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Opinión

El terremoto que se espera

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Han pasado 10 días del sismo y la gente sigue hablando por todos lados de él; en el Metro, en el tianguis, en Starbucks, en el Uber, en el transporte, en la peluquería. Que cerca y que lejos recuerdo aquel 1985 como si hubiera sido hace unos meses… pero han pasado tres décadas.

Este temblor, como aquel, también nos sacudió. Ojalá conformé pasen los días y retorne la calma no volvamos a ser los mismos apáticos, los mismos narcisistas, los zombies que no queremos ver más allá de la pantalla de nuestro celular.

El terremoto que viene debe ser social, como en 1985. Las generaciones de mexicanos de entonces salieron a las calles a remover escombros, a rescatar gente, se organizaron para salir adelante. Hoy sucedió lo mismo, jóvenes con la mejor disposición en todos los derrumbes al menos en la CDMX.

El gobierno quedó rebasado ante la emergencia en 1985 y tal parece que también en 2017. Según Carlos Salinas de Gortari, en varias entrevistas que se pueden ver de nuevo en YouTube, reconoce que 1985 fue el detonante que sacó por primera vez al PRI de Los Pinos.

Este 19 de septiembre, cómo aquel otro (1985 y 2017), debe ser el preámbulo de un terremoto social para poner un alto a los partidos del TOMO TODO  y USTEDES NADA, a los políticos de la corrupción que permiten funcionarios que sellan permisos de construcción que matan (porque no cumplen las normas) a cambio de una mordida.

Que este temblor ponga un alto a los que planean autopistas como el Paso Exprés que exprés-mente colapsó, o a las obras eternas de supuesta repavimentación en carreteras donde desvían millonarios recursos (como en la Autopista del Sol o la México-Querétaro).

Este sismo debe sacudir fuertemente la conciencia de los mexicanos, de saber que su voto y su voz deben de ser RESPETADOS. Este temblor social que necesitamos, debe impedir a los partidos que están muertos de miedo por el enojo de los ciudadanos,  que desvíen la ayuda millonaria hacia la campaña presidencial que será en unos meses o hacia sus bolsillos.

Ojalá este terremoto nos haga hacer conciencia de que es REAL que vivimos en una zona sísmica, que no vamos a saber cuándo llega una sacudida, pero si podemos estar mejor preparados, saber si nuestra casa es segura, con una cultura más avanzada en protección civil, con un plan familiar, con una mejor alerta sísmica.

De verdad deseo que ese terremoto (social) llegué y como el sismo de 1985 que revivimos este 2017, México no vuelva a pasar por los temblores políticos que hemos tenido cada seis años,  como en el 2000, 2006, 2012, que eso no se repita en 2018.

 

Emanuel Mendoza
Twitter: @emanuelmendoza1
Editor de Siete24.mx

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Columna Invitada

Dependencia México-Estados Unidos

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Entre México y Estados Unidos existe una situación ancestral de integración entre ambas economías, una situación que se le podría calificar de dependencia. Aunque hay quien dice que es, más bien, una codependencia y, en todo caso, debería tratarse de una interdependencia. Son matices del mismo concepto. Esta es una situación que se ha venido acelerando y ampliando desde el siglo XX y el siglo XXI mediante acuerdos comerciales.

Esto ha estado cambiando con una serie de declaraciones de parte de los presidentes de ambos países, donde se está planteando la dependencia de distintas maneras y usándolas como arma de tipo político. Repito, de ambas partes. El punto es que, para muchos, se tiene la idea de que unos dependen de los otros. Por ejemplo, la presidenta de México habla de que los migrantes mexicanos sostienen la economía de Estados Unidos, lo cual es parcialmente cierto, pero no del todo. Y fue citada, como quien pidió una movilización de los emigrados para defender sus derechos. Culpabilizándola por los disturbios recientes en algunas ciudades de los Estados Unidos.

Estos últimos días, se han visto en redes sociales respuestas a esta aseveración de la señora presidenta, diciéndole que, si los mexicanos que están trabajando en Estados Unidos son tan eficaces, tan buenos trabajadores, ¿por qué no se regresan a México, trabajan acá y construyen una economía mexicana mucho más fuerte, aprovechando esas fortalezas?

Lo que pasa es que no basta con tener un buen trabajador: personas asiduas, bien entrenadas o dispuestas a serlo, como ocurre con mucha frecuencia con el migrante mexicano. Y no basta por muchas razones. Si regresaran a México todos los buenos trabajadores emigrados a los Estados Unidos, que ya han sido valorados, que ya reciben salarios muy superiores a los que se pagan en México, se encontrarían con otra situación: las diferencias importantes entre las dos economías. Mientras en Estados Unidos existe una fuerte inversión, un emigrado, al llegar a México, se va a encontrar con una economía con un poder adquisitivo incomparablemente menor que el de Estados Unidos, con una inversión tecnológica escasa y cara.

Con esto, las condiciones de ese trabajador, aun cuando sean en realidad muy buenas, no van a tener resultados. Dentro de estas diferencias habría que destacar, como algo muy importante, el concepto del imperio de la ley, muy apreciado en los valores de una buena parte de la población de Estados Unidos. Mientras que en México la situación no es así: pocas personas tienen mucho aprecio por el imperio de la ley y tienen otro tipo de ideas, que heredamos desde los tiempos de la Colonia o antes.

Esta situación, que hemos tenido ancestralmente, en las últimas semanas, se ha agudizado, en parte, por marchas y algunos actos de violencia, en la ciudad de Los Ángeles y en otras ciudades de los Estados Unidos. Mismos que se achacan a declaraciones de la presidenta Sheinbaum, quien habló de la necesidad de movilizarse ante las situaciones en que viven nuestros emigrados. Se ha disparado una guerra de declaraciones de ambas partes. Tanto de los personeros de la 4T, como por cierto tipo de partidarios del Partido Republicano de los Estados Unidos.

Se ha llegado hasta acusar al gobierno de México de estar planeando una invasión y una guerra de guerrillas en Estados Unidos. Se habla de la colaboración de Venezuela, Cuba y Nicaragua para este asunto. Planteándolo como una cuestión que ya no es de tipo interno ni de migración, sino de un ataque bélico. Con todas las consecuencias que esto tiene. Sin saber, en realidad, hasta dónde puede llegar.

Debemos tener un concepto más claro de cómo debe ser nuestra relación.  Lo único bueno que puede salir, de toda esta guerra de declaraciones es, precisamente, la clarificación de cómo debe ser el papel de ambos países. Hay que reconocer que hay dependencia, pero hay que pensar que debe volverse una interdependencia, donde cada cual aporte sus fortalezas y ayude a remediar, de algún modo, las debilidades de nuestros países.

Hay que reconocer la aportación que tiene la mano de obra mexicana, sea en Estados Unidos o sea en las maquiladoras, en el concepto, hoy muy demeritado, del Near Shore, y ver cuáles son los lados positivos. México está aportando mano de obra calificada, entrenada con las especificaciones que piden en Estados Unidos, y con una organización de la cadena productiva que se integra de una manera muy adecuada para las necesidades de ese país. Por otro lado, hay que reconocer que a México le conviene un acceso más amplio a una economía mucho más grande y creciente, donde puede haber un mercado muy bueno para nuestros productos.

Aceptar que tenemos diferencias en esta relación. Esta interdependencia se da donde México aporta muchas materias primas o productos ensamblados por mano de obra especializada, mientras que nosotros importamos bienes de capital, equipo electrónico y equipo de alta tecnología, obviamente en todos los casos, con mayor valor agregado. Por ejemplo, la utilidad que se puede obtener exportando cien mil dólares de aguacate es escasa, comparada con lo que le trae, a los Estados Unidos, como valor agregado, la venta de cien mil dólares de teléfonos electrónicos de alguna de las marcas de alta gama. Lo mismo ocurre con equipamiento electrónico de alto nivel que importamos de EE. UU., mientras nosotros estamos exportando petróleo, carne de res y vegetales de invierno, que no se comparan con el valor agregado de lo que les compramos.

Tenemos que reconocer, mutuamente, la aportación que cada uno hace para la economía del otro país. Cultivar lo positivo, abandonar el concepto de que hay ganadores y perdedores. Evitar pensar que estamos en un juego de suma cero. O sea, que todo lo que gane Estados Unidos es porque lo perdió México y, viceversa, todo lo que ganan México y los mexicanos es porque lo perdió Estados Unidos. En realidad, la idea es que entre los dos podemos hacer que nuestros mercados crezcan y que seamos cada vez más importantes a nivel mundial, ganando exportaciones fuera de nuestra área. No solo esto: considerar cómo crecerían nuestras economías si tuviéramos ambos países mayor poder adquisitivo. Ese debería ser, realmente, el objetivo más relevante.

Pero no ha sido fácil. No se trata de ver qué le arrebato al otro para crecer yo, sino de ver cómo colaboramos juntos. El concepto que le ha dado vida a la Unión Europea y probablemente a otras economías, que busca precisamente esto. Finalmente, lo que necesitamos es bajar la intensidad de un enfrentamiento estéril, que no nos está beneficiando, que nos está haciendo daño a ambos lados. Y que al final de esta historia terminaremos con enconos, con divisiones y con víctimas, muchas veces, irrecuperables. En ambas economías.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Bambú: solución verde con impacto social y ambiental

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Cada 17 de junio, el mundo conmemora el Día de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, una fecha que nos recuerda que la degradación del suelo, la escasez de agua y la pérdida de cobertura vegetal no son amenazas distantes: son realidades palpables en gran parte del territorio sonorense. Frente a este desafío que compromete nuestra seguridad alimentaria, nuestra economía y nuestra calidad de vida, una alternativa natural, resiliente y altamente rentable emerge con fuerza: el bambú.

El bambú: restaurador del suelo, capturador de carbono y generador de esperanza
El bambú, posee una serie de cualidades ecológicas y económicas que lo posicionan como una solución integral para Sonora:

Captura carbono de forma eficiente, permitiendo que los productores accedan al creciente mercado internacional de bonos de carbono.

Fija el suelo, combate la erosión y restablece ciclos hidrológicos, permitiendo que el agua vuelva a infiltrarse en la tierra y que los ecosistemas comiencen a regenerarse.

Tiene la capacidad de absorber metales pesados y regenerar suelos contaminados por actividades mineras, una problemática crítica en diversas regiones del estado.

Produce biomasa en abundancia y en poco tiempo, sin necesidad de replantar, lo que permite un aprovechamiento continuo y sustentable.

Además, el bambú es altamente versátil: puede utilizarse para fabricar muebles, textiles, papel, utensilios, brotes comestibles… y lo más importante para miles de familias: para construir viviendas económicas, dignas, resistentes y de bajo impacto ambiental.

Vivienda digna y metas de desarrollo: una oportunidad para Sonora

El Estado de Sonora ha anunciado metas importantes en materia de vivienda social, infraestructura ecológica y combate a la marginación rural. El bambú es el catalizador para cumplir esas metas de forma sustentable, rápida y con valor social agregado.

En regiones donde los costos de construcción son elevados o los materiales tradicionales escasean, la bioconstrucción con bambú representa una solución viable y replicable, alineada con las políticas de combate al cambio climático. El sustituto ideal del acero, representando poco más del 35% de ahorro en el sistema tradicional.

Mercado de carbono: ingresos verdes para las comunidades rurales

Cada hectárea de bambú bien manejada puede capturar en promedio 30 toneladas de CO₂ al año, lo que permite registrar proyectos que generen bonos de carbono y que puedan ser vendidos en mercados internacionales. Esto representa una nueva fuente de ingresos para pequeños productores, ejidos y comunidades indígenas, sin necesidad de destruir el ecosistema.

En países como Perú, Colombia o India ya se han implementado exitosamente modelos similares. Sonora puede ser el primer estado del norte de México en aprovechar esta oportunidad.

Ecoturismo y economía verde

El bambú no sólo regenera ecosistemas y genera productos. También transforma paisajes. Proyectos de senderismo, turismo ecológico, centros de educación ambiental y alojamiento rural en casas de bambú pueden convertirse en fuentes de ingreso para regiones que hoy dependen únicamente de actividades primarias e incluso del sector minero en peligro de receso.

Zonas como la Sierra Alta, los Valles agrícolas abandonados o los municipios cercanos a las minas pueden convertirse en corredores de restauración productiva y de turismo regenerativo si se apuesta por este modelo.

Un llamado a la tierra, a la acción y a la visión disruptiva

Durante el Foro de Consulta del Plan Estatal de Desarrollo, convocado por el gobierno del estado de Sonora, la propuesta de implementar un modelo basado en el cultivo y aprovechamiento del bambú destaca como una de las más integrales, sostenibles y visionarias. Participamos activamente cumpliendo con los formatos oficiales, en foros y mesas específicas, presentando argumentos que hemos construido desde 2011 y reactivado en octubre de 2023 a través de nuestra consulta con especialistas.

Por ello, hacemos un llamado urgente, firme y respetuoso a las autoridades estatales y federales, a los legisladores, presidentes municipales, universidades y organismos de desarrollo: volteen a la tierra, escuchen a las comunidades y apuesten al bambú. No se trata de una utopía: se trata de una herramienta concreta, con evidencia científica y resultados internacionales, capaz de regenerar suelos, activar economías locales y captar carbono a gran escala.

El bambú no es un cultivo más. Es una solución regenerativa, económica, climática y socialmente transformadora. Y puede ser —sin exagerar— la respuesta estructural que Sonora necesita. La decisión está en nuestras manos: sembrar bambú es sembrar futuro.

Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Felipe Monroy

El peso del Nuncio, según León XIV

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Para muchos pasó desapercibido el fragmento del discurso del papa León XIV a los representantes pontificios en el que no sólo reivindicó el trabajo y responsabilidad de los nuncios apostólicos en el proceso de la selección de candidatos al episcopado; sino donde específicamente aseguró que el servicio de estos diplomáticos “precede” al propio pontífice; pues, dijo: “Puedo confiar en la documentación, las reflexiones y los resúmenes preparados por ustedes y sus colaboradores”. Fue un mensaje que estremeció a algunos presentes.

De entre los nuncios del mundo, el representante papal en México, Joseph Spiteri, fue uno de los que escuchó y sopesó el profundo impacto de aquellas palabras. No sólo porque la nación mexicana tiene uno de los colegios episcopales más nutridos del planeta sino que además, debido a diversas condiciones históricas y políticas, el mecanismo de selección de candidatos al episcopado ha experimentado en las últimas décadas cierto ‘burocratismo’; en donde la principal cualidad de las promociones no es precisamente la audacia pastoral o la radicalidad de lo que el papa Francisco les recomendó a los obispos de México en 2014: “Vivir una solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio”.

En su momento, Francisco tuvo una mirada muy clara del episcopado mexicano; conoció en primera persona las tensiones jerárquicas y políticas de los obispos nacionales al punto de no poderse guardar el célebre apercibimiento en su visita a México: “Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, se las digan; pero como hombres, en la cara”. Aquello tiene casi una década.

Ahora hay otro pontificado, el papa León XIV conoce también en buena medida al episcopado nacional debido a que sirvió un par de años en el Dicasterio de los Obispos precisamente analizando los temas que tienen que ver con los jerarcas de la Iglesia. Desde los primeros días de su pontificado explicó que una de sus preocupaciones es justamente la formación intelectual, teológica y pastoral de los obispos del mundo. Desde su lógica, la selección de los candidatos a las sedes episcopales es una dimensión realmente importante “de la gran misión de la Iglesia”, para la cual requiere que sus nuncios velen con celo y hasta sacrificio esa responsabilidad “irremplazable”.

Y ahí es donde el nuncio Spiteri tendrá una labor titánica por atender.

Lo primordial será poner desvelo y muchos kilómetros a ras de suelo para vigilar la promoción de los presbíteros al orden de los obispos; también requerirá mucho diálogo y discernimiento ante los traslados episcopales interdiocesanos y las promociones a las sedes metropolitanas.

Sin contar los casos extraordinarios, que por enfermedad o impedimento, podrían anticipar sucesiones episcopales; al momento hay una veintena de diócesis bajo análisis de sucesión porque sus pastores han cumplido o están por cumplir la edad canónica de retiro, entre ellas, siete sedes metropolitanas.

Dos de ellas llaman fuertemente la atención por el perfil de sus actuales pastores: Guadalajara y México. Ambas tienen a cardenales arzobispos que ya han pasado la edad canónica de jubilación pero que, debido a su reciente participación en el cónclave, el propio León XIV ha contemplado que se encuentran con la salud y la disposición suficientes para extender su ministerio de gobierno un par de años más. La elección intempestiva de sus sucesores podría representar más la preocupación del nuncio o del Papa que del resto de sus hermanos obispos en el país.

Hay otras tres arquidiócesis muy representativas que también comienzan a vislumbrar un recambio generacional: Puebla de los Ángeles, Antequera-Oaxaca y Acapulco. Para estas sedes se requieren perfiles episcopales experimentados, con más de seis o siete años de experiencia diocesana de obispos con plenas facultades de gobierno y enseñanza.

Sin embargo, el elenco de territorios diocesanos que ponen la mirada en cambio de pastor es extenso: Tepic, Cancún-Chetumal, Zamora, Mazatlán, Texcoco, Querétaro, Puerto Escondido, Valle de Chalco, La Paz, Tlaxcala, Coatzacoalcos, Tula, Zacatecas e incluso Monterrey. Esas junto a las otras siete diócesis actualmente en sede vacante (Atlacomulco, Campeche, Ecatepec, El Salto, Nogales, Nuevo Laredo y Tampico), suponen una labor inmensa y delicada para el nuncio Spiteri.

En todo este panorama no hay que olvidar el caso de Morelia, que es distinto pues antes de su larga hospitalización, el papa Francisco nombró a un arzobispo coadjutor para preparar la sucesión del actual pastor quien estará alcanzando la edad canónica de retiro en seis meses y cuya salud se ha visto mermada en los últimos años. Sin embargo, como suele ocurrir, la presencia de dos arzobispos (uno coadjutor con facultades especiales) en un mismo territorio no suele ser tan tersa como se esperaría y eso seguramente también está como pendiente en el escritorio del Nuncio.

La forma simple de atender todo esto es bajo el consabido proceso de promoción y colocación de los perfiles: hay obispos auxiliares jóvenes en el ‘bullpen’ (y a disposición de la Nunciatura) para ser nombrados obispos titulares y hay obispos con una experiencia acumulada superior a los siete años para ser promovidos a sedes metropolitanas. Sólo para casos de diócesis periféricas (con menos de un millón de habitantes) o en desarrollo (prelaturas y estructuras eclesiales en consolidación) hay una labor un poco más sopesada para promover a presbíteros o religiosos con cierta experiencia de administración (colegios, seminarios, congregaciones religiosas) como flamantes pastores.

Ese tal vez es el camino ‘fácil’, echar mano de lo que el episcopado mexicano ha sistematizado y hasta burocratizado; pero el papa León XIV quizá no tenga la misma idea. El mensaje a los representantes pontificios fue concreto: “Su papel, su ministerio, es irremplazable”; ese es el verdadero peso del Nuncio apostólico.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Columna Invitada

¿Qué hacer?

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En la discusión sobre los resultados de la elección del Poder Judicial, hay algunos puntos en los que vale la pena entrar más a fondo. En México difícilmente puede hablarse de que existió una época larga de Estado de Derecho. Fue hasta los años 1995-96, cuando se empezaron a establecer con mayor claridad los contrapesos del Poder Judicial al Poder Ejecutivo o Legislativo.

Antes de ello, en México, aparentemente, en las leyes había salvaguardas para la ciudadanía, pero la realidad es que había un sometimiento completo de los Poderes, tanto el Legislativo como el Judicial, al Poder Ejecutivo. Y por ello se hablaba de la “monarquía sexenal”. Hay una diferencia con la situación actual. Efectivamente, los cambios en las leyes han restablecido ese sometimiento del Poder Judicial a los demás Poderes, que hacen esos cambios legales, más no legítimos. La gran diferencia es que antes, al menos en las leyes, en la Constitución, se mantenían algunos contrapesos. Ahora, la falta de independencia del Poder Judicial, se ha vuelto ley. Antes se violaban las leyes. Hoy en día, no se está violando la ley cuando se somete al Poder Judicial a los dictados del Poder Ejecutivo.

De hecho, quienes han salido perdiendo, somos los ciudadanos sin partido. La gran pregunta ahora es: ¿qué nos toca hacer? ¿Hay algo que se pueda hacer? Estamos viviendo una época de desesperanza, el sentimiento de que no se pudo parar este golpe, el cual no ocurrió, propiamente, el día de las elecciones. El golpe estaba dado desde antes: desde la construcción del sistema de elección de jueces y el modo como se diseñó la votación, con prisas y sin un cuidado suficiente.

Un ciudadano sin partido no tiene los recursos que pueden tener los partidos políticos, que son considerables y adecuados. Además, esos recursos proceden de los propios impuestos que paga el ciudadano sin partido. De ahí el sentido del desánimo. Hay quienes dicen: “no hay nada que hacer”. Pero esto es importante. No podemos simplemente decir que hay que aguantar. En algún momento me dijo una buena amiga: “solo nos queda irnos a Miami”. Bueno, eso era antes de que llegara el señor Trump. Pero esa es la salida que algunos ciudadanos, con recursos suficientes, están planeando.

Hay cosas que son importantes y que sí se pueden hacer. Lo primero es entender con claridad qué pasó. Por un lado, la 4T y sus aliados están celebrando como un triunfo el logro del 12 % de los votantes registrados. Lo cual es relativamente falso, porque hubo votos en contra de los candidatos que ellos propusieron, ilegalmente, por supuesto, a través de los famosos acordeones. De eso no tenemos una medición correcta. ¿Cuántos son los que verdaderamente ganaron, en proporción de aquellos que se sugirieron en los acordeones? Se dice que el nuevo presidente de la Suprema Corte, ganó con solo un 6 % del electorado.

También es falso lo que han dicho algunos personeros de la oposición, que el 88 % de la población votó en contra del cambio. Eso tampoco es cierto. De ese 88 % no podemos calcular, con precisión, cuantos estuvieron en contra o a favor de la propuesta. O, simplemente, no les importó. Y eso es lo que está pasando con la mayoría. No desean hacer algo por cambiar la situación.

Habría que tomar en cuenta también que hay diferentes tipos de ciudadanos sin partido, que podrían dividirse en dos grandes grupos: los que no tienen partido, porque no creen en los partidos actuales, pero que podrían participar intensamente en partidos nuevos que les dieran garantías que hoy no reciben de la oposición actual. Ese es un tipo de ciudadano que temporalmente es un ciudadano sin partido, pero que está a la búsqueda de algo que le satisfaga. Probablemente, la mayoría de la ciudadanía, no pertenece a ningún partido ni desean pertenecer a alguno. Simplemente, consideran que no es su manera de actuar en política, pero que no quieren quedarse sin participar.

Y por supuesto, siempre habrá ciudadanos sin partido, que ni les importan ni quieren participar de ninguna de las maneras. Simplemente, están muy cómodos con la situación actual y no están convencidos de que les afecte en lo personal. Pensando en aquellos, que no quieren ser miembros de ningún partido y que sí quieren participar de alguna manera, habría algunos puntos que considerar. La gran pregunta es: ¿qué hacer?

Frente a esta situación, que se ha creado y que todavía no conocemos a fondo sus consecuencias, ¿cómo modificarla? Es un juego de largo plazo. No es creíble que, con unos cuantos arreglos rápidos o un cambio de gobierno, cambie radicalmente el concepto de fondo, la idea de tener un verdadero Estado de Derecho. Que, como decía anteriormente, casi nunca hemos tenido, y que tampoco nos ha importado demasiado, porque no le hemos visto los frutos a esa situación.

Habrá que ir creando nuevas condiciones. El primer paso que puede dar el ciudadano común es asociarse, comunicarse para entender: ¿Qué ocurrió? Estudiar para comprender cuál ha sido la situación, desde sus antecedentes y por qué entre los mexicanos el Estado de Derecho nunca ha sido un valor que tenga un alto nivel de importancia. Y qué se podría hacer para convencernos.

Hay que entender a quiénes votaron a favor de un cambio tan radical como el que estamos viviendo. Seguramente, tuvieron alguna idea de qué esto les beneficiaba. Víctimas, posiblemente, de la corrupción, de la impunidad, brutalmente atroz en este país. Es un hecho que no le ven caso a seguir como estábamos. Hay que entender por qué piensan así y qué es lo que están buscando, cuál es el cambio que desean.

Ha habido intentos de mejorar la situación jurídica y uno muy claro fue el intento de cambiar al sistema de juicios orales, que se buscó implantar con gran vigor, pero que, al cambiar el régimen, como tristemente ocurre en nuestro país, cuando entró un nuevo presidente cambiaron las prioridades, cambiaron los criterios y no se siguió con la misma intensidad. Y se tuvo una aplicación parcial que no llegó a los resultados que se deseaban. No se puede decir que haya fracasado el sistema, porque de fondo nunca se implementó, ni siquiera de manera limitada. Pero eso tenía como propósito acelerar los procesos y poder darle a la ciudadanía el resultado de una justicia rápida, expedita y completa.

Por otro lado, una vez entendiendo cuál es la situación y, probablemente, esto requiera estudios parciales por cada tipo de asunto, tendríamos que organizarnos para discutir en amplitud cuál es el objetivo, qué es lo que la mayoría quiere y de qué manera se le puede apoyar para que esto ocurra. Afortunadamente, la tecnología y también las costumbres que se han ido implementando en la ciudadanía, hacen fácil organizar pequeños grupos de discusión con condiciones muy específicas. Grupos que tengan algún interés en particular en esos aspectos jurídicos.

La ventaja es que esto no requiere de grandes inversiones, ni tampoco de liderazgos muy poderosos que, desde el principio, aglutinen a todos los que desean participar. La discusión en grupos pequeños puede ocurrir con más facilidad cuando se trata sobre todo de intereses comunes. Así, por ejemplo, podríamos hablar de grupos que discutieran la parte jurídica de lo familiar, o que hablaran del problema de las desapariciones forzosas, o de los temas económicos e incluso los mercantiles.

Discutir por asuntos y ubicar qué áreas faltan por discutir. Todo lo que se requiere es una coordinación sencilla para poder saber quién está discutiendo sobre qué. Una vez teniendo eso, conviene también, revisar, detallar, confirmar cuáles son las distintas propuestas en el asunto. Empezando, por supuesto, por el principio: ¿por qué no creemos en la justicia y dónde vemos necesidad de un cambio, en el aspecto que estamos tratando en lo particular? Una vez logrado esto, lo que sigue es buscar el modo de comunicarlo. Que es, probablemente, la parte más fácil de hacer, porque todo el mundo está muy preparado para hacer comunicaciones sencillas. Desde unas cuantas frases, una infografía, o un podcast o algo un poco más sofisticado. Lo cual abunda por todos lados y es fácil de hacer.

Pero aquí el concepto es no quedarse con la discusión, sino comunicar. Tratar de centralizar esa comunicación para poder tener idea de qué se está transmitiendo, qué se está desarrollando y poder tener ideas claras. Y luego, posteriormente, vendría el aspecto de influir. Reunir grupos que tengan intereses comunes. Alguna idea de declaración conjunta. Y darlo a conocer a otros ciudadanos sin partido que tengan interés para influir. Para no solo darlo a conocer, sino también exigir propuestas muy concretas. Que es a lo que tendríamos que llegar.

Claramente, no bastaría con esto. Necesitaríamos acciones que el propio caminar nos irá señalando. Por ejemplo, crear observatorios ciudadanos sobre distintos temas, auditorías sociales del funcionamiento de los gobiernos, legislativo en la sombra, y más. Lo que está claro es que no nos podemos quedar como estamos. La desesperanza en este momento es probablemente lo que más les interesa a quienes han ganado. Claramente, hay que tener en cuenta que esto no va a tener resultados rápidos y que no podremos esperar cambios totales del blanco al negro, sino que será una actividad de muy largo plazo.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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