Columna Invitada
8M: Dos elefantes en el cuarto
Por Mario Romo Gutiérrez
Cuando en una reunión se siente un ambiente de tensión, es común que alguien apele a que se “hable del elefante en el cuarto”, es decir, de algo evidente, que es la principal causa de un problema, pero nadie se atreve o quiere ser el primero en comentarlo. Pues bien, durante este pasado Día Internacional de la Mujer hay dos elefantes en el cuarto que quiero mencionar:
1.- La idea de que lo que determina que alguien sea una mujer se basa solamente en su autopercepción.
Hay varios grupos de activismo conformados por hombres que se identifican como mujeres trans, que exigen lugares que les corresponden a las mujeres, tanto en el deporte como en la política, por mencionar solamente dos espacios.
De hecho, algunos de estos grupos levantaron la voz, exigiendo que las mujeres “biológicas” no marcharan el pasado 8 de marzo, que se quedaran en casa y solamente marcharan ellos, para así visibilizar que también son mujeres y tienen los mismos derechos que “las demás”.
Al mismo tiempo, algunos activistas que defienden la ideología de género, y son diputados o senadores, han llegado a tal extremo de impulsar leyes que buscan ocultar las verdades científicas que desmienten varios de sus postulados, así como prohibir el derecho a la libertad de expresión.
No hay mayor autoritarismo y abuso de poder, que cuando se juntan activistas y legisladores, quienes, a fuerza de leyes y decretos, buscan gobernar sobre la conciencia de los ciudadanos a quienes dicen servir.
Como afirmó Chesterton: “Llegará el día en que las personas pelearan a cuchilladas por determinar de qué color es el pasto”. Parece que ese día ha llegado, hoy no podemos siquiera definir quién es una mujer.
2.- La muerte de más de 27 millones de mujeres por año a nivel mundial por causa del aborto.
En una época en que vivimos una auténtica “borrachera” de proclamación de derechos (las responsabilidades y obligaciones no están de moda), y que nos llenamos la boca hablando de “progresividad”, “derechos de quinta generación”, etc.; el derecho a la vida, sin el cual es imposible disfrutar de cualquier otro derecho es excluido, arrancado a miles de seres humanos. Resulta que en lugar de reconocer progresivamente el derecho primordial a la vida de todos en cualquier etapa y circunstancia y sin discriminación, se reconoce contrariamente como derecho a decidir quiénes merecen nacer, con base en cosas externas accidentales, como la manera en que fue concebido o si tiene perspectivas de poseer “una buena vida”.
¿Será que los bebés antes de nacer no votan y por eso no los toman en cuenta? ¿Será que las mujeres antes de nacer no pueden sostener pancartas ni gritar consignas y por eso su voz no es representada en las marchas?
Resulta trágico también, que, en esta época, en que hay una gran sensibilidad por respetar los derechos de las personas con capacidades diferentes (y qué bueno que así sea), se permita y promueva que se pueda matar a una niña antes de nacer, porque tiene síndrome de Down o viene con alguna malformación.
Y lo que es todavía más inexplicable es que los colectivos feministas nunca hayan alzado la voz por las más de 27 millones de mujeres que mueren en el mundo por causa del aborto, y que en muchos casos la razón por haberlas matado fue justamente por ser mujeres (¿feminicidio prenatal?), como ha ocurrido con los abortos selectivos en China, la India, incluso los Estados Unidos.
La madre Teresa de Calcuta, ejemplar mujer, premio Nobel de la Paz, testimonio universal de la caridad y la protección de los derechos humanos más fundamentales, afirmó:
“El aborto mata la paz del mundo… Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte?, ¿qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento”.
Me gustaría que algún día, durante el 8 de marzo, se denuncien estas dos grandes afrentas contra las mujeres, pero creo que no lo veremos pronto, porque es políticamente incorrecto, hay mucho dinero en la industria del aborto, y hay un espiral del silencio que está impidiendo que la mayoría de los hombres y mujeres digamos lo que pensamos, sin temor a ser sancionados o fusilados digitalmente en las “benditas” redes sociales.
Líder Nacional de Red Familia