de Bergoglio a los obispos en la Catedral de México donde les pidió enfrentar sus diferencias con madurez y carácter, hay algo que el pontífice no deja de reiterar cada vez que se encuentra frente a los jerarcas católicos mexicanos: conminarlos de una y mil formas para verdaderamente estar e interceder por el pueblo.

En 2014, por ejemplo, en la primera visita ad limina que hicieron los mexicanos al Papa argentino, éste les entregó un discurso bien redactado donde les decía: “La fidelidad a Jesucristo no puede vivirse sino como solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio”. Pero de viva voz les reiteró: “Ustedes con su pueblo, siempre […] La única recomendación que yo les diría es ésta, de corazón… Trascender, en la oración al Señor ese negociar con Dios del obispo por su pueblo. No lo dejen. […] Y cercanía con su pueblo”.

En febrero del 2016, durante su viaje apostólico a México, el Papa se reunió con el episcopado en la Catedral capitalina y ofreció un profuso y profundo mensaje a los pastores con una decena de peticiones muy concretas aunque quizá la principal interpelación fue: “No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías […] ¿Acaso se ha diluido, se ha olvidado, la necesidad de regazo que anhela el corazón del pueblo que se les ha confiado a ustedes? […] Sean capaces de contribuir a la unidad de su pueblo”.

Aquel texto y aquella improvisación de Francisco en México ha sido una de las intervenciones más exhortativas dirigidas a un cuerpo episcopal: “Sean obispos de mirada limpia […] no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa […] No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias […] No se dejen llevar por la vana búsqueda de cambiar de pueblo […] No se cansen de recordarle a su pueblo cuánto son potentes las raíces antiguas […] Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas […] los invito a cansarse, a cansarse sin miedo en la tarea de evangelizar”.

Ahora, siete años más tarde, en la segunda visita ad limina del episcopado mexicano a Francisco, el tema sigue siendo el mismo: Cercanía con el pueblo. Es una recurrencia del pontífice frente a la jerarquía mexicana y que seguro tiene un trasfondo simbólico porque con ningún otro episcopado él ha insistido tanto en este punto.

Por ejemplo, las únicas dos recomendaciones que dio Francisco en 2015 a los obispos norteamericanos versaron en torno a la formación de sus sacerdotes “para que no caigan en la tentación de convertirse en notarios y burócratas” y la acogida a los inmigrantes. Y punto, no dijo más: “No es mi intención trazar un programa o delinear una estrategia. No he venido para juzgarles o para impartir lecciones”.

Otro enorme episcopado es el brasileño y con ellos tampoco ha sido tan conminativo. Tanto en 2013 en Río de Janeiro como en el reciente mensaje de abril pasado, Francisco les ha pedido compromiso con la formación religiosa y la reconciliación del país: “Los obispos no pueden delegar este cometido”, fue lo más imperativo de su mensaje. En la visita ad limina de los obispos españoles en 2014, Francisco sólo les hizo una gentil sugerencia: “Os invito, pues, a manifestar aprecio y a mostraros cercanos a cuantos ponen sus talentos y sus manos al servicio del programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús”.

Entonces ¿por qué esta obsesión temática del Papa con los obispos mexicanos? La respuesta fácil –facilona en realidad– es que Bergoglio recibe informaciones o percibe que los obispos mexicanos no están suficientemente próximos a sus comunidades, que se encuentran bajo pertrecho de los funcionarios de sus curias episcopales, que no salen de las celebraciones litúrgicas cómodas y de una retórica nostálgica en sus homilías, que prefieren velar por las tres C (capilla, colegio y club) en lugar de las tres T (tierra, techo y trabajo), que se enfrascan en ideas y prolijos proyectos de papel pero que no alcanzan a aplicarse a ras de suelo o que se involucran más en la pragmática política de las élites que en los dramas atemporales de su pueblo.

La otra perspectiva es, además de más compleja, creo más interesante y oportuna: Quizá Francisco ve en el pueblo mexicano una fortaleza e identidad que ha sabido sobrevivir en el tiempo a pesar de las muchas tragedias e intervenciones en su historia, una voz ancestral (semilla del Verbo) que se niega a morir, un periplo nacional marcado por una fe maternal y una multifacética adaptabilidad cultural (mestizaje simbólico que va del sincretismo a la inculturación) que pueden enseñar mucho frente a un siglo que se asoma pleno de integrismo, polarización, fanatismo y agresividad.

Por ello, los obispos mexicanos tienen una gran oportunidad de ser observadores al recorrer íntimamente sus pueblos escuchando sus testimonios, oportunidad de reflexionar sobre la piel de la realidad y no en el mundo de las ideas, oportunidad para poner manos a la obra en acciones pequeñas –diminutas incluso– pero indispensables para la dignidad y el rescate de la Creación y las creaturas.

Entre el clero hay un dicho: “Ante la duda: genuflexión”; indicaba que, cuando no se sabe qué hacer en la liturgia, lo mejor es hincarse. Algo así quizá deba resonar en el corazón de los obispos cuando se enfrenten a alguna indecisión o inquietud: “Ustedes con su pueblo, siempre”, grabado a fuego en el alma.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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