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La felicidad somos nosotras

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Ciudad de México.— Quien afirma que la felicidad no está en las cosas materiales, habla desde la posición de una persona que tiene sus necesidades básicas cubiertas. Maslow, en su “jerarquía de las necesidades humanas”, las representa en cinco niveles de una pirámide, partiendo de la base hasta el punto más alto: biológicas, seguridad, pertenencia, reconocimiento y autorrealización. De acuerdo a esta teoría, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades más aspiracionales (parte superior).

¿La felicidad es igual aquí y en China?

Es cierto que cada persona tiene su propia versión, definición, o forma de felicidad. Esta puede variar incluso para dos personas que se encuentran en el nivel superior de esta pirámide. Nuestro sistema de creencias, valores, estilo de vida, forma de percibir al mundo, familia, entre otros factores, tienen un gran peso a la propia idea que concebimos de “felicidad”. Así que antes de intentar definirla, y más aún; de perseguirla, hay que tener claro desde dónde partimos; ¿en qué nivel de la pirámide estamos paradas?¿En dónde se encuentra nuestra pareja?¿En cuál están nuestros padres, hijos, seres queridos?

“Sé feliz”, “elige la felicidad”, “aprende a ser feliz”…

Estamos expuestas, de forma constante y masiva, a mensajes, definiciones e ideales sobre “la felicidad”. Tantos que al final del día en lugar de hacernos un bien se convierten en imperativos y estándares que de no poder cumplir nos generan frustración, decepción, tristeza, ira, depresión. Sin darnos cuenta, caemos en un círculo que nos genera todo lo opuesto a lo deseado. Peor aún; nuestra propia batalla por ser felices, nos perjudica más que guiarnos en la dirección correcta.

El Yeti eres tú

Si bien no existe una felicidad universal, no se encuentra en las cosas materiales o inmateriales, ni es todo aquello que vemos en los medios de comunicación… ¿Qué es? ¿En dónde está? ¿Cómo es? Parecería ser parte de este imaginario colectivo junto a el Yeti, Pie Grande, el monstruo del lago Ness; algo que hay que ver para creer. La felicidad es real. Para encontrarla, solo hay que voltear hacia otro lado: hacia nosotras mismas.

Empezar por conocernos: saber cuáles son nuestras aspiraciones, sueños, planes, talentos y virtudes, al igual que nuestras áreas de oportunidad, dolencias, y demás aspectos en los que aún nos falta trabajar.

Atrevernos a ser, abrazar como propio todo eso que nos gusta y disgusta, ya que al final; es lo que nos hace quienes somos. Confiar en nosotras mismas, amarnos.

Tomar un momento al día para aplaudirnos; reconocer y agradecernos no sólo por lo bueno, sino también por todas las dificultades que hemos superado. A nosotras y también a nuestro cuerpo, por todo lo que ha aguantado, logrado. Y compartir; todo lo bueno, en todo momento, con todas las personas que encontremos en las distintas etapas de nuestras vidas.

La libertad, paz y armonía que brinda la congruencia del ser, pensar y hacer, es una forma de felicidad al alcance de toda persona que quiera tomarlo.

Quién hubiera dicho que al predicar con el ejemplo estaríamos transmitiendo felicidad.

Por Elizabeth Acosta Haro

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