Columna Invitada
4 de junio de 2023
Por Antonio Maza Pereda
Estas elecciones para elegir gobernadora en el Estado de México y gobernador de Coahuila han sido mostradas, entendiblemente, con una cierta exageración. Se nos han presentado como la última oportunidad de parar a la 4T, o desde el otro bando, como el ensayo general para triunfar en el año 2024.
Unas campañas dónde se jugó con el miedo: el miedo a la 4T como destructor del país o, por otro lado, el temor a un regreso al pasado que, para muchos, no tiene nada de agradable. Hubo una campaña con pocas propuestas, dónde se jugó a las simpatías o las antipatías de los candidatos. Cabría cuestionar si verdaderamente los resultados, sobre todo los del Estado de México, son un predictor de lo que ocurrirá en las próximas elecciones federales. La realidad es que no ha sido así. Las elecciones del 1999, 2005, y 2017 fueron ganadas por el PRI y sin embargo en las elecciones federales ganaron el PAN y MORENA. Sólo en las elecciones estatales del 2011, que ganó el PRI, este partido ganó también la presidencia en el año 2012. Pero decía que es entendible: no hay mejor manera de impulsar al núcleo duro de cada partido qué decirles o que esta es la última oportunidad o qué sí se gana en ésta, se ganarán la mayor parte de los puestos en el año 2024.
Lo que verdaderamente está en juego es la participación ciudadana. Todos han hecho el esfuerzo por tener una participación mayor de la normal en estos eventos. Todos dicen, y con razón, que una participación copiosa y razonada puede cambiar radicalmente los resultados en el año siguiente. Posiblemente uno de los aspectos más importantes es ver si se logra mejorar sustancialmente la participación de los jóvenes, qué tradicionalmente han sido los que menor intervención tienen en las elecciones. Lo cual no quiere decir que se garantice el triunfo de alguno de los partidos. Habría que ver en qué sentido se da el voto de los jóvenes: no es forzoso que un mayor voto juvenil va a ser en beneficio de la oposición, como muchos dicen.
Para este lunes en la mañana ya tenemos los números del programa de resultados preliminares, de los institutos electorales de cada una de las dos entidades. En ambos casos la participación fue por debajo de lo que esperaba la oposición, que quería tener una participación de los votantes superior al 60%. Y, en la realidad, escasamente se llegó al 51% en Coahuila y 49% en el Edomex.
Gana la 4T en el Estado de México de una manera holgada pero no abrumadora: un porcentaje similar al que obtuvo Andrés Manuel en las elecciones del 2018. Delfina gana con 52.7%, Alejandra llega a 44.3% y el resto son votos nulos o por otros candidatos. Ya al principio de la noche, el PRI, el gobernador y la propia candidata habían reconocido la victoria de la 4T.
En cambio, en Coahuila triunfa de manera holgada el PRI y sus aliados con 56.8%. MORENA y sus aliados tradicionales alcanzan sólo el 35.7% del voto y el candidato del Partido Verde, qué se niega a bajarse de la contienda, obtiene el 5% del voto. Las diferencias al 100%, son los votos por otros candidatos y los votos nulos.
Estos son los resultados preliminares a las 7:15 de la mañana el 5 de junio. Hace falta por supuesto tener la declaración final con el conteo completo de los votos y un estudio detallado de quién votó por edad, sexo, nivel socioeconómico, nivel educativo y otros indicadores.
Hay lecciones para ambos bandos. Otra cosa es que aprendan de la experiencia y aprovechen ese conocimiento. Para MORENA es claro que necesitan tener mayor cuidado con las alianzas. Esto les costó en Coahuila, pero no de modo determinante. En el Estado de México la unidad con sus aliados les permitió tener mejores resultados.
Para la oposición, en mi opinión, la lección debería de ser que no se pueden confiar en los argumentos basados en el ataque ni en el uso de las redes sociales. Las cuales son muy útiles cuando hay un mensaje poderoso, que no fue el caso. Falló la confianza en la mercadotecnia política, que no fue particularmente brillante.
Ejemplo: el eslogan de “VotAle”, con el juego de palabras con el apodo de Alejandra, su candidata, con el llamado a votar, no tenía mayor sustancia. La estructura territorial, que tradicionalmente ha sido la ventaja competitiva del PRI, no fue efectiva como lo fue en Coahuila. Tal vez porque una parte importante de los operadores priistas se pasaron al bando de la 4T. Para lo cual no hay reportes ni estadística.
Es claro que el número de conectados a sus mensajes en las redes sociales y los llamados a hacer virales los ataques contra la candidata de la 4T, no se tradujeron en votos. No hay datos todavía, pero parecería que la mayor parte de los votantes no fueron influidos por las redes sociales: los adultos mayores, los obreros y campesinos, los pobres y las clases medias bajas no son influidos por las redes. Hay que cambiar el método de popularizar y hacer uso intensivo de la tecnología para darle mayor peso a las propuestas que resuenen con el electorado. Y, por supuesto, reconstruir la estructura territorial.
¿Es acaso el fin del mundo, cómo nos decían algunos de los mensajes mediáticos? ¿Ya no hay nada que hacer para la oposición, ni nada que mejorar para la 4T? Lo dudo. Solo el futuro lo dirá. Pero es claro que es un momento de reflexión, de aprender las lecciones que esta elección nos deja. Sobre todo, en el caso de la oposición, el planteamiento a fondo de sus métodos. No que MORENA no pudiera requerir algo parecido, pero cuando se triunfa, generalmente, se estará poco inclinado a cambiar.
Y para nosotros, los ciudadanos de a pie, la lección es que tenemos que encontrar más maneras de participación ciudadana y acostumbrarnos a analizar de fondo lo que nos proponen las fuerzas contendientes, aprender a evitar la gran influencia de la mercadotecnia política, debatir y difundir nuestras ideas con amabilidad.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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Columna Invitada
La Presidenta
Por Antonio Maza Pereda
La precampaña a la presidencia para el período 2024- 2030 se ha puesto interesante por el hecho, ciertamente inédito, de tener dos precandidatas con las mayores probabilidades para ser quien presida el Poder Ejecutivo de nuestro País.
Probablemente, lo más importante es que el hecho de ser mujeres no fue el tema de las discusiones que las llevaron a esas posiciones. En un país tan machista como México, esto es realmente extraordinario. Recordemos los casos de Cecilia Soto, Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala, quienes estuvieron nominadas como candidatas a la Presidencia y en cuyos casos se dio esta discusión: ”¿Verdaderamente está México preparado para tener una presidencia femenina?” Y el tema fue discutido muy ampliamente. No fue el caso de estas precandidatas. En esto podemos ver un avance en la madurez política de nuestro país.
Claramente, una vez tomada la decisión de la administración actual y su oposición más relevante, han empezado las discusiones y los señalamientos. Que si la doctora Sheinbaum es un títere de Andrés Manuel, que si la ingeniera Xóchitl Gálvez lo será de Claudio X. González. Y en ambos casos se está suponiendo que ellas son incapaces de tener iniciativa propia, que ambas serán manipuladas por varones y que no podemos esperar de ellas un liderazgo fuerte. O sea que el aparente avance en la aceptación de las mujeres gobernantes es puesto en duda. Posiblemente con el propósito de captar el voto machista. O dividir el voto opositor.
Nuestro País es uno de los que, en todo el mundo, llegó más tarde a la aceptación del voto femenino. La clase política, dominada en aquella época por los sectores jacobinos, se negaba a aceptar el voto de la mujer, con el argumento de que ellas eran fácilmente manipulables por el clero y que eso les daría un gran poder a los curas. No fue hasta mediados de los cincuenta del siglo XX que, finalmente, se les concedió el voto. En la práctica, con el famoso “techo de cristal “que todavía padecemos en muchas organizaciones públicas y privadas. Es decir, un obstáculo invisible que no permite a las mujeres acceder a los máximos niveles de decisión.
Este “techo de cristal” aparentemente se ha roto, aunque se siga poniendo en duda la capacidad de las mujeres en el campo político. Y qué bueno que se haya roto: dar el voto a la mujer, pero sin permitirles el acceso a los más altos niveles de responsabilidad, no deja de tener algo de simulación.
Por lo pronto, estas acusaciones a las precandidatas de ser fácilmente manipulables, de tener una gran debilidad en cuestiones delicadas de gobierno, están siendo usadas como un arma mediática. Las experiencias en otros países, confiando el poder ejecutivo a mujeres, ha demostrado que no existe tal debilidad. Solo por mencionar dos casos relativamente recientes, Golda Meir y Margaret Thatcher, quienes gobernaron con una gran fortaleza e incluso condujeron a sus países durante guerras extranjeras, cómo fue el caso de la guerra de las Malvinas, con Margaret Thatcher, apodada “la dama de hierro”, y el de Golda Meir, qué condujo a su nación durante la “Guerra del Yom Kipur”, que estableció la situación actual de Israel en el Medio Oriente.
¿Será verdaderamente efectiva una mujer presidenta? Claramente, depende de la Sociedad, del electorado. Los votantes, tanto masculinos como femeninos, ¿tendrán la confianza en que una de ellas conduzca al país de manera igual o mejor que los varones? La pregunta no es ociosa. Y en particular habrá que ver si las mujeres tendrán la confianza para elegir a otras mujeres. Porque es claro que en esto no necesariamente se da una conciencia de clase. Se dice, y hay algo de razón, que son muchas mujeres las que contribuyen gustosamente a sostener al patriarcado.
Ojalá podamos sacudirnos estas costumbres, estos criterios que tanto daño le han hecho al país. Necesitamos incluir a todos los sectores de la Sociedad en la toma de decisiones, y con mayor razón al sector que es mayoritario y que puede aportar puntos de vista muy valiosos a nuestra vida pública.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Candidata
Por Antonio Maza Pereda
Antes de lo esperado, pero como era el resultado que muchos creían que ocurriría, la ingeniera Xóchitl Gálvez resultó ser la candidata del Frente Amplio por México. Se logra lo que en el pasado se llamaba un candidato de unidad de la oposición. Al parecer, más de lo mismo.
Pero hay un aspecto muy importante. Se le da continuidad a una asociación de los tres partidos de oposición más importantes del país, el PRI, el PAN y el PRD, pero con la diferencia importante de que ahora no solo se le da cabida a la ciudadanía, sino que además la triunfadora no viene de los partidos.
Se logra un pacto de civilidad entre partidos con ideologías relativamente diferentes, y al mismo tiempo se vence la desconfianza mutua entre la casta política tradicional y los ciudadanos organizados en distintas instituciones, que no necesariamente tienen una intención política. Esta inclusión de la sociedad civil de alguna manera queda reflejada por qué la candidata triunfadora, aunque ha sido propuesta para distintas posiciones por el Partido Acción Nacional, es percibida por la ciudadanía como alguien que no forma parte la típica casta política: una profesional exitosa, empresaria con el mérito de haber partido de su posición indígena y de clase social muy modesta hasta lograr una carrera universitaria, con cuyos conocimientos construye una empresa rentable. Algo totalmente diverso de lo que nos presentan los políticos tradicionales.
El Frente logra vencer una serie de dificultades, aparentemente difíciles de remontar: los intereses de los partidos, qué se juegan el registro que les permiten acceso a fondos sumamente importantes, las ambiciones personales de sus integrantes y también sus diferencias ideológicas que son aparentemente insalvables. Haber logrado esta asociación no es poca cosa. También es un logro haber creado un método de selección, claramente perfectible, qué finalmente no se pudo llevar hasta las últimas consecuencias, pero qué permite a estos partidos y a los participantes de la sociedad, llegar a una solución aceptable para todos.
Hay quienes señalan como un mal resultado el que no se haya podido concluir hasta las últimas consecuencias el procedimiento que se había propuesto para elegir el candidato. No cabe duda de que hizo falta tener mejor organización, sobre todo en las votaciones ciudadanas. Que no es cosa fácil: el Instituto Nacional Electoral nos ha acostumbrado a que las elecciones ocurran con mínimas fallas, pero hay que reconocer que esto no es nada sencillo. Les falta mucho a nuestros partidos para lograr la capacidad para tener lo que algunos le han llamado las elecciones primarias. Pero para ser una primera vez en que se intenta un acuerdo de esta magnitud, los resultados son bastante buenos. Sobre todo, pensando a que la clase política está acostumbrada al icónico ”dedazo”.
En mi opinión de “ciudadano de a pie”, “sin poder”, me parece que debería haberse tenido más cuidado en el trato a Beatriz paredes. La impresión es qué se le impuso una solución y que no se tomó en cuenta sus méritos. En la carta donde acepta el resultado que de alguna manera le impone su partido, deja ver su desagrado porque el procedimiento se llevó a cabo con criterios mercadológicos. En esto tiene razón. Ojalá se pueda encontrar un modo de recuperar y aprovechar sus capacidades para diseñar e implementar las políticas más relevantes del país.
Y sería muy importante qué esto se extienda a todos los candidatos que compitieron por este puesto, incluso aquellos que no pasaron a la ronda de los foros. No es momento de profundizar en las divisiones, sino el de contribuir a crear soluciones de largo plazo y sobre todo para solidificar el papel relevante que debe tener la sociedad civil en estos casos. Si hoy les une el tratar de descarrilar el proyecto de la 4T, habría que cuestionarse, en caso de que logren derrotarlos, si la unión qué han logrado ahora, se podría sostener si la 4T dejara de ser un factor importante.
Es importante construir unidad hacia el futuro, mejorar los métodos de elección y consulta de los candidatos, hacer institucional el papel de los grupos ciudadanos no políticos y concentrarse en soluciones con un amplio apoyo, de largo plazo y qué resuelvan los temas qué la 4T puso en la palestra. Porque si no se resuelven los problemas que hicieron que una parte importante de la ciudadanía apoyará a la 4T, a futuro seguiremos cayendo en situaciones que son las que menos les convienen a nuestro país.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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