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Columna Invitada

Obeliscos con cámaras

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“La línea divisora entre las dos Repúblicas comenzará en el Golfo de México, tres leguas fuera de la tierra frente a la desembocadura del río Grande”. Con estas palabras comenzaba el artículo quinto de los tratados de Guadalupe-Hidalgo en 1848, relativo a los nuevos límites fronterizos tras la victoria estadounidense de la guerra. Pero una cosa era aquella delimitación imaginaria en papel y la otra la cuestión física para marcar dónde terminaba un país y comenzaba otro. Para tal misión fueron creadas comisiones por ambos países, las cuales trabajaron durante años determinando los nuevos márgenes.

Desde ese momento se constituyó un territorio, con algunos cambios posteriores, de conflictos, relaciones, complejidades e historias presentes hasta la fecha. La frontera, un espacio en constante cambió, pero que mantiene su objetivo principal como agente de separación.

Entre estos dos países se levantan grandes torres con cámaras de vigilancia. Su función es única: evitar la entrada de personas hacia Estados Unidos. Son la evolución, usando vagamente dicho término, de los obeliscos y columnas que fueron edificados por las mencionadas comisiones durante la segunda mitad del siglo diecinueve, monumentos de la historia de la frontera entre México y Estados Unidos.

No se esperaría menos de un escenario de tensiones políticas, intercambios económicos y conflictos sociales. Un lugar del que emanan emociones y conocimientos. Muchas personas buscan una vida mejor cruzando para el otro lado. Algunos lo hacen con la esperanza de encontrar un empleo y el apoyo necesario para sus familiares, mientras que otros lo hacen para escapar de la pobreza y la violencia que impera en sus hogares. Varios no lo logran. Entre la enorme cantidad de retos y peligros que enfrenan, hay uno en constante cambio, desarrollado con el fin de evitar la entrada: la tecnología. Las innovaciones tecnológicas, en materia de vigilancia y control de entradas, muestran la tecnologización de los instrumentos de la otredad. Esta se manifiesta día con día en la frontera entre México y Estados Unidos, convirtiéndola en un símbolo de la polarización y la división, particularmente en temas concernientes a la inmigración.

Drones, cámaras terrestres y sensores. Según las autoridades estadounidenses, el objetivo de esta vigilancia es mejorar la seguridad fronteriza, disuadir la inmigración ilegal y monitorizar los movimientos de las personas que cruzan la frontera. ¿Merece este espacio tanto? La paranoia del vecino del norte lo establece de esta manera, evitando cualquier otra alternativa con respecto a la complicada situación que se vive en la frontera. Los dispositivos han observado en silencio las luchas y esperanzas de varias nacionalidades en busca de llegar a Estados Unidos. No obstante, también han suscitado controversia y críticas. Las cámaras de vigilancia son un recordatorio constante del control de arriba. Asimismo, se han tomado otras medidas para impedir la inmigración ilegal y proteger la frontera. Estas barreras incluyen obstáculos físicos (vallas y muros), así como la presencia de agentes fronterizos y la Patrulla Fronteriza, además de civiles que se dedican a “cazar” a inmigrantes indocumentados. Finalmente, se encuentra la división geográfica, que se ha convertido en una barrera más eficaz que cualquier dispositivo de control.

La frontera es un lugar difícil, muchos ya lo sabrán, peligroso pero esperanzador al mismo tiempo. Algunas de estas complicaciones vienen desde México, especialmente por las bandas criminales que operan en la zona y explotan la difícil situacion que allí se vive, poniendo en riesgo la vida de muchos.

Mientras que en 1848 la expansión territorial estadounidense fue liderada por la fuerza militar, hoy en día se emplean avances tecnológicos como drones, cámaras terrestres, sensores y sistemas para controlar lo ganado por la guerra. En ese entonces los tratados de Guadalupe-Hidalgo apaciguaron a la bestia expansionista que la joven nación mexicana tiene hasta la fecha de vecina, para ello tuvo que ceder una considerable parte su territorio. Al igual que el imperialismo de 1848, la vigilancia tecnológica obedece a los intereses políticos y económicos de Estados Unidos sobre México.

La historia, no acabada, de la frontera es un reflejo de las tensiones políticas y sociales amplias en ambos países. Un espacio convertido en un símbolo de la polarización y la división por las dos naciones, que a su vez implica a más nacionalidades. De cooperación, en ocasiones, y creación de culturas únicas de la zona. Pocas regiones podrán decir tener unos límites con tanto contenido, pasado y presente, de relaciones entre dos Estados. Decir que es un lugar estático sería erróneo, pues, sus cambios, movimientos y velocidades son constantes. En la medida en que los humanos sigan avanzando en la tecnología, los mecanismos de control lo harán. Los obeliscos dejaron de marcar una línea divisora para convertirse en los ojos que vigilan la entrada a ese país. ¿Qué seguirá?

Ignacio Anaya

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



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Columna Invitada

Beatriz, las mentiras del aborto 1ª parte

El caso Beatriz es el caso de una joven madre salvadoreña de escasos recursos que fue manipulada y utilizada para tratar de imponer el aborto

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El caso Beatriz es el caso de una joven madre salvadoreña de escasos recursos que fue manipulada y utilizada para tratar de imponer el aborto en nuestro continente.

Hace más de 10 años, cuando se embarazó, Beatriz tenía lupus, una enfermedad autoinmune que puede ser muy grave, pero afortunadamente, durante su segundo embarazo, el lupus estuvo controlado y el embarazo no amenazaba la vida de Beatriz.

Tristemente la bebé, a quien Beatriz llamó Leilani, también estaba enferma, anencefalia. Esto no le impedía tener conciencia, experimentar dolor, e incluso la probabilidad de que pudiera vivir solo meses, pero esto no la hacía menos persona ni menos digna.

Con mentiras, promotores del aborto, presionaron a Beatriz para que abortara, asegurándole que se iba a morir si no mataba a Leilani; le hicieron solicitar la autorización de abortar ante la Corte Suprema del Salvador @CorteSupremaSV, y también solicitaron medidas provisionales ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos @cidh, sin embargo ambas instancias reconocieron que la vida de Beatriz no estaba en peligro de muerte.

Leilani nació, vivió, lloró, respiró y recibió abrazos y besos de su madre. Falleció unas horas más tarde, por causa de su discapacidad.

Cuatro años después de la muerte de Leilani, a raíz de un accidente de moto murió Beatriz. Su muerte, contrariamente a lo que afirman los grupos abortistas, no tuvo ninguna relación con su embarazo, sin embargo, fiel a su estilo mentiroso, el lobby del aborto presiona hoy a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que se permita el aborto en la región.

Una reciente investigación periodística realizada en México, por Red 6-7, ha puesto de manifiesto que el lobby del aborto, al son de la mentira y la manipulación, promueve tercamente el aborto en el mundo y con motivo del caso Beatriz, le comparto, amigo lector, tres párrafos de la introducción de la investigación, para que nadie se llame a engaño ni se deje manipular. www.depam.com.mx

“No fueron las mujeres del planeta de los años 50, cuando inició con fuerza la promoción del aborto en el mundo, quienes pedían abortar, fueron grandes capitales -Rockefeller III y la fundación Ford, entre otros- quienes las invitaron a hacerlo, porque la promoción del aborto en el mundo no se originó en las calles, se gestó en las mentes y escritorios de hombres que buscaban el poder y el control del planeta”.

“Hablamos entonces de dos industrias, la industria del aborto que según la revista Forbes, solo en México, vale más de 4 mil millones anuales y de la industria de la promoción del aborto, de esa que han empujado, desde mediados del siglo pasado, grandes capitales cuyo único interés es el poder y el control”.

“Durante los últimos 12 años se han destinado solo en México más de 3,700 millones de pesos para la promoción del aborto, de los cuales casi el 70% – 2,500 millones- han ingresado del extranjero, faltando así el respeto a la soberanía nacional”.

Pablo Mier y Terán @pablomieryteran

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Marchas: vuelta al pasado

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Por Antonio Maza Pereda

El pasado 18 de Marzo, tuvimos una regresión a los tiempos de los cuarenta y cincuenta del siglo XX e incluso un poco después. Una época en que la legitimación de muchos de los decretos del Gobierno se daba mediante marchas. Para la mayoría de la Nación, esto es una historia poco conocida. En ese tiempo solamente el Gobierno y el partido gobernante, con sus sectores obrero, campesino y popular eran los únicos que tenían capacidad de poner en la calle un número importante de ciudadanos. La escasa oposición que había no tenía la capacidad de convocatoria necesaria y los demás partidos eran en realidad satélites del partido gobernante.

Después de un largo y tortuoso proceso de democratización del País, ahora ya se pueden tener grupos de ciudadanos y ciudadanas organizados, con la capacidad de poner en la calle números importantes de personas, como en las recientes marchas defendiendo al INE y protestando por la discriminación de las mujeres. Y, por supuesto, el partido en el Gobierno, quien conserva la metodología y los recursos para poder llevar a las calles a números importantes de manifestantes, reacciona tratando de demostrar que tienen mayor capacidad de movilización.

Lo cual nos lleva a una distorsión importante en la vida política del país. Parecería, y así lo están manejando la prensa y alguna parte de la oposición (es un decir) qué piensan que a la población realmente la van a convencer las comparaciones numéricas. Y tratan de demostrar o al menos dar la impresión, de que pueden poner en la calle a un número mayor de electores que el que mueve el Gobierno. Parecería que el asunto se reduce a un juego de números y al hecho de poder demostrar que el contrincante hace trampa en la contabilidad del personal que llevan a sus marchas.

No es que sea algo nuevo. Los partidos fascistas en la primera mitad del siglo XX, así como los partidos soviéticos que actuaron en más de dos tercios del mismo siglo, justificaban el derecho a gobernar mediante marchas multitudinarias. Como sigue ocurriendo en algunas de las izquierdas latinoamericanas, como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela, así como las izquierdas menos consolidadas como en algunos momentos estuvieron las de Brasil, Argentina y Chile.

Sin tratar de justificar estas marchas, su existencia se daba porque, ante sistemas electorales con poca solidez y casi nula credibilidad, los resultados de las votaciones tenían un tanto de “política ficción”. Ante los robos de urnas, el voto de los difuntos, el acarreo de los grupos beneficiarios de los programas sociales y la amenaza de la cláusula de exclusión de los sindicatos, llevaban a la ciudadanía a ver con un profundo cinismo los resultados electorales. La mitología de los métodos como el ratón loco, el embarazo de urnas, el acarreo de empleados del Gobierno, los mapaches y otros elementos de la fauna electoral, hacían pensar al ciudadano que no tenía caso votar.

Yo recuerdo un conocido mío que se lanzó como diputado federal en uno de los estados del norte del País y que citó a la prensa, a sus alumnos y a los escasos ciudadanos que le hicieron caso para un discurso de inicio de su campaña, el cual se dio en el panteón civil de la capital de su estado. Lo cual obviamente provocó muchas bromas de la ciudadanía. Y más aún cuando la prensa le preguntó al candidato: ¿por qué iniciaba su campaña en el cementerio?. A lo cual él contestó que en un país dónde los muertos votan, se tenía que hablarle al electorado.

Esto empezó a cambiar por muchas razones, pero alguien que tuvo un influjo importante fue un ensayo muy bien elaborado por Enrique Krauze, quien pedía que en México tuviéramos una democracia sin adjetivos. Abundando en el tema decía que necesitábamos que los votos se contaran y se contaran bien, para darle credibilidad con la ciudadanía. Lo cual se logró en buena medida, sin llegar realmente a poder desechar del todo los antiguos vicios en los temas electorales.

Ese es el punto crucial. Perderemos mucho sí empezamos a sustituir el aburrido, pero extraordinariamente valioso método de tomar decisiones mediante el voto de la ciudadanía y sustituirlo por la métrica de las marchas. Al parecer en esto está cayendo también nuestra enclenque oposición. Las marchas sólo representan un porcentaje mínimo de la ciudadanía; aún en aquellas dónde se habla de millones de marchantes, ellos representan cuando mucho un 2 o 3% de los ciudadanos. Lo importante es seguirle dando solidez al tradicional método electoral y negarnos a aceptar qué las estimaciones más o menos amañadas del monto de los que marchan, substituyan a una contabilidad precisa y confiable del número de los que votan.

Que, por otro lado, no significa que no debiera haber marchas. Pero en la realidad estas sirven mayormente para convencer y enardecer a quienes ya forman parte de los diferentes grupos políticos. Y también para que aquellos que no forman parte de las facciones electoreras, puedan hacer oír su voz. Pero lo importante realmente es defender un sistema que, estando todavía distante de tener total credibilidad, es un modo mucho mejor de gobernar, que lograr poner en las calles a un número importante de personas.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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