Columna Invitada
La difícil paz
Dentro de las primeras semanas del nuevo gobierno de la presidenta Sheinbaum, nos encontramos que la percepción de la paz no mejora. Han crecido los crímenes de alto impacto: asesinatos de alcaldes, intento de asesinato de una diputada federal, los hechos en Sinaloa, que aparentemente no tienen fin y carros bomba además del asesinato de un sacerdote.
Parecería que la paz se aleja, a pesar de anuncios de nuevos esfuerzos por lograrla. Es de esperarse, por otro lado, que cuando empieza una nueva administración, ciertos grupos de poder o que pretenden influir en el poder, tienen la idea de que “hay que tomarles la medida a los nuevos gobernantes”. Y para ello, desarrollan actos para probar la resolución de la presidenta, su fortaleza, qué tanto puede lograr, qué se puede esperar de esta nueva gobernante. Y no tendría nada de raro que esto se repita. La cuestión es: ¿cómo reaccionará esta nueva administración, ante estos embates?
¿Cómo podemos construir una paz aceptable para nuestra Sociedad? Por supuesto, esto requiere de varias cosas. Se ha anunciado un proceso estratégico para el desarrollo de la paz. Pero se ha centrado, sobre todo, en el aspecto de la seguridad, que no necesariamente es lo mismo. Aquí la pregunta sería: ¿a qué le estamos llamando paz?
Más allá de los discursos, de las definiciones, hemos tratado de medir la seguridad con la ausencia de homicidios dolosos, lo cual no es lo único a lograr, porque hay otros tipos de ataques a la seguridad de la población que no tienen que ver necesariamente con los homicidios. Por ejemplo: los asaltos, las violaciones, las extorsiones y otros ataques que tienen un alto impacto sobre la población. Por ahí tendríamos que partir. ¿Cuál es el concepto de paz? ¿Y de qué manera podemos asegurarnos de que efectivamente se está mejorando?
Habría que tener claridad en otro aspecto: diseñar objetivos estratégicos. Pero, desgraciadamente, en todos los campos, no solamente en el de lo político, sino también en el de las organizaciones, en el de lo empresarial o de lo económico, se confunde el concepto de objetivo estratégico.
Los objetivos estratégicos son aquellos que son sistémicos y de largo plazo. Al hablar de los objetivos para la paz, lo sistémico es lo que abarca todos los aspectos que conciernen a la Sociedad. Tendríamos que hablar, no de hechos aislados de paz, sino de un sistema de paz. Y que esto, además, sea sostenible a largo plazo.
No quiere decir esto que no pueda haber en el sistema otro tipo de objetivos. De hecho, además de los objetivos estratégicos, es importante que existan también objetivos tácticos. Es muy necesario tener buenos objetivos tácticos, porque lo estratégico se lleva a cabo a través de una variedad de tácticas. La diferencia es que, esos objetivos tácticos, suelen ser de corto plazo y no necesariamente sistémicos, sino parciales. Necesitamos resultados, buenos resultados de largo plazo. La suma de logros de corto plazo, va construyendo el largo plazo y, muy importantemente, genera impulso y entusiasmo para sostener el esfuerzo.
Pensando en este diseño de una paz, alcanzable y suficiente para que sea aceptable para la población, tenemos que pensar en tener indicadores precisos de que tanto nos estamos acercando a tener una paz como la que deseamos. ¿Qué tan cerca estamos de ella? ¿Qué tanto hemos avanzado? Esto no es nada simple. Es algo importante, algo que tiene que diseñarse con sumo cuidado.
Vamos a pensar en algunos de ellos y estoy seguro de que debería haber otros más. Hay que empezar por decir, como ya se comentó anteriormente, ¿a qué le llamamos paz? Porque la paz va más allá de la reducción de la criminalidad. Ya se ha comentado en estas páginas que a veces se puede tener reducción del crimen a cambio de una falta de libertad, de participación ciudadana. Tener sometida a una minoría a quien se le impide manifestarse, podría parecer cierta clase de paz. Pero no, la paz no es únicamente la ausencia de crimen. Algún clásico decía que la paz es la tranquilidad en el orden. Tranquilidad, ciertamente, pero dentro de un orden como el que la Sociedad requiere, lo que necesitamos para realizarnos como seres humanos.
Tal vez uno de los indicadores más importantes sería cuál es el nivel de confianza que se tiene en el Gobierno, en particular en el manejo de la seguridad y el combate al crimen. ¿Realmente podemos hablar de que, en este país, la población tiene confianza en que el Gobierno está haciendo todo lo posible para que el crimen no crezca? ¿Verdaderamente, se avanza para que la paz esté cada día más cerca?
Otros indicadores parciales: podría medirse cuál es el número de crímenes o de ataques a la paz que ocurren y que producen una acción judicial. Hay quien dice que en México se denuncian menos de la décima parte de los crímenes cometidos, lo cual es muy dudoso. Por definición, si no hay denuncias, es muy difícil decir cuántos delitos ocurren. Pero supongamos que sea cierto. Es una cantidad extraordinariamente pequeña. Luego, de estas que verdaderamente se denuncian, ¿cuántas generan investigaciones que puedan ser llevadas ante un tribunal? Y de estas, ¿cuántas se convierten en una sentencia?
También se dice, y otra vez, es muy dudoso que, por cada diez denuncias, solamente una produce un dictamen, absolutorio o condenatorio. Algo bien importante, que deberíamos poder medir. Otro indicador significativo: ¿cuánto tiempo pasa desde que se da una denuncia hasta que exista una sentencia? No es raro que haya personas que están en la cárcel por un tiempo extraordinariamente largo, en espera de que reciban una absolución o condena. Esa rapidez de los procesos, lo que se llama una justicia pronta y expedita, es algo que se puede medir con bastante facilidad.
Por otro lado, ¿qué tan importante es la participación ciudadana en la construcción de la paz? No solamente que tantas denuncias se hacen sino, también, en qué se participa, qué mejoras propone la población. Realmente, deberíamos estar esperando que la ciudadanía haga su parte. Que recomiende soluciones creativas. Que las innovaciones no vengan únicamente de los partidos políticos, de la clase política, sino de la ciudadanía en pleno. Que todos sugieran ideas para mejorar nuestra situación.
¿Qué tanta libertad siente la ciudadanía para poder recomendar ideas en este aspecto? Parece que el ciudadano no se siente en la libertad de participar, sea por comodidad o por temor. ¿Comunicamos a nuestros gobernantes si estamos aceptando la paz que estamos recibiendo? ¿Estamos contentos con sus resultados?
Tendríamos que considerar de quienes deben venir las propuestas para esta construcción de la paz. No únicamente de los partidos, no solamente de la prensa, no nada más de los medios de comunicación sociales. Hay que lograr que diferentes grupos de la sociedad, sociedades intermedias e individuos, participen en este asunto. Algo, tan importante, que no podemos dejar únicamente al Gobierno y a sus funcionarios.
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