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Paternidad compartida

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Es curioso que, como hombres en la actualidad, con todo lo que significa el avance en la equidad de género y la modificación real en la relación padre-hijo(a), todavía muchos de nosotros, estemos dejando pasar la oportunidad de ser parte importante de la vida de nuestros hijos por el simple hecho de separarnos/divorciarnos de nuestra pareja.

El suscribir acuerdos de ver a los hijos solo un fin de semana cada dos semanas, hace que nos perdamos gran parte de sus vivencias, sus logros y fracasos; básicamente nos perdemos la formación de criterio para el resto de su vida.

Los padres que hoy tenemos más de 40 años, cuando fuimos hijos pequeños y adolescentes, en general teníamos una relación cercana con nuestra madre, así como de proveedor y autoridad con nuestro padre. Con una sola mirada de Papá, sabíamos que la decisión estaba tomada y no había nada más que hacer.

Tal vez a consecuencia de esto, establecimos una relación mucho más cercana con nuestros hijos. Ya no solo limitábamos la relación a conceder o negar permisos y traer el sustento a la casa, sino que ahora participamos de las actividades de nuestros hijos, asistimos a sus clases abiertas, convivimos, platicamos, discutimos y negociamos con ellos.

Sin embargo, cuando se presenta el divorcio, separación o rompimiento, nos conformamos con poder ver a nuestros hijos un fin de semana cada dos semanas, porque en teoría, el estar más tiempo con sus mamás, les da más estabilidad.

No tengo ningún estudio científico que lo pruebe, pero yo estoy convencido que por estos acuerdos, por un lado, los papás perdemos no solo el protagonismo en la vida de nuestros hijos, sino la posibilidad de verdaderamente convivir con ellos. Y nuestros hijos se quedan sin un gran interlocutor de sus andanzas, aventuras y vivencias.

En el punto de la paternidad compartida, no es relevante quién fue el responsable de la disolución de la relación de pareja, sino que, como siempre se dice, buscar lo mejor para los hijos y por mucho recelo, rencor o ira que se tenga por la pareja, lo mejor para los hijos es mantener la relación con ambos padres, tan cercana como se tenía antes.

El que los hombres nos privemos de convivir y disfrutar a nuestros hijos no ayuda en nada, ni a nosotros mismos ni a los hijos, ni siquiera a las madres, que tienen que asumir una responsabilidad mayor en la formación de los hijos.

Resulta muy obvio el lazo madre-hijo(a) por el embarazo, pero el lazo padre-hijo(a) se empieza a desarrollar desde el nacimiento, esto es, solo nueve meses después del de la madre y asumiendo que el hijo y los padres vivan muchos años, al final, la diferencia es mínima.

Lo más importante para los padres, según mi opinión, es establecer vínculos individuales con cada uno de los hijos desde su nacimiento y con esto sentar las bases para que se mantengan aún después de la separación de los padres.

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