Felipe Monroy
La religión en la AI
Inédito revuelo han provocado las alucinaciones gráficas que gracias a la Inteligencia Artificial (AI) se realizan en estos días; como era de esperarse, de la sorpresa y el asombro, hemos pasado a la preocupación por sus efectos en la realidad. Basta una mirada superficial sobre la producción de estas imágenes para notar que los personajes públicos suelen ser los más reproducidos, parodiados, ridiculizados y descontextualizados en estos diseños.
Así, hemos encontrado a líderes políticos en situaciones alucinantes (“Biden ondeando la bandera China” es de las peticiones más frecuentes en el prompt de las AI gráficas) pero las imágenes del papa Francisco con atuendos de alta costura en modo hypebeast asistiendo a bares, antros o raves cambiaron definitivamente el juego con estas interfaces tecnológicas.
Las alucinaciones de la AI sobre el Papa dieron la vuelta al mundo por varias razones: 1. Porque las imágenes tienen un alto realismo fotográfico que, por desgracia, confundió a muchos. 2. Porque la indumentaria religiosa (sotana, esclavina, etc.) fue ‘versionada’ en estilos de moda vinculados al consumismo capitalista; y 3. Porque, para no variar, la clásica provocación de vulnerar los signos religiosos por pura diversión o pretenciosa creatividad (no hay nada más aburrido en el ‘arte’ que la enésima forma de cuestionar superficialmente las instituciones religiosas) aún hiere todavía la sensibilidad de algunos grupos píos que, paradójicamente, popularizan lo que desean se prohíba.
En realidad, sólo dos de ellas son realmente necesarias de atender porque cualquiera que mire con cuidado las obras pictóricas religiosas podrá notar cómo la vestimenta de los ministros de culto y de las congregaciones religiosas siempre cambia con el tiempo. Es decir, sería hipócrita cuestionar la exageración de los atuendos pontificios que realizó la inteligencia artificial cuando el mercado de la moda en sotanas, sobrepellices, clergymen y demás hábitos ciertamente no siempre ha operado con principios de economía, recato o sobriedad.
Pero las otras dos cuestiones sí que requieren amplia reflexión y, sobre todo, quizá necesiten mínimos que concilien la creatividad con la dignidad humana y el respeto a la realidad.
Sobre los riesgos que las AI pueden representar en la realidad. Las empresas han dado varios pasos importantes casi siempre perseguidas por propia conciencia: colocar marcas de agua a las alucinaciones gráficas; restringir el uso de sus interfaces a ciertos espacios y personas; transparentar sus algoritmos generativos. Incluso algunos titanes de las industrias tecno-científica llegaron a solicitar “una pausa” en el desarrollo de las AI para esclarecer algunas dudas que aún se tienen sobre los efectos que pueden tener en la sociedad.
Las AI han sido usadas ya desde hace tiempo no sólo como espacios de diversión o de simplificación de tareas humanas sino como herramientas de toma de decisión y, también –lo más riesgoso– como legitimador “imparcial” de complejos debates éticos y morales que la humanidad ha tenido y tendrá.
En estos días, por ejemplo, se ha recuperado el cuento de Fredric Brown sobre una prodigiosa computadora –la más poderosa de todas– a la que el programador le hace la pregunta sobre la existencia de Dios y que la máquina responde positivamente sólo para definirse como la última deidad absoluta. La frontera de la AI actual no parece tener la arrogancia de aquella del relato pero queda la inquietud sobre cómo responde (e inserta en una aparente neutralidad amoral) frente a complejos aspectos de la dignidad humana, no sólo de su origen sino de su finalidad o las dimensiones trascendentales de su pensamiento, memoria, decisión y juicio.
El problema, como se puede intuir, no es que las alucinaciones gráficas o las respuestas optimizadas de la AI nos ofrezcan mundos, escenarios y relaciones cognitivas extrañas; sino que, la masiva reacción o asimilación de dichas producciones genere condiciones sociales éticas, morales, espirituales o trascendentes naturalizadas desde algo que consideramos neutral o imparcial (es decir, privado de la emotividad y de la debilidad humana) pero que quizá no sea sino producto de algún byte brillando y fundiéndose en un vasto entramado de posibilidades programadas.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Dejanos un comentario:
Felipe Monroy
Catolicismo de derecha en el escenario electoral 2024
En la última entrega explicaba cómo de manera simplista se tiene la idea de que el votante católico en México se orienta con más naturalidad a la derecha política cuando en realidad también hay movimientos católicos con convergencias ideológicas ubicadas en la izquierda política; y, sin embargo, es evidente cómo en los últimos años se expresa cierto reacomodo de varios grupos católicos a las políticas de la derecha económica neoliberal, de integrismo identitario antiinmigrante y de un misticismo del capital como medio disciplinar moralizante.
Este novísimo fenómeno tiene varias motivaciones sociológicas; unas que son producto de la historia del país y otras que vienen de recientes acontecimientos políticos internacionales que movilizan los intereses y juegos de poder.
Comencemos por esto último. En los Estados Unidos (el supuesto ‘paradigma democrático universal’), era tradicional que el voto de los católicos norteamericanos se manifestara favorable al Partido Demócrata. Según el sacerdote jesuita Matt Malone, entre 1890 y 1930, en medio de la masiva inmigración de grandes grupos católicos a los Estados Unidos, las políticas anti inmigrantes de políticos del Partido Republicano y del poderoso grupo protestante-blanco-anglosajón, orillaba a la clase emergente y pobre a mirar con más simpatía al Partido Demócrata.
Con el tiempo, ilustres personajes católicos fueron alcanzando lentamente relevancia en la política norteamericana a pesar de haber comenzado inicial y literalmente satanizados por grupos racistas protestantes anglosajones como el Ku-Klux-Klan (a Al Smith, primer gobernador católico de Nueva York, lo comparaban con el “anti-cristo”). Pero después de apoyar primero al demócrata Kennedy, como primer presidente católico de EU; y luego al republicano Nixon; quedó en claro que el votante católico no respondía a las siglas partidistas sino a las políticas públicas y a los privilegios de su clase. Incluso cuando la Suprema Corte posibilitó la realización de abortos, el voto católico continuó yendo y viniendo entre partidos ‘pro-vida’ y ‘pro-aborto’ equiparándose en pluralidad al voto nacional. Hasta que llegó Trump.
Después de décadas de aparente neutralidad, el voto católico se manifestó sólidamente a favor del millonario, de su propaganda anti inmigrante, de su defensa de la vida del no nacido y de su evidente orientación neoliberal. Este fenómeno, animó a diferentes grupos políticos ideológicos de derecha a trabajar por una aparente insolubilidad entre el catolicismo y la derecha; incluso a utilizar el planteamiento del papa Benedicto XVI sobre ‘los principios innegociables del catolicismo en la política’ para reducir esos principios a la derecha política y económica. Porque si bien dichos principios innegociables hablan de dignidad de la vida humana y bien común, la derecha política sólo los utiliza para limitarlos a ciertas realidades de libertad de mercado y de moralización de la vida social; pero no a las de luchas populares, los derechos civiles, la justicia social, el ecologismo, la igualdad o la integración de las minorías en las democracias liberales.
Y eso nos devuelve a México. Después de la persecución religiosa de inicios del siglo pasado, el catolicismo mexicano intentó incorporarse a las dinámicas políticas a través de la institucionalización partidista. Primero con el Partido Católico Nacional y después, de una forma menos gremial, con el Partido Acción Nacional. De hecho, a pesar de mostrar una mayor apertura y modernidad institucional, el PAN tuvo entre sus dirigentes y grupos de acción política a católicos y movimientos católicos muy relevantes. Desde sus orígenes, este partido –quizá buscando desmarcarse del prejuicio católico que utilizaría en su contra el partido hegemónico, quizá porque el episcopado mexicano no incorporó los principios políticos de la encíclica social Rerum Novarum a su magisterio– no se afilió a la Democracia Cristiana que ofrecía una crítica igualmente dura contra el socialismo como contra el capitalismo: “La DC profundizaba su condena al capitalismo inhumano que sólo creía en la acumulación de riqueza y al comunismo que vulneraba las libertades individuales y sometía a los nacionalismos en el mundo”, explica la socióloga Hernández y confirma que, aunque el PAN asumió en sus ideales los preceptos de la doctrina social de la Iglesia, en la práctica se concentró más en la defensa de los valores del liberalismo político y económico.
Fue durante la Guerra Fría y particularmente en el pontificado de Juan Pablo II, que el catolicismo mexicano ponderó su lucha contra el comunismo mientras abrazaba los preceptos del emergente neoliberalismo económico. Ahí, la derecha política terminó de definir su alianza con la jerarquía eclesiástica y con los movimientos católicos de participación política.
En contrasentido con la doctrina social, no sólo se identificó a toda lucha popular y social con el comunismo sino que, por asociación, debían ser condenadas por el catolicismo. Y además, la derecha política propuso reinterpretar principios de la Doctrina Social de la Iglesia (la distribución universal de los bienes, la solidaridad, la justicia social y la subsidiariedad) bajo la filosofía del neoliberalismo económico, es decir: la supremacía de las leyes del mercado, los derechos de la propiedad privada por encima del espacio público y la naturalidad de la desigual representación en el poder de las élites.
Así, el catolicismo de derecha (una categoría tan absurda como el catolicismo de izquierda) se enfrenta hoy a una utilitaria e injusta categorización porque sin bien la derecha política mexicana fue absorbida por una ideología económica neoliberal radical eso no significa que, desde el catolicismo militante también se relativicen los valores tradicionales, las identidades pluriculturales del pueblo o la dignidad de la integralidad de la vida humana. Es sólo que más que el nacionalismo o la implementación de mecanismos más horizontales de representación del pueblo, la derecha católica mexicana está imbuida en un determinismo ideológico del mercado y el predominio del capital.
Y esa es la razón detrás de las emergentes rupturas de la derecha católica mexicana provocadas por personajes exóticos (algunos realmente farisaicos) que movilizan desde la radicalización discursiva al posicionarse frente a ciertos conflictos políticos desde prejuicios fanáticos, extremismo intransigente y sin las imposiciones ideológicas neoliberales, como sucede en los debates entorno a los feminismos, las ideologías de género, el aborto, la eutanasia, etcétera. Un tema que abordaremos en la tercera entrega.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Catolicismo de izquierda en el marco electoral
Ciudad de México.— De una manera simplista y errónea se suele relacionar la identidad católica de los ciudadanos exclusivamente con orientaciones políticas de ‘derecha’ o directamente conservadoras; sin embargo, no son pocos los estudios y análisis que exploran las conexiones dialógicas entre diferentes expresiones del catolicismo contemporáneo con perspectivas propias de los movimientos sociales identificados con la ‘izquierda’ y el progresismo; como el antibelicismo, el antiautoritarismo, el ecologismo, la lucha por los derechos humanos y civiles, la equidad o la justicia social.
Tradicionalmente, la búsqueda del voto por identidades religiosas ha sido una constante evidente en procesos electorales masivos y complejos como los de Estados Unidos o Brasil; lo cual ha llevado a los partidos en pugna a buscar seducir a los votantes de ciertas expresiones religiosas a través de convergencias con sus plataformas políticas.
Amandine Barb, por ejemplo, evidencia en su estudio ‘Patrones católicos en la izquierda norteamericana’ cómo desde hace veinte años el partido Demócrata junto a fieles y miembros de diferentes movimientos sociales de la Iglesia católica han intentado construir una coalición electoral de liberales religiosos; mientras que el partido Republicano ha apostado a las certezas de la doctrina y disciplina moral de la institución católica, así como a las dinámicas estructurales de la Iglesia, para justificar sus posturas ideológicas político-económicas y poner en operación sus propuestas de política pública.
Este modelo parece replicarse idénticamente en otras latitudes de realidades bipartidistas o donde las opciones políticas se repliegan a polos ideológicos mutuamente excluyentes. Y, sin embargo, bien vale hacer mención de un fenómeno emergente en el cual ciertos personajes exóticos de la política ascienden a la conversación y opinión pública mediante radicales expresiones políticas casi siempre sustentadas en principios místicos o pararreligiosos; y cuya estrategia central se basa en una fuerte propaganda disruptiva que intenta poner al votante de identidad religiosa en la imposibilidad electiva.
Esta última estrategia se reduce al uso de falsos silogismos que buscan obligar al electorado creyente a apoyar cualquier radicalidad emergente mediante la siguiente fórmula argumental: “Primera premisa: Vivimos en una democracia y por lo tanto debes participar con tu voto. Segunda premisa: Estás imposibilitado moralmente a dar tu voto a plataformas políticas que no comulguen con tu fe. Conclusión: Por tanto, debes votar por mí”. Este tipo de argumentación falaz no sólo busca condicionar el voto del destinatario sino limitar la riqueza de la vasta participación democrática de los ciudadanos creyentes a un reduccionismo total, a la fetichización democrática reducida a la papeleta y a la urna electoral.
Esto sucede en varias naciones de corte democrático y por supuesto en México; aunque la particularidad cultural e histórica de nuestra nación imprime modulaciones importantes a las estrategias políticas mencionadas arriba. La historia política mexicana y los márgenes de identidad y pertenencia religiosa pasan por el duro republicanismo antirreligioso de finales del siglo XIX, por la persecución constitucional del catolicismo a inicios del siglo XX y la larga simulación de conveniencias entre las jerarquías posrevolucionarias y católicas durante todo el siglo pasado. El desarrollo democrático y participativo de la ciudadanía en este siglo, por tanto, suele presentarse disociado y hasta esquizofrénico (palabras de Benedicto XVI en México) entre los valores de la moral pública y los de la moral privada.
Bajo estas condiciones, también los movimientos asociados con las ‘izquierdas’ han intentado hacer alianzas ideológicas y operativas con las complejas identidades religiosas católicas en el país; pero no a través de instituciones, dogmas o disciplinas sino de principios, valores y tradiciones que iluminan las contradicciones y tensiones políticas, sociales o económicas actuales para ofrecer medios de integración y participación a favor del bien común.
Así, en lugar de abogar por la “pacificación” del país, acción que denota rasgos de control y autoritarismo (‘alguien’ pacifica a ‘otro’ mediante una autoridad legitimada y unidireccional); se opta por la idea de “construcción de paz” o del “tejido artesanal de la paz” donde los principios jerárquicos quedan desplazados por la cooperación, la participación y la imbricación de todos los agentes sociales posibles (un ladrillo o un hilo son indistinguibles de otros en las estructuras que ‘cubren’ o ‘protegen’ un bien superior).
El catolicismo de izquierda (una categoría tan absurda como el catolicismo de derecha) aparentemente estaría más implicado en atender las contradicciones existentes en la sociedad que pueden surgir por conflictos entre los poderosos y los oprimidos, por los privilegiados y los descartados; y ofrecer, desde la doctrina social de la Iglesia, medios y mecanismos orientados a la justicia social, la solidaridad, la subsidiariedad, la búsqueda del bien común y la promoción de la dignidad humana. Y, por tanto, pretenderá respuestas no verticales sino horizontales a polémicas tan complejas como el aborto, la pena de muerte, las uniones afectivas de personas del mismo sexo, el clasismo, la ideología de género y otros cambios demográficos contrastantes.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
-
Méxicohace 20 horas
Ante “falta de voluntad” en lucha contra el fentanilo EU detiene fondos a México
-
CDMXhace 19 horas
Morena “palomea” cuatro aspirantes a la CDMX
-
Estadoshace 17 horas
Mexicanos son heridos cuando pretendían cruzar la frontera con Estados Unidos
-
Méxicohace 22 horas
660.9 millones de pesos será el tope para gastos de candidatos presidenciales: INE