Opinión
¿Ha pensado en la importancia que tienen las pequeñas cosas? (Parte 2)
Así terminé la colaboración de ayer, en este mismo espacio:
Mañana, para no cansarlo más -particularmente cuando le estoy dejando la tarea de leer estas nueve colaboraciones-, concluiré mi largo comentario con algo que le aclarará el panorama -eso espero-: ¿Quiénes son los que, por el contrario, no sólo no se ocupan de Las Pequeñas Cosas, sino que plantean Las muy Grandes Cosas las cuales, hoy, de tan grandes, son inalcanzables?
Sigamos pues.
¿Quiénes son los personajes que, lejos de la objetividad y honradez intelectual obligadas cuando se trata de plantear demandas que rebasan, con mucho la vida académica o la del investigador, lanzan sus ilusiones traducidas éstas en demandas gigantescas, inalcanzables dada la realidad política del país?
¿Quiénes son los que, alejados de la realidad política, toman sus disquisiciones y planteamientos supuestamente teóricos, y los presentan como verdades axiomáticas? ¿Quiénes los que, una vez que la realidad exhibe sus desplantes aparentemente soportados en sesudas investigaciones, cambian de tema y crean un nuevo membrete para repetir el ciclo ya agotado?
El grupúsculo que obra confundiendo la realidad política del país con sus deseos de la manera arriba descrita, no consta de más de cien intelectuales, académicos e investigadores, y tres o cuatro personajes que trabajan de tiempo completo en los espacios mediáticos. Sin embargo, escriben y hablan a nombre de una sociedad civil la cual, jamás han definido y menos se han atrevido a cuantificar porque, de hacerlo, exhibirían la casi infinita pequeñez de su grupúsculo.
Un clásico ejemplo de lo anterior sería la lucha contra la corrupción. Ésta, como usted sabe, no es un delito tipificado en nuestra legislación vigente; la razón, no de esta ausencia sino de la justeza de no estar ahí, es tan simple como esto: La corrupción no es un delito, sino una conducta moral de cada uno. En consecuencia, la legislación penal no está para juzgar esas conductas, las cuales caen en la esfera inviolable de la privacidad del individuo.
Lo que se tipifica, son conductas que clara y precisamente constituyen un delito. De manera tal, que eso de luchar contra la corrupción queda un poco en el aire o en los terrenos de lo imposible de probar en un juicio. ¿Cómo probar que un servidor público ha cometido un delito no tipificado en la legislación? ¿Cómo llevar a juicio a una persona por ser corrupto? ¿De qué se le acusaría? ¿De no respetar los valores morales del juzgador o de la parte acusadora?
¿Y cómo los habría violado? ¿Cuál acción del funcionario acusado, merece que se le juzgue por ese delito que no está en la legislación, la corrupción? Así de vago y subjetivo es ese propósito: luchar contra la corrupción cualquier cosa que ellos signifique.
Sin embargo, aquel grupúsculo de notables e impolutos, se han molestado porque el Poder Legislativo no ha respondido a sus deseos. En consecuencia, son corruptos. Ya ellos, los puros y transparentes juzgaron y condenaron.
Podemos pensar diferente acerca de si la corrupción es o no un delito, pero, al margen de lo que pensemos, es la ley, es la realidad jurídica en nuestro país. Ahora bien, ¿significa acaso que, al no ser considerada delito, la corrupción goza de la total impunidad?
Nada más lejos de la realidad jurídica en México; lo que sucede es algo diferente. Hay figuras delictivas debidamente tipificadas en la legislación que son, al final del día, la concreción de los valores de una persona.
Si para él funcionario, utilizar su posición en el sector público para enriquecerse, es evidente que no es una persona honrada, pero, eso debe probarse y demostrar que ha cometido éste o aquel delito, pero, repito, él no será sometido a proceso por ser corrupto sino por haber violado la ley al cometer lo que ésta define de manera clara y precisa, que dicha conducta es un delito.
En aquel grupo hay personajes que hoy los ve en un templete protestando por esto o aquello y mañana, en otro distinto protestando también, por otra causa y así casi todos los días.
Es un conjunto variopinto de personalidades a la búsqueda de la luz de los reflectores, de los espacios mediáticos y el afán de figurar. Apellidos como Pardinas, Kaiser, Dresser, Morera y Álvarez entre algunas decenas, son el común denominador.
¿Es el camino correcto -el de esos salvadores del pueblo de México-, con miras a incidir de manera positiva en la lucha contra problemas de índole diversa en lo que se refiere a la administración y manejo de los recursos públicos, la administración e impartición de justicia y en general, lo que tiene que ver con lo público?
Mi opinión es que no; por el contrario, pienso que esa vía -la de la estridencia de los puros que únicamente están listos para las causas de dimensiones proteicas, hacen más daño del que imaginan.
En un país como México, donde la visión de lo público es de rechazo casi absoluto por una muy buena parte de la población, la cual considera la actividad política como sinónimo de sinvergüenzadas y falta total de honradez de quien a ella se dedica, plantear cosas muy apantallantes, pero de escasa eficacia, la realidad ha demostrado que de muy poco o nada sirve.
De ahí la importancia de las pequeñas cosas, de enfrentar y exigir sean resueltas demandas cercanas a la gente; demandas y problemas que tienen que ver con su vida diaria, con la sencilla cotidianeidad de decenas de millones de mexicanos.
Por eso le di en la primera parte las ligas de nueve colaboraciones que de manera clara plantean la importancia de las pequeñas cosas en la lucha de las grandes y gigantescas demandas que el grupúsculo de luminarias y ajonjolí de todos los moles gustan de plantear.
Termino con la súplica ayer, en relación con esas colaboraciones.
Es tal la importancia de las pequeñas cosas, que enseguida le doy una vez más esas nueve ligas.
Espero que haya logrado convencerlo de la conveniencia de plantear pequeñas cosas para que su solución nos lleve, con la repetición de muchas pequeñas cosas, a las grandes. En las luchas sociales, no hay otro camino que rinda frutos, salvo el de Las Pequeñas Cosas.
Van pues aquí, las ligas señaladas arriba, una del Dr. Luis Rubio, la serie de cinco del Dr. Aguilar y una más donde trata el tema desde una óptica diferente, y la de Román Revueltas y la de anteayer domingo de Gabriel Zaid:
1.- http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=116831&po=3
9.- http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=117238
La suplico, otra vez, lea por favor cada una de ellas con detenimiento lo que ahí dice cada uno de los autores; luego, confróntelo con la realidad cotidiana y sobre todo, con lo que somos y cómo somos.
Gracias por su atención, y le pido disculpe mi insistencia en que usted lea las nueve colaboraciones cuya liga doy arriba.
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