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Tu consciencia quedará

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Hoy nuestros tiempos de consumo y de lectura se han multiplicado. Con una pandemia de por medio es de suma importancia mantenernos informados no día a día, sino minuto a minuto.

Consumir información, como muchas de nuestras actividades, se ha convertido en una dinámica en piloto automático, sin mayor involucramiento de un pensamiento con consciencia, sin mayor filtro. Es enorme la cantidad de contenido que ya solo absorbemos.

Al ser así, nuestra mente va creyendo y repitiendo la información, sólo porque lo escuchamos por ahí, una dinámica muy adoptada en nuestra generación y a la vez muy peligrosa. 

Así como no hacemos consciente el consumo de información y su impacto en nosotros mismos, difícilmente pensamos en las consecuencias de la información que nosotros generamos y su respectiva difusión a través de tantas nuevas plataformas a nuestro alcance.

Todo esto considerado en una dinámica de la vida cotidiana donde nuestra atención está principalmente concentrada en el futuro, en nuestro próximo movimiento, nuestra próxima reunión, nuestro próximo plan, donde está distraída.

Sin embargo la realidad actual es un estado de aislamiento donde la mente sigue generando alrededor de 40 mil pensamientos al día con una disminuida cantidad de actividades a las que aspirar o planear, dando pauta a la repetición de la disminuida información de consumimos.

Por lo tanto, esa información consumida en la televisión, las noticias del celular, la nueva teoría del coronavirus en el WhatsApp, este contenido negativo en su mayoría se convierte en nuestros pensamientos repetitivos, que se transforman en un sentimiento de miedo y de angustia, y se proyectan en nuestro actuar. 

En una introspección evaluemos la cantidad de actividades y de pensamientos de nuestros días en los que tenemos verdadero control, y con eso evaluemos la calidad de información que estamos consumiendo, qué es lo que nos hace sentir y la cantidad de veces que lo procesamos en nuestra mente.

Ese es el impacto de los medios de comunicación en nosotros que dejamos pasar desapercibido, ese el nivel de control al que puede llegar un medio ante una audiencia que no hace consciente su consumo, a dar por hecho o hacer ley lo que el comunicador dice.

Nuestros padres crecieron en una generación en donde las referencias o los puntos de comparación eran sumamente limitados, o una televisora y otra, o una estación de radio u otra.

Hoy, siendo igual o más peligrosa, tenemos una sobreoferta de medios de los cuales podemos informarnos. Hoy, que todos somos comunicólogos a través de la fotografía, de la producción de videos, escribiendo y difundiendo información o como líderes de opinión, invito al análisis de nuestra persona, a que dejemos de escribir con el sentimiento o de manera automática.

Que tomemos la responsabilidad en una pluma o en un teclado no solo para desahogarnos, sino considerando el impacto de lo que escribimos en la persona que lo consume. El poder de comunicar y/o de generar información para las masas está subvalorado por la audiencia, sin embargo como diría el tío Ben en El Hombre Araña, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

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