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Columna Invitada

Franciscus

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Se nos fue el Papa Francisco y nos deja un sentimiento de tristeza. Ya lo veíamos mejor. Nos habían anunciado que su convalecencia iba bien. Además, lo estábamos viendo bastante activo. Había recibido unos días antes de su fallecimiento al vicepresidente de los Estados Unidos, el señor James D. Vance. También escribió y estuvo presente en la proclamación Urbi et Orbi del cierre de la Cuaresma. Estuvo presente, dio la bendición a los fieles que estuvieron en la plaza de San Pedro. Y también después hizo un pequeño recorrido en su famoso Papamóvil, saludando a los fieles. De manera que lo veíamos ya en vía de recuperación.

Hacer una relación formal de un personaje con una personalidad tan rica, es difícil de hacer. Se puede hablar de las primeras cosas que hizo, de los primeros aspectos en que destacó: fue el primero en ser un Papa no europeo. Él fue el primero en usar el nombre de Francisco. También recuperó la costumbre primitiva de que los Papas no tenían un número y no quiso ser llamado Francisco Primero. Decidió no vivir en los departamentos del Palacio Vaticano y quedarse en la casa de Santa Marta, en un lugar mucho más modesto.

Es difícil tener una visión completa de su aportación a la Iglesia. Seguramente, esto requiere de más de un artículo donde se pueda profundizar, no solo en sus hechos, sino también en las reflexiones y los comentarios en torno a su personalidad. Hay quien dice que dividió a la Iglesia Católica. Hay que reconocer que la Iglesia Católica tiene divisiones y que esas ya existían desde mucho antes de que llegara el Papa Francisco. Y también es cierto que no siempre las divisiones tienen algo de malo. Muchas veces esas divisiones permiten aclarar situaciones que no se han entendido, que se dieron por hecho y que es bueno comprenderlas y saberlas manejar.

No esperamos en nuestra Iglesia una total homogeneidad: que todo el mundo esté conforme en las mismas ideas, en las mismas maneras de ver las situaciones. Es interesante que incluso en el Nuevo Testamento está reseñada una división entre San Pablo y San Pedro. El mismo San Pablo menciona cómo él se opuso a San Pedro cuando consideró que estaba haciendo algo que no correspondía con el mensaje de Cristo. Y lo dejó escrito en el Nuevo Testamento como un mensaje para todos nosotros.

Es también interesante recordar la declaración que hizo el propio Papa Francisco en su visita a México, donde en una junta que se transmitió por televisión en directo, una reunión con los obispos mexicanos, les habló de que se pudieran enfrentar, como hombres, y que también se tenían que sanar después de la confrontación. Lo cual quiere decir que no le parecía malo que hubiera tales divisiones.  Hay que ir más allá de la superficie. Decir, al menos en esta primera relatoría, cuáles son los conceptos más importantes. En lo personal, tal vez inevitablemente, tengo que partir de mis opiniones personales. ¿Qué fue lo que más me impresionó de su pontificado?

Probablemente, uno de los temas que se ha dejado un poco de lado en todos estos comentarios, fue el llamado el Año Santo de la Misericordia. Un evento extraordinario al que llamó el Santo Padre, y que tuvo frutos interesantes. Fue una explicación más completa del concepto de la Misericordia, que no es nuevo, ni fue propio de este Papa. Ya el Papa San Juan Pablo II había impulsado el culto al Señor de la Misericordia. Pero es importante ver también qué fue lo que ocurrió en ese tiempo.

El evento, que duró de finales del año 2015 al 2016, tuvo una serie de presentaciones y de reflexiones sobre el tema de la misericordia, incluyendo varios de los pasajes de los evangelios y otros elementos similares. Sin embargo, posiblemente el asunto más notable fue que, durante el año de la misericordia, el Papa concedió un permiso para las personas que hubieran sido separadas de la iglesia, por haber participado o facilitado un aborto. Se les permitió que, en lugar de tener que presentarse frente a un obispo a solicitar que se les levantara la sanción eclesiástica, podían presentarse en confesión ante cualquier sacerdote y obtener la absolución.

Hubo reacciones, sobre todo en algunos grupos provida, que estaban insistiendo en el endurecimiento de las sanciones a quienes estuvieran involucrados en un aborto. Finalmente, terminando el año de la misericordia, el Papa Francisco, hizo permanente esa disposición, de modo que ya de ahí en adelante cualquier caso relacionado con el tema del aborto puede ser llevado ante cualquier sacerdote en confesión y solicitar la absolución. Lo cual es un cambio importante y que, a algunos de los grupos provida, no les pareció adecuado, pero finalmente no hicieron tampoco un gran alboroto.

Otro concepto relevante que ocurrió durante este pontificado fue la Reforma de la Curia, que tuvo que ver con establecer mayor transparencia, modificaciones en procedimientos, sobre todo en aspectos de tipo financiero. De una manera más notable, se empezaron a incorporar dentro del personal de la Curia a religiosas, y seglares. En México tenemos un seglar, el Doctor Rodrigo Guerra, quien ocupa un puesto importante en la Curia del Vaticano, como secretario del Consejo Pontificio para América Latina.  Simultáneamente, fue discutido si se pudiera aprobar el sacerdocio para mujeres, y lo que se logró fue ampliar la participación de las mujeres en los cuerpos de decisión de la Iglesia Católica.

Un tercer tema fue el asunto de la llamada sinodalidad. Un término poco conocido, que tiene como etimología la palabra que significa “caminar juntos”. La sinodalidad se estaba manejando básicamente como las reuniones de obispos, y se amplió el concepto para incorporar en este caminar de la Iglesia Católica a sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas, y también seglares, con la idea de que todos caminemos juntos en la toma de decisiones y en nuestro modo de vivir como organización.

Un tema que se discutió bastante: se hicieron reuniones previas en distintos países para presentar conceptos a discusión, hubo tres eventos, en los cuales hubo invitados seglares y religiosos. Estos invitados, normalmente, no están incorporados en estos tipos de reuniones, sino como expertos, porque los sínodos generalmente eran solo de obispos. Y esto es un cambio, un modo diferente de manejar los puntos de vista y los trabajos de la Iglesia. Un cambio fundamental.

Esto tiene que ver con una serie de declaraciones del Papa, desde el momento en que tomó posesión, diciendo que él se oponía al clericalismo, entendiendo por ello el predominio de los clérigos sobre el resto de la Iglesia. Precisamente, el concepto que está detrás del tema de los sínodos de la sinodalidad. Esto despertó bastante interés, aunque no faltó algún que otro cínico que decía que habría que esperarse unas cuantas décadas para ver que esto se aplicara.

Posteriormente,  en la visita que hizo el Papa Francisco a Brasil, hubo un comentario sobre el tema, que a algunos les descorazonó.  Francisco reiteró que había que incluir a más laicos en las decisiones de la Iglesia; pero, por otro lado, también dijo que muchas veces se les había pedido a los laicos participar y no había habido respuesta. Lo cual de alguna manera es el fruto natural del clericalismo, porque cuando este existe, su resultado es el infantilismo de los laicos en cuestiones de la Iglesia.

En las preparaciones del sínodo se hicieron consultas en las cuales se incluyeron a clérigos, religiosos y religiosas, además de seglares. En el caso de estos últimos, generalmente la consulta ocurrió entre los laicos que ya están participando en actividades de la Iglesia. Los mismos que en algún momento el Papa Francisco los llamó “laicos clericalizados”, y que consideró que no era una situación adecuada. Finalmente, no hay un mecanismo sencillo para poder hacer consultas a los laicos llamados “seglares en el mundo”.

El sínodo terminó en octubre del año pasado y se dijo, en ese momento, que posteriormente habría un documento donde el Papa Francisco daría sus directrices sobre los resultados del sínodo. Lo cual, aparentemente, no ha ocurrido y no resulta claro cuál será el resultado en este asunto. Ya se entregó un documento como una relatoría con las conclusiones del sínodo y hubo una declaración del Papa diciendo que sus resultados no son normativos y se tendrán que ir aplicando en diferentes localidades para tener más claridad para su uso.

Hay más que decir sobre estos 12 años de presencia del Papa Francisco entre nosotros. Un pontificado que tuvo un inicio único en los últimos tiempos de la Iglesia, dónde se dieron simultáneamente un Papa emérito, quien renunció a su cargo y se retiró al estudio y la oración, simultáneamente con un Papa actuante. Este y otros temas valen la pena comentar en una próxima publicación.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Un nuevo Papa

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Hemos estado, en estas últimas semanas, en un tiempo de sorpresas. La muerte del querido Papa Francisco, precisamente cuando nos habían anunciado que iba mejor y ya no se esperaba que empeorara su situación. Luego, la elección de su sucesor, que también estuvo sembrada con sorpresas.

No del todo: el nuevo Papa estuvo encargado por un buen tiempo de la Congregación de los Obispos, en la Curia del Vaticano, de manera que tiene una visión bastante profunda de la estructura de la Iglesia, ya que se encargaba de proponer al Papa a los nuevos obispos de distintas diócesis. De manera que no es un recién llegado que desconozca los organismos del Vaticano. Pero, claramente, lo más importante de su trabajo eclesiástico ocurrió como misionero. Siendo un sacerdote de los Estados Unidos, pasó la mayor parte de su vida sacerdotal en América Latina. Además, se nacionalizó como peruano.

Interesantemente, también es miembro de una orden religiosa. Como muchos de ustedes saben, el clero se divide en dos grandes grupos: el llamado clero secular, que son sacerdotes que les reportan a los obispos de cada diócesis y, por otra parte, el llamado clero regular, que están sujetos a una regla y que reportan a una asociación de clérigos que en muchas ocasiones es mundial. Es interesante que, desde el 1769, no había habido ningún Papa que viniera del clero regular. Ahora, en estos últimos tiempos hemos tenido dos Papas que lo son: el Papa Francisco, jesuita, y ahora el Papa León XIV, que procede de la orden de los sacerdotes agustinos.

Ha sido muy interesante el interés que generaron tanto la muerte del Papa Francisco como la elección del Papa León XIV. En el sepelio de Francisco, hubo la presencia de una buena cantidad de jefes de Estado y de Gobierno, y para reportar el conclave, se presentaron alrededor de seis mil comunicadores, procedentes de todo el mundo. Algo verdaderamente fuera de lo común. En nuestro país, por primera vez que yo recuerde, se preguntó al jefe del Ejecutivo si iba a asistir al sepelio del Papa Francisco, o si va a asistir a la toma de posesión formal de León XIV. Algo que nunca se le cuestionaba al presidente, porque no se consideraba que fuera algo de interés. Se hizo el cuestionamiento y la Presidenta designó a quien la va a representar. Además, anunció una invitación formal para que venga el Papa a México, cuando en otras ocasiones la invitación la hacían los obispos mexicanos. Cambios que están ocurriendo y que muestran el interés de los gobiernos por la figura del Papa.

Es interesante el nombre que escogió este Papa. Hay quien dice que en su nombre se está anunciando su programa. El propio Papa dice que lo ha escogido como un homenaje a León XIII, el Papa que estuvo rigiendo la iglesia entre el fin del siglo XIX y el inicio del siglo XX. Quién es conocido mayormente por su aportación a la creación de la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene un interés muy particular por la situación del Trabajo. El Papa León XIII rechazó, tanto el extremo del socialismo como el del capitalismo salvaje.

Fue un Papa que estuvo a favor de los proletarios que sufrían en esa época los resultados de la Revolución Industrial, que los habían dejado como la parte más pobre de la Sociedad. Ese Papa estuvo hablando a su favor, pidiendo cosas como un salario digno, que no era un punto que se considerara importante, promoviendo la creación de sindicatos, incluso de sindicatos católicos, propiciando la creación de las cajas de ahorro, para construir ese hábito fundamental y proveer préstamos a intereses justos. Y más.

Cuando el nuevo Papa fue presentado en la plaza de San Pedro, empieza con un mensaje que está cargado de simbolismo: “La paz sea con ustedes, paz para ustedes”. Esta petición repetida en el rezo de la Regina Coeli y de nuevo en la reunión con los comunicadores del siguiente lunes. No cabe duda de que se trata, solamente, de reconocer que hay grandes situaciones peligrosas para la paz, mismas que comenta el Papa. Pero habló también de las naciones donde se ataca y se persigue el periodismo, por el mero hecho de buscar la verdad. Es algo importante, juntar el concepto de la paz en términos geopolíticos, el de la paz entre las naciones, con la paz al interior de las naciones.

Otro aspecto poco comentado de estos mensajes que está mandando el Papa, tiene que ver con el nombre del primer Papa que se llamó León. Hablamos de San León Magno, un Papa del siglo V, poco conocido, el primer Papa que se le llama Magno. Un Papa sumamente interesante: Doctor de la Iglesia, autor de estudios teológicos muy importantes, dando base a las declaraciones dogmáticas del Concilio de Calcedonia.

Muy significativo, un hecho de cómo intervino ese Papa para lograr la paz. Alrededor del año 452, un guerrero muy poderoso, Atila, el rey de los Hunos, invade gran parte del imperio romano, derrota a varios grupos de su ejército, llega a presentarse ante Roma y está dispuesto a destruirla. Y este Papa sale a convencerlo de que respete la ciudad y que se retire sin hacerle daño. Se habla de que uno de los dichos de Atila era que donde su caballo pisaba ya no volvía a crecer la hierba. Efectivamente, el temor era no solamente el que ganara una batalla o una guerra importante, sino la destrucción que iba a causar en lo que fue el imperio romano. No nos podemos imaginar los efectos que hubiera tenido su victoria. Si este Papa no hubiera logrado que Atila se retirara sin dañar el centro del imperio, hubiera sido un daño muy importante a la cultura y de alguna manera también hacia la propia iglesia católica. Ese es otro aspecto relevante del nombre que ha escogido este Papa. Una visión como un pacificador, como alguien que puede y debe intervenir para evitar los grandes problemas de la humanidad.

Habría que hablar un poco de qué es lo fundamental del papel de un Papa. ¿Cuál es el rol que debe de seguir? Nos encontramos con el encargo que Jesús le da a Pedro: el de confirmar a sus hermanos, a todos nosotros, en la Fe. Ese es uno de los papeles cruciales del Papa. Confirmarnos, para que tengamos un solo corazón y una sola alma. Que podamos entender la Fe de la misma manera. Es un encargo significativo.

Por supuesto, qué bueno que tenga otros roles. Es necesario que una institución, como es la Iglesia, tenga esa capacidad de convocar, de reunir y lograr la pacificación entre naciones, entre países, para que puedan lograr una paz duradera. ¿Qué es lo que este Papa está pidiendo? Fundamentalmente, que cumpla su rol fundamental, el que el mismo Jesús, les encomendó a Pedro y a sus sucesores. Esperemos que logremos ser colaboradores fieles de este Papa, que es una promesa para nuestros tiempos.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Habemus Papam: “Una Mirada Personal a la Historia del Pontificado de Roma”

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Nací en 1968, en medio de un mundo convulso. Mi infancia transcurrió en una Iglesia que hablaba de renovación, pero aún era solemne. Con Pablo VI aprendí que el cambio puede hacerse con mesura, que el equilibrio entre lo divino y lo humano no es fácil de sostener, pero vale la pena intentarlo. Fue un papa prudente, diplomático, que no gritaba pero que dejaba sentir su peso. Políticamente, intentó tender puentes durante la Guerra Fría, un precursor de la diplomacia vaticana contemporánea. Su encíclica Populorum Progressio dejó una huella profunda: puso a la Iglesia del lado de los pobres, del desarrollo humano integral, de la justicia social.

Cuando tenía diez años, llegó Juan Pablo I. El papa de la sonrisa. Y en apenas 33 días, se fue. Tan pronto que apenas alcanzamos a conocerlo. Pero su brevedad nos dejó una inquietud: ¿y si la Iglesia también podía tambalearse desde adentro? Su estilo pastoral directo y su humildad representaban una transición importante. En él, muchos vieron una amenaza a los poderes internos del Vaticano. Su repentina muerte aún despierta sospechas y especulaciones, recuerdo aquel libro de promocionaban tanto en la Televisión, “Muerte en el Vaticano” de Maurice Serral y Max Savigny. Pero más allá del misterio, fue símbolo de un cambio que apenas se insinuaba.

Y entonces, como un torbellino, llegó Juan Pablo II. A mis diez años y su llegada a México, ese hombre se convirtió en una figura titánica que marcaría mi adolescencia, mi juventud, y buena parte de mi vida adulta. No solo lo vi, recibimos la bendición directa y en persona, en nuestra luna de miel en Roma, en 1999. Fue uno de esos momentos que se quedan grabados en nuestra alma. Por él, nuestra tercer hija se llama Paula.

Con él vi caer el muro de Berlín, resistir atentados, hablarle al mundo sin miedo. Me enseñó que la fe no debe ser sumisa, sino valiente. Que el Papa no es solo un pastor, es también un actor geopolítico. Fue un gigante espiritual y político. Su papel en la caída del bloque soviético es incuestionable. Desde Polonia, con su fortaleza inquebrantable, apoyó movimientos como Solidaridad. En lo social, viajó incansablemente, acercando la Iglesia a millones. Sus posiciones conservadoras contrastaban con su cercanía a los jóvenes. Lo sentí firme cuando el mundo se desmoronaba, y humano cuando el cuerpo ya no le respondía.

Cuando Juan Pablo II murió, me costó imaginar el mundo sin él. Y sin embargo, llegó Benedicto XVI. No tenía su carisma, pero su inteligencia era profunda. Fue un papa de la razón. Tal vez demasiado racional para los tiempos que corrían. Recibí su elección con esperanza intelectual. Joseph Ratzinger era un teólogo brillante. Pero su pontificado no fue fácil. La crisis de los abusos sexuales lo golpeó con fuerza. Me pareció admirable, sin embargo, que supiera renunciar. Fue la primera vez que vi a un Papa dejar el poder no por enfermedad o muerte, sino por claridad. Al principio, no estuve de acuerdo: ¿cómo renunciar al trono de Pedro? Pero entendí que había actuado con humildad y lucidez. Ese gesto me pareció más revolucionario que muchos discursos. Supo reconocer sus límites, y eso también es liderazgo.

Y entonces llegó Francisco. Por fin, un papa que hablaba como nosotros. Cercano, latinoamericano, sencillo. Me sorprendió cómo, en un mundo que se polariza cada vez más, él optaba por abrazar, por mirar a las periferias, por hablar de ecología, de migrantes, de dolor humano. Ya en mi etapa de adultez, comprendí su mensaje con más madurez. Su encíclica Laudato Si’ es un manifiesto político contra un sistema que excluye y depreda. En lo diplomático, ha sido mediador en conflictos como el restablecimiento de relaciones entre Cuba y EE.UU. Algunos lo acusaron de ser “demasiado político”; yo creo que es profundamente evangélico. Se bajó del trono y caminó entre la gente. Nos recordó que la Iglesia no es un palacio, sino un hospital de campaña.

Ahora, a mis años, no espero milagros. Espero lucidez. Espero coherencia. Espero un hombre que sepa leer el mundo sin miedo, alguien que sepa que la fe no basta si no va acompañada de justicia, de compasión y de responsabilidad.

Observo el Colegio Cardenalicio y veo tensiones entre sectores conservadores y reformistas. Tal vez sea alguien como Zuppi, que entiende de paz y de diálogo. O Tagle, que puede ser voz de Asia y puente entre culturas. O incluso Turkson, con su mirada desde el sur global. O Parolin, hábil diplomático y figura de equilibrio en la Curia. No lo sé. Pero lo que sí sé es que el próximo papa deberá ser un hombre resiliente, con la fuerza de enfrentar no solo los desafíos de la Iglesia, sino los dolores del mundo y esperaremos pacientes, desde hoy 7 de mayo que escribo esto, cuando sea revelado desde el balcón de San Pedro con el famoso “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!”.

Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
incide.guillermo@gmail.com

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Autocensura

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Una de las señales que permiten distinguir a un país democrático de una dictadura es, precisamente, la existencia abierta o solapada de censura de la opinión pública. Es un tema muy importante y que los organismos internacionales toman en cuenta al calificar el grado de democracia que puede tener un país.

¿Por qué importa? Porque las publicaciones en los medios, sean de un tipo o de otro, pueden causar problemas internamente y demeritar la imagen de un país. ¿Por qué ahora, después de varias décadas de haber tenido una censura disfrazada que le permitió a nuestro país, por más de 70 años, la posibilidad de ser una “dictadura perfecta”, (como decía el difunto Mario Vargas Llosa), parecería que hay grupos en el gobierno que quieren regresar a la censura?

Este tema viene a colación por la molestia que tuvo el gobierno mexicano por la publicación, en la televisión de paga, de anuncios del gobierno de Estados Unidos, donde se trata de desanimar a los mexicanos para que dejen de emigrar a Estados Unidos. Después de la queja de la señora presidenta, varios de los medios de paga dejaron de aceptar este tipo de publicidad, aunque es cierto que sigue apareciendo en algunos medios electrónicos y hasta en los comerciales de los juegos de Internet. Esto no ha sido dirigido específicamente a México: se está dirigiendo a todos los países que son el origen de esa migración y se emite en varios idiomas.

La reacción de la señora presidenta de México fue fuerte. Claramente, se veía su molestia, y muy rápidamente el Congreso presentó una propuesta de ley, que en realidad son enmiendas a una ley ya existente, donde se trata de darle facultades al Ejecutivo para poder retirar el permiso a los medios electrónicos o a los medios modernos, si es que no cumplen con algunos ordenamientos. Mismos que no están claramente especificados en dicha ley.

La propuesta, que se centró en un artículo, el 109 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, habla del bloqueo de las plataformas digitales en el caso de que no cumplan con las obligaciones que les imponen las normativas aplicables… mismas que no especifica dicho artículo. La primera queja ocurrió en varios de los medios tradicionales, y fue sobre la vaguedad del reglamento. La señora presidenta reaccionó muy rápidamente también, diciendo que no hay una intención de hacer censura, que hay que revisar la redacción para evitar que se preste a malas interpretaciones. Y también dijo que, si es necesario, incluso no se publicará esta normativa. El tema, insisto, es el hecho de que no se habla con claridad de cuáles son las normativas, o qué tipo de transgresiones ameritarían este tipo de castigo, y tampoco cuál es la autoridad competente para tomar estas decisiones.

Es un hecho que todos los países, aun los más democráticos, han incurrido en censura en momentos especiales. Muy particularmente en tiempos de guerra, todos los países contendientes han impuesto una censura con el motivo de evitar darle al contrincante información valiosa de tipo estratégico. Esto nos lleva a algunas situaciones peculiares. En nuestro país, en los últimos tiempos, se ha utilizado este argumento para censurar información, por ejemplo, de los costos de obras públicas importantes.

Un caso muy significativo es el famoso segundo piso que se creó en las vías rápidas de la Ciudad de México, donde se dijo que, por razones de seguridad nacional, no se publicarían los costos en varias decenas de años. Lo cual, obviamente, no tiene credibilidad. Y el mismo argumento se aplicó a la información de los costos del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. ¿Cuál es el caso, similar al de una guerra, donde un enemigo pudiera aprovechar los costos de una vía de comunicación o de una refinería? Pero, finalmente, así ocurrió y se ha dado con otros casos similares.

En el tiempo de la dictadura perfecta se crearon varios esquemas precisamente para poder censurar a los medios. Por ejemplo, por una buena cantidad de décadas, el gobierno federal creó una compañía paraestatal, llamada Productora e Importadora de Papel, S.A., (PIPSA), que era la única que tenía derecho de importar papel periódico en México.

Nadie más podía hacerlo. Y todos los periódicos, tenían que comprarle obligatoriamente el papel periódico a esa empresa. La cual, curiosamente, se encontraba con que había desabasto de papel periódico justamente cuando los periódicos, que habían caído de la gracia del gobierno, solicitaban el papel. Y se les decía que no había llegado suficiente cantidad y que tenían que repartirlo entre todos los periódicos, e iban a tener menos papel. Una manera de poder decir que no había censura, sino una situación económica: no hay suficiente importación. Y esto se mantuvo por varias décadas.

Eso llevó también a un mecanismo que, probablemente, sigue existiendo en algunos periódicos y en otros lugares, que es crear esquemas de autocensura. De manera que no existe un departamento de gobierno que se dedique a censurar. La Secretaría de Gobernación, que normalmente hace este tipo de eventos, no se dedica a eso, no tiene departamentos específicos para ello; solamente lleva relación con los dueños de los periódicos para dejarles claro que hay cosas que no le han gustado al gobierno. Y espera que las empresas tomen sus propias decisiones, se censuren a sí mismas. Se autocensuren.

Los mecanismos pueden ser muy variados. En tiempos del presidente José López Portillo, se hizo famosa su frase que se hizo pública. El señor presidente les dijo a los periódicos: “No pago para que me peguen”. Y la razón es que una proporción importante del sostenimiento de los medios, es la publicidad del gobierno, y pueden vivir en parte de eso, en algunos casos, hasta por el 60 % de su ingreso, mientras que el resto se obtiene con la publicidad. Eso permitía al gobierno decir que no tenemos una censura, como la que existe en Cuba, Corea del Norte y China.

Estamos en un momento muy peculiar. Una crisis de los medios, que no se ha hecho pública, no se ha analizado a fondo, pero nos encontramos, por un lado, que los periódicos y revistas impresos en papel, cada vez tienen menos clientela. Hay mucha variedad, mucha competencia, tanto de las redes sociales, el internet, como de la televisión y la radio. Cada vez es menor el grupo de gente que lee las noticias en el periódico impreso. No faltan algunos a los que, efectivamente, les gusta sentir el papel y oler el aroma de la tinta. Pero cada vez son más escasos. Y esto es un fenómeno global.

Eso está causando también un cambio en la publicidad. Al final de cuentas, los medios viven de la publicidad. Y si no hay anuncios, si no tienen suficientes lectores o televidentes, no van a tener publicidad. El ingreso se va a ir a otros medios. Por otro lado, la creación de nuevos mecanismos de redes sociales y el fenómeno de los influencers, han hecho que los presupuestos de publicidad se hayan dirigido a otros medios. Porque, después de todo, la publicidad tiene un tamaño fijo y no puede crecer indefinidamente.

De manera que se están eliminando algunos medios en todos los países. Están despidiendo periodistas, sustituyéndolos por mecanismos de inteligencia artificial. También está el hecho de que, en las cadenas de televisión de paga, muchas veces una proporción importante de su publicidad son anuncios de sus propios programas. Se ha reducido de manera significativa la publicidad que sí les genera ingresos.

Al final de cuentas, esta situación genera el grave problema de que los gobiernos, sobre todo los que tienden a ser autoritarios o totalitarios, buscan eliminar los contrapesos. Crean modos para cancelar las opiniones que les son adversas. Las empresas de medios y los propios comunicadores empiezan a escribir pensando si el gobierno se molestará con sus contenidos. Nadie los censura, pero ellos se vuelven más “prudentes”. O sea, se autocensuran.

Al final de cuentas, perdemos todos. Porque la Sociedad, los ciudadanos de a pie, necesitamos información diversa, variada, para tomar nuestras propias decisiones. Cuando la información se vuelve única, monocolor, no podemos decidir, porque no se nos muestran opciones. Ojalá, prevalezca el sentido común, y se elimine este intento de censurar, no solo a los medios tradicionales, sino también a los comunicadores no tradicionales, los que publican por su cuenta en el Internet, a los que también nos amenazan con bloquearnos.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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El legado de Francisco

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En estos tiempos, en la espera de la elección de un nuevo Papa, surgen una serie de comentarios y de explicaciones sobre el legado del difunto Papa. Algunos están tratando de clasificar a los posibles candidatos, como aquellos que buscan la continuidad del legado de Francisco, mientras otros piensan que hay que darle un frenazo y cambiar las situaciones creadas por él. Lo cual no deja de ser un juego de politiquería. Vale la pena ver algunas ideas sobre a qué le podemos llamar su legado, porque es fácil hacer evaluaciones superficiales.

Por ejemplo, decir que Francisco deja un legado de tipo progresista, mientras otros dicen que fue un legado conservador. Lo cual es una clasificación arbitraria. Y muy al gusto de los que analizan a la Iglesia como si fueran equipos de fútbol, o partidos políticos. Vale la pena tener alguna claridad para no caer en esa confusión.

Podríamos hablar de un legado organizacional. Cambios en las estructuras, simplificación de la Curia vaticana. Otro método de trabajo, otra estructura, buscando darle a la Curia una visión más internacional, así como incluir laicos y religiosas, que no estaban incluidas en la época anterior. Pero esto no es más que una modernización, que tiene que ver con buscar eficiencia en una organización, como la del Vaticano, que difícilmente puede sostenerse de una manera sencilla.

Otra parte de este legado es un conjunto de documentos dirigidos a la Iglesia Universal y, en muchos casos, también a todos los hombres de buena voluntad, como lo dicen a veces en su propio título. Uno de ellos, por ejemplo, el documento llamado La Alegría del Evangelio, donde se toma distancia entre la desconfianza de los europeos hacia la teología de la liberación y, por otro, de conceptos filosóficos y teológicos, más al estilo europeo. Habla de la conversión personal, pastoral y comunitaria. Un documento interesante se llama La Alegría del Amor, donde habla de la escucha en la familia, los valores familiares, los conceptos de fraternidad que se requieren en la convivencia familiar.

Muy famosa y en cierto modo novedosa, un tema al que los Papas no habían entrado ampliamente, es la encíclica Laudato Si, con un concepto fundamentalmente de tipo ecológico. Hablando ahí de las necesidades de mejorar, de respetar el ambiente, y también evitar los efectos empobrecedores para la humanidad, del capitalismo extremo. Un llamado para todos.

Otra muy interesante, que tiene conceptos ya tratados en la doctrina social de la Iglesia, la Todos Hermanos, donde habla de la solidaridad con todos. Usa aquí algunos neologismos del propio Papa, como el verbo “samaritanear” (actuar como el buen samaritano), que se trata de portarnos todos a favor de los demás. Habla también de otro concepto, de los “callejeros de la fe”: dejar de ser personal de oficina, sean laicos o sean clérigos. No ideologizar, no izquierdizar o derechizar, sino tratar a todos con amabilidad. Un concepto sumamente importante en un momento en que nos encontramos con que las divisiones entre países como en la Iglesia, se vuelven complicadas.

Muy interesante, la que se titula Predicar el Evangelio, donde habla de las complicidades y los abusos que puede haber, que ha habido y que todavía forman parte de las dificultades que tiene la Iglesia. Donde se habla también del clericalismo y del modo como afecta a los laicos, aunque también habla de que los laicos a veces operan como si fueran clérigos. Este es un tema muy interesante. En esta encíclica también se habla, aunque ya se había tratado anteriormente, de que la Iglesia no es una ONG, no es una organización, sino que es una familia, un grupo que se cuida los unos a los otros. Sobre todo, en su acción hacia los pobres.

Una encíclica muy importante, Cristo Vive, muy orientada a la pastoral hacia los jóvenes, a una escucha activa que permita conocer mejor los unos a los otros. El concepto de quitar el individualismo en la acción de la Iglesia y actuar como familia, como una comunidad. Estos son sus documentos más relevantes, aunque escribió más de dos mil discursos: una tarea impresionante. Pero estos documentos son los que han tenido mayor impacto.

Hay otra parte importante en su legado, algo difícil de copiar, porque se trata básicamente del fruto de su carisma, de su manera de ser, son lo que en otro momento se les llamaron “ideas fuerza”. Son conceptos que buscan tener un impacto significativo en el discurso, en el trato, en el modo de actuar. Por ejemplo, cuando habló con los jóvenes y hacia los jóvenes, les encargó que “hagan lío”. En otras palabras: “arriésguense”. Aunque se pueda enojar algún obispo, aunque se puedan enojar otras personas. Eso les pide a los jóvenes: hagan lío, hagan cosas que suenen, que no sean lo más conocido, lo aceptable, que nazcan de su propia fortaleza, de su propia iniciativa.

Otro concepto interesante fue el asunto del descarte. Habló de que en la sociedad vivimos esa cultura. Se descarta a quienes ya no son productivos desde el punto de vista económico, o a los que nunca lo han sido. Se descarta a los ancianos, que ya no agregan nuevos valores a la sociedad, según algunos. Se descarta a los enfermos, se descarta a los pobres, se descarta a los ignorantes. Se buscaría una sociedad casi perfecta. Y esa cultura la estamos viviendo diariamente.

Otro punto interesante es hablar de que los pastores, los obispos, los clérigos, deben “oler a oveja”. Dicho de otra manera, que deben estar tan mezclados con su pueblo, que huelan como ellos. Que sean parecidos. Estas ideas tuvieron muchísimo impacto. Y en algunos momentos hasta se usaron como una especie de eslogan. También son interesantes sus conceptos sobre el papel de los abuelos en la familia, aunque tal vez esto no ocurra en forma automática, sino que tiene que haber también una reacción de la sociedad para un trato diferente a los ancianos. Son cosas que poco a poco hay que ir construyendo, y que forman parte, precisamente, de los conceptos que él manejó sobre la cultura del descarte.

Es interesante también ver cuál es el concepto de las prioridades en este Papa donde, claramente, los jóvenes forman una parte muy importante de ellas. Sobre todo, pensando en que estamos viviendo en una sociedad que se ha ido envejeciendo, en buena parte por considerar que tener hijos es un costo y una complicación. Habló sobre el clericalismo, donde dijo cosas fuertes; incluso habló de que le repugnaba, lo que no es algo común en un religioso y mucho menos en un Papa. También creó el término de “Iglesia de salida”, una Iglesia que no se queda entre los muros del templo, sino que sale a la vida diaria.

Finalmente, el asunto de fondo no es el legado del Papa Francisco. El legado importante es el del Señor Jesucristo. Un legado rico y tan complejo que no es fácil imitarlo de modo sencillo. La Iglesia Católica les propone los santos a sus fieles, como modelos de maneras diferentes de imitar a Jesús. Actualmente, la Iglesia les señala a sus seguidores más de diez mil santos. ¡Diez mil maneras diferentes de seguir el legado de Jesucristo!

Esa es la tarea fundamental de los cardenales que tienen que elegir al siguiente Papa. No se trata de buscar quién seguirá el legado de Francisco, o el legado de Benedicto XVI, o el de San Juan Pablo II. Lo importante es encontrar a quién seguirá el legado de Jesucristo. Para lo cual habrá que discernir los signos de estos tiempos.

Tiempos complejos, a veces contradictorios. Donde 700 millones de personas dejaron de ser pobres, pero hay muchos que emigran huyendo de la pobreza y de la violencia. En los que las cristiandades, en países tradicionalmente católicos, están en declinación, mientras que la Iglesia crece en las tierras de misión. Donde la ciencia y la tecnología crecen a pasos agigantados, mientras que vivimos “el ocaso de la razón” y el triunfo del sentimentalismo. Tiempo de invierno demográfico, tiempo de credulidad y, a la vez, de falta de esperanza. Toda una tarea para el conclave y para el nuevo Papa.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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