Opinión
El mercado de traspasos está de cabeza
No sé si me gustaría vivir en un mundo en el que un joven futbolista de tan sólo 18 años vale 180 millones de euros. Así como lo oyen, según el diario MARCA de España, el Real Madrid estaría dispuesto a desembolsar esta desmesurada cantidad por el francés Kylian Mbappé (delantero del Mónaco). Una cifra que sería histórica, pero a la vez preocupante.
Si el año pasado ya parecía una locura que Gonzalo Higuaín saliera en cerca de 90 millones de euros y Paul Pogba en un poco más de 100, lo que estamos viviendo ahora es intolerable. No sólo por creer que la carta de un jugador no debe valer tanto, sino porque la brecha de desigualdad entre los diferentes equipos está siendo abismal.
Los precios se están inflando y sólo los clubes poderosos podrán estar al alcance de los nombres más interesantes que surjan año con año. No por nada, el 2017 está cerca del récord de traspasos según el sistema de transferencias TMS de FIFA, con un gasto registrado de 1,405 millones de dólares a inicios de julio.
La cosa no queda ahí, los conjuntos con alto poder adquisitivo le darán menos importancia a la planeación de sus plantillas. ¿Para qué preocuparse por analizar refuerzos si puedo salir con la chequera suelta y pagar la cláusula de rescisión de Cristiano Ronaldo, Lionel Messi o la nueva estrella del momento?
Y es que no está mal que inviertan, pero que lo hagan con sentido. Por ejemplo, el AC Milan acaba de integrar a nueve elementos por aproximadamente 220 millones de euros. Todas las incorporaciones de calidad y cubriendo sus necesidades. Sin embargo, ese mismo monto quiere dar el París Saint-Germain (PSG) al Barcelona, únicamente por Neymar.
Así, el futbol internacional está en un punto en que debe regular los precios, o su sistema financiero podría colapsar. Además, no creo que sea el único que le moleste que con puros ‘billetazos’ se armen conjuntos. A los aficionados todavía les queda algo de romanticismo por los ídolos creados y no comprados.
“Yo no tengo ningún problema con la desigualdad en sí misma. Hasta cierto punto, puede ser hasta una motivación para el crecimiento. Pero cuando la desigualdad se hace extrema, el efecto es justamente el contrario: es mala para el crecimiento, porque se hace perpetua e impide la movilidad económica y social” – Thomas Piketty, economista francés (Fragmento de ElMundo.es – El efecto Piketty)
La opinión emitida en este texto es responsabilidad del quien lo emite y no representa la opinión ni la postura de Siete24.mx ni de siete24.mx/deportes
Columna Invitada
La nueva rebelión: votar con conciencia, vivir con valores

Cada año, por estas fechas, escribo sobre el Día del Padre. Felicito desde aquí a quienes asumimos ese rol, aún si saber tener vocación, pero con orgullo, con errores, sí, pero también con la firme intención de formar, cuidar, educar y amar. Pero este año no puedo hablar de paternidad sin referirme a un acto que, aunque surgido en el Congreso, tiene ecos profundos en lo que significa ser padre hoy. Porque ser padre no es solo criar hijos, sino también sostener convicciones en medio de una tormenta.
El pasado 5 de junio, en el Congreso de Guanajuato, ocurrió algo más que una votación legislativa: presenciamos un acto de conciencia. La diputada Luz Itzel Mendo, del Partido Verde Ecologista, votó en contra de una propuesta para legalizar el aborto hasta las 12 semanas de gestación. Lo hizo sin consignas, sin cálculo electoral. Lo hizo por algo que en política parece cada vez más escaso: principios.
En un entorno saturado de consignas ideológicas, donde disentir se castiga y el silencio se premia, la diputada se atrevió a actuar desde la brújula de su conciencia. Y eso, hoy, es un acto profundamente disruptivo. En su discurso no hubo odio ni imposición, solo una defensa clara y firme de la vida y de la responsabilidad que implica legislar con humanidad.
Ser padre es mucho más que haber procreado. Es enseñar con el ejemplo, aunque incomode. Es dar la cara por los hijos y también por los valores que les heredaremos. Por eso, la paternidad y la política con valores no son esferas separadas: son trincheras comunes. En ellas se pelea por lo más valioso que tenemos como sociedad: la vida, la dignidad y la familia.
La reacción a su voto fue brutal. Quienes la aplaudían ayer, la insultaron sin pudor. La llamaron “traidora”, “retrógrada”, “enemiga de las mujeres”. Pero nada de eso opaca lo que realmente ocurrió: se atrevió a romper el guion. A decir lo que millones piensan pero pocos nos atrevemos a defender públicamente. A ser libre en un ambiente de obediencias programadas.
Es falso que en Guanajuato se persiga a las mujeres por abortar. Las cifras lo desmienten. Lo que estaba en juego no era una corrección jurídica, sino un símbolo ideológico. Se trataba de alinear al estado con una narrativa que pretende que el aborto no solo sea legal, sino deseable, incuestionable, incensurable. Frente a eso, una legisladora dijo no. Y lo dijo con respeto, con argumentos, con coraje.
La política, como la paternidad, exige decisiones que no siempre son populares, pero sí necesarias. Y hoy más que nunca, este país necesita padres firmes y políticos íntegros que se atrevan a nadar contra corriente. Que sepan que formar ciudadanos libres comienza por decir la verdad, aunque duela. Que enseñar a amar la vida comienza por defenderla desde su origen.
Votar con valores no es imponer creencias religiosas, es atreverse a preguntar lo que muchos ya no se atreven a plantear: ¿Quién defiende a los más indefensos? ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo cuando normalizamos el silencio ante la eliminación de una vida en desarrollo?
Según datos del INEGI, más del 60% de los mexicanos cree que la vida debe protegerse desde la concepción. Esa mayoría silenciosa, muchas veces despreciada desde los foros de opinión, encontró en el voto de Luz Itzel Mendo una representación auténtica. Ella no votó sola. Votó con y por millones.
Este no es solo un reconocimiento a una diputada osada. Es un llamado a despertar. A dejar de ver la política como un terreno ajeno y sucio, y empezar a ocuparla con voz firme y manos limpias. Es momento de que más padres y madres de familia —sin importar el partido— den un paso al frente. No para gritar, sino para actuar. No para imponer, sino para formar. No para controlar, sino para testimoniar.
Es un claro ejemplo de entender la voz silenciosa ciudadana. No como sucedió en las pasadas elecciones judiciales, donde los opositores llamaron a no votar alegando falta de legalidad, pero ahora impugnan el proceso o los resultados de una elección que se promovió boicotear. La congruencia debe guiar nuestras acciones, hay que saber como y cuando pararse al frente, con legalidad, valentía y conciencia al frente, como la diputada nos lo demostró, que se pueden utilizar los instrumentos jurídicos al alcance para lograrlo, desde la tribuna, como lo hace un país con estado de derecho, que no queremos perder.
La nueva tendencia no es ideológica. Es ética. No sigue partidos, sigue conciencias. No es reaccionaria, es audaz. Y tiene nombre propio: votar con valores.
Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Felipe Monroy
León XIV, primer mes

León XIV ha cumplido un mes en el solio pontificio, el primer Papa católico estadounidense y agustino, misionero y obispo en la Costa Norte peruana durante varias décadas. En estos días ha revelado en discursos y gestos, algunos acentos importantes que sin duda se acrisolarán con el tiempo, pero que ya marcan pauta de su gobierno petrino.
Lo primero y más notable ha sido el cuidado de la investidura pontificia y de la docilidad ante las formas curiales. La imagen del Sumo Pontífice en el Vaticano parece ser un tema realmente importante: en varias ocasiones se ha evidenciado el gentil rechazo de León XIV a las selfies y a los excesos de efusividad de los fieles; los saludos y el besamanos siempre guardan distancia prudente, Prévost casi nunca se inclina o acerca al interlocutor; y, con excepción de tres o cuatro momentos relativamente impulsivos (ponerse una cachucha, firmar una pelota de béisbol y cachar al vuelo un muñequito de trapo), el Papa se muestra contenido y circunspecto en todo momento.
El tema ha sido tan relevante que la KNA (Agencia Católica de Noticias alemana) publicó un análisis de la gestualidad corporal de León XIV diciendo que “establece jerarquía antes que cercanía” y que la “asimetría” mostrada por Prévost tiene intencionalidad de “guiar” más que “acompañar”. Quizá por eso se han vuelto más solemnes los sepulcrales silencios en las salas cuando entra la guardia suiza anunciando la inminencia del arribo del Papa o se notan sincronizados los movimientos de los elementos de seguridad en cada presencia papal entre el público. El cuidado de la imagen del Papa incluso se logra evidenciar en un reciente video viralizado donde un ayudante parece negarle a Prévost cargar su propio maletín como diciéndole “no es esa imagen la que debe dar”.
El retorno de León XIV al Palacio Apostólico sin duda ha simplificado inmensamente la labor del personal vaticano y los oficiales de la Santa Sede para organizar la agenda del pontífice; pero el propio Papa ha reconocido que aún vive un periodo de adaptación al entourage curial. En una audiencia pidió disculpas porque dijo: “Aún no llevo ni un mes en mi nuevo trabajo, así que tengo muchas experiencias de aprendizaje”. Y en otra reunión acusó veladamente “al Vaticano” porque “se empeña en colocar hasta cuatro audiencias en el mismo horario”.
Todo lo anterior parecería frívolo, sin embargo, es parte esencial de lo que también el papa León XIV expresa en sus discursos: hay una responsabilidad de orden, control, referencia y liderazgo por tomar ante un mundo de inmensas confusiones. El Papa dijo el 12 de mayo que tanto “las palabras usadas” como “el estilo adoptado” son importantes para crear cultura y salir de la Torre de Babel en la que nos encontramos. En efecto, su permanente llamado a la paz y a la comunicación ‘desarmada y desarmante’ viene acompañado de una estrategia de modo y de carácter que habla de un liderazgo histórico y trascendente.
Quizá por eso, otro de los aspectos más notables de este pontificado es el interés de recobrar el latín como lengua oficial y común de la Iglesia católica. El Papa suele usarlo en celebraciones, encuentros, bendiciones y diversos momentos litúrgicos; pero esta decisión se introduce también en el mundo digital: Se ha abierto una cuenta oficial en latín en red social X y la página oficial del Vaticano presenta dos secciones bajo las palabras ‘Iubilaeum’ y ‘Magisterium’.
El uso del latín habla de una identidad y personalidad que busca recobrarse pero incluso el papa León comprende que este no puede convertirse en óbice: “Si, por ejemplo, en el siglo XVII el uso de la lengua latina era para muchos una barrera comunicativa insuperable, hoy hay otros obstáculos que afrontar”, dijo a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Por ejemplo, para León XIV, cuando hay interés de mandar un mensaje universal, parte de esa barrera se disuelve hablando en inglés.
Si bien es cierto que la lengua materna de León XIV es el inglés; hay que apuntar que este idioma ha sido utilizado por lo menos en los últimos doscientos años como símbolo de prestigio, dominio, control y poder; no es culpa del idioma ni de sus hablantes, pero junto al imperialismo británico y la hegemonía norteamericana, el idioma ha adquirido no sólo un cariz de legitimación cultural sino de universalidad. El inglés que ya era un idioma ampliamente utilizado en el Vaticano (especialmente en áreas como cultura, comunicación y las academias); ahora ha tomado carta de naturalización en otros ámbitos, por ejemplo, en el ecuménico y el pastoral.
“The blessing is written in Latin, but I think we can do it in English”, dijo el papa Prévost ante una asociación de italoamericanos. También hizo todo su discurso en inglés durante el encuentro con los participantes de un simposio ecuménico con miembros de comunidades cristianas orientales que comparten el Concilio de Nicea del 325 d.C., el pontífice Prévost parece haber elegido el inglés como lengua ecuménica.
En otro artículo hablaremos de los acentos temáticos de sus discursos y su enfoque promotor de la sinodalidad, la misión evangelizadora y la construcción de paz. Claramente no es noticia que un pontífice en la era moderna busque la paz –lo sería si abogase por el sentido contrario–, pero sí ha sido significativo que el discurso sencillo: “la paz esté con ustedes”, se haya convertido en acción política concreta contra los conflictos bélicos vigentes. Tanto en los servicios humanitarios en la Franja de Gaza (León XIV evita categorizar el tema bajo la dimensión del “pueblo palestino” o “Palestina” como sí lo hizo su predecesor) como en los encuentros y llamadas a líderes internacionales que sostienen la lógica de guerra.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Disonancia y embrollo episcopal ante elección judicial

Pocas situaciones han generado tanta confusión en el episcopado católico mexicano como la Elección Judicial pasada. Basta dar un seguimiento somero a las declaraciones de los obispos mexicanos antes y después del proceso electoral para corroborar que no había siquiera un atisbo de consenso en el juicio ante el panorama político.
En la perspectiva esperanzadora, el obispo de Matamoros-Reynosa, Eugenio Lira Rugarcía, expresó su confianza en que fuera “una buena jornada y que haya buenos resultados” que las elecciones “quizá no sean perfectas… pero vamos tratando de ir mejorando las cosas”.
El obispo de Chilpancingo-Chilapa, José de Jesús González Hernández, no sólo se limitó a exhortar a “votar a conciencia y respetar los resultados de la elección” sino a reconocer que “la Iglesia siempre estará en favor de la voluntad popular” y mostró confianza en la participación de la gente y el respeto entre los que votaron y los que decidieron no hacerlo.
El mensaje del obispo de Piedras Negras, Alfonso Miranda Guardiola, fue mucho más propositivo: “Es fundamental que los ciudadanos participen activamente en este proceso electoral, pues la designación de ministros, magistrados y jueces impactará directamente en el sistema judicial y en la protección de nuestros derechos”.
En una postura más crítica, el obispo de Irapuato, Enrique Díaz Díaz, reconoció la necesidad de “mejores jueces” pero, dijo “no sé si este camino que se eligió sea el más apropiado para buscar mejores jueces” porque la gente “ni saben dónde votar, ni saben por quién votar”.
Desde una neutralidad aguda, el obispo de Torreón, Luis Martín Barraza Beltrán, declaró que, con la elección de juzgadores, “no van a cambiar mucho las cosas entre dos situaciones imperfectas… Estamos aquí metidos porque la impartición de justicia en México ha dejado mucho que desear, porque no hemos hecho lo que se tenía que hacer”.
Y finalmente, hubo un cuerpo episcopal que no reparó en criticar y denigrar abiertamente al proceso electoral del Poder Judicial emanado de la Constitución Política mexicana. El obispo de Cancún-Chetumal, Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, por ejemplo, literalmente calificó de “puro cuento, es una farsa, una falacia” la nueva ley y regulación del Estado. Lo secundó el obispo de Celaya, Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, quien consideró que la elección sería “la más mal hecha de la historia”.
Este variopinto mosaico de opiniones impactó de una manera sustancial a la cúpula del episcopado nacional, la Conferencia de obispos mexicanos emitió un comunicado al tercer día de las elecciones judiciales en el que se evidencia la diversidad de premisas: Hay una ‘necesidad de mejora en el sistema de impartición de justicia’, la aprobación de la reforma judicial ‘tuvo evidentes inconsistencias’, el proceso ‘ha producido inquietud y desaliento’, el abstencionismo electoral refleja el desánimo social, los actores políticos tienen responsabilidad de corregir el rumbo, el voto de protesta debe ser respetado por las autoridades, el sistema de justicia cualificado y autónomo es condición precedente para emprender caminos de encuentro, reconciliación y paz “que renueven nuestra esperanza” y, al final, en una especie de guiño de diplomática bienvenida, se pide a ministros, magistrados y jueces “quienes fueron elegidos, asuman con honestidad, profesionalismo, independencia y amor a México”. Como corolario, el Episcopado exhortó al Estado mexicano “a actuar con justicia e integridad”.
Es claro que no sólo los obispos mexicanos muestran criterios disonantes ante el panorama político-judicial; también la mayoría de la población no alcanza a comprender todas las implicaciones que esta reforma constitucional nos ha dejado y tiene muy encontradas opiniones respecto a toda esta situación. Por ello parece no sólo inútil sino ocioso el que una institución cuyos márgenes no están limitados por el Estado se enfrasque en comprender o querer resolver, dentro de los cambios en el centroide político, las facultades de decisión e influencia sobre el Poder Judicial.
El imperativo de la Iglesia católica se encuentra en la formación, educación y colaboración desde el pueblo y sus pastores del sentido más amplio de la justicia y la responsabilidad social; en el servicio pastoral “en medio, delante y detrás de su rebaño” en una escucha activa, un diálogo sincero y un compromiso con los más vulnerables; en compartir la experiencia de la justicia no como una convención humana sino como una exigencia de la Palabra de Dios y de su plan de salvación. Es una pena que, en medio de todo este debate, se haya dejado pasar la oportunidad de denunciar con claridad las estructuras y mecanismos de injusticia más acuciantes (en lugar de embrollarse en lecturas políticas sobre la reforma judicial); o anunciar que el compromiso con la justicia social es un deber de misión liberadora inherente a la dignidad de toda persona humana.
Ha sido el obispo Tlaxcala, Julio César Salcedo Aquino, quien por fortuna descentró la conversación obsesionada en el Estado y destacó la búsqueda que tiene el pueblo y la Iglesia para trabajar por la justicia: “Creo que lo importante es ver la actitud de cómo se buscan caminos para ofrecer justicia a nuestro pueblo… hay que caminar, encontrar, corregir lo que haya estado mal e impulsar nuevos caminos que ayuden a las mismas comunidades”. Más claro, ni el agua.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Columna Invitada
Cochinero o Abstención

Al reflexionar sobre la jornada de votaciones por el Poder Judicial, hay dos términos que resaltan: cochinero o abstención. Vale la pena analizarlos a fondo. Efectivamente, se dio una votación menor de la esperada por la 4T, quien se supone que tiene un voto duro de, al menos, el 16 % del electorado, sin contar parientes, amigos o hermanos de los beneficiados por los donativos de Bienestar. Situación que le ha permitido tener mayorías muy amplias y votaciones muy abundantes.
La votación actual no llega ni de lejos a la cantidad de votantes que sufragaron a favor de Claudia Sheinbaum, y esto suponiendo que todos los que votaron forman parte del núcleo duro de la 4T. Lo cual seguramente no es así: una parte menor, votó contra los candidatos de MORENA, pero no hay manera de confirmarlo o de cuantificarlos. Seguramente, hubo muchos que obraron de buena fe, por diferentes razones. Votaron porque creyeron y se convencieron de la argumentación de que ese es el modo de evitar la corrupción y la ineficiencia del sistema judicial, que es una plaga en nuestro país.
Otros votaron por quedar bien, por cumplir a quienes les están apoyando, y también lo hicieron buscando algún tipo de beneficio. Sería importante tener mayor claridad sobre las razones de aquellos que están votando de buena fe por este tipo de reformas y cuestionarse como ciudadanía, y también como oposición, qué es lo que la población desea del Poder Judicial. También hay curiosidad por saber quién, entre los aliados y las tendencias de la 4T, resultaron ganadores en el reparto de puestos. Y dado que, con gran disciplina, los resultados fueron los que indicaron los “acordeones” de MORENA, ellos nos indicarían cómo es el balance de fuerzas en la 4T.
Por otro lado, hubo quienes dejaron de votar argumentando que: “Esto es un cochinero y yo no me quiero hacer responsable por un bodrio de este estilo”. Lo cual tiene también su lado complicado. Este fue el argumento que se empleó por muchísimos años en la época de los gobiernos emanados de la Revolución. Porque muchos ciudadanos no querían validar el cochinero monumental que duró siete décadas de gobiernos autoritarios, que no permitían actividad política independiente. Y esa era su razón para no votar, en aquellas épocas.
Pero, al mismo tiempo, ese rechazo era un apoyo indirecto al régimen. Porque el disgusto y el enojo, no se canalizaban a través de los medios democráticos, sino a través del chisme, la molestia, o el coraje, pero finalmente no se expresaban en las urnas. Y esto es importante. En la democracia, el enojo, el descontento, no se expresa evitando las votaciones, sino al contrario, haciendo fuerte la democracia, participando para que cada vez sea más tomada en cuenta.
También hay algo ahí, como una especie de orgullo, pensando: “Yo no me rebajo a participar en un cochinero como este.” “Yo soy una persona decente y no voy a participar en este tipo de fraude”. Desgraciadamente, los jueces que actualmente se han elegido para los distintos niveles, le van a deber su voto a la actividad de MORENA, a sus promotores del voto, sus redes, su núcleo duro. No le van a deber los puestos que van a tener, a la ciudadanía, como debería de ser. Y mucho menos a quienes se expresaron a través de la no participación.
Por otro lado, sí se puede señalar que fue escasa la votación, en una proporción del 12 % a un 13 % de votantes, en la primera declaración del Instituto Nacional Electoral, aunque ya para el martes había quienes decían que no habría votado más del 5 % del electorado.
No sabemos lo que está ocurriendo, por cuáles razones se votó. No tuvimos la información necesaria para tomar decisiones realmente sólidas. Hay un desconocimiento general de lo que es la Ley. Y también, en un sentido más amplio, de lo que significa la democracia, y las instituciones que tradicionalmente se dan en los países democráticos. Nos falta el concepto de los balances y contrapesos, que son verdaderamente difíciles de entender para la mayoría de la población. Tenemos también un desconocimiento, inducido por quienes diseñaron esta votación, sobre los candidatos, de manera que hubo poco tiempo, y poca difusión del conocimiento de los que estaban proponiéndose como candidatos. Y se les dejó la tarea al TikTok y otras redes sociales. Que la mayoría de la población no tiene la costumbre de consultar.
Una gran parte de la ciudadanía no tiene el conocimiento como para poder acceder a información específica a través de las redes. Básicamente, tienen un modo muy simplificado de acceder a las mismas. No hablemos de personas como los obreros, los campesinos y sobre todo ciudadanos que residen en las poblaciones pequeñas, donde muchas veces la infraestructura no permite hacer un uso intensivo de estos medios. Se hizo la difusión para una parte del país que sí tiene esos accesos y esos conocimientos. No para todos.
Además, también en un nivel mucho más generalizado, hay un gran desinterés por la política. Se piensa que hablar de política en reuniones sociales es de mal gusto. Porque lo más probable es que ocurran pleitos. Y es cierto. Efectivamente, puede ocurrir, porque al no tener conocimientos suficientes, nuestra única reacción cuando alguien propone ideas diferentes de las nuestras es el enojo y rebatir a través del insulto. Es lo que ha crecido enormemente en los últimos años. No es ese el modo como se puede llegar a ser democrático. Pero no tenemos otro, porque no sabemos cómo defendernos y no entendemos cómo aprovechar, verdaderamente, lo que sabemos.
Nos encontramos, una vez más, con que nuestra ciudadanía está profundamente dividida, con una gran desconfianza los unos a los otros y haciendo muy difícil una colaboración ciudadana. Podría uno pensar que ha sido el propósito maquiavélico de quienes diseñaron el lío en el que estamos ahora, metidos en el cambio del poder judicial. Si el propósito ha sido dividir a los ciudadanos para que no se puedan poner de acuerdo, claramente lo están logrando. Y no hay que permitirlo. Solo unos cuantos ganan con la división de la ciudadanía. La división de quienes no siguieron las indicaciones de MORENA, el encono que se está creando entre los ciudadanos, debe evitarse. Pensando a futuro, tenemos que sanar nuestras diferencias, por el bien de la Patria.
Finalmente, tuvimos que llegar a una decisión: ¿Votamos o no votamos? ¿Aceptamos el cochinero o nos abstenemos? ¿Fuimos indiferentes o teníamos razones para manifestarnos? Detrás de todo eso pudo haber muchas cosas, porque no supimos qué hacer, de lo cual no tenemos toda la culpa. Hubo quien limitó la información y diseñó todo el evento de manera que no pudiéramos fácilmente acceder a la información. O también puede haber sido porque no nos importó.
Pero finalmente, la solución de fondo, es encontrar el modo de salir de este conflicto que nos está dividiendo como Sociedad. Y la solución está en los propios ciudadanos. Una intervención ciudadana decidida, que no confíe en que las soluciones vengan de los políticos, de una clase política que, tal vez, en algunos casos, ya está irremediablemente desprestigiada. Podría ayudar una refundación de los partidos y de los grupos políticos. Pero lo que necesitamos son actividades ciudadanas, que no estén basadas en la clase política y que nos permitan resolver estos problemas de fondo.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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