Opinión

El morenovallismo, el fin de un espejismo

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Las muertes de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso, terminan con una etapa negra en la historia reciente de Puebla.

El descrédito de Mario Marín, el “gober precioso”, facilitó la llegada de Moreno Valle al frente del gobierno del Estado en 2011. A partir de entonces, solo tuvo como objetivo, ser el candidato del PAN a la Presidencia de la República para las elecciones del 2018.

Con descaro, utilizó el cargo de gobernador y los recursos del Estado para construir esa candidatura. Con obras de relumbrón, como el Museo Internacional del Barroco, cuyo costo fue de más de 8 mil mdp (160% más caro que el Museo Guggenheim de Bilbao) o la Rueda de la Fortuna con un coste de 400 millones, o la puesta en marcha de un sistema de transporte (RUTA) a un costo de 1500 millones de pesos que ha resultado ser un fracaso, pretendió crear la imagen de la transformación de Puebla y ésta, como un ejemplo de lo que se podía hacer con el país.

Sin embargo nada fue gratis. Para financiar sus aspiraciones, Moreno Valle hizo crecer la deuda de Puebla en más de 68 mil millones de pesos, dejando una pesada carga para los próximos 30 años. Para ocultar la deuda, Moreno Valle cambio la legislación de la materia y reservó la información por dos décadas.

En noviembre pasado, el Congreso del Estado, ahora con mayoría de Morena, acordó auditar las cuentas de 2016 y 2017.

Durante 8 años, Moreno Valle gobernó como un auténtico cacique. Sus operadores Diódoro Carrasco, Antonio Gali, Víctor Carrancá y Javier Lozano se encargaron de someter legal o ilegalmente a quienes se opusieran a sus propósitos. Más de 350 detenidos dan cuenta de la mano dura. Solo la muerte de un adolescente de 13 años en 2014, fue motivo suficiente para derogar la “ley bala”, ícono del autoritarismo morenovallista.

Durante 8 años, subordinaron a los medios de comunicación, unos a billetazos y otros por miedo; sometieron al Congreso; se hicieron del control del PAN y sus aliados; saquearon al erario con negocios privados; financiaron la promoción del “precandidato” con recursos públicos; controlaron a los “órganos autónomos”; se aliaron y promovieron a la delincuencia organizada y; maquillaron las cifras para disfrazar un presunto desarrollo de Puebla. Todo ello, con un abierto y complaciente respaldo de Peña Nieto.  

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Mención aparte merece el tema del huachicol. Cuando inició el gobierno Moreno Valle se reconocían 49 tomas “clandestinas” en ductos de PEMEX. En octubre de 2018, se ubican mil 815. 3,028% más. Tal crecimiento geométrico, se explica no solo por la omisión de la autoridad, que la hubo, sino por la complicidad de la misma.

Es un hecho reconocido, la relación de Moreno Valle y Javier Lozano con Othón Muñoz “El Cachetes”, uno de los principales líderes huachicoleros. O la protección que brindaban los mandos policiacos de Facundo Rosas para custodiar camionetas con hidrocarburo robado.

Esta también la sospecha de que atrás del financiamiento de la “precampaña” de Moreno Valle, estuvo el dinero del huachicol. Un buen día de 2017, nos llenaron el país con la promoción de un libro que nunca existió. Espectaculares, anuncios pagados en medios, promocionales en las redes, presentaciones, etcétera, etcétera, etcétera. Una campaña estimada en 500 millones de pesos, que nunca se informó de donde salió el dinero. La editorial se hizo omisa y el INE también.

El robo a Pemex es un robo a la Nación. El contubernio de la autoridad con los delincuentes, es una traición al ciudadano que no debe tener perdón.

El morenovallismo terminó el 24 de diciembre. No hay propuesta política, ni ideario, ni fundamentos ideológicos que lo mantengan vigente. Ni base social que reclame su legado. 

El morenovallismo, fue una forma más elaborada de corrupción y saqueo de los recursos públicos. Pasará a la historia junto con los Duarte, los Moreira, los Borge, los Mancera, como una generación de gobernadores que describen plenamente, estos tiempos de decadencia y de canallas.

Agustín Guerrero Castillo
@agustingc2012

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