Felipe Monroy

La catolicidad en una batalla silenciosa

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La iglesia católica se encuentra en un momento histórico. La primera parte del sínodo que se realiza en Roma para reflexionar sobre el tipo de andar que tiene hoy la cristiandad en el mundo y proponer cómo debe seguir caminando el resto del siglo, puede implicar un hito trascendental en esta bimilenaria institución religiosa.

El Sínodo de la Sinodalidad convocado por Francisco comenzó con una inédita y extensa consulta global donde se puso un fuerte acento en las opiniones de los bautizados y de los alejados de la Iglesia; inquietudes que no sólo tendrían que ser sistematizadas y respondidas dogmáticamente desde el ambón con la doctrina y el magisterio bajo el brazo, sino puestas en diálogo y atendidas horizontalmente bajo el modelo de ‘sinodalidad’, cuya etimología propiamente significa “caminar juntos”.

Pero, para variar, no todos creen en el aggiornamento, la permanente actualización de la Iglesia en la historia de las civilizaciones, ni en la idea de “caminar juntos”. Como estrategas políticos, cinco cardenales divulgaron en la víspera del sínodo una serie de dudas venenosas que enviaron al Papa meses atrás aprovechando la presencia de la prensa en el consistorio de cardenales y en la apertura del sínodo en Roma para que sus dubia causaran impacto mediático. Ante el ataque, el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, argentino amigo de Bergoglio, hizo pública la respuesta que el propio pontífice había escrito también meses atrás desactivando el escándalo que cuestiona el proceso sinodal convocado por Francisco.

Ahí no ha parado el asunto; en México, el cardenal emérito Sandoval Íñiguez –uno de los firmantes de las dubia– no ha dejado de arremeter contra la reunión pues aseguró a través de una carta que la idea de “caminar juntos” en la Iglesia es una “falsa idea” que “ha sido descubierta últimamente” porque “se quiere introducir toda clase de errores de fe y moral como legítimos”. Sandoval compara la sinodalidad con la democracia y a ésta con la “igualdad de todos”; el purpurado asegura que no todos deben tener derecho de opinar sobre la Iglesia porque ésta es jerárquica.

Fiel a su estilo ambiguo, el cardenal acusa de ‘babeantes’ a quienes apoyan el sínodo y a la “sinodalidad” de ser “un caballo de Troya introducido en la Iglesia para destruirla”; afirma que la asamblea que se realiza en Roma “abre la caja de pandora”; y que los “enemigos de la Iglesia” finalmente “encontraron la llave para entrar y destruirla”. Ningún obispo de México o el continente ha secundado las ideas del purpurado; por el contrario, el cardenal Aguiar ha estado estos días junto a Francisco como presidente delegado en las mesas redondas del sínodo.

A pesar de todo, la primera sesión de la Asamblea del Sínodo se ha desarrollado en tranquilidad y sin mayores problemas. Todos los convocados a participar en ella parten de una serie de premisas que parecen sencillas pero, como ya se mencionó, causan gran escándalo en algunos sectores ‘duros’ que no han dudado en declarar la guerra contra el modelo de participación y en las temáticas emanadas de la consulta global.

El método propuesto para la reunión en Roma pide a los participantes que toda “valentía al hablar” debe provenir de la “humildad de escuchar”; es decir, que la única actitud propositiva es la del diálogo y de una sana apertura al cambio. Pero además, este sínodo parte de la comprensión de que todo proceso de la Iglesia católica en la historia ha manifestado tensiones que requieren prudente discernimiento para lo cual se deben superar las tentaciones ideológicas que proponen las fuerzas político-económicas temporales. Por si fuera poco, los temas que atiende el sínodo plantean fuertes reconfiguraciones tanto a la actitud eclesial como a la operación eclesiástica de los católicos ante un mundo descristianizado.

Estas dos últimas situaciones son realmente los cambios que podrían emanar del Sínodo y que a no pocos les causan escozor porque están anclados a los estilos de gobierno eclesiástico y a las seguridades a las que algunos jerarcas y líderes se acostumbraron: El primer cambio sería distanciar el mensaje evangélico de las batallas ideológicas del siglo pasado; pues aún hoy sobreviven muchos juegos político-ideológicos que siguen confundiendo a la catolicidad como una herramientas de poder en las lógicas de derecha-izquierda, del comunismo-capitalismo o socialismo-neoliberalismo.

Y el segundo cambio: Reconfigurar procesos, estructuras e instituciones en la Iglesia que hoy no están respondiendo integralmente a la misión de compartir el mensaje evangélico en los desafíos contemporáneos. Es claro que las crisis vocacionales, de credibilidad e influencia de la cristiandad en la cultura contemporánea tienen un ingrediente común de corrupción en el ejercicio de las posiciones de autoridad, una enfermedad sistémica que se agudiza entre el pueblo de Dios con actitudes de ‘clericalismo’ y ‘carrerismo’ eclesiástico.

El próximo 29 de octubre será la misa de cierre de esta primera sesión del Sínodo ya con los avances de las relatorías de los cuatro primeros segmentos del proceso y con las conclusiones y propuestas para la segunda sesión del sínodo que será en 2024. Aquí las estaremos analizando.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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