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Opinión

Una pérdida invisible: la paradoja social ante la muerte gestacional

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Cada 15 de octubre, el mundo conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre la Muerte Gestacional, Perinatal y Neonatal, una fecha que busca romper el silencio en torno a la pérdida de bebés durante el embarazo, el parto o los primeros días de vida. En los últimos años, las necesidades de gasto social y público para atender a las mujeres y a sus familias debido a la pérdida gestacional y neonatal se han intensificado.

Paradójicamente, aunque se promuevan modelos de asistencia social y sanitaria para los primeros días después del nacimiento del bebé —intentando justamente reducir la muerte neonatal—, se siguen incrementando los problemas derivados de la muerte gestacional entre la población femenina.

Se calcula que en España, entre 80 mil y 90 mil familias por año son alcanzadas por la tragedia de perder un hijo durante el embarazo o en los primeros meses de nacido. Muchos de estos casos se deben a circunstancias inesperadas e indeseadas; sin embargo, los efectos físicos y psicológicos en las mujeres que fueron presionadas a abortar quedan ocultos tras las cifras de pérdida en general. Por fortuna, existe una conciencia y preocupación cada vez mayores sobre los efectos de la pérdida de un bebé; no son pocos los espacios profesionales interdisciplinarios que impulsan protocolos de acompañamiento a las madres y familias.

Está comprobado que la muerte gestacional desencadena un impacto psicológico multifacético y conlleva efectos físicos que exigen atención y observación. Las mujeres pueden experimentar ansiedad, sentimientos de culpa, tristeza profunda, insomnio e incluso trastornos de autoestima. Resulta también relevante afirmar que estos efectos varían según si el embarazo fue deseado, inesperado o activamente planeado, pero en ningún caso son irrelevantes. Cristina Agud, psicóloga sanitaria y psicoterapeuta, refiere que “el embarazo no solo se gesta en el cuerpo, sino también en la mente de la mujer”, y subraya la necesidad de atender prácticas que favorezcan un duelo saludable tras la pérdida gestacional, algo muy complicado si previamente se ha normalizado la deshumanización del hijo en gestación.

En México existen organizaciones e instituciones auténticamente solidarias y heroicas que trabajan todos los días junto a las mujeres y sus familias ante la pérdida gestacional y neonatal. Sin embargo, las historias que comparten casi siempre se refieren a la primera y, lo más grave, al aborto procurado. En uno de los testimonios, una joven comparte que tras realizarse un aborto a las 19 semanas no podía dormir bien, tenía pesadillas, no comía y padeció una depresión profunda. Otra mujer, de 34 años, que fue presionada para abortar por cuestiones económicas y de incertidumbre con su pareja, aseguró que vivió “aparentemente sin culpa durante semanas, aunque instintivamente y sin darme cuenta solía acariciar mi abdomen varias veces al día… cuando entendí que ahí no crecía mi bebé porque yo había decidido terminar con su vida, entré en una terrible depresión.

Es un duelo y un proceso que me tomará mucho tiempo superar”. Estas voces demuestran que, lejos de ser un acto banal, la terminación del embarazo puede dejar secuelas profundas cuando no existe acompañamiento psicológico, información veraz o espacios de escucha.

En este Día Mundial de Concienciación sobre la Muerte Gestacional, Perinatal y Neonatal, quizá haya que enfocarse un poco más en los efectos que esta tragedia —muchas veces procurada como consecuencia del engaño o la presión— está dejando en incontables jóvenes y mujeres. Negar esta realidad no representa un avance en el bienestar de la mujer; es reforzar un sistema que la abandona en su momento más vulnerable. Hay mucho por hacer.

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Felipe Monroy

Resistir a la violencia, los jóvenes que dicen ‘no’ al crimen

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Además de la narcoviolencia, los homicidios y desapariciones, en México se vive una perniciosa cultura meritocrática y agresiva, de idolatría hacia los ‘exitosos’, con potentes rasgos de superioridad y desprecio; y, sobre todo, de deshumanización del prójimo. En este contexto se ha hecho tristemente atractivo, hegemónico y casi natural el camino de la criminalidad y la violencia para miles de jóvenes en el país.

Por ello adquiere un valor tanto pragmático como trascendental el reciente estudio del doctor Barragán Bórquez, investigador de la Universidad de Sonora, en el que explora los discursos y la realidad social de jóvenes varones en Guaymas –una de las ciudades con las tasas más altas de homicidios y desapariciones del país– y que, en lugar de preguntarse qué es lo que les lleva a delinquir o a sumarse a las filas del crimen, se enfoca en explorar dónde está el sustento racional y afectivo para que resistan a la cultura de violencia y eviten ser seducidos por la cultura narca y criminal.

Los resultados de la investigación son sugerentes: lo primordial es que la familia es la principal trinchera moral de los jóvenes. Y la relevancia familiar no sólo se reduce a la presencia paterna y materna –y sus singulares aportaciones complementarias– sino la práctica socializadora del núcleo familiar: Que los padres sean figuras de apoyo; que los ejemplos cotidianos refuercen la importancia del trabajo y la educación; y que se dialogue empáticamente sobre las consecuencias del mal, del delito y del éxito ‘fácil’.

Barragán entrevistó a diez hombres entre 17 y 43 años que crecieron en colonias marcadas por la violencia. Sus testimonios revelan que la “decisión” de no delinquir no es un acto aislado, sino el resultado de un entramado de apoyos, valores y aprendizajes que comienza en la familia y se extiende a la escuela, los amigos y la comunidad. Uno de los entrevistados lo resumió así: “Tiene que ver mucho la familia… donde te desenvuelves, es el seno principal de valores. No es ni la escuela, ni la iglesia: es la familia” (Informante 05).

En el fondo, la formación de “masculinidades convencionales” enfocadas en el trabajo, la educación, el respeto por la vida y las tradiciones de convivencia familiar cotidiana parecen configurar un tipo de resistencia, una forma de pensar que los distancia de modelos de masculinidad agresivos, violentos, exitistas y vinculados al crimen.

Los jóvenes que no se dejan seducir por el ‘éxito’ del crimen o el narco distinguen con claridad las consecuencias negativas de los actos ilícitos; también diferencian el “buen vivir” (un modesto, satisfactorio y modesto estilo de vida producto del trabajo, la educación y la mesura) de la “vida fácil” (orientada a la ganancia máxima, vertiginosa, arriesgada y utilitaria); y suelen construir una identidad no delictiva a través del trabajo, la educación, el deporte, las artes y otras actividades recreativas.

El estudio revela que la no participación en el crimen no es una simple “decisión personal”, sino el resultado de un proceso social complejo que involucra primordialmente a la familia, la escuela, las redes de apoyo comunitario y la socialización moral. Las conclusiones del análisis no lo mencionan directamente pero se interpreta que, al menos para los jóvenes entrevistados, la educación mediante apercibimientos o amenazas moralizantes no tiene tanto impacto como el ejemplo, la vigilancia, la corrección amorosa e, incluso, las sanciones justificadas y proporcionales que suceden en el seno familiar

Hay un aspecto interesante que aborda también el estudio y es la perspectiva sobre el triunfo inmediatista, el éxito económico y el prestigio fugaz: El dinero fácil tiene un costo demasiado alto. La convicción personal de asumir la pobreza y sus desafíos, antes de buscar riquezas manchadas de sangre o a costa de su propia dignidad, tranquilidad y paz se deriva en parte por los testimonios funestos de sus coetáneos (el miedo a ‘terminar mal’) pero principalmente se sustenta en el ejemplo inmediato de sus propios padres, madres y abuelos; de una formación familiar que no alienta una hombría ligada al pavoneo, la agresividad o la violencia, que no glorifica el poder, la altanería o la trasgresión pendenciera. Por el contrario: que educa en una masculinidad basada en responsabilidad, el cuidado de los hijos, la vida sencilla, modesta y tranquila.

Este estudio –y otros que buscan motivos de esperanza más que la justificación de los apocalípticos de siempre– marca por lo menos una guía de pensamiento importante para la construcción cultural social y para las políticas públicas en México. Al reconocer que la espiral de violencia y crimen no se combatirá sólo con políticas de seguridad o ‘atacando las causas de la pobreza y la marginación’; sino que se requiere invertir en procesos que sostienen la convivencia familiar y apoyar a procesos educativos, deportivos y culturales formales e informales a ras de suelo. Pero, sobre todo, se requiere desmitificar las narrativas que glorifican el éxito, que idolatran la meritocracia y exaltan la persecución del triunfo a toda costa: porque ganar (dinero, prestigio, bienes) a costa de explotar o someter al prójimo o a costa de la propia dignidad personal es una ruta que ahonda el abismo de la violencia. Hay que aprender de estos hombres que nos demuestran que, incluso en los contextos más hostiles, es posible construir identidades que dignifiquen la vida propia y la ajena.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Columna Invitada

El cubo de la resiliencia

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He dedicado una parte de mi vida a entender por qué repetimos los mismos errores. 

Lo he visto como funcionario, ciudadano, comunicador, profesionista, empresario, académico y, sobre todo, como humano.

De esas experiencias nació El Cubo de la Resiliencia: un modelo para descifrar y administrar el caos. Lo construí desde mi perspectiva muy personal, buscando una manera sencilla, lúdica y comprensible de explicar —“a la primera”— que cada crisis tiene varias caras, y que la única forma de resolverla es girando el cubo completo, siendo integral, holístico y empático, no sólo “armando nuestra cara”. Sucede con lo urbano, con lo empresarial, con lo político, con lo familiar y sobre todo con uno mismo.

Más allá del estudio de los fenómenos perturbadores, de los análisis de riesgo o de las innumerables leyes y reglamentos, llegué a una conclusión simple y dura, toda tragedia tiene tres raíces principales que son potencializadores del efecto de los fenómenos perturbadores:

La corrupción que no es sólo aceptar o dar un soborno; es asumir responsabilidades que no nos corresponden profesionalmente; es justificar lo injustificable por miedo a perder el empleo o es la ausencia de autonomía para actuar con ética y eficacia.

La ignorancia, que no distingue entre autoridad y ciudadanos. Es la ignorancia de la sociedad que no sabemos identificar y asumir el riesgo, por no percibirlo o entenderlo y por otro lado, donde no se privilegia que la prevención salva más vidas que cualquier operativo emergente. 

La indolencia, esa terrible enfermedad digital creciente que nos hace grabar con el celular en lugar de ayudar; que nos da escaparate para opinar sin informarnos o no nos permite actuar porque “ese no es mi problema”.

Mientras no atendamos como sociedad esas tres causas, seguiremos apagando incendios en lugar de evitarlos. Cambiarán a los funcionarios, se endurecerán las normas que nadie cumplirá y se señalarán culpables, pero el verdadero problema seguirá ahí, intacto.

Hay tragedias que llegan disfrazadas de rutina, de negligencia, de ese “no pasa nada” que se repite hasta que pasa. Sabemos que la protección civil existe, pero sólo la recordamos cuando ocurre un desastre. El resto del tiempo, la vemos como un trámite engorroso, tardado, costoso, recaudatorio e incluso innecesario.

Y cuando sucede lo evitable, corremos a buscar culpables, a exigir justicia o a difundir el desastre del día opinando como expertos, pero pocas veces a mirarnos al espejo.

Por eso afirmo sin rodeos: los desastres no son naturales, son socialmente construidos. Nacen del comportamiento humano, de nuestras decisiones y de la forma en que vivimos, gobernamos y trabajamos.

La resiliencia no es una palabra bonita: es una forma de vida. Es resistir, sí, pero sobre todo reconstruir con conciencia.

Y eso empieza con la ética, la cultura y los valores que enseñamos en casa, en la escuela y en las instituciones.

No se trata de leyes más duras, sino de convicciones más firmes.

No se trata de castigar más, sino de educar mejor.

Cada tragedia que “pudo evitarse” es una lección no aprendida.

Seguir hablando de desarrollo mientras ignoramos la prevención es como construir sobre arena: tarde o temprano, la naturaleza te alcanza o las omisiones te superan.

La prevención no se decreta: se cultiva.

La resiliencia no se impone: se aprende.

Y la cultura del riesgo no se enseña con miedo, sino con conciencia.

Una invitación al cambio

Por eso, hoy no convocamos a un evento de celebración, como tradicionalmente lo hacemos, sino a un punto de inflexión.

El 25 de noviembre, en el auditorio de la Asociación de Ingenieros Mineros, Metalurgistas y Geólogos de México (AIMMGM), presentaremos El Cubo de la Resiliencia, un libro con siete años de gestación y que busca transformar la forma en que entendemos los desastres, las crisis y la vida misma.

He pedido a Henry Peralta —ingeniero civil colombiano y uno de los principales promotores de la resiliencia en América Latina—, con quien en 2017 compartí mi interpretación del Cubo y la fórmula del riesgo basada en la ética, que me honre siendo testigo e inspiración de este proyecto. Él impartirá el primer módulo del Taller de Resiliencia Empresarial y Urbana y nos acompañará al llamado por la Alianza por la Cultura de la Resiliencia, un compromiso público, empresarial y ciudadano para construir un futuro más fuerte y consciente.

Porque el verdadero desastre no es lo que destruye, sino lo que no nos enseña.

Y el verdadero cambio no empieza en los gobiernos —esos van y vienen— ni en los manuales, sino en nosotros mismos.

Construyamos juntos la cultura que previene, la ética que sostiene y la resiliencia que transforma.

No esperemos la próxima crisis para aprender lo que hoy podemos cambiar.

Contamos contigo. 

Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Refundación

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Mucho se ha debatido en los medios y en estas páginas la necesidad de los partidos de oposición, de reestructurarse o refundarse. Viene al caso el tema, por uno de los partidos, el Partido Acción Nacional (PAN), que está anunciando un proceso de refundación, presentado en el edificio donde se creó su partido en 1939, por su fundador Manuel Gómez Morín. Los actuales dirigentes plantearon un cambio profundo, incluyendo debatir hasta el nombre que pudiera darse al nuevo partido. Todo esto da mucho de qué hablar. Se examina a ese partido, porque es quien ha dado el paso. Otros partidos de oposición deberán tener procesos similares y también los criticarán.

Este partido está reconociendo que necesita hacer algo y tener una actividad diferente de la que han tenido en los últimos siete años, dedicados a criticar más que a proponer. Un asunto importante: este partido ha quedado en manos de una minoría. Es muy positivo el hecho de que se esté reconociendo que ha habido fallas. Hay algunos factores en contra. Sus dirigentes son los mismos de siempre. Y es muy difícil creer que, si no lograron salir del atorón que tienen, sean los que puedan crear una situación diferente. Si hacen lo mismo, los resultados serán los mismos.

El peso de esta transformación se le está encomendando a especialistas en mercadotecnia política. Lo cual tiene inconvenientes: básicamente, tratarán de ubicar qué es lo que la ciudadanía quiere. Y lo que las mayorías en este momento quieren, es lo contrario de lo que ellos pudieron ofrecer. ¿Haciendo lo mismo que hacen sus competidores, van a ganar? Es muy dudoso.

Se requiere que el PAN reconozca que, en muchos aspectos, es alguien desconocido. Haga usted la prueba: aborde usted a un ciudadano sin partido y pregúntele quién es el actual presidente del PAN. Nueve de cada diez veces se van a encontrar con que no recuerdan ni su nombre; es un desconocido para el votante. ¿Sabrá cuál ha sido la trayectoria y cuál la historia de este partido, el más antiguo registrado en el país? ¿Conocerá cuál es la ideología del PAN? Inicialmente, ella tenía como base principios de la doctrina social católica y también del humanismo cristiano. Después, ideas de la democracia cristiana europea y latinoamericana. ¿Lo sabe el ciudadano? Se podría decir que no tiene, estrictamente, una ideología, más allá de criticar las fallas del gobierno.

Tuvieron 12 años para transmitir su ideología a la ciudadanía y no hubo una acción relevante en este sentido. Claramente, por muchos años, fue un partido que se construyó en torno a minorías, sin una visión de crecer. Hay razones para ello. Nace en un momento en que el partido dominante, era un partido de Estado. El PAN se creó con un gran temor a ser infiltrado, y quiso evitar que eso ocurriera. Hoy proponen dejar de tener alianzas con ese partido.

Tuvieron doce años para crear un partido mucho más poderoso, y no lo hicieron. Ahora están planteando un cambio de nombre del partido y un lema: Patria, Familia y Libertad. Pero ningún partido dirá que está en contra de eso. ¿Cómo convencer de que ellos son los mejores para la patria, la familia y la libertad? Aparentemente, creen que, al tener un lema atractivo, la ciudadanía va a hacer fila para entrar a inscribirse en su partido. ¿Cuál es el producto que se le va a ofrecer al electorado? ¿Cuál va a ser una ideología, un modo de gobernar, un grupo de líderes que verdaderamente convenzan? Y mientras no tengan definiciones, será difícil tener resultados de esta refundación. No solo a ellos, también le ocurrirá a los demás partidos opositores.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

¿Escuelas vacías? no es deserción sino baja natalidad

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Por ConParticipación

Los pasillos de la Escuela Inglesa, en Pachuca, Hidalgo, han visto correr a niños desde 1844. Pero eso está en riesgo de terminar. Esta escuela, que fue fundada por mineros ingleses, ha estado en riesgo de desaparecer. El COVID afectó sus finanzas, así es. Pero a tres años de concluir la pandemia otra realidad se ha hecho presente: la falta de alumnos. Ya no hay niños para esta escuela, ni para muchas otras. En el estado de Hidalgo hay 650 escuelas con menos de 15 alumnos, de las cuales 224 tienen menos de 10 alumnos. Esto es señal de un grave problema: la caída de la natalidad [1]. 

Esta historia se repite por todo el país. Los salones de las escuelas en México parece que se van haciendo más grandes, pero lo que sucede es que hay menos alumnos. Algunos lo atribuyen a la dispersión de población y la deserción —la cual existe y debe atenderse—, pero no es la principal causa de que haya menos alumnos en los centros educativos. La razón que se asoma es clara y las autoridades federales en México parecen voltear hacia otro lado: hay una acelerada caída en la natalidad, y eso empieza a crear problemas a corto, mediano y largo plazo.

Entre 2010 y 2025 el número de alumnos en preescolar, primaria y secundaria cayó en aproximadamente dos millones y medio de alumnos. Esto es relevante porque la deserción escolar es significativamente menor en esos niveles de estudios. Y en primaria se nota más, puesto que la población matriculada en primaria por sí sola descendió en 1.7 millones entre 2010 y 2025 [2].

Esto va a traer como consecuencia una disminución en años próximos en el número de alumnos matriculados en educación media. Y no porque los alumnos que terminen secundaria no ingresen a preparatoria debido a la deserción escolar, sino porque en números reales llegará el momento en que disminuirá el número de alumnos en secundaria por la disminución de la natalidad. En síntesis: el número de alumnos en educación inicial, preescolar y primaria disminuyó más de 400 mil alumnos entre el ciclo 2021/2022 y 2023/2024, ya después de la pandemia [3].  

El colapso de nacimientos: datos de 2010 a 2025

Entre 2010 y 2024 el número de nacimientos se ha reducido en un 36%. En ese mismo lapso, el número de nacimientos disminuyó cerca de 970 000 bebés. Es decir, en números específicos, en 2010 nacieron más de 2.6 millones de mexicanos [4], mientras que en 2024 solo nacieron 1.67 millones [5]. El índice o tasa bruta de natalidad descendió de 20.5 por cada mil habitantes (datos de 2010) a 15.45 por cada mil habitantes (datos de 2024) [6].

La tasa global de fecundidad en México se ha reducido a menos de 2 hijos por mujer [7]. En 2024 “La tasa de nacimientos registrados por cada mil mujeres en edad fértil (15 a 49 años) fue de 47.7. La disminución fue de 4.5 respecto al año anterior” [8].

Las mujeres nacidas posteriormente al año 2000 están retrasando notablemente la maternidad, y aunque sean madres lo hacen limitando el número de hijos. Actualmente, son las generaciones nacidas en el siglo XX las que aún mitigan el impacto de la reducción de la natalidad. A medida que avance el tiempo, se espera un envejecimiento acelerado, debido a que se incrementará la proporción de la población adulta y de tercera edad, mientras que la pirámide poblacional se estrechará aceleradamente por la reducción en el número de hijos en las mujeres que ahora son más jóvenes. “Hacia el año 2019, 21 de las 36 entidades federativas ya se encontraban por debajo del reemplazo poblacional, siendo Baja California y la Ciudad de México aquellas con la fecundidad más baja del país, con 1.7 y 1.4 hijos/as por mujer, respectivamente” [9].

El Consejo Nacional de Población (CONAPO) señala que la curva de crecimiento poblacional ya casi es plana y que para el año 2052 comenzará a disminuir la población total del país [10].

Impacto económico

Para 2030, “la Ciudad de México será una población envejecida (20.45% de su población tendrá 60 años y más), mientras que el resto de los estados se encontrarán en proceso de transición, con proporciones de adultos mayores entre 10.63 y 16.47 por ciento” [11]. El resto del país experimentará un envejecimiento similar posteriormente. Se prevé que en 2028 el 14% tenga más de 60 años y esa proporción supere el 20% en 2044 [12].  

La baja natalidad genera un envejecimiento acelerado con impactos económicos profundos. Entre otros [13]:

  1. Se reduce la fuerza laboral. Dado que México es un país que se destaca por la manufactura, esta reducción de la fuerza laboral conlleva una disminución importante en la competitividad del país y el atractivo para inversiones.
  2. Presión sobre el sistema de pensiones. Al incrementar la proporción de población adulta que no aporta a la economía, la población en edad productiva se ve cargada con un incremento en las contribuciones para las pensiones y para los sistemas de salud.
  3. Incremento de los servicios de salud a cargo de contribuyentes jóvenes. Los jóvenes, además, deberán contribuir al sostenimiento de los servicios de salud que atienden a una población cada vez de mayor edad. Esto curiosamente era lo que se suponía que se quería “invertir” al reducir la natalidad. Pero lo que ha traído es una desproporción entre población que produce y población que consume…, solo que ahora esta última no es la de los niños y adolescentes, sino de los ancianos.

Caminar mirando hacia atrás

Existe un valor intangible, que ConParticipación propone, y que consiste en la agenda social proyectada hacia el futuro. ¿En qué consiste? Es el peso que tienen los temas relacionados con el futuro de la sociedad en relación con el peso de los temas relacionados con el pasado. Una sociedad tiene una proporción de niños y jóvenes respecto a la cantidad de adultos y personas de tercera edad.

Cuando la pirámide poblacional es más ancha en la base, eso significa que el peso social de los temas de infancia y adolescencia es más relevante y por tanto, dirige la agenda social hacia el futuro de dicha población. Eso es una proyección a futuro.

Cuando la pirámide poblacional se invierte, la sociedad comienza a asemejar a una persona que avanza mirando hacia atrás, hacia el pasado. Los temas de agenda social de mayor peso son los que tienen que ver con el pasado de dicha sociedad. 

México, en cierto sentido, corre el riesgo de cambiar de mentalidad. En vez de vivir pensando en su futuro pasará a sobrevivir cargando el pasado. 

Una política pública que permita pensar en la familia y los hijos

El estudio “La verdadera crisis de la fecundidad” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA por sus siglas en inglés), señala que el 35% de las mujeres en edad fértil limita el tener un hijo por las restricciones económicas, el 23% por problemas de vivienda, y el 21% por la precariedad laboral [14].

Existen numerosos cambios en la percepción de la paternidad y la maternidad. No obstante, al tratarse de un fenómeno humano fundamental, es necesario reflexionar qué peso dan la sociedad y las autoridades a facilitar las condiciones para tener un hijo y formar una familia. En este sentido, existe el reto de que CONAPO privilegie la acción en favor de una recuperación del índice de natalidad.

Como sociedad, requerimos un cambio en la política nacional sobre población. Es preciso superar interpretaciones que no reflejan el escenario presente, como sucedió cuando CONAPO habló sobre el envejecimiento del país diciendo que: “México empieza a envejecer porque ha sido un país que se ha desarrollado” [15].

La mirada moderna y realista de México debe advertir lo que ha sucedido en otros países. En Japón la población total disminuye en más de 500 mil habitantes cada año y más del 25% de la población supera los 60 años. En Corea del Sur más del 30% de la población en edad fértil no tiene hijos —por factores económicos y de vivienda en muchos casos—. En Europa también se ve una situación crítica. Solo algunos países, como Hungría, han emprendido acciones y estímulos sociales con políticas de exención de impuestos para las parejas con hijos y con políticas familiares.

México no envejece porque se ha desarrollado, sino que envejece porque mira hacia atrás. La mirada al futuro debe ser la que privilegia la dignidad de la persona y el bienestar de la familia para alcanzar un auténtico desarrollo social.

Artículo original publicado en: https://conparticipacion.mx/escuelas-vacias-no-es-desercion-sino-baja-natalidad/

Fuentes:

[1] https://www.cronicahidalgo.com/2025/03/10/escuelas-en-riesgo-de-cierre-por-la-falta-de-estudiantes/ 

https://www.milenio.com/sociedad/escuela-pachuca-riesgo-cerrar-falta-estudiantes

[2] https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/?pxq=Educacion_Educacion_06_97fde5d9-1410-4663-90ad-34088acf4d16

[3] https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/?pxq=Educacion_Educacion_06_42b6c4be-bb46-4fbc-af33-73e7ff2d5520 

[4]https://www.inegi.org.mx/rnm/index.php/catalog/287/datafile/F4/V168 

[5] https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2025/enr/enr2024_CP.pdf

[6] https://conapo.segob.gob.mx/work/models/CONAPO/pry23/PP/index.html

[7] http://www.omi.gob.mx/work/models/OMI/Seccion_Publicaciones/MigracionySalud/2023/MyS_2023_Completo_211123_PLIEGO.pdf pág. 49, y https://conapo.segob.gob.mx/work/models/CONAPO/pry23/PP/index.html 

[8] Cf. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2025/enr/enr2024_RR.pdf pág. 2

[9] https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/1001571/Proyecciones_Poblacion_280525_V2.1.pdf pág. 50

[10] https://www.gob.mx/conapo/articulos/disminuye-la-poblacion-infantil

[11] Cf. http://www.conapo.gob.mx/work/models/CONAPO/Resource/2702/06_envejecimiento.pdf pág. 113

[12] https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/1018911/00_RM.pdf 

[13] https://politica.expansion.mx/mexico/2025/10/12/caida-de-nacimientos-en-mexico-un-fenomeno-con-impactos-sociales-y-economicos 

[14] https://www.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/ES_State%20of%20World%20Population%20report%202025.pdf 

[15] Cf. https://www.gob.mx/conapo/articulos/foro-envejecimiento-el-reto-demografico 

Otras fuentes:

https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2025/enr/enr2024_RR.pdf

https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/?pxq=Natalidad_Natalidad_01_1cbf0c18-ae06-42d3-8eb3-6e7eacb0a51e&idrt=126&opc=t

https://www.gob.mx/conapo/articulos/disminuye-la-poblacion-infantil

https://conapo.segob.gob.mx/work/models/CONAPO/pry23/DB/ConDem50a19_ProyPob20a70.zip

CONCIENCIA Y PARTICIPACIÓN es una organización ciudadana que vincula a quienes desean promover valores humanos fundamentales, como son: la búsqueda del bienestar social general, la justicia social, el respeto de la vida humana en todas sus etapas, la solidez de los hogares y de los matrimonios, la salud y la educación integral para todos.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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