Gerardo Medina Romero
¿Por qué no hacemos un Onboarding adecuado?
El Mundo Interno de las Organizaciones
Por: Gerardo Medina Romero
Algo que todas las empresas hacen, sin importar su tamaño o giro, es contratar e incorporar nuevo personal para cubrir alguna función; sin embargo, pocos lo hacen de la manera correcta. Pareciera algo de poca importancia que, en el mejor de los casos, se delega a personas poco experimentadas del área de Capital Humano. Sin embargo, en mi opinión resulta todo un proceso que debe ser diseñado y ejecutado de manera adecuada, y que marca el inicio de una relación que puede ser productiva o desastrosa, para ambas partes.
El onboarding es mucho más allá que una simple contratación, incluso mucho es diferente a lo que puede ser una buena inducción, es una serie de actividades que aseguran una integración completa para que el nuevo talento pueda comenzar a ser productivo en el menor tiempo posible. Pero ¿cuál es la principal razón de tener procesos de onboarding tan poco efectivos?
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Lo primero que he podido observar a lo largo de mi carrera profesional es que los directivos y ejecutivos no le dan importancia a ese proceso y por lo tanto no se involucran en él, ni si quiera se aseguran de que el área de capital humano se preocupe por diseñar y ejecutar al menos una buena inducción para el nuevo personal.
Sin embargo, la principal razón de fondo que he detectado para no tener un buen proceso de onboarding es sencillamente porque no hay en la organización la información ni las definiciones para hacerlo. ¿A qué voy? A que el objetivo de un buen proceso de onboarding es en primer lugar, que el nuevo colaborador conozca información básica de la empresa, es decir, ¿a qué se dedica?, ¿cuál es su misión y visión?, ¿cuál es la estrategia de negocios a mediano y largo plazo?, ¿cuáles son los productos y servicios y cuáles son sus diferenciales en el mercado? Parece increíble, pero una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas, e incluso muchas empresas grandes, no tienen una misión, una visión ni un plan estratégico que puedan compartir con sus colaboradores, ni nuevos ni viejos. La carencia de esta información no favorece el sentido de pertenencia ni la lealtad del nuevo colaborador hacia con la empresa.
También como parte del onboarding se debe entregar toda la información básica de pagos, las políticas que deberá seguir como parte de la empresa, los recursos con los que contará para desempeñar su trabajo y los procedimientos para obtenerlos. Lamentablemente en muchas empresas, no existen definiciones de todas las políticas ni todos los procedimientos para que se puedan compartir, y al no tenerse, las sorpresas más adelante pueden generar malentendidos y conflictos importantes entre el colaborador y la empresa.
Cuando llega el momento de explicarle al nuevo colaborador las funciones del área en la que se incorpora, así como la descripción de su puesto, sus funciones y responsabilidades, volvemos a caer en que pocas empresas tienen esta información actualizada y en muchos casos ni siquiera la han definido. Es por ello que la gente se integra sin saber claramente cuál es su rol y responsabilidades, cuál es el de los demás y sobre todo los indicadores con los cuales se le va a evaluar.
Finalmente, la integración a su área con su jefe y su equipo de trabajo debería requerir también una claridad sobre los proyectos en marcha, metas y objetivos sobre las que se está trabajando y el estatus del resto de los asuntos en proceso. También debería incluir la capacitación sobre las herramientas y equipos que deberá utilizar así como las políticas, procedimientos y criterios bajo los que deberá ejecutar sus funciones. Lamentablemente en muchos casos nadie, ni siquiera su jefe inmediato, tiene claridad de muchos de esos temas.
Esta es la principal razón por la cual la mayor parte del personal tiene que adivinar, asumir o improvisar lo que debe hacer para cumplir las peticiones de su jefe, según su sentido común y su preparación previa. Es por eso que muchos nuevos ejecutivos llegan a tratar de inventar algo que ya se hizo o a modificar lo que se viene haciendo solo para imprimir su sello personal, y esto termina generando altos costos para la organización.
Darle la prioridad, la preparación y el tiempo necesario para llevar a cabo un buen proceso de onboarding para cada colaborador de nuevo ingreso nos permitirá capitalizar lo antes posible su aportación a los resultados de la empresa pero, lo más importante, nos forzará a sentarnos a definir y documentar todas las indefiniciones para que todos los colaboradores de la organización puedan hacer mejor su trabajo e impactar positivamente los resultados de negocio.
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Gerardo Medina Romero
¿Resultados o clima laboral?, he ahí el dilema
El Mundo Interno de las Organizaciones
Por: Gerardo Medina Romero
Recientemente conversé con algunos colegas y clientes sobre un tema que hoy es muy común en algunas de las empresas en las que trabajamos: la disyuntiva de apostar por lograr resultados de negocio aún y cuando se tenga que sacrificar el clima laboral.
Me he topado con algunas empresas que manifiestan que, durante los últimos años, han logrado resultados increíbles con crecimientos récord en cuanto a ventas y rentabilidad; sin embargo, reconocen también que el clima laboral que viven en sus empresas no es para nada el mejor e incluso que se ha ido deteriorando. Ante esta situación, los responsables de capital humano se preguntan cómo poder justificar una inversión o esfuerzos para mejorar el clima laboral, si “aparentemente” el tener al personal descontento no influye de manera negativa en su desempeño, sino al contrario. Pareciera que los trabajadores en México dan mejores resultados y son más comprometidos trabajando en empresas con culturas laborales de alta presión, con un estilo de liderazgo más coercitivo y basado en el miedo para exigir más y mejores resultados al personal.
En mi opinión, para tener resultados de negocio extraordinarios se requiere que la gente trabaje con el mejor clima laboral posible. Lo que vemos hoy en día es en realidad un espejismo muy engañoso.
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Me explico:
Con base en lo que he observado a lo largo de mi carrera profesional, cuando aceptamos trabajar en empresas con condiciones difíciles y aun así hacemos nuestro máximo esfuerzo, es por nuestra misma cultura como mexicanos, donde históricamente hemos sido un pueblo sumiso, manipulable y acostumbrados a actuar más por miedo que por motivación. Aunque algunos hayamos tenido la oportunidad de contar con un nivel de estudios y de educación más alto que la media, seguimos cargando en nuestro ADN cierto grado de sumisión porque eso es lo que quizá aprendimos de nuestros abuelos.
También estoy convencido de que hoy específicamente influye la coyuntura mundial que hemos vivido derivado de la pandemia del COVID-19 en este último año, en donde muchas empresas han tenido que hacer reducciones importantes en sus plantillas, y la oferta de empleo en México se ha reducido de manera importante, según cifras oficiales. Creo que la gente decide esforzarse el doble y soportar ritmos de trabajo más pesados por un tema de seguridad laboral, pero que una vez que las cosas se estabilicen, van a sacar esas facturas que tienen guardadas y las van a cobrar todas en una sola exhibición, moviéndose a otras empresas en la primera oportunidad que tengan.
Es aquí donde se puede explicar cómo una empresa ha incrementado sus resultados de negocio y al mismo tiempo descuidado su clima laboral. Al final esta situación no será sostenible, aún y en culturas como las de México, donde el nivel de aceptación y sumisión del trabajador hacia su patrón puede ser algo tan arraigado.
Pienso que las empresas que se ven beneficiadas en sus indicadores de negocio por toda esta situación, son las que con mayor razón deben buscar la manera de compartir parte de esas ganancias con sus empleados y retribuirlos con mejoras en aquellos aspectos internos que les afectan más, o en aquellos que puedan incrementar el sentido de pertenencia del personal y sanar de alguna u otra manera ese sacrificio que la gente ha hecho no tanto por la empresa, sino por mantener una estabilidad individual y familiar.
Lo deben hacer cuanto antes y no esperar a que todas esas facturas que se ha guardado el personal clave comiencen a cobrarse. Es hoy el momento justo en el que tienen que identificar cuáles son las principales causas de descontento entre el personal y destinar recursos para atenderlas y resolverlas.
Hoy es momento de retener a todo ese talento que, en las buenas y en las malas, demostró su capacidad para obtener resultados extraordinarios y comenzar a sanar cualquier herida que se haya generado en el pasado inmediato antes de que sea demasiado tarde y esas pérdidas sean tan costosas que provoquen nuevos resultados con récords históricos, pero ahora en sentido contrario.
Gerardo Medina Romero
¿Los directores y vicepresidentes se capacitan?
El Mundo Interno de las Organizaciones
Por: Gerardo Medina Romero
No podemos dudar que los factores políticos, sociales, económicos, tecnológicos, ambientales y de salud de hoy en día han acelerado el ritmo en que las necesidades, gustos y preferencias de los consumidores y clientes están cambiando. Por esta razón, las empresas han tenido que desarrollar mecanismos más ágiles para ajustar sus estrategias de negocio y su oferta de valor, alineando sus productos y servicios a las necesidades del entorno.
Por supuesto que esto demanda que todo el personal, sin importar su nivel y función, se mantenga en un contaste aprendizaje, adquiriendo conocimientos y desarrollando nuevas habilidades para operar los nuevos modelos de trabajo y utilizar adecuadamente los nuevos equipos y sistemas informáticos.
Sin embargo, dentro de esta vorágine de cambios y aprendizaje, he podido observar cómo muchas de las empresas para las que trabajo no contemplan esfuerzos para incluir en sus estrategias de capacitación a los niveles más altos de la organización. Difícilmente he podido observar a directores o vicepresidentes acudiendo a tomar una capacitación derivada de algún proyecto de cambio; es más, ni siquiera los he visto dedicando tiempo para capacitarse en algo, lo que sea.
¿Qué hace que un ejecutivo joven, cuando es promovido a un nivel directivo, automáticamente deje de considerar en su agenda tiempo para seguir capacitándose y actualizándose? Platicando con algunos ejecutivos, clientes y colegas, he llegado a la conclusión de que en México los ejecutivos ven a la capacitación como un vehículo para escalar posiciones, pero no para aprender o desarrollar habilidades. Es decir, es más importante hacer currículo y obtener la mayor cantidad de credenciales para candidatearnos a una mejor posición ya sea interna o en otra empresa.
Quizá por eso es tan importante para muchos el logotipo que viene en el diploma y no tanto el contenido del programa o la capacidad de los instructores. Tal vez por esta razón, tienen más éxito los programas que se denominan a sí mismos como “Certificación en…” que los que no. Incluso, ahora entiendo porqué los ejecutivos jóvenes prefieren una certificación de tres días a una similar que les lleva varios meses, porque en realidad lo que les importa es el papelito y no tanto aprender.
¿Qué pasa cuando finalmente llega la tan ansiada promoción o contratación para un nivel directivo? Que los ejecutivos sienten que ya llegaron a donde querían y por lo tanto la capacitación ya no les hace falta, porque solo era el vehículo para llegar.
Lamentablemente el mundo sigue cambiando a diario y con mayor velocidad, y los responsables de analizar lo que está pasando para mandar directrices al resto de los empleados, son precisamente los que pueden quedar más desactualizados de lo que está sucediendo allá afuera.
Me ha tocado ver a ejecutivos a nivel dirección, vicepresidentes o incluso directores generales que no sienten la necesidad de leer un libro sobre las nuevas tendencias o de inscribirse a cursos para tomarlo con sus mismos empleados y conocer los nuevos modelos de trabajo.
Conozco también a directores que llevan más de diez años en su posición y que durante todo ese tiempo no han asistido a ninguna capacitación formal. Observo la manera en que analizan las situaciones y toman decisiones y me doy cuenta de que en realidad no tienen los conocimientos ni las habilidades necesarias para ser directores, pero llegaron ahí por diferentes circunstancias, entre ellas un currículo lleno de cursos y certificaciones de las que no aprendieron en realidad nada.
He convivido con responsables de proyectos estratégicos con los que hablar de capacitar a los directores, es casi casi decirles que vamos a pedirle a los directores que limpien las oficinas.
Debemos dejar de considerar a la capacitación como créditos para llegar a ser director y tomar en serio la necesidad de aprender y fortalecer nuestras competencias para tener un desempeño acorde a las necesidades del entorno actual.
México necesita directivos con conocimientos y habilidades necesarios para enfrentar los retos actuales y dirigir a sus equipos de trabajo a lograr los objetivos de negocio; además, esos conocimientos y habilidades requieren un reforzamiento y actualización constante que nunca para. Ese es el precio de ser un buen directivo.
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