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Análisis y Opinión

Tardía manifestación mexicana frente a los bombardeos en Kiev

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Nigromante

Cuando semanas antes se anunció el conflicto separatista en Ucrania y los barruntos de invasión rusa eran evidentes, en el Salón Tesorería del Palacio Nacional se hilaban denuestos contra la prensa y el presidente Andrés Manuel se enfrascaba en un pleito casado con periodistas “famosos” a los que pide todos los días cuentas y que digan cuánto ganan y qué empresas les pagan por atacar el proceso de transformación de su gobierno luego del escándalo generado a partir de que su hijo José Ramón López Beltrán y su esposa Carolyn Adams vivieron en una mansión en Houston, Texas. Hasta que se produjo la invasión López Obrador se definió por la no intervención rusa.

Mientras, en Ucrania 225 mexicanos acreditados en la embajada de nuestro país se tronaban los dedos sin que la cancillería, a cargo de Marcelo Ebrard Casaubón, diera cuenta de su situación a la opinión pública. ¿Dónde quedó el derecho a la información? Sus familiares en México, en la misma zozobra. En permanente comunicación con ellos, pero sin saber la suerte que estaban corriendo frente a las decisiones del presidente Vladimir Putin de invadir Ucrania, asumiendo las consecuencias de un conflicto internacional, pese a la advertencia de sanciones por parte de Estados Unidos y Europa.

Horas antes de que se iniciara la conferencia de prensa en el Palacio Nacional, Kiev, la capital de Ucrania, amaneció el jueves 24 de febrero en medio de bombardeos por parte del ejército ruso a las bases militares de ese país. Según la información que proporcionó la embajadora de México en Ucrania, Olga García Guillén, aunque se habían escuchado detonaciones en Kiev, no se reportaba ningún incidente en contra de la población civil.

“En la embajada de México estamos bien, no hemos sido afectados, y todas las familias nos han reportado en las últimas horas que están bien; no tenemos evidencia de que alguien haya tenido algún percance por esta situación”, precisó García Guillén en conferencia de prensa.

Refirió la diplomática que desde la semana pasada, junto con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), se puso en marcha un plan para evacuar a los connacionales, de forma voluntaria, hacia el suroeste del país y cerca de las fronteras con otros países.

En esa ciudad, decenas de mexicanos se resguardan ante la ofensiva del gobierno ruso, por lo que vivieron las primeras horas de la invasión y ahora, las evacuaciones. El youtuber Alex Tienda, uno de los mexicanos residentes en Kiev, ha ido documentando en sus redes sociales la situación que viven en Ucrania.

“Están bombardeando toda la ciudad. Estoy escondido en un sótano con otros corresponsales de todo el mundo. Se escuchan explosiones”, reportó Alex Tienda en su cuenta de Twitter la noche del miércoles. El joven se encontraba desde hace unos días en Kiev recopilando material para un documental. Hasta antes del miércoles, relataba “la tranquilidad de la capital del país”.

Rosalía Tovar, otra mexicana que estuvo documentando el paso de los aviones rusos en las primeras horas de la operación militar, grabó un video de unos 19 segundos en que se aprecia la angustia de la joven, maestra de español de 34 años de edad. “Escuchen a los aviones, escúchenlos. No eran mentiras, escúchenlos”, dice. En otra grabación del miércoles, con explosiones y ambulancias de fondo, Rosalía Tovar manifiesta su preocupación por la situación que se vive en la zona. Tovar y más de 30 mexicanos están alojados en el hotel Nadia, en Ivano Frankivsk, a unos 600 kilómetros de Kiev.

Mientras, en Palacio Nacional, una reportera le preguntó a López Obrador su postura frente al conflicto bélico y qué medidas adoptaría su gobierno frente a las repercusiones de la guerra en los precios del gas, las gasolinas y el diésel, que se fueron por los cielos, luego de que la mezcla mexicana rompió la barrera de los 88 dólares y el Brendt del Mediterráneo rebasó los cien dólares por barril. El rostro de sorpresa del primer mandatario dio la impresión de que lo agarraron con los dedos en la puerta.

Su respuesta inmediata fue interpretada como una salida improvisada y de bote pronto. No obstante, afirmó que ya tenía un plan en el que, de ser necesario, operarían al cien por ciento las plantas hidroeléctricas para no usar el gas y podría sustituirlo en la emergencia por carbón o combustóleo, para generar electricidad suficiente y evitar que se disparen los precios de la luz.
Respecto a las gasolinas y el diésel, ya se otorgó a los consumidores en las dos semanas anteriores el cien por ciento de subsidio a través del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS). Pero de ser necesario, agregó, se pensaría en un subsidio directo al consumidor para que no aumenten los precios por encima de la inflación.

En ese sentido, la embajadora de Ucrania declaró que su país ya rompió relaciones diplomáticas con Rusia, por lo que llamó a todas las naciones que apoyen a su país y den el mismo paso. Pero hubo mutis la tarde del jueves cuando llegó a este punto la demanda de la diplomática y se repitió la esperanza de López Obrador y Ebrard de que la solución tendría que ser política.

Pedir una solución política cuando ya se había detonado la maquinaria de la guerra ya estaba fuera de tiempo. A todas luces la demanda mexicana había llegado tarde si no funcionó antes la vía diplomática. Si no usaron los mecanismos de la política internacional a tiempo, ya no era el momento para negociar. Parar el conflicto mediante el diálogo, imposible cuando seguía el estruendo de las bombas cayendo sobre la nación invadida.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



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Análisis y Opinión

Omnipotencia del Legislativo

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Por Antonio Maza Pereda

La rama legislativa de nuestro Gobierno tiene una rara percepción de la realidad. Para ellos su modo de resolver problemas o dificultades, consiste en legislar. Lo cual está bien, para eso los hemos elegido. Lo que no es claro es que, para ellos, con tener una ley ya basta: si el Ejecutivo la promulga y la aplica, el problema ya está resuelto. Para la Sociedad solamente nos queda obedecer. ¿Qué podría salir mal?

La realidad es que eso no es así. Muchas leyes no se cumplen. Hay quien dice que, si la mitad de las leyes que tenemos se cumplieran, seríamos un país de los más avanzados. Cuando una de las leyes que nos obsequia el legislativo no se está cumpliendo, la solución de esos padres y madres de la patria es aumentar la penalidad. Y de esto abundan los ejemplos: a los casos de feminicidios, violaciones y otros tipos de violencia hacia la mujer, les han venido aumentando la penalidad. Lo triste es que no hay una relación entre esos aumentos de penalidad y la reducción de la violencia contra la mujer. Las penas son cada vez más largas, en tal manera que muy pronto esas penalidades serán irrelevantes, porque sobrepasan la esperanza de vida de la población.

Pero tal parece que nuestros representantes se consideran omnipotentes, de algún modo. Basta con que prohíban algún comportamiento indeseable, para que el asunto quede resuelto. Está faltando entender a fondo las situaciones delictivas. Las leyes, ¿realmente concuerdan con los requerimientos, con las necesidades de la Sociedad? Porque si se prohíben comportamientos que la Sociedad no condena, es extraordinariamente difícil hacerlos exigibles. La población no estará inclinada a colaborar ni a denunciar esas conductas. Y luego, está el problema de tener la capacidad de aplicarlas, capturando y condenando a quien delinque. Un tema en el cual no se le ha invertido por décadas: mientras que aumenta el número de leyes, no ha crecido al mismo ritmo la inversión en el personal encargado de hacerlas cumplir. Una inversión, tanto en el número de agentes de la ley como en su capacitación y equipamiento. Cada vez que se establece una nueva ley, debería hacerse el estudio de cuál va a ser el costo de hacerla cumplir. Y de eso, no se preocupan nuestros representantes. En su omnipotencia, piensan que basta con que exista el ordenamiento, para que la situación se haya resuelto.

Han habido algunos asuntos menores donde se actuó de una manera diferente. Por ejemplo, en la Ciudad de México se estableció un reglamento que prohibía tener saleros en las mesas de las fondas y restaurantes. Ello con el loable propósito de contribuir a reducir el número de los hipertensos y, por consecuencia, reducir la mortalidad por enfermedades cardíacas y el costo de atender a los afectados. A los pocos días de promulgar ese ordenamiento, fue claro que no había la posibilidad de hacerlo cumplir. Sencillamente, no hay el número de inspectores que pudieran ejercer una vigilancia adecuada en todos y cada una de las fondas y restaurantes. Se canceló el reglamento y se trabajó con las organizaciones gremiales de estos negocios para que, de modo voluntario, retiraran los saleros de las mesas y se entreguen únicamente a petición de los parroquianos. El resultado es importantísimo: se está cumpliendo el propósito qué tenía el reglamento sin necesidad de tener inspectores que lo hagan cumplir.

En estos últimos días se está discutiendo en el Congreso un reglamento para que las futbolistas profesionales reciban el mismo salario que el que reciben los hombres. Es muy claro que nuestros representantes no entienden la economía del fútbol profesional. Los ingresos de los clubes deportivos no dependen de la voluntad de esas organizaciones. Ese dinero depende de la asistencia del público a los estadios, los cuales tienen un límite. Además, dependiendo de la cantidad de personas que ven los partidos a través de los medios, esos clubes reciben una parte muy sustancial de sus ingresos, en ocasiones muy superiores a lo que reciben por la asistencia a los estadios. En la medida que haya muchos espectadores en dichos medios, las compañías que transmiten los partidos pueden cobrar por su tiempo, en proporción al número de telespectadores. Y esto no es todo: los jugadores y los equipos ofrecen a las compañías la posibilidad de tener su publicidad en los uniformes de los jugadores, con lo cual hay otros ingresos. Y todavía puede haber ingresos adicionales cuando los jugadores recomiendan productos o servicios. En algunos países hay consultores qué ofrecen multiplicar por 10 los ingresos de los jugadores de los deportes de exhibición, a través de diferentes medios publicitarios. Claro, pidiendo un 30% de comisión por esos ingresos adicionales.

Esto se ha ido creando a lo largo de los años en el negocio del fútbol profesional. El fútbol femenino profesional aún no llega a desarrollar estos tipos de ingresos de manera que pudieran permitir realmente una paridad en los ingresos de las jugadoras. En cierto modo la solución está en nosotros, en el público. En la medida en que asistamos a los estadios, aumentemos el número de horas que dedicamos a ver los juegos de las jugadoras profesionales, se podrá cobrar más a las televisoras y se podrán obtener ingresos fuertes por la publicidad.

Estoy seguro de que es de justicia que las futbolistas profesionales ganen tanto o más que los hombres. Pero la solución no está en las leyes. Nada de esto se ha tomado en cuenta en ese ordenamiento. Creo que es un ejemplo de qué los congresistas no analizan a fondo los temas en los que están estableciendo nuevas leyes y reglamentos. No se trata de que nuestros senadores y diputados se vuelvan expertos en todo, pero la rama legislativa recibe ingresos muy sustanciales de los cuales se podría pagar la investigación necesaria para poder tener leyes que puedan cumplirse. Y de esto, al parecer, no se habla.

No basta con tener leyes. Algo nos está fallando. Se necesita entender los problemas de fondo, diseñar los ordenamientos que de veras resuelvan. Hay que convencer a la población de la necesidad de esa ley, hay que instrumentarla para que pueda cumplirse y poner los medios necesarios para que su aplicación sea exitosa.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Análisis y Opinión

La afición y el deportista

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Por Ignacio Anaya

La relación del fútbol mexicano con su afición es lo que muchos podrían describir como un amor apache. En su sentido más simple, representa una mezcla de amor y odio entre ambas partes. Un día, la gente puede estar entonando con orgullo el himno nacional en un estadio lleno cuando la selección juega y, al siguiente, exigiendo la renuncia del director técnico y la salida de los jugadores. Es una ironía, pero es la realidad, que un país con tanta pasión por este deporte dé, en el mejor de los casos, una presentación mediocre.

El fútbol es una de las principales instituciones de entretenimiento e identidad de la sociedad mexicana; el estadio Azteca se considera un templo sagrado para muchos aficionados.

La dinámica del fútbol en México puede entenderse a través de la idea propuesta por el sociólogo Eric Dunning de la “figuración social”, un concepto que describe cómo diferentes grupos e individuos interactúan en una red de relaciones interdependientes. En este esquema, encontramos a los jugadores, entrenadores, administradores del club, árbitros y, por supuesto, aficionados. Todos estos actores tienen roles distintos, pero están inextricablemente vinculados en la trama de este deporte.

Por un lado, están los jugadores y entrenadores, cuyo objetivo es ganar partidos y campeonatos. Pero esta meta no es solo una cuestión de habilidad técnica o estrategia táctica; también está profundamente influenciada por las presiones y expectativas de los demás actores en la figuración. Los administradores del club, por ejemplo, pueden priorizar la rentabilidad económica sobre la calidad deportiva, una de las principales quejas de la afición mexicana, imponiendo restricciones en los recursos disponibles para mejorar el rendimiento futbolístico. Igualmente, no hay que negar la existencia de nepotismo e influencia dentro de este entorno.

Por otro lado, los aficionados, con un amor innegable por el fútbol y con expectativas altas y a veces inalcanzables, se ven influenciados por los medios y su tendencia a ensalzar a la Selección Nacional. Hay que ser honestos, el equipo no estaba en ninguna condición de vencer a Argentina en Catar 2022; la afición mexicana creamos ilusoriamente una rivalidad futbolística inexistente que reflejaba cierta competitividad de identidades entre los dos países. En el núcleo de esta dinámica se encuentra la creencia de que el fútbol puede ser un vehículo de la identidad nacional, para la afirmación de los valores y las aspiraciones de la sociedad mexicana. Asimismo, los altibajos del fútbol no son simplemente una cuestión de victorias y derrotas en el campo, sino un reflejo de las carencias del país.

Resulta interesante observar a quienes se dirigen las frustraciones durante los últimos malos desempeños. Además de los jugadores, las críticas van hacia los dueños, empresarios y directivos nacionales, lo cual refleja juicios más profundos sobre lo que se deja ver en la cancha.

En este sentido, la correlación del aficionado con el fútbol es paradójicamente tanto de amor como de frustración. La gente espera ver a su equipo ganar siempre y se siente profundamente desilusionada cuando esto no sucede.

Estas tensiones y contradicciones se hacen aún más agudas en el contexto de la creciente profesionalización y comercialización del fútbol. La presión por el rendimiento y el éxito, la demanda constante de resultados y la explotación comercial del deporte como un producto de entretenimiento han exacerbado la intensidad y la seriedad de la competición.

La relación entre el fútbol y su afición en México es, sin duda, compleja y llena de contradicciones. Pero también refleja una dinámica social más amplia, en un mundo donde convergen, negocian y luchan distintas corrientes, desde la pasión por el deporte hasta los intereses económicos.

Resulta preciso señalar que la pasión indiscutible por el deporte a menudo se ve ensombrecida por una gran variedad de factores, alimentados por la creencia de que el fútbol da más de lo que realmente es. Sin embargo, esta interacción está influenciada por tensiones inherentes al sistema, la profesionalización y la comercialización del balompié, así como las presiones por el rendimiento y el éxito. Además, la afición también refleja críticas profundas dirigidas a los aspectos socioeconómicos del país, con sus descontentos apuntando hacia las altas jerarquías. ¿Se podrá romper algún día esta relación? Hay mucho camino por recorrer para lograrlo.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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