Opinión

¿Qué tan útil es una ilusión? ¿Debemos cancelar la objetividad?  

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El comienzo inminente de la primera parte de la candidatura independiente a la Presidencia de la República, ha iniciado. Como solía decir Jorge “Sony” Alarcón, escucharemos el clásico ¡arrancan!

De las varias decenas de ilusos, es posible pronosticar -al comienzo de la recolección de firmas, poco más de 866 mil-, muy posiblemente tres o máximo cuatro, lograrán salvar ese obstáculo.

Sin embargo, convendría esperar unas cuantas semanas para estimar con más elementos el número de aspirantes que obtendría su pase a la siguiente etapa: ser considerado candidato independiente. Del 16 de este mes al 12 de febrero del año próximo, son 16 semanas.

No entraré en los detalles del número de firmas/día que requerirían obtener cada aspirante para llegar al número exigido por la ley porque, ese promedio diario podría variar, de acuerdo con las especificidades de la organización y estructura que haya logrado construir cada aspirante.

Lo que me parece digno de señalar -porque exhibe la verdadera catadura ética de los partidos que lo propusieron, y de los legisladores que lo aprobaron-, es que las firmas, para que sean válidas, deben ser únicas. Es decir, si un ciudadano otorgare su firma de apoyo a un aspirante, aun cuando hiciere lo mismo con otro u otros, no sería una firma válida sino únicamente al primero que la hubiera recibido.

Ante el conjunto de requisitos que los legisladores aprobaron para obtener la calidad de candidato independiente a la Presidencia de la República, es válido pronosticar que solo unos cuantos salvarían el requisito de las casi 900 mil firmas. Ante esta dolorosa realidad, se ha presentado ya antes incluso de empezar la recolección de firmas-, un fenómeno que nada tiene que ver con la política y sí, mucho con una fe ciega que hace palidecer a los fundamentalistas.

Hoy, no es infrecuente leer en “las redes sociales”, que fulano o mengana, no únicamente va a lograr reunir las firmas exigidas por la ley, sino que, además -de acuerdo con sus seguidores-, sería el triunfador o triunfadora el 1 de julio del año próximo.

¿Argumentos sólidos y planteamientos lógicos debidamente soportados en algo más que la ilusión, avalarían tan sorprendente afirmación? Es más, ¿cómo poder calificar de planteamiento político lo que apenas, con muy buena voluntad, sería simplemente un acto de fe ciega?

Muchos son los que aprovechados del anonimato que estimulan las redes sociales, que no se cansan de afirmar que Margarita ganará, o que Pedro será el próximo presidente de la República.

¿Qué avala tales afirmaciones? Las simples ilusiones de quienes piensan que las victorias electorales se obtienen, simplemente echándole ganas, pensando positivamente y siendo optimista.

Poco importa el obstáculo que representa el número de firmas a recolectar, y las restricciones a utilizar masivamente los espacios mediáticos para promoverse e invitar a los ciudadanos a dar su firma; para ellos, basta con que cierren los ojos y en una actitud casi de arrobo ante una imagen religiosa, escriban: ¡Margarita ganará, Pedro ganará!

¿Son útiles las ilusiones en esto de la política electoral? ¿Dan firmas para el aspirante con el que se simpatiza, que lo que me hace decir que él o ella ganará, es una ilusión?

Siento no compartir esa conducta; más lo siento también, que ese escape de la realidad, lejos de servir, daña.

¿Se imagina a decenas de miles se simpatizante de Margarita, Pedro, Ríos y Rodríguez, pensando que el que de esos cuatro le simpatice ganará la Presidencia porque, ellos tienen una gran ilusión de verlo -a su favorito- al frente de los destinos del país?

¿Qué tal si en vez de perder miserablemente el tiempo así, haciéndose ilusiones, salen a la calle a buscar ciudadanos y su firma para su favorito?

Parece que todos estos que piensan que con ilusiones se obtienen victorias, electorales o no, desconocen lo que en 1939 dijo el fundador del PAN, Don Manuel Gómez Morían: No nos hagamos ilusiones para que no haya desilusionados.

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