Análisis y Opinión
Violencia de género… y puntos naranja
La violencia de género es un grave problema, añejo, pero hoy más actual que nunca. Los feminicidios son un grave problema que se inicia a partir del contexto de violencia contra la mujer en relación con su condición de género y la vulnerabilidad que le da una vieja tradición global milenaria.
Hoy nos asombramos y nos solidarizamos con el alto riesgo que se vislumbra contra las mujeres afganas a partir de la salida de los norteamericanos de Afganistán y el control total que han tomado los talibanes, un grupo político islámico radical que se rige la “Sharía” o Ley Islámica, que representa las reglas que rigen la moral, así como las costumbres y conducta individual de los pueblos musulmanes. Bajo la “sharía” las mujeres no tienen derechos de ningún tipo y terminan siendo utilizadas como una propiedad del padre y luego del esposo.
Sin embargo, aún dentro de la modernidad de México y una legislación que de forma constitucional le garantiza los mismos derechos que tiene el hombre, forma encubierta el machismo no hemos logrado erradicarlo aún totalmente en el año 2021 y la violencia contra la mujer sigue estando más viva que nunca.
El problema es complejo, pues tiene su origen en condiciones sociales y antropológicas, donde se mezclan además condicionantes de hoy, como lo es la pérdida de valores por una parte, como parte del nuevo estilo de vida, pero la pérdida del respeto a la autoridad que hoy vemos crecer por todo México como resultado de una confusión respecto a la responsabilidad del estado mexicano en la aplicación de la ley y el vacío de autoridad que esto provoca, estimulando la impunidad y con ello la violencia de todas formas posibles, incluso contra la mujer.
Para entender el origen del problema en el ámbito social recuerdo un viaje que realicé en 1992 a las ciudades de Chihuahua y Ciudad Juárez como directivo de una importante empresa de consultoría en el ámbito de la comunicación, en pleno auge del crecimiento de la industria maquiladora en la frontera y ver el choque que representó la llegada masiva de mujeres y hombres solos que se desarraigaban de su ámbito familiar en sus lugares de origen y se quedaban atrapados en la soledad emocional, lo cual trajo como consecuencia una oleada de embarazos inesperados por parte de madres solteras que no tenían las condiciones mínimas para cuidar de forma integral a sus hijos y además cumplir con sus obligaciones laborales en la fábrica.
Seguramente pasada la lactancia dejaban a los niños en guarderías y la falta de la figura paterna fue la gran ausencia en la formación. No hay que imaginar mucho la vida de los niños solos después de la escuela y luego la transformación en adolescente y adulto.
Además, poco después empezaron a surgir las noticias de los primeros asesinatos de mujeres en esa zona fronteriza de Chihuahua, que acapararon los noticieros de radio y televisión de todo el país y las ocho columnas de los periódicos. Por primera vez se empezó a escuchar el término “feminicidio” para el asesinato con la connotación de género. Sin embargo, el problema empezó a crecer territorialmente hasta llegar al límite de hoy.
El otro componente social es el condicionamiento derivado de los usos y costumbre populares para que la mujer se someta al hombre por su condición femenina y la soberbia masculina que deriva en el machismo.
Este condicionamiento termina siendo un círculo vicioso, entre la mujer víctima de su pareja masculina, que la somete con el aplauso social y de su contexto, pero tiempo después ella frente al hijo varón adolescente y adulto replica los valores sociales aunque en un nuevo rol, apoyando y protegiendo al hijo agresor que sigue la conducta aprendida del padre y la madre se convierte en la cómplice de su hijo y la controladora de su pareja, con lo cual el problema llega a la siguiente generación y de ahí crecerá de forma indefinida si en algún momento no se corta de forma tajante a partir de dos instrumentos que son la educación por una parte como solución de fondo y la aplicación de la ley como estrategia de coyuntura.
Son dos roles antagónicos en los cuales ella es víctima de ese condicionamiento social que no le permite ver la injusticia de su propia realidad y que debido a ello se convierte en el eslabón que lleva estos roles a la siguiente generación.
A su vez, se convierte en el muro de contención de las ideas feministas frente a sus propias hijas.
Podríamos decir que la batalla debe darse en el seno de la familia tradicional, haciendo de la sororidad, o sea la solidaridad de género entre las mujeres, su principal estrategia.
Sin embargo, la llegada al poder de las mujeres de esta nueva generación puede representar un punto de partida para la solución de este grave problema social.
Resolver este problema multifactorial del ámbito social, tan añejo, requiere acciones de gobierno, evidentemente, porque ahí se ejerce la autoridad y tienen los instrumentos jurídicos para hacerlo, combatiendo jurídica y judicialmente la violencia de género.
Sin embargo, la participación de la misma sociedad es fundamental.
Por ello es que la iniciativa privada del Estado de Chihuahua lanzó un programa en esta emblemática entidad federativa, denominado “Puntos Naranja”, que son espacios seguros para víctimas de violencia de género, como de acoso, donde pueden solicitar ayuda.
Para ello se habilitaron módulos de refugio ubicados en escuelas, gasolineras, tiendas de autoservicio, y muchos lugares de acceso público, para recibir a mujeres en situación de violencia y protegerlas momentáneamente en el momento crítico, mientras los encargados del lugar comercial o social donde se ubica el refugio, dan parte a las autoridades.
Las estaciones US Fuel, que expenden gasolina, habilitaron módulos que funcionan como “puntos naranja”, donde la mujer en riesgo recibe el apoyo de una persona capacitada para escuchar y tranquilizar a la víctima y canalizar el problema hacia las autoridades correspondientes.
Las personas asignadas a la atención de los puntos naranja han recibido cursos de “protocolo de atención a víctimas de violencia”, “tipos y modalidades de violencia”, “primeros auxilios psicológicos” y “capacitación en primeros auxilios”.
Este modelo de apoyo creado e instrumentado por la iniciativa privada del Estado de Chihuahua seguramente se convertirá en el “programa piloto” que puede dar una solución inicial a esta grave problemática nacional.
¿A usted qué le parece?