Opinión
¡Cuánta razón tenía Maria de las Heras!
¡Cuánta falta nos hace hoy, María de las Heras!
La frase que solía repetir después de cada elección pinta, con unas cuantas palabras, a nuestra clase política; decía: En México no hay políticos perdedores, solo políticos a los que les han hecho fraude, y robado la elección.
La frase, es de una gran sencillez y claridad; con ambas cualidades resume el estado de nuestra democracia y de nuestros demócratas. Es más, podría agregar que pinta de cuerpo entero a los políticos, una vez que están frente al resultado de la elección en la cual acaban de participar.
En las democracias, al margen de su nivel de desarrollo, las derrotas son siempre más que las victorias. Esta verdad de Perogrullo no es válida en México puesto que aquí, tal y como solía afirmarlo María de las Heras, únicamente hay políticos ganadores.
Lo que hemos visto de las elecciones recientes en varios estados del país, lejos de contravenir la frase citada, la ha confirmado con creces. Hoy, todavía no se conoce la suerte de la elección en Coahuila, por ejemplo.
¿A qué se debe esa reacción casi animal, de quienes se resisten a reconocer que fueron derrotados o si lo prefiere, de reconocer a su adversario como el vencedor? ¿Acaso es una muestra más de esa corrupción profunda que no deja sentido a mexicano alguno? ¿Será el atraso de cada candidato que piensa, por su ignorancia, que su destino es ganar la elección y no otro?
¿Cómo lo explicaría usted?
Por otra parte, para dejar a los candidatos con sus victorias inventadas, vayamos al lado ciudadano y preguntemos: ¿Cuál es su reacción cuando el candidato o partido de su preferencia, resulta derrotado en una elección? ¿Se comporta como el demócrata que afirma ser, o como el candidato ignorante y anclado en el pasado autoritario y afirma, sin rubor alguno, que a su candidato y/o partido le robaron la elección?
De darse esto último estaríamos, sin darnos cuenta del hecho, ante la ratificación de aquella sentencia de validez universal que dice: Está mi nana pa mi tata.
¿Cómo queremos tener a candidatos en las boletas que sean verdaderos demócratas, si los ciudadanos son iguales o peor que ellos, en cuanto a los resultados de las elecciones se refiere?
Le doy un ejemplo el cual, no por claro y simple además de cierto, debamos desechar: ¿Imagina usted a los seguidores de López, el 1 de julio por la noche, del año próximo?
¿Imagina lo que van a decir al conocerse, mediante el Conteo Rápido correspondiente a la elección de presidente de la República, la derrota del sumo sacerdote de esa nueva religión?
Usted, de ser simpatizante de López, ¿cómo va a reaccionar cuando, atento a los resultados esa misma noche, se tope ante la realidad de la tercera derrota de aquél?
¿Se comportará como un demócrata verdadero, o como un o falso y un oportunista que sólo acepta resultados cuando favorecen a su candidato, y/o al partido de sus simpatías?
¿Por qué no se hace esa pregunta desde ahora?
Por eso, no me cansaré de repetir, que es mucha la falta que nos hace, María de las Heras.
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