

Columna Invitada
Educación, plagio y tecnología: los nuevos retos
Por Ignacio Anaya Minjarez
¿Cuántas tesis estarán en peligro de correr la misma suerte que las de la ministra Yasmín Esquivel? En la actualidad, las nuevas tecnologías son una parte importante de nuestras vidas y trabajos. El mundo académico no es la excepción. Eventualmente, la rapidez con la que avanza la tecnología llevará a una reconfiguración en el ámbito educativo. Hoy en día, es mucho más fácil detectar un trabajo copiado que hace cuarenta años. También es cierto que ahora se puede solicitar a una inteligencia artificial que escriba un ensayo, haciéndolo con las instrucciones correctas. ¿Cómo se pueden observar estos ámbitos dentro de la aceleración informativa?
El plagio no es un término estático y tiene variaciones, pero en general se entiende como el acto de copiar el trabajo de otra persona y apropiarse del mismo. Es una palabra fuerte que refleja una mancha en contra de la creatividad, el intelecto, la imaginación y la originalidad. El mundo virtual se ha convertido en un espacio idóneo para el plagio, pero también en su contra. El problema del plagio en línea no solo afecta la educación, sino la creatividad y el desarrollo de planteamientos originales. El historiador Michael Grossberg explica de manera acertada en el libro Originality, Imitation and Plagiarism (2008) el sentimiento que emana de este problema: “La rabia y la sensación de impotencia bullen cuando vemos que alguien se apropia de nuestras ideas e investigaciones y las presenta como suyas sin reconocer su fuente”. ¿Cuánta gente ha pasado por esto? Al menos con las recientes noticias se tienen algunos nombres.
El mundo digital ha hecho posible difundir y detectar estos casos. En Twitter, las palabras “ministra”, “plagio” y “tesis” se volvieron tendencia, por mencionar algunas. ¿No fue que se detectó el plagio por la presencia de un repositorio digitalizado? Tal fue el poder de las redes sociales en el caso de la ministra Esquivel. En este sentido, no se puede negar que la preocupación actual por este problema se debe al aumento de la capacidad para llevarlo a cabo y visibilizarlo, ambos elementos producto de la era digital.
Basta con dos clics para robar conocimientos de manera tan descarada. Copiar y pegar es la función por excelencia del plagio, aunque las formas de plagiar se vuelven cada vez más complejas. En ocasiones, se pueden cambiar solo palabras y mantener la idea de otra persona. Por ello, desde la digitalización se han construido herramientas para contrarrestarlo. Una de las más famosas es Turnitin, utilizada en distintos niveles de docencia para detectar a los copiadores de trabajos.
En el caso más “noble”, este acto se comete por ignorancia. Sin embargo, detrás de muchos de estos plagios hay todo un negocio que muestra dos cosas: la primera es el poco compromiso de los tutores, y la segunda, para mayor reflexión, la vigencia de la importancia que se le otorga a la tesis para finalizar una carrera. Sin intenciones de defender a la ministra, ya hay varios comentarios cuestionando la actual relevancia la tesis como proceso final de los conocimientos adquiridos.
Más allá de la responsabilidad institucional en contra del plagio, el debate también se ha centrado en la vigencia de este y otros sistemas de conocimiento y enseñanza en la actualidad. No se trata únicamente de un tema dentro del nivel universitario, ya que desde una tarea de secundaria se pone a prueba la integridad del estudiante. Sin embargo, si no se quiere que un alumno plagie, entonces el sistema educativo debería revaluar para qué existe la tarea. ¿Realmente los trabajos en casa están enseñando? En muchos casos, la primera labor del docente al momento de revisar las asignaciones sea verificar si hay o no plagio o, considerando las tecnologías actuales, buscar si el trabajo lo hizo una inteligencia artificial.
Para ello existen herramientas como Turnitin o detectores de IA. ¿Dónde queda el conocimiento? La tarea, en ese sentido, adquiere más una función de “hacerla o hay consecuencias” que la de una actividad educativa. Tal vez sea momento de replantearse la existencia de esta tradición de la enseñanza.
¿Está la humanidad entrando en un proceso de conflictos entre inteligencias artificiales para saber qué escrito es original y cuál no? El reciente auge del ChatGPT, que propiamente no es plagio, ha causado consternación por parte de varios docentes y educadores respecto a su uso por los estudiantes para entregar tareas. Este tipo de herramientas abren debates sobre cuestiones éticas en cuanto a su empleo dentro de espacios como la academia. En teoría, con las instrucciones correctas, ChatGPT podría escribir un ensayo universitario. La cuestión final radica en la forma de usarlo. Puede ser una valiosa herramienta para adentrarse en lo que pareciera ser una nueva apertura de las tecnologías en el conocimiento o, por otro lado, una definición más al diccionario del plagio.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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Columna Invitada
La leva en México: reclutamiento forzoso

Por Ignacio Anaya
En la historia de México decimonónico y de la Revolución mexicana, es ineludible recordar la leva, el sistema de reclutamiento forzoso de la población civil para engrosar las filas del ejército. De hecho, el siglo XIX y los comienzos del XX vieron cómo esta práctica fue recurrente, hasta que el fin del conflicto revolucionario marcó un cambio. “Y por la leva fue obligado a empuñar el fusil”; estas palabras fueron publicadas en el periódico El Siglo Diez y Nueve el 12 de octubre de 1877.
El ejército se convirtió en una institución que adquirió relevante poder político a partir de la independencia, a pesar de contar con baja profesionalización. Coexistía con milicias y la guardia nacional de los estados, mientras que buscaba convertirse en una entidad profesional. Pero, ¿cómo lograr un cuerpo armado estable dentro de un país en constante conflicto y con necesidad de efectivos? La respuesta fue la leva.
En sus comienzos, los militares seleccionaban a hombres de perfiles bajos en la sociedad: vagabundos y ebrios, personas cuyo reclutamiento resultaba poco costoso para el Estado y aumentaban las filas. Eran capturados en las calles, y con el tiempo se fue incorporando a jornaleros e indígenas de zonas rurales.
Este sistema, que combinaba el abuso de poder con la sorpresa de la redada, era efectivo, pero a la vez generaba problemas: Las deserciones eran habituales, y el castigo podía ser severo, desde trabajo forzoso hasta la pena de muerte. Se establecía una relación tensa entre superior y subordinado, creando un clima poco propicio para la consolidación de un ejército profesional. No obstante, a pesar de las prohibiciones y los intentos de instaurar sistemas alternativos, como el sorteo impulsado por Benito Juárez, la leva persistió durante décadas. Tuvo periodos de pausa en aquellos breves momentos de estabilidad.
Durante el Porfiriato, la escasez de voluntarios hizo que el ejército recurriera nuevamente a dicha práctica. Aquí se abrió un debate interesante: ¿este sistema servía para limpiar las calles de criminales o, por el contrario, terminaba por darles armas? Esta pregunta, que retumbaba en la prensa y en boca de varios militares, no encontró una respuesta concluyente. “En el batallón, le ponen a uno presente, voluntario, no siendo esto verdad”, testimonio recuperado por el diario La Voz de México el 2 de octubre de 1877.
Lo cierto es que la leva terminó perjudicando a la sociedad mexicana. El método generó una enorme cantidad de deserciones. En ocasiones, las personas se dañaban ellas mismas o incluso se mutilaban para evitarla. No se podía forzar a la población a la vida castrense, y los resultados terminaban siendo contraproducentes en varios casos.
La leva provocaba problemas en las zonas rurales, donde se buscaban indígenas y jornaleros. No sólo se desgarraba el tejido social al arrancar a los hombres de sus familias y comunidades, sino que se ponía en riesgo la economía local. Además, el sistema generaba desconfianza y rechazo hacia el ejército. Las acciones de los oficiales, quienes a menudo actuaban con abuso de poder, reforzaban este sentimiento. Un cuerpo militar compuesto por individuos forzados a servir, que eran tratados de manera déspota y como consecuencia intentaban huir o evadir el servicio, distaba mucho de ser una institución consolidada y respetada.
Su continuidad durante el Porfiriato y el huertismo demostró la dificultad de encontrar alternativas efectivas. Aunque el gobierno intentó implementar sistemas de sorteo, estos fracasaron. Al final, el recurso fácil y económico parecía ser siempre el reclutamiento forzoso. Por ello, hay casos de revolucionarios que sirvieron forzosamente en el ejército antes de unirse a la revolución.
Los hombres que eran llevados a la fuerza a servir no sólo sufrían físicamente por las difíciles condiciones de la vida militar, sino que también la desmoralización era alta, pues se veían obligados a estar en un ejército que no respetaban y al que no querían pertenecer.
El impacto psicológico y social es difícil de medir, pero es innegable. La alienación, el miedo, la rabia y la resistencia que generó este sistema de reclutamiento forzoso contribuyeron a un clima de descontento y agitación.
En este sentido, la leva evidencia los desafíos de la construcción de un ejército en México, al igual que refleja las tensiones y conflictos sociales de la época. La historia castrense en el país estuvo lejos de presentar a un cuerpo militar establecido profesionalmente durante un considerable tiempo. En cambio, la situación de crisis de aquel entonces se prestaba al reclutamiento forzoso compuesto por indeseados, según los criterios de la sociedad, fueran castigos contra criminales o para llenar las filas. La gloria para muchos solo quedó en el discurso.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
¿Innovación política? Muy poca

Por Antonio Maza Pereda
La próxima semana estaremos pendientes de los resultados de una de las elecciones más importantes del 2023. Son, como todos sabemos, unas elecciones estatales, pero tienen una importancia mayor de lo normal por su cercanía a las elecciones presidenciales y por qué, en conjunto, abarcan casi la quinta parte de los votantes del país.
El campo de juego son los Estados de Coahuila y de México. Ambos gobernados por largo tiempo por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y ahora compartiendo la candidatura con los partidos Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD). Sólo el Estado de México es el 16% del padrón electoral del país, pero, más importantemente, son Estados con una configuración social muy diversa, con zonas industriales importantes en ambos de ellos, áreas agrícolas, zonas muy marginadas y también algunas localidades con un ingreso per cápita comparable al de algunos países europeos. Lo cual permitirá predecir con alguna aproximación cuál va a ser la reacción del electorado a diferentes ofertas políticas. También, hasta cierto punto, predecir el posible éxito de las propuestas políticas de las distintas alianzas en juego.
No dejan de tener un cierto riesgo. Cualquiera de las alianzas qué falle en ganar las elecciones, sobre todo si lo hacen por un margen elevado, sufrirá un golpeteo interno entre los posibles candidatos para el 2024. No faltaran las acusaciones mutuas, críticas de todo tipo porque, como he dicho en varias ocasiones, el fracaso generalmente es huérfano. Nadie se va a querer hacer responsable si no tiene el éxito que espera. Tan es así que ambos bandos ya empezaron a hablar de posibles fraudes, buscando como dice un dicho mexicano “curarse en salud”.
Lo que es notable es que la oferta política es básicamente la misma en ambos Estados. Una oferta que no se distingue por su innovación. Unos ofrecen más de lo mismo. Otros ofrecen más de lo antiguo. La alianza en el poder está ofreciendo… bueno, aquello que ofrezca el actual presidente. Mismo proyecto de país, que básicamente consiste en lo que proponga un gobernante al que no le gusta que le cambien ni una coma de sus propuestas. Es muy difícil imaginarse qué propuesta enviará próximamente. La oposición no tiene una oferta importante.
Básicamente consiste en ignorar las realizaciones y amplificar las fallas de la actual administración, para volver a lo que se hacía antes. Para el ciudadano común, que no esté en el círculo rojo, que solo entiende por encima lo que le dicen los medios, sean los profesionales o las redes sociales, ese mensaje se reduce a decir: “no dejemos que entre en nuestros estados la 4T, para que podamos seguir gobernando cómo los últimos años”. Una oferta que difícilmente entusiasma a quién no pertenece a los núcleos duros de estas alianzas.
Unos, los paladines de la cuarta transformación, piden paciencia para que las promesas, que no han podido cumplir hasta ahora, se realicen dándoles más tiempo. Otros juegan con el miedo: “Si no hacemos algo ahora, el país se destruirá, entraremos en una dictadura que sólo tendrá como resultado empobrecer a nuestro país, como ha ocurrido en Cuba, en Corea del Norte y en otros países”.
Mala cosa. Lo único claro de las ofertas políticas de ambas alianzas es que no tienen propuestas innovadoras. Ambos están jugando a qué contarán con la fe de los votantes. Nos dice la 4T: “sí en el mundo todo sigue igual, todo lo que hemos estado ofreciendo verdaderamente se cumplirá, siempre y cuando se haga al gusto del primer mandatario. Solo dennos más tiempo”. La oposición nos dice que, por el mero hecho de tomar el poder, revertirá todas las fallas que hubo, y todo se resolverá, solo con cambiar la administración actual, con solo revertir las medidas de AMLO. Sin que se nos ofrezcan nuevas medidas de fondo para atender temas que son reales y que, dadas las condiciones en nuestro país, no han tenido soluciones particularmente exitosas con sus administraciones anteriores.
La solución, por supuesto, está en manos del electorado coahuilense y mexiquense. A nosotros, el resto de los ciudadanos de a pie, los sin poder, nos queda observar lo mejor posible lo que ocurra, para aplicar las acciones que nos sugiere el análisis de estos resultados. Y será muy interesante también observar en las próximas semanas cómo se modificará la oferta política al 2024, cómo aumentarán las patadas bajo la mesa entre los posibles candidatos, y cómo se deterioran las relaciones en ambas alianzas. Y, como siempre, lo importante será la actuación de nosotros, los votantes, que finalmente seremos quienes definan la situación del País. Posiblemente en toda la historia moderna de nuestra nación, nunca tuvimos las fuerzas políticas más estancadas y menos innovadoras, más necesidad de que nuestro electorado participe copiosamente en las elecciones y actúe con sabiduría y moderación. Hay que responderle a nuestra Sociedad.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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