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Análisis y Opinión

Rumbo a un estado fallido en seguridad

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Por Ricardo Homs

Las alertas son continuas. El Estado Mexicano va perdiendo la batalla frente al crimen organizado. Anne Milgram, directora de la DEA, compareció ante el Senado de Estados Unidos y dijo: “Creemos que México tiene que hacer más para detener el daño que está causando”. Criticó a las autoridades mexicanas porque considera que no comparten con las estadounidenses suficiente información sobre el aseguramiento de fentanilo y sus precursores. Además, denunció que el Gobierno de México no desmantela los laboratorios clandestinos de drogas y tampoco extradita a los narcotraficantes.

Hay una gran confusión gubernamental. Pareciera ser que el grave problema de la inseguridad y la delincuencia forzosamente se deriva del comercio ilegal de drogas, cuando hoy la experiencia muestra que, -para México-, son dos graves problemas independientes, que marchan de forma paralela, pero tienen repercusiones diferentes para nuestro país.

La industria de las drogas siempre se orienta hacia el mayor mercado de consumo del mundo, que es el norteamericano, y que además es multinacional.

El juicio a Genaro García Luna nos puso en evidencia la colusión entre autoridades y grandes cárteles, en un negocio donde se mueven fuertes cantidades de dólares que se destinan a comprar la colaboración de funcionarios mexicanos del ámbito de la seguridad y la justicia, quienes venden protección al grupo delincuencial que les ofrezca mayor rentabilidad.

Estos funcionarios mexicanos utilizan el poder de reacción del estado, -y por tanto-, se convierten en el fiel de la balanza. Además, las acciones que estos realizaban en contra de los adversarios del grupo con el que estaban aliados, permitía generar la percepción pública de eficiencia en el combate a la delincuencia y posiblemente, esta se debiese a la participación directa de estos delincuentes tolerados, trabajando en apoyo de las autoridades.

Vemos también que por falta de planeación en el combate al narcotráfico se dio un desgaste que abrió el camino para el surgimiento de nuevos protagonistas delincuenciales.

Sin embargo, en los últimos años hemos visto en nuestro país la transformación de la delincuencia, que se ha vuelto versátil para encontrar nuevos nichos de oportunidad agrediendo y extorsionando a la sociedad civil.

Ante la indiferencia de los tres niveles de gobierno hemos visto crecer en los últimos tiempos este nuevo perfil de microdelincuencia, que extorsiona al ciudadano típico y le arranca su patrimonio. Así vemos como inicia con el cobro del “derecho de piso”.

Este gobierno no ha dimensionado, -que además de ser un grave delito patrimonial en contra del ciudadano-, es un freno al desarrollo de la economía nacional interna, pues impide la inversión en nuevos negocios, así como el crecimiento de los que hoy existen. Pronto esta problemática se reflejará en una disminución de la productividad de nuestro país y en el PIB.

Por ejemplo, vemos que en zonas aguacateras de Michoacán los delincuentes ponen una tasa por “cobro de piso” por cada caja de este producto de exportación, que hoy tiene gran significado en el Super Bowl. El aguacate se convierte en el guacamole, -que junto con los “nachos”-, no pueden faltar mientras se disfruta de un partido de futbol americano. Sin embargo, ante el embate del crimen organizado, hoy tienen el riesgo de sobreprecio, con gran peligro para la competitividad del producto y pérdida de mercado.

La trata de personas, -que es el resultado de la desaparición de mujeres-, es otro negocio de la delincuencia que se ha recrudecido en estos últimos tiempos.

Importante para entender lo que ha sucedido en el país es analizar el contexto. Lo primero que salta a la vista es que, durante esta administración gubernamental, el Estado Mexicano perdió autoridad para combatir la delincuencia. La narrativa oficial respecto al delito se contaminó de ideología, lo cual creó una nueva cultura delincuencial que justifica moralmente el robo, el latrocinio, -e incluso la violencia-, como si fuese reivindicación social en contra de las élites que supuestamente acumulan la riqueza del país. En este ánimo colectivo el resentimiento cobra gran importancia. Sin embargo, -como ironía-, las principales víctimas de la delincuencia organizada hoy son las clases sociales de menores ingresos y gran vulnerabilidad.

Esto a su vez trae peligrosas implicaciones políticas que nos encaminan a la descomposición social que estimula el surgimiento de un perfil delincuencial más violento y sádico. El impacto económico negativo, -derivado de la falta de seguridad y el temor-, no se ha dimensionado correctamente. La extorsión y el cobro de piso están frenando la microeconomía.

La pérdida del control territorial por parte del Estado Mexicano, -en ciertas zonas del país-, es una problemática aún no evaluada, que tiene graves implicaciones en la migración forzada, -y como consecuencia-, en el abandono de las actividades agrícolas por parte de las comunidades desplazadas, lo cual profundizará la falta de rentabilidad del campo mexicano y con ello, “emproblemará” el abastecimiento nacional.

Podemos concluir que el problema de la inseguridad y la delincuencia no es nuevo en nuestro país, pues es un problema heredado desde hace muchos años. Sin embargo, la forma en que hoy se desenvuelve tiene un sello propio, que es la pérdida de autoridad por parte de instituciones antes respetadas, -como las Fuerzas Armadas-, que, aunque ahora son más poderosas en número que antes, hoy son menos eficientes en el combate contra los grupos delincuenciales. Han perdido el respeto por parte de muchos sectores de la población civil, que en varias regiones las expulsa de su territorio para así proteger a grupos delincuenciales, sin que haya consecuencias judiciales.

Ha habido casos vergonzosos, -difundidos por televisión-, en que se les denigra con total impunidad. Aun así, la inacción de los altos mandos estimula la percepción pública de vulnerabilidad de estas otrora poderosas y respetadas instituciones.

Quizá este abandono de las tareas de seguridad en muchas zonas del país, en gran parte se deba a que los gobiernos locales están infiltrados por la delincuencia y por otra parte, los tomadores de decisiones del gobierno federal están focalizando su atención en temas electorales para retener el poder durante los próximos sexenios y así consolidar la Cuarta Transformación.

Por su parte las Fuerzas Armadas están distraídas edificando y administrando aeropuertos, construyendo el Tren Maya, operando puertos marítimos y aduanas, creando aerolíneas y quizá pronto vayan teniendo adjudicaciones de nuevas responsabilidades altamente rentables económicamente, y por ello desestiman las labores de seguridad, que fueron la principal encomienda que recibieron durante el sexenio del presidente Calderón y con ello abandonaron los cuarteles.

Otra de las circunstancias que se pueden atribuir al actual contexto político del país, -durante la gestión de este gobierno-, es la participación de la delincuencia organizada en las elecciones, -lo cual es muy preocupante-, pues nos lleva de forma directa al modelo político que se llama “narco- estado”.

El grave problema es la vulnerabilidad de nuestras instituciones frente a los caprichos de quienes gobiernan y pretenden, -de forma autoritaria-, imponer su voluntad personal.

El único camino que existe para preservar la paz social y evitar que la delincuencia organizada tome control de nuestro país, es que la sociedad civil tome el control y exija a quienes gobiernan que respeten el estado de derecho, -e incluso-, se ejerzan contra estos malos servidores públicos las acciones jurídicas necesarias si no lo hacen.

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La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



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Análisis y Opinión

De la gasolina al auto eléctrico

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Los cambios radicales son lentos pero definitivos.

Del libro impreso en papel, al libro electrónico, la evolución es continua. Es asunto de hábitos.

Sin embargo las energías limpias, -comparadas con los hidrocarburos-, representan la oportunidad de frenar los adversos y peligrosos efectos del cambio climático sobre nuestro planeta, pero también sobre nuestra salud.

Quizá las dos razones que más pesan en la decisión de adquirir un auto eléctrico en lugar de uno con motor de combustión interna, -o sea de gasolina-, es el precio del vehículo por una parte y la disponibilidad de carga eléctrica en recorridos largos. Por ello, en la mayoría de los países líderes el impulso a las energías limpias en el ámbito automotriz, se ha enfocado como política de estado, lo cual lleva como objetivo facilitar al ciudadano la decisión de compra, y por otra parte, garantizar el suministro de energía eléctrica a estos automotores.

En el ámbito corporativo las circunstancias no son diferentes. Por tanto, es el Estado quien ha asumido en todo el mundo el compromiso de estimular la utilización de “energías limpias”, ofreciendo estímulos fiscales a las empresas ensambladoras de autos para que ofrezcan los autos con precios accesibles al comprador y además, crear una red de puestos de carga de energía eléctrica.

Sin embargo, en México el actual gobierno ha manifestado políticas contradictorias respecto a las energías limpias y al cambio climático.

Mientras el mercado automotriz mundial evoluciona hacia el auto eléctrico, el gobierno de la 4T se esfuerza por desarrollar la producción de hidrocarburos, como lo es la construcción de la planta de Dos Bocas, en Tabasco y la compra de la refinería Deer Park, en Texas, además de solapar la ineficiencia y poca productividad de PEMEX, que hoy tiene una operación deficitaria.

En contraste, frente a las continuas reconvenciones de la comunidad internacional respecto a la actitud negligente de nuestro gobierno frente a los compromisos firmados por los gobiernos anteriores, -para cumplir con las políticas ambientalistas de la agenda verde-, este gobierno da respuestas ambiguas y poco comprometidas.

Aunque la Secretaría de Energía, SENER, estima que para el año 2036 en México habrá 4.9 millones de autos eléctricos circulando, lo cual representará el 14% del total del parque vehicular, vemos que en la realidad cotidiana la AMDA, que es la Asociación Mexicana de Distribuidores de Autos, ha dado a conocer que en el año 2022, -del total de un millón noventa mil autos nuevos vendidos-, sólo se comercializaron 5,631 unidades totalmente eléctricas, lo cual representa el 0.5% del total.

La realidad es que no se perciben políticas gubernamentales que estimulen la producción de autos eléctricos y menos aún, la demanda de este tipo de unidades.

Los autos y camiones híbridos representan una oportunidad de transición entre el modelo tecnológico de motores de combustión interna y los motores eléctricos, en un contexto donde el suministro de energía eléctrica para el sector automotriz es totalmente ineficiente.

Por tanto, es el sector empresarial quien debe asumir iniciativas de desarrollo de automotores eléctricos. Por lo ponto, la empresa lechera Grupo Lala y la cervecera Grupo Modelo, han empezado a renovar su parque vehicular con camiones eléctricos.

Grupo Modelo inició este proyecto en diciembre del 2021 y para el 2025 espera tener en circulación 400 vehículos eléctricos.

Del mismo modo la iniciativa privada, -con responsabilidad social-, debe tomar iniciativas para impulsar la compra de automotores eléctricos.

Conforme avance el consumo de unidades movidas por electricidad, entonces veremos que los precios unitarios al último consumidor disminuirán, por efecto de la oferta y demanda.

A la vez, la instauración de centros de recarga eléctrica en las plazas comerciales y además la promoción de unidades de negocio dedicadas al suministro de energía eléctrica para consumo automotriz, así como lugares de recarga en carreteras, seguramente impulsarán la compra de este tipo de autos.

La transición del sistema de combustión interna automotriz, al transporte a través de unidades movidas por electricidad, en los países del G20, -al cual pertenece México-, es una prioridad. Hay prisa por dejar de utilizar hidrocarburos en unidades de transportación, pues la tendencia destructiva que lleva el cambio climático genera grandes preocupaciones en las más importantes economías del mundo.

Ante la visión simplista y caprichosa de este gobierno, la iniciativa privada debe tomar iniciativas y asumir el liderazgo de este cambio de modelo de transporte, -con visión comercial, económica y tecnológica-, pero también con responsabilidad social.

Sólo así se logrará proteger la ecología y el medio ambiente de este país, pues este será nuestro legado para las nuevas generaciones.

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La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Con el pueblo, siempre

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Ha comenzado el viaje escalonado de los obispos de México al Vaticano para visitar al papa Francisco. En estos diez años de pontificado y, desde la última visita ad limina del 2014, ha pasado mucha agua bajo el puente en la relación del episcopado mexicano con el sucesor de Pedro, y aunque sin duda quedará para la historia la interpelación de Bergoglio a los obispos en la Catedral de México donde les pidió enfrentar sus diferencias con madurez y carácter, hay algo que el pontífice no deja de reiterar cada vez que se encuentra frente a los jerarcas católicos mexicanos: conminarlos de una y mil formas para verdaderamente estar e interceder por el pueblo.

En 2014, por ejemplo, en la primera visita ad limina que hicieron los mexicanos al Papa argentino, éste les entregó un discurso bien redactado donde les decía: “La fidelidad a Jesucristo no puede vivirse sino como solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio”. Pero de viva voz les reiteró: “Ustedes con su pueblo, siempre […] La única recomendación que yo les diría es ésta, de corazón… Trascender, en la oración al Señor ese negociar con Dios del obispo por su pueblo. No lo dejen. […] Y cercanía con su pueblo”.

En febrero del 2016, durante su viaje apostólico a México, el Papa se reunió con el episcopado en la Catedral capitalina y ofreció un profuso y profundo mensaje a los pastores con una decena de peticiones muy concretas aunque quizá la principal interpelación fue: “No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías […] ¿Acaso se ha diluido, se ha olvidado, la necesidad de regazo que anhela el corazón del pueblo que se les ha confiado a ustedes? […] Sean capaces de contribuir a la unidad de su pueblo”.

Aquel texto y aquella improvisación de Francisco en México ha sido una de las intervenciones más exhortativas dirigidas a un cuerpo episcopal: “Sean obispos de mirada limpia […] no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa […] No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias […] No se dejen llevar por la vana búsqueda de cambiar de pueblo […] No se cansen de recordarle a su pueblo cuánto son potentes las raíces antiguas […] Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas […] los invito a cansarse, a cansarse sin miedo en la tarea de evangelizar”.

Ahora, siete años más tarde, en la segunda visita ad limina del episcopado mexicano a Francisco, el tema sigue siendo el mismo: Cercanía con el pueblo. Es una recurrencia del pontífice frente a la jerarquía mexicana y que seguro tiene un trasfondo simbólico porque con ningún otro episcopado él ha insistido tanto en este punto.

Por ejemplo, las únicas dos recomendaciones que dio Francisco en 2015 a los obispos norteamericanos versaron en torno a la formación de sus sacerdotes “para que no caigan en la tentación de convertirse en notarios y burócratas” y la acogida a los inmigrantes. Y punto, no dijo más: “No es mi intención trazar un programa o delinear una estrategia. No he venido para juzgarles o para impartir lecciones”.

Otro enorme episcopado es el brasileño y con ellos tampoco ha sido tan conminativo. Tanto en 2013 en Río de Janeiro como en el reciente mensaje de abril pasado, Francisco les ha pedido compromiso con la formación religiosa y la reconciliación del país: “Los obispos no pueden delegar este cometido”, fue lo más imperativo de su mensaje. En la visita ad limina de los obispos españoles en 2014, Francisco sólo les hizo una gentil sugerencia: “Os invito, pues, a manifestar aprecio y a mostraros cercanos a cuantos ponen sus talentos y sus manos al servicio del programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús”.

Entonces ¿por qué esta obsesión temática del Papa con los obispos mexicanos? La respuesta fácil –facilona en realidad– es que Bergoglio recibe informaciones o percibe que los obispos mexicanos no están suficientemente próximos a sus comunidades, que se encuentran bajo pertrecho de los funcionarios de sus curias episcopales, que no salen de las celebraciones litúrgicas cómodas y de una retórica nostálgica en sus homilías, que prefieren velar por las tres C (capilla, colegio y club) en lugar de las tres T (tierra, techo y trabajo), que se enfrascan en ideas y prolijos proyectos de papel pero que no alcanzan a aplicarse a ras de suelo o que se involucran más en la pragmática política de las élites que en los dramas atemporales de su pueblo.

La otra perspectiva es, además de más compleja, creo más interesante y oportuna: Quizá Francisco ve en el pueblo mexicano una fortaleza e identidad que ha sabido sobrevivir en el tiempo a pesar de las muchas tragedias e intervenciones en su historia, una voz ancestral (semilla del Verbo) que se niega a morir, un periplo nacional marcado por una fe maternal y una multifacética adaptabilidad cultural (mestizaje simbólico que va del sincretismo a la inculturación) que pueden enseñar mucho frente a un siglo que se asoma pleno de integrismo, polarización, fanatismo y agresividad.

Por ello, los obispos mexicanos tienen una gran oportunidad de ser observadores al recorrer íntimamente sus pueblos escuchando sus testimonios, oportunidad de reflexionar sobre la piel de la realidad y no en el mundo de las ideas, oportunidad para poner manos a la obra en acciones pequeñas –diminutas incluso– pero indispensables para la dignidad y el rescate de la Creación y las creaturas.

Entre el clero hay un dicho: “Ante la duda: genuflexión”; indicaba que, cuando no se sabe qué hacer en la liturgia, lo mejor es hincarse. Algo así quizá deba resonar en el corazón de los obispos cuando se enfrenten a alguna indecisión o inquietud: “Ustedes con su pueblo, siempre”, grabado a fuego en el alma.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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