Opinión
Las dirigencias partidarias, ¿les hacen caso a nuestros intelectuales?
Si bien no es nueva la propensión de ese grupo al que hemos dado en llamar intelectuales -cualquier cosa que ello signifique-, de pontificar sobre la política real y decirles, a prácticamente todos los partidos políticos, qué deberían hacer y qué no, es en años recientes cuando se ha visto una exacerbación de dicha práctica.
Algunos de ellos, destripados en sus estudios de postgrado y otros, tránsfugas del cubículo en el cual no hicieron huesos viejos debido, sobre todo, a su más que evidente incapacidad analítica y a la carencia de una sólida formación teórica la cual, en el colmo de la charlatanería intelectual la reemplazan con los ¡mira, mano!, o procacidades de mal gusto, son hoy los sumos sacerdotes en cuanto espacio mediático aparecen, para decirles a los partidos y a sus dirigencias, lo que deben hacer si quisieren que sus candidatos obtengan la victoria en las elecciones venidera.
Rarísimo es el que ha militado en alguna organización política, y garbanzo de a libra aquél que, de manera abierta, haya trabajado como asesor de partidos o candidatos. Los demás, o han visto la política partidaria desde la vida académica, detrás de un micrófono, frente a la cámara o desde el teclado.
En consecuencia, dada esa carencia de experiencia práctica, ¿de dónde les viene esa autoridad para señalar, con el índice flamígero de la soberbia del falso intelectual, lo que este o aquel partido debería hacer? ¿Por qué se arrogan entonces, esa facultad de decirles qué les conviene?
¿Acaso hablan desde la seguridad y soberbia que únicamente puede dar la ignorancia? ¿O es la incapacidad de los dirigentes de partido, la que les faculta para tomarse atribuciones jamás concedidas? Es más, ¿por qué eliminar esa posibilidad?; ¿estamos entonces ante el claro ejemplo de los glúteos veloces quienes, sin alguien pedírselos, se arrogan la autoridad para opinar de todo, y decirles a todos lo que deben o no deben hacer?
Por otra parte, veamos ahora las cosas desde el lado opuesto, del lado de quienes están, sin pedirlo y menos sin contratarlos, siendo asesorados esos glúteos veloces que, en aras de demostrar a no pocos ingenuos que ellos saben de todo, pontifican de política partidaria y de estrategias electorales.
¿Qué piensan de sus sesudas opiniones e inteligentes recomendaciones? ¿La verdad? Se pitorrean de unas y por supuesto, de los otros que ante quien los oye, ve o lee, se presentan como los clásicos Ch.P.T. (Fregones para Todo).
El diseño de las tácticas y las estrategias de los partidos políticos, verdad de Perogrullo, es una actividad para profesionales; para los que conocen la vida interna de los partidos, y han hecho de ese campo de trabajo, toda una especialidad.
Alguien podría corregirme y señalar: ¿Cómo es posible entonces, que en México vengan a levantar millones de dólares fulano y mengano con su asesoría electoral, una campaña al diablo y otra a Dios, y hacerlos ganar?
¿Qué podría contestarle? Algo tan sencillo como esto: La probabilidad de que la campaña asesorada por éste o aquel nombre famoso obtenga la victoria, es del 50%, es decir, una en dos. Luego entonces, el nivel de riesgo es tan atractivo y el dinero no es problema, que les sobra trabajo a tanto asesor del extranjero.
Por último, ¿sería mucho pedir a nuestros glúteos veloces, un poco de modestia y honradez intelectual? Y ya entrados en gastos, ¿por qué no muestran menos de soberbia para reconocer, que no es bueno hablar de lo que se ignora?
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ebv