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Corazón de oro

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Tú decides

Por Pablo Mier y Terán @pablomieryteran

En el emblemático museo Soumaya, un espacio de encuentro para todos que motiva a la reflexión y al encuentro, con más de 250 testigos de todas las edades y condiciones, se llevó a cabo la primera entrega del premio nacional Corazón de oro.

Si el corazón de la persona, como decía Francisco, es el centro del querer, el lugar donde se fraguan las decisiones importantes de las personas, el lugar de la sinceridad total, cuando es de oro hablamos entonces de personas de inmenso valor.

En esta ocasión, la primera, el reconocimiento fue para un mexicano, muy mexicano, fuerte, enamorado, inquebrantable y tenaz, tozudo o terco que nació en la ciudad de México hace 72 años e inició sus estudios en la escuela primaria Benito Juárez y los terminó cursando la carrera de Administración en la Universidad Latino. Hijo de Gustavo Serrano Mass, abogado Penalista de la Libre de Derecho y sobrino nieto de Ana Maass de Serrano, conocida profesora de filosofía de la UNAM, cercana al Maestro Vasconcelos.

Casado con 7 hijos. Desde 1978 Jorge trabajó en la promoción y defensa de la vida, tema en el que vio siempre más allá con claridad meridiana, como más allá vieron los que se opusieron a la venta o uso de los hombres de color en siglos pasados o los que reclamaban el derecho al voto de la mujer cuando tenía prohibido acercarse a las urnas.

Lo conocí bien y lo llegue a estimar, valorar y hasta querer. Con el era imposible estar en paz; inquieto, bromista, risueño, humano, aficionado a la lucha libre, a los juegos de mesa y al maratón, amigo de la broma y el relajo.

La ceremonia fue organizada por tres instituciones que representan a millones de mexicanos que orgullosamente impulsan la vida, la familia y las libertades del ser humano: Conparticipación, Red Familia y Unión de Voluntades.

El premio lo entregó el empresario Patrick Slim quien agradeció a Jorge su trabajo a favor del primer derecho humano, el derecho a la vida, asegurando también que por sus convicciones y su lucha salvó del atroz genocidio del aborto a más de 300 mil niñas y niños mexicanos.

“Uno de los más grandes ejemplos de caridad y santidad, la Madre Teresa de Calcuta, dijo al recibir el premio nobel de la paz: el mayor destructor de la paz es el aborto, porque si una madre es capaz de matar a su hijo, que nos queda a ti y a mi para no matarnos”, afirmó Patrick durante el evento y concluyó diciendo: “en nuestro país hoy ansiamos la paz, pero esta no vendrá hasta que haya paz en el vientre materno”

Durante la ceremonia hubo de todo: canciones, aplausos, lágrimas, gritos, música y emociones, todo lo que deja un corazón de oro que se ha marchado y que ser de oro pertenece a la historia, a la humanidad entera.

Los corazones de oro por definición son universales, me quedó claro cuando miré como todos los presentes aplaudían a rabiar: niños, jóvenes y adultos, políticos y académicos, mexicanos y extranjeros, intelectuales, obreros, sanos y enfermos y todos los que ahí estaban.

Ese Serrano Limón, al que era común verlo correr por los viveros de Coyoacán a las 5 de la mañana, que participó en más de 90 maratones y presumía de haber dado 4 veces la vuelta al mundo se nos ha ido, pero nos ha dejado su corazón, que, por cierto, es de oro.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Dependencia México-Estados Unidos

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Entre México y Estados Unidos existe una situación ancestral de integración entre ambas economías, una situación que se le podría calificar de dependencia. Aunque hay quien dice que es, más bien, una codependencia y, en todo caso, debería tratarse de una interdependencia. Son matices del mismo concepto. Esta es una situación que se ha venido acelerando y ampliando desde el siglo XX y el siglo XXI mediante acuerdos comerciales.

Esto ha estado cambiando con una serie de declaraciones de parte de los presidentes de ambos países, donde se está planteando la dependencia de distintas maneras y usándolas como arma de tipo político. Repito, de ambas partes. El punto es que, para muchos, se tiene la idea de que unos dependen de los otros. Por ejemplo, la presidenta de México habla de que los migrantes mexicanos sostienen la economía de Estados Unidos, lo cual es parcialmente cierto, pero no del todo. Y fue citada, como quien pidió una movilización de los emigrados para defender sus derechos. Culpabilizándola por los disturbios recientes en algunas ciudades de los Estados Unidos.

Estos últimos días, se han visto en redes sociales respuestas a esta aseveración de la señora presidenta, diciéndole que, si los mexicanos que están trabajando en Estados Unidos son tan eficaces, tan buenos trabajadores, ¿por qué no se regresan a México, trabajan acá y construyen una economía mexicana mucho más fuerte, aprovechando esas fortalezas?

Lo que pasa es que no basta con tener un buen trabajador: personas asiduas, bien entrenadas o dispuestas a serlo, como ocurre con mucha frecuencia con el migrante mexicano. Y no basta por muchas razones. Si regresaran a México todos los buenos trabajadores emigrados a los Estados Unidos, que ya han sido valorados, que ya reciben salarios muy superiores a los que se pagan en México, se encontrarían con otra situación: las diferencias importantes entre las dos economías. Mientras en Estados Unidos existe una fuerte inversión, un emigrado, al llegar a México, se va a encontrar con una economía con un poder adquisitivo incomparablemente menor que el de Estados Unidos, con una inversión tecnológica escasa y cara.

Con esto, las condiciones de ese trabajador, aun cuando sean en realidad muy buenas, no van a tener resultados. Dentro de estas diferencias habría que destacar, como algo muy importante, el concepto del imperio de la ley, muy apreciado en los valores de una buena parte de la población de Estados Unidos. Mientras que en México la situación no es así: pocas personas tienen mucho aprecio por el imperio de la ley y tienen otro tipo de ideas, que heredamos desde los tiempos de la Colonia o antes.

Esta situación, que hemos tenido ancestralmente, en las últimas semanas, se ha agudizado, en parte, por marchas y algunos actos de violencia, en la ciudad de Los Ángeles y en otras ciudades de los Estados Unidos. Mismos que se achacan a declaraciones de la presidenta Sheinbaum, quien habló de la necesidad de movilizarse ante las situaciones en que viven nuestros emigrados. Se ha disparado una guerra de declaraciones de ambas partes. Tanto de los personeros de la 4T, como por cierto tipo de partidarios del Partido Republicano de los Estados Unidos.

Se ha llegado hasta acusar al gobierno de México de estar planeando una invasión y una guerra de guerrillas en Estados Unidos. Se habla de la colaboración de Venezuela, Cuba y Nicaragua para este asunto. Planteándolo como una cuestión que ya no es de tipo interno ni de migración, sino de un ataque bélico. Con todas las consecuencias que esto tiene. Sin saber, en realidad, hasta dónde puede llegar.

Debemos tener un concepto más claro de cómo debe ser nuestra relación.  Lo único bueno que puede salir, de toda esta guerra de declaraciones es, precisamente, la clarificación de cómo debe ser el papel de ambos países. Hay que reconocer que hay dependencia, pero hay que pensar que debe volverse una interdependencia, donde cada cual aporte sus fortalezas y ayude a remediar, de algún modo, las debilidades de nuestros países.

Hay que reconocer la aportación que tiene la mano de obra mexicana, sea en Estados Unidos o sea en las maquiladoras, en el concepto, hoy muy demeritado, del Near Shore, y ver cuáles son los lados positivos. México está aportando mano de obra calificada, entrenada con las especificaciones que piden en Estados Unidos, y con una organización de la cadena productiva que se integra de una manera muy adecuada para las necesidades de ese país. Por otro lado, hay que reconocer que a México le conviene un acceso más amplio a una economía mucho más grande y creciente, donde puede haber un mercado muy bueno para nuestros productos.

Aceptar que tenemos diferencias en esta relación. Esta interdependencia se da donde México aporta muchas materias primas o productos ensamblados por mano de obra especializada, mientras que nosotros importamos bienes de capital, equipo electrónico y equipo de alta tecnología, obviamente en todos los casos, con mayor valor agregado. Por ejemplo, la utilidad que se puede obtener exportando cien mil dólares de aguacate es escasa, comparada con lo que le trae, a los Estados Unidos, como valor agregado, la venta de cien mil dólares de teléfonos electrónicos de alguna de las marcas de alta gama. Lo mismo ocurre con equipamiento electrónico de alto nivel que importamos de EE. UU., mientras nosotros estamos exportando petróleo, carne de res y vegetales de invierno, que no se comparan con el valor agregado de lo que les compramos.

Tenemos que reconocer, mutuamente, la aportación que cada uno hace para la economía del otro país. Cultivar lo positivo, abandonar el concepto de que hay ganadores y perdedores. Evitar pensar que estamos en un juego de suma cero. O sea, que todo lo que gane Estados Unidos es porque lo perdió México y, viceversa, todo lo que ganan México y los mexicanos es porque lo perdió Estados Unidos. En realidad, la idea es que entre los dos podemos hacer que nuestros mercados crezcan y que seamos cada vez más importantes a nivel mundial, ganando exportaciones fuera de nuestra área. No solo esto: considerar cómo crecerían nuestras economías si tuviéramos ambos países mayor poder adquisitivo. Ese debería ser, realmente, el objetivo más relevante.

Pero no ha sido fácil. No se trata de ver qué le arrebato al otro para crecer yo, sino de ver cómo colaboramos juntos. El concepto que le ha dado vida a la Unión Europea y probablemente a otras economías, que busca precisamente esto. Finalmente, lo que necesitamos es bajar la intensidad de un enfrentamiento estéril, que no nos está beneficiando, que nos está haciendo daño a ambos lados. Y que al final de esta historia terminaremos con enconos, con divisiones y con víctimas, muchas veces, irrecuperables. En ambas economías.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Bambú: solución verde con impacto social y ambiental

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Cada 17 de junio, el mundo conmemora el Día de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, una fecha que nos recuerda que la degradación del suelo, la escasez de agua y la pérdida de cobertura vegetal no son amenazas distantes: son realidades palpables en gran parte del territorio sonorense. Frente a este desafío que compromete nuestra seguridad alimentaria, nuestra economía y nuestra calidad de vida, una alternativa natural, resiliente y altamente rentable emerge con fuerza: el bambú.

El bambú: restaurador del suelo, capturador de carbono y generador de esperanza
El bambú, posee una serie de cualidades ecológicas y económicas que lo posicionan como una solución integral para Sonora:

Captura carbono de forma eficiente, permitiendo que los productores accedan al creciente mercado internacional de bonos de carbono.

Fija el suelo, combate la erosión y restablece ciclos hidrológicos, permitiendo que el agua vuelva a infiltrarse en la tierra y que los ecosistemas comiencen a regenerarse.

Tiene la capacidad de absorber metales pesados y regenerar suelos contaminados por actividades mineras, una problemática crítica en diversas regiones del estado.

Produce biomasa en abundancia y en poco tiempo, sin necesidad de replantar, lo que permite un aprovechamiento continuo y sustentable.

Además, el bambú es altamente versátil: puede utilizarse para fabricar muebles, textiles, papel, utensilios, brotes comestibles… y lo más importante para miles de familias: para construir viviendas económicas, dignas, resistentes y de bajo impacto ambiental.

Vivienda digna y metas de desarrollo: una oportunidad para Sonora

El Estado de Sonora ha anunciado metas importantes en materia de vivienda social, infraestructura ecológica y combate a la marginación rural. El bambú es el catalizador para cumplir esas metas de forma sustentable, rápida y con valor social agregado.

En regiones donde los costos de construcción son elevados o los materiales tradicionales escasean, la bioconstrucción con bambú representa una solución viable y replicable, alineada con las políticas de combate al cambio climático. El sustituto ideal del acero, representando poco más del 35% de ahorro en el sistema tradicional.

Mercado de carbono: ingresos verdes para las comunidades rurales

Cada hectárea de bambú bien manejada puede capturar en promedio 30 toneladas de CO₂ al año, lo que permite registrar proyectos que generen bonos de carbono y que puedan ser vendidos en mercados internacionales. Esto representa una nueva fuente de ingresos para pequeños productores, ejidos y comunidades indígenas, sin necesidad de destruir el ecosistema.

En países como Perú, Colombia o India ya se han implementado exitosamente modelos similares. Sonora puede ser el primer estado del norte de México en aprovechar esta oportunidad.

Ecoturismo y economía verde

El bambú no sólo regenera ecosistemas y genera productos. También transforma paisajes. Proyectos de senderismo, turismo ecológico, centros de educación ambiental y alojamiento rural en casas de bambú pueden convertirse en fuentes de ingreso para regiones que hoy dependen únicamente de actividades primarias e incluso del sector minero en peligro de receso.

Zonas como la Sierra Alta, los Valles agrícolas abandonados o los municipios cercanos a las minas pueden convertirse en corredores de restauración productiva y de turismo regenerativo si se apuesta por este modelo.

Un llamado a la tierra, a la acción y a la visión disruptiva

Durante el Foro de Consulta del Plan Estatal de Desarrollo, convocado por el gobierno del estado de Sonora, la propuesta de implementar un modelo basado en el cultivo y aprovechamiento del bambú destaca como una de las más integrales, sostenibles y visionarias. Participamos activamente cumpliendo con los formatos oficiales, en foros y mesas específicas, presentando argumentos que hemos construido desde 2011 y reactivado en octubre de 2023 a través de nuestra consulta con especialistas.

Por ello, hacemos un llamado urgente, firme y respetuoso a las autoridades estatales y federales, a los legisladores, presidentes municipales, universidades y organismos de desarrollo: volteen a la tierra, escuchen a las comunidades y apuesten al bambú. No se trata de una utopía: se trata de una herramienta concreta, con evidencia científica y resultados internacionales, capaz de regenerar suelos, activar economías locales y captar carbono a gran escala.

El bambú no es un cultivo más. Es una solución regenerativa, económica, climática y socialmente transformadora. Y puede ser —sin exagerar— la respuesta estructural que Sonora necesita. La decisión está en nuestras manos: sembrar bambú es sembrar futuro.

Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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¿Qué hacer?

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En la discusión sobre los resultados de la elección del Poder Judicial, hay algunos puntos en los que vale la pena entrar más a fondo. En México difícilmente puede hablarse de que existió una época larga de Estado de Derecho. Fue hasta los años 1995-96, cuando se empezaron a establecer con mayor claridad los contrapesos del Poder Judicial al Poder Ejecutivo o Legislativo.

Antes de ello, en México, aparentemente, en las leyes había salvaguardas para la ciudadanía, pero la realidad es que había un sometimiento completo de los Poderes, tanto el Legislativo como el Judicial, al Poder Ejecutivo. Y por ello se hablaba de la “monarquía sexenal”. Hay una diferencia con la situación actual. Efectivamente, los cambios en las leyes han restablecido ese sometimiento del Poder Judicial a los demás Poderes, que hacen esos cambios legales, más no legítimos. La gran diferencia es que antes, al menos en las leyes, en la Constitución, se mantenían algunos contrapesos. Ahora, la falta de independencia del Poder Judicial, se ha vuelto ley. Antes se violaban las leyes. Hoy en día, no se está violando la ley cuando se somete al Poder Judicial a los dictados del Poder Ejecutivo.

De hecho, quienes han salido perdiendo, somos los ciudadanos sin partido. La gran pregunta ahora es: ¿qué nos toca hacer? ¿Hay algo que se pueda hacer? Estamos viviendo una época de desesperanza, el sentimiento de que no se pudo parar este golpe, el cual no ocurrió, propiamente, el día de las elecciones. El golpe estaba dado desde antes: desde la construcción del sistema de elección de jueces y el modo como se diseñó la votación, con prisas y sin un cuidado suficiente.

Un ciudadano sin partido no tiene los recursos que pueden tener los partidos políticos, que son considerables y adecuados. Además, esos recursos proceden de los propios impuestos que paga el ciudadano sin partido. De ahí el sentido del desánimo. Hay quienes dicen: “no hay nada que hacer”. Pero esto es importante. No podemos simplemente decir que hay que aguantar. En algún momento me dijo una buena amiga: “solo nos queda irnos a Miami”. Bueno, eso era antes de que llegara el señor Trump. Pero esa es la salida que algunos ciudadanos, con recursos suficientes, están planeando.

Hay cosas que son importantes y que sí se pueden hacer. Lo primero es entender con claridad qué pasó. Por un lado, la 4T y sus aliados están celebrando como un triunfo el logro del 12 % de los votantes registrados. Lo cual es relativamente falso, porque hubo votos en contra de los candidatos que ellos propusieron, ilegalmente, por supuesto, a través de los famosos acordeones. De eso no tenemos una medición correcta. ¿Cuántos son los que verdaderamente ganaron, en proporción de aquellos que se sugirieron en los acordeones? Se dice que el nuevo presidente de la Suprema Corte, ganó con solo un 6 % del electorado.

También es falso lo que han dicho algunos personeros de la oposición, que el 88 % de la población votó en contra del cambio. Eso tampoco es cierto. De ese 88 % no podemos calcular, con precisión, cuantos estuvieron en contra o a favor de la propuesta. O, simplemente, no les importó. Y eso es lo que está pasando con la mayoría. No desean hacer algo por cambiar la situación.

Habría que tomar en cuenta también que hay diferentes tipos de ciudadanos sin partido, que podrían dividirse en dos grandes grupos: los que no tienen partido, porque no creen en los partidos actuales, pero que podrían participar intensamente en partidos nuevos que les dieran garantías que hoy no reciben de la oposición actual. Ese es un tipo de ciudadano que temporalmente es un ciudadano sin partido, pero que está a la búsqueda de algo que le satisfaga. Probablemente, la mayoría de la ciudadanía, no pertenece a ningún partido ni desean pertenecer a alguno. Simplemente, consideran que no es su manera de actuar en política, pero que no quieren quedarse sin participar.

Y por supuesto, siempre habrá ciudadanos sin partido, que ni les importan ni quieren participar de ninguna de las maneras. Simplemente, están muy cómodos con la situación actual y no están convencidos de que les afecte en lo personal. Pensando en aquellos, que no quieren ser miembros de ningún partido y que sí quieren participar de alguna manera, habría algunos puntos que considerar. La gran pregunta es: ¿qué hacer?

Frente a esta situación, que se ha creado y que todavía no conocemos a fondo sus consecuencias, ¿cómo modificarla? Es un juego de largo plazo. No es creíble que, con unos cuantos arreglos rápidos o un cambio de gobierno, cambie radicalmente el concepto de fondo, la idea de tener un verdadero Estado de Derecho. Que, como decía anteriormente, casi nunca hemos tenido, y que tampoco nos ha importado demasiado, porque no le hemos visto los frutos a esa situación.

Habrá que ir creando nuevas condiciones. El primer paso que puede dar el ciudadano común es asociarse, comunicarse para entender: ¿Qué ocurrió? Estudiar para comprender cuál ha sido la situación, desde sus antecedentes y por qué entre los mexicanos el Estado de Derecho nunca ha sido un valor que tenga un alto nivel de importancia. Y qué se podría hacer para convencernos.

Hay que entender a quiénes votaron a favor de un cambio tan radical como el que estamos viviendo. Seguramente, tuvieron alguna idea de qué esto les beneficiaba. Víctimas, posiblemente, de la corrupción, de la impunidad, brutalmente atroz en este país. Es un hecho que no le ven caso a seguir como estábamos. Hay que entender por qué piensan así y qué es lo que están buscando, cuál es el cambio que desean.

Ha habido intentos de mejorar la situación jurídica y uno muy claro fue el intento de cambiar al sistema de juicios orales, que se buscó implantar con gran vigor, pero que, al cambiar el régimen, como tristemente ocurre en nuestro país, cuando entró un nuevo presidente cambiaron las prioridades, cambiaron los criterios y no se siguió con la misma intensidad. Y se tuvo una aplicación parcial que no llegó a los resultados que se deseaban. No se puede decir que haya fracasado el sistema, porque de fondo nunca se implementó, ni siquiera de manera limitada. Pero eso tenía como propósito acelerar los procesos y poder darle a la ciudadanía el resultado de una justicia rápida, expedita y completa.

Por otro lado, una vez entendiendo cuál es la situación y, probablemente, esto requiera estudios parciales por cada tipo de asunto, tendríamos que organizarnos para discutir en amplitud cuál es el objetivo, qué es lo que la mayoría quiere y de qué manera se le puede apoyar para que esto ocurra. Afortunadamente, la tecnología y también las costumbres que se han ido implementando en la ciudadanía, hacen fácil organizar pequeños grupos de discusión con condiciones muy específicas. Grupos que tengan algún interés en particular en esos aspectos jurídicos.

La ventaja es que esto no requiere de grandes inversiones, ni tampoco de liderazgos muy poderosos que, desde el principio, aglutinen a todos los que desean participar. La discusión en grupos pequeños puede ocurrir con más facilidad cuando se trata sobre todo de intereses comunes. Así, por ejemplo, podríamos hablar de grupos que discutieran la parte jurídica de lo familiar, o que hablaran del problema de las desapariciones forzosas, o de los temas económicos e incluso los mercantiles.

Discutir por asuntos y ubicar qué áreas faltan por discutir. Todo lo que se requiere es una coordinación sencilla para poder saber quién está discutiendo sobre qué. Una vez teniendo eso, conviene también, revisar, detallar, confirmar cuáles son las distintas propuestas en el asunto. Empezando, por supuesto, por el principio: ¿por qué no creemos en la justicia y dónde vemos necesidad de un cambio, en el aspecto que estamos tratando en lo particular? Una vez logrado esto, lo que sigue es buscar el modo de comunicarlo. Que es, probablemente, la parte más fácil de hacer, porque todo el mundo está muy preparado para hacer comunicaciones sencillas. Desde unas cuantas frases, una infografía, o un podcast o algo un poco más sofisticado. Lo cual abunda por todos lados y es fácil de hacer.

Pero aquí el concepto es no quedarse con la discusión, sino comunicar. Tratar de centralizar esa comunicación para poder tener idea de qué se está transmitiendo, qué se está desarrollando y poder tener ideas claras. Y luego, posteriormente, vendría el aspecto de influir. Reunir grupos que tengan intereses comunes. Alguna idea de declaración conjunta. Y darlo a conocer a otros ciudadanos sin partido que tengan interés para influir. Para no solo darlo a conocer, sino también exigir propuestas muy concretas. Que es a lo que tendríamos que llegar.

Claramente, no bastaría con esto. Necesitaríamos acciones que el propio caminar nos irá señalando. Por ejemplo, crear observatorios ciudadanos sobre distintos temas, auditorías sociales del funcionamiento de los gobiernos, legislativo en la sombra, y más. Lo que está claro es que no nos podemos quedar como estamos. La desesperanza en este momento es probablemente lo que más les interesa a quienes han ganado. Claramente, hay que tener en cuenta que esto no va a tener resultados rápidos y que no podremos esperar cambios totales del blanco al negro, sino que será una actividad de muy largo plazo.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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La nueva rebelión: votar con conciencia, vivir con valores

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Cada año, por estas fechas, escribo sobre el Día del Padre. Felicito desde aquí a quienes asumimos ese rol, aún si saber tener vocación, pero con orgullo, con errores, sí, pero también con la firme intención de formar, cuidar, educar y amar. Pero este año no puedo hablar de paternidad sin referirme a un acto que, aunque surgido en el Congreso, tiene ecos profundos en lo que significa ser padre hoy. Porque ser padre no es solo criar hijos, sino también sostener convicciones en medio de una tormenta.

El pasado 5 de junio, en el Congreso de Guanajuato, ocurrió algo más que una votación legislativa: presenciamos un acto de conciencia. La diputada Luz Itzel Mendo, del Partido Verde Ecologista, votó en contra de una propuesta para legalizar el aborto hasta las 12 semanas de gestación. Lo hizo sin consignas, sin cálculo electoral. Lo hizo por algo que en política parece cada vez más escaso: principios.

En un entorno saturado de consignas ideológicas, donde disentir se castiga y el silencio se premia, la diputada se atrevió a actuar desde la brújula de su conciencia. Y eso, hoy, es un acto profundamente disruptivo. En su discurso no hubo odio ni imposición, solo una defensa clara y firme de la vida y de la responsabilidad que implica legislar con humanidad.

Ser padre es mucho más que haber procreado. Es enseñar con el ejemplo, aunque incomode. Es dar la cara por los hijos y también por los valores que les heredaremos. Por eso, la paternidad y la política con valores no son esferas separadas: son trincheras comunes. En ellas se pelea por lo más valioso que tenemos como sociedad: la vida, la dignidad y la familia.

La reacción a su voto fue brutal. Quienes la aplaudían ayer, la insultaron sin pudor. La llamaron “traidora”, “retrógrada”, “enemiga de las mujeres”. Pero nada de eso opaca lo que realmente ocurrió: se atrevió a romper el guion. A decir lo que millones piensan pero pocos nos atrevemos a defender públicamente. A ser libre en un ambiente de obediencias programadas.

La política, como la paternidad, exige decisiones que no siempre son populares, pero sí necesarias. Y hoy más que nunca, este país necesita padres firmes y políticos íntegros que se atrevan a nadar contra corriente. Que sepan que formar ciudadanos libres comienza por decir la verdad, aunque duela. Que enseñar a amar la vida comienza por defenderla desde su origen.

Votar con valores no es imponer creencias religiosas, es atreverse a preguntar lo que muchos ya no se atreven a plantear: ¿Quién defiende a los más indefensos? ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo cuando normalizamos el silencio ante la eliminación de una vida en desarrollo?

Según datos del INEGI, más del 60% de los mexicanos cree que la vida debe protegerse desde la concepción. Esa mayoría silenciosa, muchas veces despreciada desde los foros de opinión, encontró en el voto de Luz Itzel Mendo una representación auténtica. Ella no votó sola. Votó con y por millones.

Este no es solo un reconocimiento a una diputada osada. Es un llamado a despertar. A dejar de ver la política como un terreno ajeno y sucio, y empezar a ocuparla con voz firme y manos limpias. Es momento de que más padres y madres de familia —sin importar el partido— den un paso al frente. No para gritar, sino para actuar. No para imponer, sino para formar. No para controlar, sino para testimoniar.

Es un claro ejemplo de entender la voz silenciosa ciudadana. No como sucedió en las pasadas elecciones judiciales, donde los opositores llamaron a no votar alegando falta de legalidad, pero ahora impugnan el proceso o los resultados de una elección que se promovió boicotear. La congruencia debe guiar nuestras acciones, hay que saber como y cuando pararse al frente, con legalidad, valentía y conciencia al frente, como la diputada nos lo demostró, que se pueden utilizar los instrumentos jurídicos al alcance para lograrlo, desde la tribuna, como lo hace un país con estado de derecho, que no queremos perder.

La nueva tendencia no es ideológica. Es ética. No sigue partidos, sigue conciencias. No es reaccionaria, es audaz. Y tiene nombre propio: votar con valores.

Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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